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Clausura de «Champions»

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Sábado 28 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del AuditorioOlga Kulchynska (soprano), Emily D’Angelo (mezzosoprano), Oviedo Filarmonía, Vincenzo Milletarì (director). Arias y dúos de ópera.

Tras la cancelación por enfermedad de la directora Yue Bao, Vincenzo Milletarì (1990) se puso al mando de la gala lírica con la que este sábado se clausuraba la temporada de los Conciertos del Auditorio con dos voces muy interesantes como la soprano ucraniana Olga Kulchynska (1990) y la mezzo canadiense Emily D’Angelo (1994) que nos dejaron una velada de altura para un público entusiasmado. No olvidemos que Oviedo, «La Viena española», es especialmente amante de la ópera, y si en el foso la OFil es seguro de calidad, en escena, con un director italiano muy gesticulante pero siempre claro, teniendo que «adoptar» un programa ya definido, estaba claro que la despedida era de «Champions» como muchos madridistas presentes, incluso algún móvil sonando siempre en los peores momentos.

Gala lírica organizada con arias de ambas voces, dúos y oberturas para cada inicio, ópera mayoritaria pero también zarzuela como era de esperar en una ganadora del Francisco Viñas de 2015 y otra de Operalia en 2018, con páginas conocidas que las cantantes tienen ya muy trabajadas tanto en recitales como sobre las tablas, lo que aseguraba un éxito previo corroborado a lo largo de una velada que fue de menos a más.

Las obertura de La gazza ladra (Rossini) a pesar de las siempre vulnerables trompas que remontarían vuelo posteriormente, puso a prueba las agilidades y limpieza de una orquesta a la que vendrían bien más violines pues el resto estuvo bien compensado con el acierto de poner tarima a los contrabajos para conseguir una sonoridad más rotunda.

Aunque el barroco no sea el fuerte de la orquesta ovetense, estuvo bien comenzar con Claudio Monteverdi y el dúo Pur ti miro de «L’incoronazione di Poppea» para comprobar que las dos voces femeninas empastaban a la perfección aunque la soprano parecía volar más alto que la mezzo (ya estamos más habituados a los contratenores) con unos volúmenes algo tapados pero de estilo correctamente cantado por ambas.

Mozart siempre tiene el engaño de su aparente facilidad escondiendo auténticas arias de exigencias vocales verdaderamente exigentes. Del «Così fan tutte» primero escuchamos a Olga Kulchynska un Come scoglio brillantemente interpretado con unos graves poderosos desde un color bello unido a una técnica prodigiosa, y otro tanto del dúo Prenderò quel brunettino con Emily D’Angelo de nuevo más musical y una línea de canto idealmente homogénea.

Salto a la Francia hoy capital futbolística con tres páginas que no pueden faltar, primero y alternando el orden del programa, una musicalmente agradecida canadiense y su Mon coeur s’ouvre a ta voix de «Sanson y Dalila«, una joya de Saint-Saëns a la que los volúmenes orquestales no impidieron escuchar una línea de canto muy sentida con la excelencia de la madera y un arpa brillante, a lo largo de la gala, de Danuta Wojnar. Después Gounod de su «Faust» el aria de las joyas, O Dieu! Que de bijoux para todo el lucimiento de la soprano ucraniana que pese a no estar «mimada» por Vincenzo Milletarì, más preocupado de encajar que de matizar, mostró su gusto y poderío vocal.

Y nada mejor para cerrar esta primera parte que el famoso dúo de «Los cuentos de Hoffmann» de Offenbach, la Barcarola con apariciones enfrentadas de las cantantes convergiendo en el centro,  orquesta inspirada y bien llevada por el italiano, voces con diferentes volúmenes no ya por tesitura, pero de empaste correcto pese a un color similar en ambas de tesituras tan distintas. Lo bisarían al final del concierto.

Tras el descanso la OFil sacaría lo mejor de su versatilidad con la Polonesa de «Eugene Onegin», sinfonismo de altura del gran Tchaikovski para una ópera no muy representada, tempo exigente al que respondieron todas las secciones antes de dejarnos lo mejor del bel canto como son «I Capuleti e I Montecchi» de Bellini que la canadiense pero especialmente la ucraniana, tienen en su repertorio, cambio de vestuario y más interpretación que en la primera parte, comenzando con el aria de mezzo Ascolta! Se Romeo t’uccise un figlio que D’Angelo «destroyer» masculinizada recreó con fuerza y gusto antes del recitativo y aria Eccomi…oh quante volte, personalmente lo mejor de la gala, con el trompa solista perfecto y una Olga Kulchynska que hizo poner la carne de gallina al respetable, filados, proyección, afinación y dominio completo del rol.

No se quedó atrás el dúo Si, fuggire, a noi non resta disfrutando de estas voces jóvenes que ya están triunfando en los más afamados teatros mundiales, más equilibrio de volúmenes y mejor balance orquestal para esta ópera que tengo entre mis referentes.

Y otra aria para disfrutar, más aún en la voz de «la Kulchynska», la bellísima Canción a la luna de «Rusalka» (Dvorák) con una orquesta perfecta, el arpa tan divina como la ucraniana, más un Milletarì cada vez más cómodo con todo, el punto álgido de esta gala.

La presencia de la zarzuela vendría con «La D’Angelo» que bordaría la romanza de «El barquillero» (Chapí) tan poco escuchada, Cuando está tan hondo, con una pronunciación muy trabajada y muy adecuada elección para esta voz de mezzo con agudos y medios potentes que sumados a la musicalidad y entrega de la que dio muestra a lo largo de este recital, remataría el programa antes de las dos propinas.

Tras bisar la Barcarola, las dos cantantes compartieron Chapí con la conocida romanza de «Las hijas del Zebedeo», donde sin entrar en triunfadoras y con un tempo muy ágil, la mezzo canadiense demostró una tesitura ideal para ella frente a la comodidad vocal y de amplio registro de la soprano ucraniana, con un duelo de ornamentos «ad libitum».

Buen cierre en un Oviedo lírico por naturaleza con dos jóvenes cantantes a las que no debemos perder el rastro porque son las voces de este siglo que ya piden paso.

Y más al norte Inglaterra…

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Viernes 27 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono XII «Fairest Isle»: OSPA, Sara Ferrández (viola), Lina González-Granados (directora). Obras de Britten, Walton y Elgar.

Ya se vislumbra el final de temporada y es hora de sacar de los cajones obras que la OSPA tiene interiorizadas, esta vez músicas de «La Isla más bella» con trío inglés de compositores Made in Asturias y en buenas manos femeninas, esperanzadoras y aún sin cubrir la plaza de concertino que de nuevo estuvo en manos del austriaco Benjamin Ziervogel. Los programas en papel ya vuelven con normalidad, así como las toses siempre inoportunas, y para mi archivo, esta vez con las excelentes notas de Tania Perón (que dejo enlazadas arriba en obras).

Con el formato habitual que habría de ir pensándose en variar, arrancaba el duodécimo de abono con los Cuatro interludios marinos (Peter Grimes), op. 33a de Britten, rememorando la ópera de hace diez años en el Campoamor y programada ya en 2011 con un concierto de auténtico viento en popa, y más cerca en el tiempo hace dos años, precisamente con el próximo titular (también emparejado con Walton), aunque la directora colombiana tuvo que capitanear una nave que por momentos escoraba en esas aguas entre Asturias y Gran Bretaña algo revueltas. Si el I. Dawn Lento e tranquilo parecía aventurar una travesía cómoda, el II. Sunday Morning Allegro spiritoso comenzó a abrir alguna vía de agua por un viento racheado que ocultaba la cuerda, con la III. Moonlight Andante comodo e rubato la buena mano de González-Granados enderezó el rumbo pero llegaría la preocupante IV. Storm Presto con fuoco que por momentos cubría la cubierta engulléndose la cuerda. Finalmente se arribó a puerto sin mayores daños y con esfuerzo en el timón para dominar una nave potente pero escorada.

La singladura continuaría con el Concierto para viola y orquesta (rev. 1962) de Walton con la joven violista Sara Ferrández, de sonoridad limpia, musicalidad genética, mucho trabajo en la llamada «Cenicienta de la familia de la cuerda» que elevó a Princesa, bien concertada por la maestra Lina dejándonos un buen sabor de boca, distinto del de 2009, aunque Riquelme y Coelho siguen más cercanos en mis recuerdos. El tándem Ferrández / González-Granados funcionó porque la nave tenía menos efectivos y los balances mantuvieron el equilibrio, permitiendo una travesía plácida llena de momentos bellos como el II. Vivo e molto preciso. Buena señal tener españolas entre las solistas de viola como la pamplonica Isabel Villanueva y la madrileña Sara Ferrández, que nos regalaría un Bach de altos vuelos ya en tierra para degustarlo en todo su esplendor, el maravilloso de la maltratada viola que cuando se le da protagonismo y música bien escrita no tiene rival.

La última travesía vendría con las conocidas Variaciones sobre un tema original para orquesta «Enigma», op. 36 de Elgar, de nuevo la gran nave sinfónica y la almirante González-Granados que esta vez , y no como en 2019, mantuvo con buen rumbo a este trasatlántico con escalas de diferentes dificultades y emociones, dominando a la perfección los balances, destacando lo mejor de cada sección con unos solistas conocidos que se plegaron al mando colombiano, devolviéndonos esos pasajes siempre recordados con el IX: «Nimrod» Moderato verdadera joya sinfónica, el X. «Dorabella – Intermezzo» Allegretto bien llevado sin titubeos, y por supuesto el final arrollador y triunfante de la poderosa nave asturiana, hoy reforzada por alumnos del CONSMUPA a quienes la directora y público (de nuevo poco aunque con las familias de los jóvenes que ocuparán estos atriles), dedicó un aplauso especial.

Bravo por esta batuta latina e internacional que marcará distancias en el difícil mundo femenino de la dirección orquestal, luchadora, trabajadora y conocedora de un repertorio inglés que sonó muy asturiano.

 

Aprendiendo con experiencias y recuerdos

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La muy manida frase «parece que fue ayer» siempre viene bien, especialmente cuando vamos cumpliendo años y los recuerdos de tiempos lejanos se acercan por momentos. Así hemos llegado al IV Ciclo de Conferencias del RIDEA y La Castalia que este año versaron sobre «De la ilustración a la actualidad: 260 años de lírica en España», conferencias de un mayo siempre musical y con oradores que me han hecho recorrer tres generaciones en cinco años, comenzando allá por 2018 con los homenaje a Gayarre o Granados, el 2019 de escenarios y géneros líricos, o el 2021 (tras «robarnos» el 2020) de «Patrimonio lírico hispano» que continuarían hoy citando a Fray Luis de León: «Como decíamos ayer».
Sería mi querida musicóloga María Sanhuesa, miembro correspondiente del RIDEA, la encargada de abrir ciclo el pasado día 3 con su conferencia «Lírica y voz en la obra de Gaspar Melchor de Jovellanos» que me perdería pero se puede disfrutar en el propio canal de YouTube© del Real Instituto (a la espera de que suban las otras dos que sí comento desde aquí como apuntes de un incansable alumno).

El siguiente martes, día 10, sería el compositor y organista Guillermo Martínez quien compartiría sus vivencias «De niño cantor a compositor: impronta y esencia de mi música lírica», el paso por la Escolanía de Covadonga (77 años cumple este septiembre) de 1994 a 1998, su primer curso con 10 años narrándonos experiencias organizadas en un capítulo por cada año (ilustrado con una audición significativa) y citando al filósofo y ensayista norteamericano del s. XIX Henry David Thoreau: “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido” (Walden, La vida en los bosques).

1994 comenzaría recordando a Pergolesi, las audiciones de los sábados, el transcurrir diario, los conciertos en Valencia, los encuentros con FECORA, clases, anécdotas como la visita a Covadonga de Alfredo Kraus, las vivencias con otros escolanos como el hoy famoso tenor Jorge Norton, los exámenes libres en Oviedo con Purita de la Riva, el imperecedero D. Alfredo de la Roza y por supuesto la Novena a la Santina como culmen de su primer curso. Escuchar su No llores paloma mía por el LDO me sirvió para comprobar cuántos recuerdos comunes nos trae la música.

En 1995 sería Silos otra experiencia imperecedera, el concurso de voces blancas que convocaba FECORA, músicas del cangués Ramon Prada, la construcción de los órganos nuevos de Acitores en Covadonga, el positivo prestado mientras se montaban y poder escuchar sus propias obras en ellos, más audiciones de los sábados con Murray Perahia y los conciertos de piano de MozartBartok y el Microcosmos, el deseado verano y su primera misa con más obras de violín, audiciones del barroco italiano o las sinfonías de Mendelssohn por él analizadas, los nacionalismos y su segunda Novena. Una palabra: «belleza», escuchando su  Fantasía “Virgen con niño y San Juanito” (para mezzo y piano), rehecha con orquesta que sería la que nos pondría.
El año 1996 comenzaría citando el aforismo de Heráclito que decía «nadie puede bañarse dos veces en un mismo río, porque aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él, han cambiado», el cambio como constante de la vida ya que ésta representa una constante transformación del río que nunca es el mismo. Sus estudios y lecturas de Historia de la música, Zamacois, Amat… el Manual de Solfeo LAZ, una biografía de Mozart… siempre la importancia de los libros. Y musicalmente obras con formas más audaces y fijándose en la orquestación. Sus propias sonatinas o valses… ya con 12 años pero con la composición claramente consolidada, contando con un ensemble instrumental que crece con sus escolanos, conciertos con y sin coro, más el concierto de los Niños cantores de Viena en Oviedo que sería otro recuerdo compartido de aquel 96, la pequeña opereta vienesa que le abriría otro género, que dejaría para el final pero escuchando a Beatriz Díaz cantando su Maharajá.
1997 sería su cuarto año, asentando conocimiento y composición, libros de ensayos, armonía en todos los tratados que tenía a mano y aumentando sus obras compilando todo lo hecho más un curso de clarinete y los órganos ya armados, siendo suplente de organista en un oficio donde el estudio y trabajo con Fernando Álvarez en los dos «juguetes» nuevos aceleraría el trabajar improvisaciones. Escuchamos un fragmento de la Cantata “El sueño eterno”.
1998 sería el último año en Covadonga pero siempre permanecerá en él, la finalización de la ESO y los estudios de música en Oviedo, reglados y no, alternando la composición y el canto con la preparación de un CD ya con orquesta ampliada y Leoncio Diéguez instrumentando, del que Guillermo tomaba nota como alumno aventajado. Más recuerdos compartidos como la inauguración del Auditorio y el estreno de Jorge Muñiz para la ocasión. Su vocación ya consolidada y la primera eclosión. Última audición del Intermezzo “Corona de azahar” para su ópera Bodas de sangre que escuchamos en el concierto de los «20 años de La Castalia», ópera ya acabada pero sin estrenar aún.
Para un músico y lector empedernido, nada mejor que cerrar con una cita de Borges y sus Poemas del  alma totalmente actual: «En el Oriente se encendió esta guerra / cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra». Hora y media de aquellos años 90 revividos con un fenómeno como Guillermo Martínez.
Y este 25 de mayo convertiría el salón de actos del RIDEA en un aula de mi cercana Facultad de la Plaza Feijóo 40 años atrás, compartiendo «pupitre» incluso con compañeros de entonces: otra clase de Emilio Casares, «La ópera española en el siglo XX: el final del camino«, la continuación de la escuchada el «curso pasado«, que se quedó y arrancaría esta vez desde 1890 hasta el cierre del Teatro Real en 1925, donde hubo hasta 125 óperas en aquellos finales de siglo, casi todas «muy buenas» y con 55 estrenos, pero sin llegar al pasado siglo porque hablar de música y escucharla no se puede calcular.
La ópera española auténtica, entendiéndola desde el «Nacionalismo de las esencias«, sería el objeto de esta conferencia maestra, centrándose en los wagnerianos y Cataluña, pero manteniendo las líneas verdianas y el verismo.
Historias como la lucha contra el Teatro Real construido para representar ópera francesa y nada española, Chapí luchador y el eclecticismo como explicación al estilo precisamente por faltar dónde representarse. Referencias a la fuerza del Nacionalismo que bien explica Artola y sirve para la ópera española, comenzando con Felipe Pedrell y Los Pirineos, que fijará el método en tres ejes: desarrollo sinfónico, músicas e históricas propias y el lied como canción del pueblo y nada de cantar en italiano. Así nos recordó el Orientalismo / Andalucismo que levantó críticas por una gitana protagonista cuando Cataluña «debía mirar a Alemania»  Sí se parte del leitmotiv wagneriano pero más allá porque la literatura del momento uniría los dos mundos: ópera con prólogo y 3 actos, 7 horas reducidas a 4 por el propio Pedrell, y basado en los hechos históricos del sur de Occitania y el Reino de Aragón como la Cataluña soñada. Parece actual y hasta nos contaría la anécdota de sus entrevistas con Jordi Pujol tras pedirle el prólogo, que sí escribiría, esperando un estreno en un Liceu lleno de políticos, que como algo habitual no asistieron y refleja cómo tratan la cultura, y especialmente la música. Escuchamos tres audios con el bardo contempla los Pirineos dando gracias a Dios por crearlos, el coro inmenso (nuestros coros de ópera son únicos y comparables a los rusos) de todos los protagonistas que contesta con cita del Tanhausser y finalmente el Lamento del Conde de Foix por la pérdida de la patria desde el Stabat Mater dolorosa gregoriano. No se estrenaría hasta 10 años después por considerar el Marqués de Comillas un ataque a la iglesia, pero las páginas para voz y piano llegaron a media Europa.
De nuevo el Verismo en la esencia, el que describe la realidad y como respuesta italiana al naturalismo francés, que entra en España por los grandes escritores y el nuevo drama español que llenará los libretos. Interesantísimo el periodo de 1895-1910 con La Dolores de Bretón, que batiría récords en Madrid y Barcelona por las 33 y 133 funciones seguidas respectivamente,
escuchando el famoso «Dúo de amor«, y cómo la obra gira en torno a una jota.
El Circo Paris sería el escenario ideal y una compañía estable con estrenos (aún pendientes en el día de hoy), por donde pasarían el Curro Vargas de Chapí, que sí conocemos y disfrutamos en Oviedo, o Maria del Pilar (rescatada como muchas más en el madrileño Teatro de la Zarzuela) de G. Giménez, poniéndonos el audio con el aria de Valentín, viendo cómo no se pierde nunca la melodía.
Y aparecerá Granados, de orquesta casi wagneriana pero con música española o Albéniz y su inglesa Henry Clifford, por supuesto con influencia de Bretón pero también de Wagner como buen catalán. Entonces si no hacías ópera no triunfabas, y así compondrá The Magic Opaldestrozada» hace poco en Madrid), la citada Henry Clifford (escuchando un dúo), Pepita Jiménez, y Merlín.
Muchos aún en el tintero pero no podía olvidarse de Amadeo Vives, discípulo de Pedrell, con su ópera Artús en el Bellas Artes más el cambio que supondrá Euda d’Euricah, brujas catalas y la influencia de R. Strauss a quien acompañará en sus viajes, todo un intelectual, crítico, escritor, que le habla a Falla de Debussy, para darnos idea de quién era el músico catalán. Y el «descubrimiento» de Salvador Giner, valenciano con su obra por descubrir, comentando con su sorna el profesor Casares el coste de cada butaca en Les Arts que daría para pagar el viaje en AVE a Madrid y escuchar sus 6 óperas increíbles, por cierto legadas a la asociación valenciana El Micalet, donde se han conseguido 3.200 fotos de ellas para un estudio que ya tiene preparado el prolífico catedrático emérito. Giner adora a Verdi, Meyerbeer y Saint-Säens, escuchamos un fragmento del trío de L’Indovina (La adivina) escrita en italiano, pero sobre todo citar y recordar Sagunto y El soñador, histórica la primera y en castellano, que desde 1912 no se representa (nos pondría un audio del dúo al piano).
No parecía correr el reloj de clase y siempre quedan  anécdotas por contar como la de 1902 cuando Alfonso XIII es proclamado rey con la representación de Don Giovanni en el Teatro Real y la crítica de Don Ruperto. Al menos encargaría al millonario Price su teatro para 2.000 personas, e invitaría a escribir óperas como su Circe, Farinelli de Bretón
(escuchando un fragmento del inicio tormentoso de la primera, estrenada hace poco, muy walkiriana), y por supuesto Margarita la tornera que cerrará época.
Nueva anécdota de C. Halffter charlando con Casares sobre la famosa frase de Conrado del Campo: “la solución está en Chapí”, y el asombro de los invitados alemanes “¡esto es nuevo!”.
Falta hablarnos de qué pasaba en Cataluña, con E. Morera, y Jaume Paíssa, otro amigo de R. Strauss. Gala placidia revisada por Udaeta, Marianela otra recuperada, ambientada en Asturias y esperando verla en Oviedo, con reminiscencias de Schönberg.
Quedaba citar La Celestina (1902) de Pedrell, cuyo «estreno» mundial será en octubre, aprovechando para agradecer al Teatro de las Zarzuela de Madrid con Daniel Bianco y Emilio Sagi que hayan recuperado tanto patrimonio en tiempo récord.
De la ópera en Euskadi, de menor calidad que las ya citadas, creo que la dejaremos para el próximo curso, pues más de 100 minutos ya parecían mucho para el alumnado que no cumplimos años tan bien como el profesor Casares, excusando a los que «faltaron» com su sobrino o el siempre recordado David Ruiz.

Con Carneiro

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Viernes 20 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono XI «Emperador», OSPA, Vadim Kholodenko (piano), Joana Carneiro (directora). Obras de Beethoven y Stravinsky.

Regresos y recuperaciones en el undécimo de abono, la directora portuguesa y el esperado pianista ucraniano cuya vida es una tragedia pero la música ayuda a sobreponerse siempre. Un «Emperador» difícil pero agradecido para un Beethoven siempre necesario y nuevamente Frederieke Saeijs de concertino invitada.

Carneiro fue la auténtica emperatriz tras una Leonora, obertura nº 3, op. 72 b triunfadora. La portuguesa triunfó de principio a fin conocedora de la orquesta y del programa, llevando por los difíciles vericuetos las dos composiciones a cual más exigente precisamente por lo transitadas a lo largo del tiempo, la obertura clara, precisa, con todos los claroscuros y la «preparación» ideal ante lo que se avecinaba a continuación.

En el Concierto para piano nº 5 en mi bemol mayor, op. 73, «Emperador» un Kholodenko de rubatos increíbles y difíciles de concertar pero increíbles de ajuste por la lusa. El pianista afrontó desde una personal visión esta página del sordo genial jugando con los tiempos y fraseos en un equilibrio inestable o  si se quiere de inestabilidad equilibrada, pues así entendió el ucraniano este quinto muy transitado donde parece difícil aportar personalidad, pero que consiguió por la excelente concertación de Carneiro. La orquesta conocedora y la maestra atenta sacarían en un trono musical un emperador distinto, encajado  casi milagrosamente desde sensaciones perturbadoras de este ucraniano introvertido pero distinto en el difícil encaje de su personal rubato «perfectamente inestable».

La propina tenía que ser también Beethoven y la Bagatela para Piano, op. 33 nº 3 en fa mayor igualmente sentida, personal, en tiempo y forma ideales para disfrutar del esperanzado Kholodenko.

La Petrushka (rev. 1947) de Stravinsky está muy rodada, pero con el empuje portugués (espero se mantenga) la OSPA sacó músculo, asintiendo y sintiendo, con la percusión impactante, piano y celesta también, más un viento ideal tanto en la madera siempre exquisita y unos metales seguros además de poderosos, que necesitarían una cuerda más precisa especialmente en los pasajes rápidos, no tan limpios como desearíamos, aunque redondearían una buena interpretación, de nuevo gracias a una Carneiro con las ideas claras que supo transmitir en todo el concierto. Una lástima que hubiese poco público, puede que se decantasen por el ballet del Campoamor en otra contraprogramación municipal frente a la orquesta de todos los asturianos.

La excelencia inglesa, «of course»

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Martes 17 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Julia Fischer (violín y dirección), Academy of St. Martin in the Fields. Obras de Schubert, Britten, Mozart y Shostakóvich.

Los Conciertos del Auditorio siguen poniendo a Oviedo, «La Viena española», en el mapa de las grandes giras de solistas y orquestas, sobreponiéndose a pandemias, cancelaciones y todo contratiempo porque los muchos años de buen trabajo consiguen que la capital asturiana sea destino preferente para todos. Y este martes de bochorno que finalizaría con un «orbayu» de lo más british nos dejó un excelente concierto a cargo de la legendaria Academy of St. Martin in the Fields con Julia Fischer que volvía al auditorio once años después, actuando de solista pero también de concertino de los ingleses en una velada para recordar mucho tiempo.

No voy a descubrir las excelencias de los «martiners» pero su sonido es de otro mundo que para mí sigue siendo la mejor orquesta de cámara del mundo con un sonido verdaderamente sinfónico: una cuerda rotunda, homogénea, brillante, tersa y aterciopelada, compacta, transparente, trágica y delicada, que domina cualquier repertorio manteniendo su identidad inglesa, el inconfundible sonido que la ha encumbrado desde hace más de seis décadas y manteniéndose en el tiempo, porque la formación que fundase el siempre recordado Sir Neville Marriner sigue renovándose sin cambios, veteranía y juventud en equilibrio constante desenvolviéndose igual de bien desde el barroco hasta nuestros tiempos.

El programa que trajeron a Oviedo en esta gira de Ibermúsica, contaba con la presencia de la versátil e inconmensurable música muniquesa Julia Fischer (1983) ejerciendo de solista de violín en dos rondós que supieron a poco, y dirigiendo como concertino dos obras del pasado siglo que pocas agrupaciones pueden afrontar, organizando los inicios de cada parte con dos «conciertos solistas» continuando con una joya para paladear las calidades de los londinenses.

El Rondó para violín y orquesta de cuerda en la mayor, D. 438 (1816) de Schubert nos dejó buen sabor de boca por un estilo cercano aún al Clasicismo con un protagonismo del violín en este «concierto» para lucimiento como así lo entendió Fischer y una cuerda académica homogénea en cada sección que agrandó esta obra del malogrado Franz. Del «otro» Rondó en do mayor para violín y orquesta, K. 373 de Mozart, con la presencia de dos oboes y trompas, la sonoridad de los «martiners» resultaría aún más grandiosa sin perdernos ni una nota, nuevamente la calidad y calidez de una Julia Fischer, con cadencia propia, que brilla sobrevolando esta jovial composición del genio de Salzburgo dedicada a Antonio Brunetti y en los tiempos de Colloredo que bien recrea la película Amadeus cuya banda sonora está interpretada precisamente por la Academy of St. Martin in the Fields.

Si ambos rondós resultaron idóneos, precisos, bien interpretados para disfrute de la solista, las otras dos obras fueron como dicen en el fútbol, de «Champions»: las Variaciones sobre un tema de Frank Bridge, op. 10 de Benjamin Britten no pueden interpretarse mejor, el homenaje del discípulo al maestro volcando todos los recursos para una orquesta de cuerda camerística, casi de quinteto, con una tímbrica espectacular y unos cambios en cada variación que descubrieron sonidos increíbles, con unas violas estratosféricas y unos graves que parecía imposible tuviesen tal pegada con tan pocos efectivos.  Cada uno de los movimientos no solo subrayan cualidades del «homenajeado Bridge» sino la inspiración del alumno, con un Adagio en la primera variación evocador, un Vals vienés trasladado a la campiña, el humor del Aria italiana, el recuerdo a los vecinos franceses de la Bourrée, un empuje brillante y milimétricamente encajado del Moto perpetuo o una académica pero muy personal Fuga final. Maravilloso ver el entendimiento y afinación, maquinaria perfecta donde Julia Fischer ensamblaba como una más y volaba en sus intervenciones junto al resto de primeros atriles. Si la obra de Britten es impresionante, la interpretación fue de ensueño y pasará a mi memoria como algo inolvidable.

La Sinfonía de cámara en do menor, op. 110a de Dmitri Shostakóvich, un arreglo de Rudolf Barshai del Cuarteto no 8, op. 110 (1960), resultó un testamento todavía vigente cuyo subtítulo reza “a la memoria de las víctimas del fascismo”, extensible a todos los damnificados por cualquier totalitarismo y describiendo la devastación de la guerra (como bien escribe en las notas -enlazadas arriba en obras- de Andrea García Torres), cinco movimientos camerísticos de sonoridad sinfónica a cargo de los londinenses que parecían poner la banda sonora a las imágenes de los informativos desde hace casi tres meses en Ucrania, así como la propia «derrota» de Dmitri ante las presiones de Stalin. Sobrecogedor el IV Largo con los tres acordes repetitivos que la «Academia» nos hizo sentir como puñaladas más que golpes en la puerta, la cuerda agresiva y punzante capaz de volverse aterciopelada y delicada en el final del eterno V Largo, dejándonos arcos arriba el sufrimiento del compositor hecho magia musical con Julia Fischer comandando a la mejor orquesta de cámara del mundo antes de la atronadora ovación.

Y un regalo igual de grande que el resto del concierto: una «recreación con orquesta» de las  «Mélodie», nº 3 de Souvenir d’un lieu cher Op. 42, TH 116 de Tchaikovsky, originalmente para violín y piano, con la excelencia londinense y la alemana dejándonos una de sus obras llevadas al disco para un concierto en vivo siempre irrepetible (con buena entrada «pese» al Jazz en el Campoamor con Paquito de Rivera) de un ciclo que va llegando al final de temporada. Que no nos falte la música.

Bromas muy serias

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Viernes 13 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono X «Absolute Quiroga» OSPA, Cuarteto Quiroga, Carlos Miguel Prieto (director). Obras de John Adams y Aaron Copland.

Lástima que de nuevo hubiese poco público para este décimo de abono de nuestra orquesta porque el programa no era broma. Ya en la conferencia previa «The American way: más que vaqueros y luces de neón» el doctor y compositor Israel López Estelche (autor de las notas al programa enlazadas arriba en obras y que hoy volvieron al papel), nos prepararía para un concierto «Born in the USA» (como diría The Boss Springsteen), si realmente podemos hablar de una música estadounidense con detractores y defensores cuando realmente es un mestizaje total («hibridación» lo llamó el musicólogo cántabro) donde la herencia europea no es única. Y para la ocasión dos ejemplos de lo que podríamos llamar las dos tendencias que al menos los yanquis no tienen complejos en presumir de todas.
Uno de los compositores más interesantes del actual panorama sinfónico es John Adams (1947) con su Absolute Jest (2011 / rev. 2012) por lo que supone de grandiosidad en fondo y forma, «broma absoluta» verdaderamente seria y tomando el origen latino de «gesta» más que el italiano de scherzo, pues aúna su devoción por Beethoven con su genialidad en un estilo personal que impresiona porque sus referentes los reconocemos desde el primer compás. Como él mismo ha escrito, «No hay nada particularmente nuevo en que un compositor interiorice la música de otro y ‘la haga suya’. Los compositores se sienten atraídos por la música de otro hasta el punto de querer vivir en ella, y eso puede suceder en una variedad de modas«. Con el Cuarteto Quiroga de solista, en estos días Atte Kilpeläinen sustituye en la viola a Josep Puchades (que espera su próxima paternidad), «absolutos» más Carlos Miguel Prieto al mando, pudimos disfrutar de esta auténtica locura orquestal donde en la batidora sonarían dialogando en perfecto entendimiento el Scherzo de la Novena beethoveniana junto a sus últimos cuartetos, y todo encajado con la visión actual que el compositor imprime a cada sección y solistas, impulso vital muy americano con una instrumentación impactante que no oculta las ideas claras de Adams.
El director de origen asturiano que regresaba al podio de la OSPA tras la pandemia, conoce de primera mano tanto el sustrato como el espíritu de fondo (y por supuesto la capacidad de la orquesta asturiana), exprimiendo la partitura hasta límites insospechables con unos Quiroga igualmente maestros en lo camerístico y excelentes solistas (ahí está el asturiano Aitor Hevia) en una página donde brillar con el diálogo orquestal.
Tras la vorágine de Adams, el mejor regalo y tributo sería el Lento assai, cantante e tranquilo del Cuarteto op. 135  de Beethoven presentado por Cibrán Sierra y recordando a la hoy fallecida Teresa Berganza, a quien se dedicó todo el concierto, la quintaesencia del cuarteto de cuerda por estos músicos enormes, actuales y universales como la propia música.
Si hay un referente dentro de los llamados compositores clásicos estadounidenses, ese es el neoyorkino de Broadway Aaron Copland (1900-1999), por su formación, origen y evolución hacia lo que López Estelche nos explicó de la «Sonoridad Americana», reunificando todas las influencias no solo europeas en un lenguaje propio, unido al sentido patriótico del War effort que tiene sobre todo la Sinfonía nº 3 (1946) tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El maestro Prieto quiso recordar antes de comenzarla a tantos músicos que en estos tiempos difíciles no pueden volver a tocar y la esperanza en que la música no nos falte.
Plantilla generosas para una sinfonía patriótica que incluye mucho más desarrollada u propia Fanfare for the Common Man en el último de los movimientos (I Molto moderato – with simple expression; II Allegro molto; III Andantino quasi allegretto; IV Molto deliberato). El maestro Prieto manejó a la perfección cada una de las secciones de la OSPA que brillaron con luz propia por los intrincados cambios de compás, tiempo o textura, disfrutando de unos metales poderosos, una madera de ensueño, una cuerda (hoy de concertino invitada la holandesa Fredericke Saeijs) bien equilibrada y compacta, una percusión más allá de lo rítmico, sin olvidarme del arpa, el piano o la celesta generando unas sonoridades únicas con el sello americano de Copland.
Revalorizar la forma sinfonía en su tiempo suponía encuadrarle en los llamados «neoclásicos» pero el longevo maestro por encargo de Koussevitzky, que dirigiría su estreno el 18 de octubre de 1946 con la Orquesta Sinfónica de Boston, no tuvo complejos y nos dejó esta tercera brillante, casi un ballet o banda sonora de la victoria aliada con toda la grandiosidad orquestal de final patriótico.
Saber fusionar estilos dotándoles de identidad propia es el gran logro de Copland, y toda su herencia la transmitió la OSPA con Prieto, las ideas musicales del compositor y los intérpretes en una versión reluciente, triunfante y optimista. El público aplaudió largamente a todos, con bromas y guiños del maestro astur-mexicano que se llevó de la mano a Marta Menghini dando por finalizado un concierto de los que dejan huella en nuestra herencia «Made in USA», colonización de vuelta también con la mal llamada música clásica. Sólo hay dos MÚSICAS (la que gusta y la que no).

Ucrania dos años después

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Jueves 12 de mayo, 20:00 horasTeatro Campoamor, OviedoXXIX Festival de Teatro Lírico Español: Katiuska (Pablo Sorozábal). Ainhoa Arteta, Àngel Òdena, Martín Nusspaumer, David Rubiera, Milagros Martín, Juan Noval-Moro, Enrique Baquerizo, Amelia FontOviedo Filarmonía, Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”Jaume Santonja (director musical).

Reseña para Opera World del viernes 24 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos mías y de Alfonso Suárez / Cultura OVD, y tipografía cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.
En dos años el mundo ha cambiado de forma vertiginosa. La pandemia de 2020 se llevó por delante una “Katiuska” muy esperada en Oviedo, Ainhoa Arteta entraba en una complicada etapa de su vida cancelando actuaciones, el volcán de La Palma estaría en erupción casi tres meses en un no lejano 2021, y por si fuera poco, Putin invadía Ucrania el 24 de febrero pasado. No es un argumento ideal, la realidad supera siempre la ficción, pero la primera opereta del maestro donostiarra parece más actual que hace 91 años, recomendando la lectura de «El teatro musical de Pablo Sorozábal (1897-1988): Música, contexto y significado» de Mario Lerena (Arte Textos 4, Universidad del País Vasco), donde en el capítulo 2.2.1.2. «Un despegue fulgurante: el triunfo de Katiuska» se narra con todo lujo de detalles esta obra escénica que forma parte de nuestra memoria musical, sobre todo para los que peinamos canas y escuchamos cientos de veces tanto en vinilo (conservo la grabación con el Coro de Cantores del maestro Perera, la Orquesta de Conciertos de Madrid dirigida por el propio compositor y los siempre únicos Pilar Lorengar, Alfredo Kraus o Renato Cesari), como en casete o CD, y ya en los tiempos actuales desde todas las plataformas a nuestra disposición, incluyendo YouTube© con la misma producción representada en Madrid el mes de octubre de 2018 cuando nadie preveía esta postpandemia tan dura y convulsa.
La “Katiuska de Sagi” sigue siendo vistosa pese al plano inclinado (como en la “Maruxa de Paco Azorín» que disfrutamos en Oviedo hace ahora tres años) pues no ayuda a la mejor actuación posible sobre el escenario y hasta podría haber algún percance, incluyendo las ruinas delanteras, solventado por la gran profesionalidad de todos los que subieron al escenario. Sumemos la escenografía del hoy director del Teatro de la Zarzuela Daniel Bianco, el elegante vestuario de Pepa Ojanguren (repuesto por Susana de Dios), o la iluminación siempre acertada de Eduardo Bravo en esta coproducción española triunfadora allá donde va.
Todo el elenco en general estuvo bien y muy equilibrado, comenzando con un Àngel Ódena protagonista total, como en su día Marcos Redondo, que fue creciendo de principio a fin pese a tener que comenzar con la siempre exigente romanza Calor de nido casi en frío, para ganar enteros, volumen y presencia a lo largo de los dos actos, destacando sobremanera en el dúo Somos dos barcas con Ainhoa Arteta. Pedro el Comisario tarraconense se ha hecho totalmente con el personaje y lo transmite con plena autoridad vocal, siendo el triunfador de la tarde.
La soprano tolosarra, auténtica princesa lírica vestida para la ocasión volvía a pisar las tablas con todos los miedos y precauciones, ganas y entrega sin estar en su mejor momento vocal, pero el público asturiano la adora y no solo le perdona todo, sino que le agradeció su presencia en el Campoamor. La emoción se palpó en cada romanza, Vivía sola con mi abuelita y sobremanera Noche hermosa, la musicalidad y buen gusto siempre presente, aunque en los concertantes no pudiese mantener su presencia vocal, pero todo un logro haber cantado esta “Katiuska” que servirá para continuar este renacimiento de nuestra Ainhoa querida y admirada en tantos años de carrera, donde Oviedo siempre ha estado presente. Le deseamos todo lo mejor en estos duros tiempos que corren y besar las tablas al final de la representación es un acto de fe en ella misma.
Mención aparte para la gran dama de la zarzuela, la veterana Milagros Martín más joven que nunca, derrochando talento, voz, gracia, escena, una declamación perfecta y el fox-trot impresionantemente bien bailado, A París me voy en la buena compañía del asturiano Juan Noval Moro y la réplica de la otra pareja de altura, Amelia Font con David Rubiera, que hicieron las delicias igualmente con el cuarteto y vals ¡Rusita, rusa divina!. Aunque los diálogos se hayan cortado, algo habitual hoy en día, ya no se habla de tiples o tenores cómicos, tampoco de actores y actrices cantantes, al fin tenemos cantantes que son grandes actores, y su participación en la opereta de mi tocayo, redondearon el equilibrado elenco, sin olvidarme de otro “imprescindible” como Enrique Baquerizo, el Amadeo Pich catalán que logró más de una carcajada en esta tragicomedia donde las katiuskas también tuvieron su propia coreografía.
Cerrando el elenco vocal, el tenor uruguayo Martín Nusspaumer que ya apuntase maneras en aquella “Tabernera” de 2018, defendió su Príncipe con ganas en unos concertantes siempre difíciles en donde su bello color (demostrado al menos en su romanza del primer acto Es delicada flor), quedó algo corto en volumen.
El coro y orquesta titulares subrayaron el nivel de la opereta con un Jaume Santonja sin concesiones vocales y manteniendo unos tiempos algo más lentos de lo habitual, lo que vendría bien a los solistas. De la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” (que dirige José Manuel San Emeterio) las voces graves comenzaron la función algo excesivos frente a las blancas más comedidas, todos al fin sin mascarillas, para ir ganando en empaste, siendo verdaderamente rotundos como campesinos y soldados. De Oviedo Filarmonía agradecer la inclusión de dos mandolinas para emular las balalaikas rusas, generando una tímbrica propia y especial, los buenos balances logrados por el director valenciano donde tampoco faltaron los saxofones y el piano, más las intervenciones del arpa, con una plantilla ideal que desde el foso sonó siempre bien armada, matizada y disciplinada.
El sábado será la segunda función de este consolidado Festival de Teatro Lírico en “La Viena española” que finalizará con la ópera «María Moliner» de Antoni Parera el próximo mes de junio que espero contar también desde aquí, más una gala lírica que me perderé por causas mayores, donde estarán Carlos Álvarez, Jorge de León y Rocío Ignacio bajo la batuta de Lucas Macías que vuelve al frente de su orquesta.
Ficha: Teatro Campoamor, Oviedo, jueves 12 de mayo de 2022, 20:00 horas. XXIX Festival de Teatro Lírico Español: “Katiuska” (Pablo Sorozábal), libreto de Emilio González del Castillo y Manuel Martí Alonso. Estrenada en el Teatro Victoria de Barcelona el 27 de enero de 1931, y en el Teatro Rialto de Madrid el 11 de mayo de 1932. Producción del Teatro Arriaga de Bilbao, coproducida por el Teatro Campoamor de Oviedo, el Teatro Calderón de Valladolid y el Teatro Español de Madrid. Edición de Pablo Sorozábal Gómez. Instituto Complutense de Ciencias Musicales / Sociedad General de Autores y Editores (Madrid, 2008).
Reparto: KATIUSKA, PROTEGIDA DEL PRÍNCIPE SERGIO: Ainhoa Arteta; PEDRO STAKOF, COMISARIO DEL SÓVIET: Àngel Òdena; SERGIO, PRÍNCIPE PRÓXIMO A LA FAMILIA IMPERIAL: Martín Nusspaumer; BRUNO BRUNOVICH, CORONEL DEL EJÉRCITO ZARISTA: David Rubiera; OLGA, JOVEN NOVIA DE BONI: Milagros Martín; BONI, ANTIGUO ASISTENTE DEL CORONEL: Juan Noval-Moro; AMADEO PICH, VIAJANTE VENDEDOR DE MEDIAS: Enrique Baquerizo; TATIANA, TÍA DE BONI Y DUEÑA DE LA POSADA: Amelia Font.
DIRECCIÓN MUSICAL: Jaume Santonja; DIRECCIÓN DE ESCENA: Emilio Sagi; AYUDANTE DE DIRECCIÓN DE ESCENA: Javier Ulacia; ESCENOGRAFÍA: Daniel Bianco; VESTUARIO: Pepa Ojanguren; REPOSICIÓN DE VESTUARIO: Susana de Dios; ILUMINACIÓN: Eduardo Bravo; AYUDANTE DE ILUMINACIÓN: David Hortelano; COREOGRAFÍA: Nuria Castejón.
Oviedo Filarmonía, Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” (dirección: José Manuel San Emeterio).

Rafael Aguirre: la guitarra infinita

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Miércoles 11 de mayo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Sociedad Filarmónica de Gijón, Concierto nº 1651. Rafael Aguirre (guitarra). Obras de García Abril, Agustín Castellón Campos Sabicas, Esteban Delgado Bernal (Esteban de Sanlúcar), F. Tárrega, A. Piazzolla, F. Bustamante, Satie y Agustín Barrios Mangoré.

Volvía a Gijón el guitarrista malagueño Rafael Aguirre (1984) en solitario, como en sus inicios allá por los primeros años 20 lo hizo Andrés Segovia (el propio intérprete lo recordaba en sus redes sociales) y con un programa heterodoxo donde demostraría que la música no tiene etiquetas, el instrumento más español también es universal, y desde una técnica virtuosística unida a una musicalidad única, el concierto resultó todo un éxito para un público numeroso que disfrutó de este «omnívoro» de las seis cuerdas con una agenda a tope.

Con su simpatía fue presentando casi todas las obras y el porqué de la elección, si bien las de nuevo excelentes notas al programa, esta vez de Ramón G. Avello (enlazadas arriba en obras) desmenuzaba cada una de ellas, pasando a un lado y otro del Atlántico con la misma naturalidad de su acento, homenajes sonoros a la guitarra, clásica en concepto e infinita desde su amor por el instrumento.

Una de las «Evocaciones» de Antón García Abril (1933-2021) abrirían boca para apreciar con la segunda, La guitarra hace llorar a los sueños que con una amplificación discreta y necesaria, Aguirre hizo hablar este “pozo con viento, en vez de agua” como llamó Gerardo Diego a nuestro instrumento además de inspirarse en Lorca el recientemente fallecido compositor turolense, más actual que nunca. Y dos ejemplos del flamenco más  íntimo para un boquerón que lo lleva en la sangre: del navarro Agustín Castellón Campos «Sabicas» (1912-1990) las alegrías Olé mi Cádiz, que llevaría a las grandes salas de conciertos, siendo referente de todo guitarrista, más los Panaderos flamencos de Esteban Delgado Bernal, Esteban de Sanlúcar (1912-1989), otra figura universal que en manos del malagueño nos transportaron a la esencia de un sonido impecable lleno de «pellizco».

Evidentemente no podía faltar Francisco Tárrega (1852-1909) de quien Rafael Aguirre es su mejor intérprete, primero su Capricho árabe de verdadera recreación y hondura, sin presentaciones, sólo la música del grande en las manos del malagueño, largamente aplaudido, y el cierre con las virtuosísticas Variaciones sobre el Carnaval de Venecia de Paganini, verdadera paráfrasis que el «endiablado italiano» parece contagiar al español, violín o guitarra en buena lid decantada hacia nuestro lado.

De las transcripciones y arreglos, todas tan bien realizadas que pareciesen estar escritas para las seis cuerdas, desde el Invierno porteño de Ástor Piazzolla (1921-1992) más íntimo que el propio quinteto original, la galopa Misionera del también argentino Fernando Bustamante (1915-1979) en un viaje a la frontera con Paraguay lleno de ritmo y pasión en una guitarra más completa que el piano, pasando al guaraní, no demasiado conocido, Agustín Barrios, Mangoré (1885-1944) contemporáneo del recordado Segovia, tan virtuoso o más que el español, cuya página Un sueño en la floresta exige unos trémolos virtuosos sin perder el sentido popular hecho obra clásica de salón. Así la sintió un Aguirre dominador de todos los estilos con un sonido pulcro, propio, poesía hecha música.

Y si Argentina miró siempre a Francia, la Gymnopedia nº 1 Lent et douloureux de Eric Satie (1866-1925) no sólo culminó el viaje trasatlántico sino que reafirmó mi idea de parecer escrita para la guitarra de Aguirre, la partitura sin indicación instrumental porque tanto el timbre como la interpretación del malagueño así la hicieron posible.

Con total naturalidad y demostrando que la guitarra es infinita, dos propinas conocidas que sonaron nuevas en sus arreglos: el conocido y cinematográfico Gabriel’s oboe de Ennio Morricone (1928-2020), relatando igualmente el videoclip que rodase en las Canarias cuando la pandemia cancelaba conciertos, y una Granada de Agustín Lara (1897-1970), perfecto broche de las visiones hispanoamericanas para el instrumento que suena en todo el mundo siempre con el calificativo de española, única e historia nuestra.

A Brasil, si nada lo impide, llevará con mis queridos Manuel Hernández Silva y Beatriz Díaz nuestra música con la Sinfónica de Sao Paulo, verdaderos embajadores de talla mundial.

Con acentu asturianu

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Jueves 5 de mayo, 20:00 horas. Concierto de les Lletres Asturianes: OSPA, Héctor Corpus (violín), Daniel Sánchez Velasco (director). Obras de Juan Méndez Varas, Raquel Rodríguez y D. Sánchez Velasco. Entrada gratuita.

Concierto dentro de la «Selmana de les Lletres Asturianes» que este año están dedicadas al músico y dibujante Igor Medio con el título de «El carbón y l’arena«, con un homenaje el día anterior en su Gijón natal a cargo de Felpeyu, el grupo del malogrado Igor, más otras formaciones de folk donde el gijonés despuntó aportando aire fresco e innovación que todavía sigue vigente a pesar de los dieciséis años de su accidente junto a su compañero Carlos Redondo.

La OSPA presentaba bajo la dirección de Daniel Sánchez un programa con música de tres asturianos en plena madurez vital y compositiva, con amplio bagaje, mucho oficio y horas de sembrar en «sus mochilas» bandas sonoras y conciertos que dejan en cada uno distintos acentos para un mismo lenguaje sinfónico, el más universal de todos desde esta tierra asturiana que también es variada y rica.

Tres compositores que merecen escucharse más pues sus creaciones tienen calidad, melodías definidas, armonías reconocibles, instrumentaciones orquestales poderosas, auténticas bandas sonoras de nuestra generación y la siguiente, que gustan a todos los públicos por sentirlas cercanas. Las notas al programa (enlazadas arriba en obras) de un compositor como Israel López Estelche, asturiano de adopción, ayudaron a entender las tres obras elegidas, al igual que las palabras previas del propio Daniel Sánchez, pero la propia música que emana de los pentagramas sirve para que cada uno ponga sus imágenes y referencias históricas de las que los tres compositores han bebido y siguen acumulando.

Abría el programa Tribute to Richard Estes (2018) de Juan Méndez Varas (1970), la inspiración en este genial pintor hiperrealista en la línea de nuestro Antonio López, a la que la partitura pone sonido a la admiración no ya por el color de un cuadro sino también la poesía siempre evocadora, página sinfónica de aires norteamericanos tanto de los «clásicos» como del jazz que es la verdadera música popular del siglo XX heredada de los EEUU. Así entiende Méndez este tributo donde los ritmos y armonías se fusionan sin olvidarse de las raíces españolas para una mezcla riquísima, vital, enérgica y brillante sacando Daniel Sánchez de sus compañeros de la OSPA unas sonoridades amplias, matizadas, perfecto entendimiento para una obra llamada a seguir sonando.

Las mujeres compositoras están ganando el protagonismo que la historia les ha quitado, una generación de jóvenes preparadas, formadas con los grandes pedagogos sin fronteras, y aportando gran cantidad de obras para orquesta que comienzan a sonar. Es el caso de la ovetense Raquel Rodríguez (1980), de quien ya he podido escuchar varias obras sinfónicas y estrenos con la Oviedo Filarmonía en noviembre de 2019 y marzo de 2021, así como su estreno camerístico del 1 de noviembre pasado. Para este concierto sonaría su Córdoba en el sueño (2011) encargo tras obtener el premio del I Concurso de Composición Antón García Abril, un auténtico poema sinfónico que recrea la historia de la capital del califato desde la propia música en cinco movimientos que transitan imágenes casi documentales: I. Aires godos, II. En aguas bélicas, III. …surge Córdoba, IV. Aromas, y V. Final, un despliegue de instrumentación muy acertado, melodías que se entrecruzan como describiendo las callejas que confluyen en torno a la mezquita, batallas con metales y percusión potente o cantos de las tres culturas (cristiana, judía y árabe) para disfrutar de una viola cual canto de muecín sefardí o un arpa bíblica vestida por una OSPA de nuevo entregada, de balances adecuados en cada movimiento, sonidos reconocibles y una instrumentación bellísima para esta obra de «juventud» de una Raquel Rodríguez que evoluciona sin perder su esencia académica heredada de sus maestros y maestras a ambos lados del Atlántico.

Y llegaría el estreno del «Violin concerto», Concierto para violín y orquesta (2021) del propio Daniel Sánchez Velasco (1972) un encargo de su compañero en la OSPA Héctor Corpus, en palabras del compositor y director «un traje a medida» compuesto siguiendo la forma clásica en tres movimientos alternando rápido-lento-rápido (I. Allegro solemne, II. Andante, III. Allegro feroce) pero con mucha tradición del siglo XX. Además del lucimiento del solista, con una afinación perfecta, un sonido pulcro y la musicalidad innata puesta al servicio de lo escrito, pasajes vertiginosos y momentos delicadamente cantados, la orquestación del compositor avilesino evoca una paleta amplia, de Shostakovich a Bernstein, de Prokofiev a Rota, ritmos vivaces y cambiantes, aires caribeños y hasta filipinos de homenaje al destinatario, mares surcados por melodías bellísimas, cadencias asombrosas y la total entrega de solista y orquesta a la música de sus dos compañeros, disfrutando, sonando impecables, rotundos y delicados, hoy con Eva Meliskova de concertino, lucimiento de todas y cada una de las secciones así como los primeros atriles, con el lujo añadido de dirigirla el propio compositor.

Un concierto digno de programarse en las grandes orquestas y con solistas de fama mundial, que tanto Corpus como la OSPA demostraron la calidad y vigencia de la buena música, escrita desde el conocimiento y la experiencia, emocionando a un público feliz de escuchar páginas como las de este concierto extraordinario en todos los sentidos.

De nuevo una lástima que no hubiese un lleno en el auditorio pese a la entrada gratuita, debiendo hacer pensar a los gestores en líneas para captar los oyentes del futuro. Apostar por programas actuales de calidad, fáciles de escuchar, tienen que publicitarse mucho más y acercar a todas las edades hasta el auditorio de esta ciudad que es «La Viena Española» por su amplia oferta musical, siendo la OSPA probablemente la que menor aforo convoque, supongo que por unos años «sin rumbo» que espero se reconduzca por el bien de esta orquesta de todos los asturianos con mucha esperanza puesta en su nuevo titular, el portugués Nuno Coelho. Seguro que alguna de las tres obras escuchadas este jueves volverán a sonar en las próximas temporadas.

Raquel Andueza: locura sin tormento

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Miércoles 4 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, sala de cámara: IX Primavera Barroca. De locuras y tormentos: Raquel Andueza (soprano) y La Galanía. Obras de Bailly, Monteverdi, Cavalli, Lully y anónimos.

Cada concierto de la soprano navarra es siempre una locura de buen hacer y si además viene con su formación entonces se desatan los placeres. Tras una conferencia a la que asistieron alumnos del CONSMUPA y de Musicología de la Universidad de Oviedo con sus profesores, toda una lección sobre la voz o sus gustos personales, cercanía y sabiduría para todos, el programa que Raquel Andueza y La Galanía trajeron en colaboración con el CNDM dentro de la novena primavera barroca carbayona que sigue manteniendo un público fiel, estaba conformado por las obras que sus muchos seguidores en las redes sociales elegimos de su repertorio, y no hay duda que acertamos de pleno.
El directo siempre digo que es irrepetible y las ganas de volver a escena por parte de Andueza y su quinteto se transmitieron desde Yo soy la locura que abría el concierto. Si Monteverdi fue quien más sonó se debe al amor de la soprano por este grande que nos ha contagiado a sus fans, transportando sus arias al gusto de su voz siempre natural y única con interpretaciones íntimas, siempre bien acompañada por unos músicos de primera. Interesantes siempre los arreglos donde el violín contesta a la voz o se alternan el continuo de guitarra y tiorba con el arpa y violín, sin olvidarse nunca de las pinceladas que la percusión de Mayoral dan a cada obra, discretas pero irreemplazables. Impresionante ese Oblivion soave de «L’incoronazione di Poppea» con una Arnalta sentada, nodriza que apacigua el espíritu, y otro tanto de la conocida Si dolce è’l tormento que Andueza ha hecho suya.
Y buen Cavalli alumno de Don Claudio con su aria de «La Rosinda», al igual que el tránsito por Lully cuyo Sé que me muero de amor de «El burgués gentilhombre» es verdaderamente otro de los grandes éxitos de la soprano pamplonica, dominadora de este repertorio que parece fácil al escucharla.
De los anónimos hispanos son las danzas otro de los platos fuertes, bien intercalados con los instrumentales que La Galanía consiguen darle un color especial por la elección del orgánico. Cada músico tiene sus momentos solistas en los arreglos de Jesús Fernández Baena muy bien construidos para lucimiento del quinteto y aún mejores en el ropaje para la voz cautivadora de Raquel Andueza. Alternancias de aires, textos (esta vez en el propio programa de mano) que son poesía pura o picaresca de nuestra mejor literatura, con la Jácara de la trena recreada por el musicólogo y habitual colaborador Álvaro Torrente, y otro tanto con la Zarabanda del catálogo, historias censuradas que alentarían nuevas formas aunque Francia las volviese cortesanas y galantes.
El repertorio francés será otra aportación al repertorio barroco de Andueza que pudimos disfrutar en la segunda propina tras el «guineo» A la zambarambé siempre alegre y explosivo, de su última grabación «El Baile Perdido«.
Un nuevo éxito con el feliz regreso a Oviedo de esta artista única que cautiva, benditos tormentos y auténtica locura para un público que esta vez eligió las obras que seguimos disfrutando desde casa con las grabaciones que no faltan en nuestras discotecas, aunque el directo siempre sea único.
La Galanía: Pablo Prieto (violín), David Mayoral (percusión), Manuel Vilas (arpa de dos órdenes), Pierre Pitzl (guitarra barroca), Jesús Fernández Baena (tiorba).