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Vázquez del Fresno, hoy Debussy

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Este miércoles 28 de noviembre, Luis Vázquez del Fresno se «enfrentaba» a los Preludios de Debussy en la que ha sido su casa, el CONSMUPA, con la madurez de los años y el magisterio de quien lo ha ejercido siempre compaginándolo con su profesión, una integral de casi dos horas que solamente escuché en vivo nada menos que a Zimmerman en el Teatro Campoamor… ¡en el siglo pasado!.

No pude escaparme esta tarde a Oviedo para disfrutar con su arte en un autor que domina a la perfección y que ya me encandiló en mi época de estudiante cuando venía a tocar en Mieres a la Filarmónica dependiente del «Centro Cultural y Deportivo Mierense» presidido entonces por Luis Fdez. Cabeza, «el culturu» como le llamaban en nuestro pueblo, allá a principios de los 70, y recién llegado de París donde completó sus estudios.

Mi admiración fue creciendo en cada concierto y grabaciones como la realizada con Joaquín Pixán, de quien escribiré un día de estos. Atrás han quedado proyectos como el estreno de su ópera «La dama del alba» (2003) basada en la homónima de Alejandro Casona, que en versión concierto anunciaba la inauguración de un Niemeyer que sigue siendo noticia por su gestión en vez de la programación. Su carrera de intérprete ha estado jalonada de galardones y por su cátedra ovetense han pasado alumnos que tomaron a la perfección su relevo como Francisco Jaime Pantín o Roberto Méndez. Supongo que el «encierro con Debussy» haya sido en cierto modo un homenaje no ya al compositor francés sino a su dilatada trayectoria de la que espero aún queden muchos años por delante.

El periódico La Nueva España trae la entrevista de Javier Neira este miércoles, a propósito de su concierto, que no tiene desperdicio e incorporo a continuación (en la web está cortada y espero que pinchando en la imagen se pueda leer algo más), pues un artista nunca se jubila mientras su mente esté lúcida, y la del pianista y compositor gijonés sigue como hace 50 años, alumno de Purita de la Riva, otra referencia en el piano asturiano, y anteriormente de Enrique Truán, quien impartió clases a Amador Fernández Iglesias y al prematuramente fallecido Jesús González Alonso, compañeros de Luis y auténtica referencia en mi tierra que traspasaron fronteras.

De los titulares me quedo con dos frases: «En la sociedad asturiana siempre ha existido una tremenda falta de confianza en los artistas» y sobre la ópera que sigue sin estrenar «porque los políticos tienen un miedo enorme».

Siempre nos quedará seguir escuchándole en vivo, recreando o estrenando, vanguardia ya asumida pero que en mis años jóvenes nadie se atrevía a componer «Audiogramas» o «Tocata» para piano preparado en la senda de John Cage compartiendo programa precisamente con Debussy, entre otros.

Aunque el pelo se vuelva cano, el recuerdo juvenil perdura en mi memoria, con la grabadora de cassette portátil lista, la posterior escucha de sus conciertos una y otra vez, los consejos del maestro en el Bar Madrid con «El Culturu» de testigo cuando aún se utilizaba el Teatro Pombo, o la siguiente ubicación en la llamada «Casa de la Juventud» (el Polideportivo del barrio Oñón), cuyo salón de actos tantos eventos musicales acogió, y donde el viejo Blüthner se murió de pena y abandono:

P. D.: Crítica de Javier Neira en LNE del jueves 29.

Triunfa siempre Kraus

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Domingo 25 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, X Concierto Homenaje a Alfredo Kraus: Celso Albelo (tenor), Juan Francisco Parra (piano). Obras de Bellini, A. Scarlatti, Turina, Serrano, Vives, Donizetti y Mompou. Organiza: Asociación Lírica Asturiana «Alfredo Kraus». Entrada Anfiteatro: 14€ + 1€ (comisión imperdonable).

Nada más salir pensé y dije «Hoy ni Alonso ni Albelo…», un «domingo negro» pensando que pudo ser triunfal, pero nada hay previsible en la Fórmula Uno ni en la Lírica, sin buscar culpables aunque haya para llenar muchas páginas… Una tarde mala no echa abajo los muchos años de trabajo ni el apoyo incondicional de los aficionados, aunque acaben siendo como los «curristas», y el canario como el asturiano, despierten pasiones, aunque el de casa llenó más que el insular en la misma sala, pantalla gigante frente a escenario puro y duro.

Tercer año consecutivo con Celso Albelo invitado por la asociación que rinde homenaje al maestro Kraus, el único e irrepetible, «El Tenor», primero con Milagros Poblador, el pasado con «El Barítono» (Leo Nucci) y este último domingo «de campeonato» solo ante el peligro, eso sí, con el mejor pianista acompañante de hoy, Juan Francisco Parra, quien además se lució cual buen subalterno (esta vez como Felipe Massa o el buen par de banderillas al toro indultado).

El programa era de los auténticamente duros, «krausiano» a más no poder y referencia para quien suscribe, esfuerzo superior a tres óperas juntas y como encerrarse en Las Ventas con seis victorinos, pero cuando la climatología no ayuda la puerta grande o el campeonato se resiste. Hay que aplaudir el esfuerzo, las ganas, la buena temporada, el placer de agradar y no suspender la función (El Maestro nunca lo hizo), a costa de forzar sin pensar en consecuencias posteriores, pero este domingo lo quería triunfal, al menos la noche.

Comenzar con las dos arietas de concierto que todo estudiante ha trabajado aunque cantadas con el gusto que le caracteriza y que los grandes también suelen programar en sus recitales, están bien para abrir boca y calentar, pero el Poema en forma de canciones, Op. 19 (J. Turina) ya es otro mundo equiparable al lied alemán pero hecho en Sevilla, para sopranos o tenores, mezzos o quien quiera afrontar estas perlas vocales con la Dedicatoria de piano sólo que Parra bordó, los Cantares que arrancan siempre aplausos fuera de lugar por esa fuerza que caracterizaría la velada, Los dos miedos premonitorios aunque tranquilos, y Las locas por amor jugosas y cierre del poema musical, nuevo recuerdo homenaje a Kraus.

El remate de la primera parte dos joyas de la casa como las que Don Alfredo bordaba y Albelo solventó con más fuerza que precisión aunque el mismo buen gusto que su paisano: «Te quiero, morena» la jota de El trust de los tenorios (Serrano) con final innecesario en el agudo que le pasaría factura, y «Por el humo se sabe…» de Doña Francisquita (Vives), con un Parra capaz de hacer de las reducciones orquestales un placer de acompañamiento.

Las arias de ópera ocuparían la segunda parte salvo el Mompou de Canción y danza nº 6 que nos endulzó con esa melodía tan cantabile e íntima y despertarnos con la dificilísma danza posterior, pianismo puro para un intérprete como el canario capaz de elevar a coprotagonismo su papel.

El aria de Edgardo «Tombe degli avi miei…» cantada por Kraus me introdujo de niño en la ópera y más en la Lucia de Lammermoor (Donizetti) que Albelo «calca» en respiraciones, fraseo y cadencias con la orquesta pianística capaz de rememorar timbales entre cuerda. Salida de escena, supongo que a beber y tomar aire para afrontar Nadir en «Je crois entendre encore», recitativo previo incluido, de Los pescadores de perlas (Bizet) que comenzó a hacer peligrar un buen resultado final (mejor el pasado año), y pese a reconocer la dificultad en «no nasalizar» el canto francés, la afinación y cambio de color me dejó incómodo, siendo aún peor en «T’amo qual s’ama un angelo» de la Lucrezia Borgia, y la faena fue de aliño

El descanso tras el emocionante Mompou era necesario para afrontar un durísimo final con dos arias conocidas, aplaudidas pero fallidas como se pudo comprobar en el propio gesto del tenor y supongo que corroborará la posterior edición en DVD del recital: «La donna e mobile» (Verdi) y «Spirto gentil» (Donizetti), una voz que ha ganado cuerpo en el registro grave y medio para poner más fuerza en el agudo ante el catarro atenazante, aunque dejase anteriormente los destellos de pianos y línea de canto que caracteriza al gran tenor canario.

Y todavía se (es)forzó por regalarnos una propina tan dura como la segunda aria de «La figlia» no sin reconocer públicamente sus problemas vocales. Seguro que muchos lectores discreparán (sobre todo la señora que tarareaba a Verdi a la que fulminé con la mirada), me pondrán a parir y llamarán repugnante (especialmente el cámara al que tuve que mandar callarse en pleno pianissimo). Admiro y defiendo tanto a Fernando Alonso como a «ExCelso» Albelo, son luchadores, muy buenos, trabajadores, lo dan todo pero no siempre alcanzan la cima. La voz no es un fórmula uno pero requiere mimos, evitar excesos o roturas y estar siempre a punto, con todo lo que ello conlleva. Este domingo me quité el sombrero con Felipe Massa y de nuevo con Paco Parra, son la parte necesaria del espectáculo y demasiadas veces olvidados por la afición.

Es cuestión de esperar porque el tiempo es implacable y lo juzga todo, por eso siempre triunfa Kraus.

Domingo negro

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Ni Alonso ni Albelo… Lo dieron todo y se les aplaude, pero uno siempre quiere además de luchadores, campeones. Desde casa más…

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La otra «Turandot»… Liù siempre triunfa!

libreoyente

Esta vez tocó Turandot, de G. Puccini, estrenada en Milán, en 1926.

Desde el principio advierto que aquí contaré solo mis impresiones como no entendido. El que prefiera una buena crítica musical, abordando los aspectos técnicos, le recomiendo el excelente blog firmado por Pablo Siana (www.pablosiana.wordpress.com). Después ha de buscarse la entrada «la liu de Beatriz Diaz». Don Pablo es un maestro y una referencia en lo que a temas musicales se refiere.

Por lo que a mí respecta, decir que lo que más me gustó fue la excelente actuación de la orquesta Oviedo Filarmonía. A continuación la voz y la interpretación de la soprano Eri Nakamura, en el papel de Liú, así como Manel Esteve, VicenÇ Esteve y Mikeldi Atxalandabaso en los papeles respectivos de Ping, Pang y Pong. El Coro también me pareció soberbio.

Al tenor Stuart Neill lo encontré un poco descolocado en escena.   Elisabete Matos…

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Milanov nos hace danzar

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Sábado 24 de noviembre, 20:30 horas. Sala Argenta, Palacio de Festivales de Cantabria, Santander.  «Les ballets russes de Diaghilev»: Ginesa Ortega (cantaora), OSPA, Rossen Milanov (director); obras de Stravinsky y Falla.
Volvía Milanov al frente de la OSPA con un programa dedicado a dos músicas asociadas a la danza que Diaghilev promovió y coreografió para sus ballets rusos, llevadas al disco en Oviedo por estos intérpretes en los dos días anteriores, aunque Santander evitase las tensiones de una grabación que quedará para la posteridad con la suma del esfuerzo y cansancio del viaje hasta la capital cántabra y posterior retorno a casa.

No es habitual escuchar en concierto versiones completas de músicas para ballet, pero el titular de la OSPA tiene cierto renombre en este mundo del ballet y se preocupó en programar dos de los ballets rusos estrenados en nuestra vieja Europa, los de Falla y Stravinsky, más que antítesis complementarios tras la admiración del español por el ruso en un París ombligo del mundo.

Las notas al programa local de Ricardo Hontañón reflejan que «Petrouchka» (Stravinsky, revisión de 1947) es «un pelele… que exaspera la paciencia de la orquesta», siempre rompedor en los pasajes que Diaguilev vió perfectos para el polichinela danzante, cuatro partes donde cada sección orquestal en conjunto y desde sus solistas, tendrá que pasar de lo grotesco a lo popular, del conjunto a la individualidad con exigencias muy duras. Milanov buscó todos los colores posibles para su orquesta, obra poliédrica con continuos cambios de rítmica, intensidades, tímbricas muy cuidadas, duras pero con aristas redondeadas, dúos y tríos camerísticos excelentes contrapuestos a tutti densos pero definidos. «La fiesta del martes de carnaval» abría y cerraba el espectacular tránsito del día a la noche carnal, las carnestolendas del desenfreno antes de la cuaresma en pleno noviembre cálido, con alguna ligera pifia fruto de labios muy machacados que no desentonó dentro del ambiente festivo, o mínimos desajustes finales en las entradas a tempo de la cuerda grave cual cojera polichinela desapercibida por la mayoría. Plantilla reforzada pero homogénea, solistas de primera en cada sección, sin olvidar celesta, piano y arpa ineludibles por protagonismos bien ejecutados, amén de la percusión acertadísima en dinámicas.

Manuel de Falla nos toca de cerca y parece que esté en nuestros genes. Escuchar el ballet completo «El sombrero de tres picos» es raro, habitualmente nos quedamos con algunas danzas sueltas, pero escuchar las intervenciones de la cantaora elegida, Ginesa Ortega, fiel al espíritu del cordobés enamorado de su tierra y su folklore, una exquisitez que tendremos en el disco. Abrir cada parte con el «quejío» puro de una voz entrenada en un Falla purista (como el de «El amor brujo») es de agradecerle al responsable/s de la elección de solista y obra, versión cuidada al detalle, rica en sus dos partes, una primera que funciona como un «trailer» contenido de la segunda, delicadeza y suspense antes del desenfreno sin perder equilibrio por el que Milanov apostó. Velocidades pensadas para bailarlas sin tropezones, escucharlas casi masticándose, deleitarnos con cada intervención solista, todas y cada una de ellas que enamoraron al público cántabro, y «abriendo boca» siempre la Ginesa.
Me escapaba a tierra vecina para no perderme este concierto esperado desde que lo leí en la programación general de la OSPA, más sabiendo de su destino final en CD (aunque siempre defienda el directo como irrepetible). El viaje mereció la pena.

Foto: © Marta Barbón / OSPA

La Liù de Beatriz Díaz

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Viernes 23 de noviembre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, tercer título de la LXV Temporada de Ópera de Oviedo: «Turandot» (Puccini). Función fuera de abono.

PERSONAJES E INTÉRPRETES: Turandot: Maribel Ortega; Emperador: Emilio Sánchez; Timur: Dario Russo; Calaf: Marc Heller; Liù: Beatriz Díaz; Ping: Manel Esteve; Pang: Vicenç Esteve; Pong: Mikeldi Atxalandabaso; Un mandarín: José Manuel Díaz; Príncipe de Persia: Jorge Rodríguez-Norton. Orquesta Oviedo Filarmonía, dirección musical: Gianluca Marcianò; Coro de la Ópera de Oviedo, director del coro: Patxi Aizpiri; Coro de niños Escuela de Música «Divertimento», director: Iván Román Busto.

Mi última «Turandot» en el Campoamor fue en 1975 donde tras la Mimí de «La Bohème» Mirella Freni afrontaba una Liù de auténtico delirio con un reparto encabezado por la ya desparecida Ángeles Gulín. En el 2012 la asturiana de Boo, Beatriz Díaz toma el relevo de su profesora italiana y coloca nuevamente el rol triunfante (como parece sucedió con Eri Nakamura en el estreno de abono), auténtica figura en esta «función joven» y la más aplaudida de toda la representación, recreando un personaje que parece escrito para ella como ya lo hiciese en el Euskalduna en mayo de 2008. Lástima que el resto del reparto no estuviese a su altura, pues la música de Puccini requiere un equilibrio de todo difícil de conseguir, y precisamente faltó.

Beatriz Díaz de amarillo para romper gafes, ya en sus primeras notas en «Il mio vecchio è caduto!», lazarillo de un Timur que estuvo a buen nivel, marcaría distancias con el resto, «Signore ascolta», hasta el final «per non vederlo più!» realmente epílogo para Puccini. Su presencia llena la escena en una producción casi estática, con una línea de canto impecable, homogénea, poderosa en los fortes y generosa en unos pianissimi que flotaban angelicales por encima del ejército orquestal que el de Lucca despliega en su obra póstuma. La musicalidad de la asturiana sigue siendo emocionante y ver cómo se mete en el papel contagia y enamora a todos. Credibilidad global y arias para degustar, auténtica triunfadora («BraBoo» diría M) que se perdieron los abonados.

Bien el trío ya rodado de las tres funciones anteriores donde brilló más Ping hermano barítono que Pang, con el bilbaino Pong equilibrando los conjuntos tanto vocal como escénicamente sin abusar de la bis cómica. Aseada aunque algo forzada la Turandot de Maribel Ortega, en parte por la ubicación en lo alto de la escalera de caracol que hacía presente su voz perdiendo colorido, de registros heterogéneos y matices poco logrados, sacando adelante su papel de «mala de la película» con profesionalidad y bien vestida.

El Calaf de Marc Heller resultó desigual, con potencia a costa de esfuerzo y detrimento de color, olvidando que su personaje va más allá de las notas, enigma que no resolvió ni en el esperado «Nessun dorma».

El coro algo mermado de efectivos cumplió aunque fue cayendo y calando en el difícil final (aunque no hay nada fácil en «Turandot»), notándosele cansado. Muy bien entre bastidores el coro infantil, afinado y con volumen suficiente.

De Marcianò puedo compartir la crítica de otra función en la web «Codalario» de Aurelio M. Seco, incluso la de Abeledo en LNE, buscando más el efectismo en los fortissimi y crescendi que el plano adecuado para complementar el canto, pues la rica y expresionista orquestación del último Puccini es lo que requiere, y la OvFi cumplió con lo que el maestro les exigió, confirmando su buen papel en un foso que se les quedó pequeño.

Por último la sencilla y económica escenografía de Susana Gómez no desentonó en absoluto, austeridad y calidad con los pocos recursos que tuvo perfectamente utilizados, y pese a haber leído algo negativo sobre la escalera de caracol central, personalmente me gustó y funcionó en el agradecido escenario giratorio que dio juego junto a la iluminación y vestuario en conjunto.

Muerte con triunfo del amor y el sacrificio, larga vida para Liù que siempre sale victoriosa y una Beatriz Díaz que nunca pide a gritos sino con trabajo bien hecho más protagonismo en su casa. En tiempos de crisis es una inversión rentable, el llenazo indicativo y los aplausos para ella un toque de atención para quien quiera escuchar.

El magisterio de Blechacz

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Jueves 22 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Rafal Blechacz. Obras de Bach, Beethoven, Debussy y Szymanowski.

No había mejor forma de celebrar Santa Cecilia que el concierto de piano de este jueves. Puedo presumir, ya que no tengo abuelas, de haber escuchado a pianistas que han hecho historia y de los que la van a hacer, y el polaco Rafal Blechacz es uno de ellos con total seguridad, ya la está haciendo. El responsable del ciclo le calificó del siguiente Zimerman, y no le falta razón. El sello amarillo con el que ha firmado en exclusiva tiene otros buenos colegas pero nada que ver con él.

Las obras elegidas para esta gira son una auténtica clase magistral de piano (en el Baluarte pamplonés quedaron boquiabiertos), casi 300 años de historia en cuatro autores, y si además tenemos las notas al programa del maestro Pantín entonces unimos teoría y práctica para redondear una tarde pianística excepcional.

La Partita nº 3 en La m, BWV 827 (Bach) resultó fresca, limpia, de ornamentaciones exquisitas, contrastes ajustados, pulcritud total y una ejecución fantástica en las siete danzas que forman un todo pese a sus diferencias, unidad expositiva e interpretativa, claridad en las voces, fraseos transparentes, magisterio barroco en un piano íntimo.

El Beethoven amado y menos conocido llegó con la Sonata nº 7 en RE M., Op. 10 nº 3, continuidad perfecta tras el kantor, arranque vigoroso del Presto, serenidad y madurez en el Largo e mesto, alegría en el Menuetto: Allegro, retomando el aire puro, y el Rondo: Allegro colofón de lujo donde la sobriedad no impidió disfrutar de sonoridades increíbles y nueva maestría interpretativa, conocida por las grabaciones pero donde el directo es irrepetible.

Tras la pausa nuevo paso adelante en el tiempo con dos autores igualmente recogidos en la discografía del polaco pero que el Steinway del Auditorio recreó para gozo pleno. La Suite Bergamasque (Debussy) fue un abanico de luz y color, matices únicos, ambiente sonoro plenamente impresionista lleno de delicadeza precisa y preciosa, con un Clair de lune plateada por llena y poderoso influjo en el público. Si la grabación es joya, del directo no tengo sustantivos ni calificativos para los cuatro números.

Szymanowski parece hacer confluir todo lo anterior desde la Polonia del siglo XX como cerrando la clase magistral de hora y media en los dedos de su compatriota. La Sonata nº 1 en Do m., Op. 8 nos mostró otra cara de un diamante gigantesco, llena de fuerza y nuevos brillos, luminosas dinámicas con brío (Allegro moderato) frente a tenebrosos pasajes resposados (Adagio), ave fénix del Tempo di minuetto y sentar cátedra en la doble fuga Finale que el profesor Francisco Jaime Pantín califica como «cóctel  explosivo…  en una sonata que, aunque aparentemente excesiva, mantiene una fuerte cohesión interna en virtud de un sistema de derivación temática en el que los elementos parecen relacionarse«, y así la interpretó Blechacz, exacerbado, luminoso, febril, visionario, académico y de complejidad intelectual volviendo a retomar a mi admirado Paco. Teoría y práctica en estado puro.

Chopin es el músico polaco por excelencia y ahora mismo Blechacz su mejor intérprete, ganador en 2005 de su concurso, y no podía marcharse sin regalarnos el Vals nº 3 en La m. Op. 34 nº 2 para rendirnos ante el piano romántico cual epílogo de la clase magistral. Y otro más, expléndido en todos los sentidos.

Rafal Blechacz cercano a la salida, firmando programas, discos, posando para los aficionados y agradeciendo nuestra presencia. Gratitud de un público más sano que de costumbre y menor del merecido, pero esto daría para mucho más.

Todo un Maestro de 27 años que ha irrumpido en la historia de los Grandes Intérpretes, y algunos piensan como yo que es el pianista del siglo XXI, y espero seguir disfrutándolo.

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Una JASP asturiana en Dresde

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Hace años salió una campaña de coches donde aparecían los JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados). En Asturias tenemos muchos de ellos (la «A» me la apropio de Asturianos) que con los tiempos que corren están teniendo que emigrar, cada vez más tras haber invertido mucho dinero en su formación, no ya la del Estado (que mengua a pasos preocupantes) sino la de sus familias con todo lo que ello supone de sacrificios y a veces penurias.
En el terreno musical, que conozco un poco, llevamos tiempo exportando talento desde Asturias. Del mundo lírico creo que basta con leer las biografías en los programas de ópera para saber a quienes me refiero, pues es rara la producción donde no haya voces de mi tierra. Y del difícil mundo de las cuatro cuerdas resulta paradójico que encontremos violinistas actuando en grandes formaciones europeas sin posibilidad de hacerlo en nuestro país, a no ser cubriendo vacantes puntuales.
María Ovín Carrera, de la que ya escribí varias veces aquí reflejando sus triunfos y conciertos, estará este fin de semana (23 y 24 de noviembre) nuevamente invitada por la Gustav Mahler Jugendorchester actuando en Dresde bajo la dirección de Vladimir Jurowski ¡casi nada!, y nada menos que en la Frauenkirche, sin olvidar el concierto de la Semperoper.

La trayectoria de esta violinista carbayona no cabe aquí porque la música corre por sus venas desde la cuna y el ambiente en casa siempre fue de total apoyo hacia su formación, sin saber hasta dónde llegará… Sin dejar de estudiar ni un solo día, pues así es la vida de quien decide dedicarse en cuerpo y alma a la música, ha ido creciendo íntegra e integralmente, como persona e intérprete, y no me ciega la pasión ni el cariño que le tengo. Ha estado tocando, siempre tras duras pruebas, en la JONDE (cuatro temporadas, como concertino, principal, ayuda de concertino), la EUYO (dos años, y leyendo los aspirantes más la selección final es para dejarnos boquiabiertos) y la Joven Orquesta Gustav Mahler (otro tanto, ahí sigue acudiendo con Abbado de responsable máximo) con la que repite en La Florencia del Elba con una figura mundial al frente, invitados por la Staatskapelle. Estar en esta orquesta es más que duro, y su web dice: «At the auditions that take place  every year between October and Decembre in over twenty five European cities, a jury authorized by Claudio Abbado selects candidates from an average of two thousand applicants «. Creo que no hacen falta más comentarios, incluso para quien no sepa inglés, pruebas en 25 ciudades de Europa y miles de aspirantes: María Ovín una de las elegidas.

En los últimos PROMS escuchaba a mi admirado José Luis Pérez de Arteaga en las retransmisiones de Radio Clásica comentar la presencia de españoles en la orquesta, y ahí estaba María Ovín. No son orquestas provinciales, sin desmerecer las de casa, pero hablamos de orquestas donde las pruebas de acceso están en otra categoría, y si los valencianos parecían nutrir las secciones de viento, tener una violinista asturiana en esas plantillas puede sonar a ficción para muchos. Recién «egresada» como dicen en América Latina del «Royal College» londinense, llega el momento de incorporarse a la vida profesional. Podemos presumir que en su currículo aparezca que finalizó sus estudios en el Conservatorio de Oviedo o su Premio Muñiz Toca pero lo que viene después son palabras mayores. Trabajando desde los tres años sin descanso y con pasión nadie le ha regalado nada y este paso por Dresde es un merecido premio al esfuerzo, madurez total en plena juventud… pero no tiene trabajo.
Las obras que ha trabajado estoy seguro que algunos profesionales en activo y con «plaza fija» no las han visto ni las verán en su vida, y las batutas son de referencia para todo melómano, así que trabajar con ellas es un lujo al alcance de los elegidos: Maazel, Colin Davis, Haiting, Pappano, Danielle Gatti, Blomsted, Josep Pons, Lutz Köhler, Thielemann, NottAskenazy y ahora Jurowski por citar algunos. Su mochila sigue llenándose no ya de salas de concierto que están en cualquier libro de música, también de unos conocimientos y vivencias únicas que los mediocres nunca entenderán.

Envidia (sana para algunos) y ceguera del que no quiere ver más allá de sus conocimientos, normalmente cortos y provincianos en un mundo global donde no siempre triunfan los mejores.
María Ovín es una JASP (Joven Asturiana Sobradamente Preparada), quiero dejar constancia de ello, y estas líneas son una pequeña muestra del talento musical asturiano del que disfrutan otros. Al menos tengo el placer de contarlo porque me conformo con viajar mentalmente hasta Dresde para escucharla.

Unen Canto y emoción

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Martes 20 de noviembre, 20:00 horas. Casa de la Cultura de Mieres: Concierto Coral en honor a Santa Cecilia. Coros de la Escuela de Música de MieresReyes Duarte (directora), Verena Menéndez (piano); Orfeón de Mieres, Joaquín Sandúa (director).

Titulo la entrada parafraseando a mis admirados Les Luthiers aunque en el concierto de nuestra patrona lo que se unió fue canto y emoción. Canto porque los coros locales volvían a reunirse para conmemorar esta fiesta que siempre es la música, y emoción porque se recordaba a Jovino Martínez Cueva, fallecido hace menos de un mes y persona querida en el mundo coral al haber sido componente del Orfeón de Mieres y del Ochote «La Unión» que ponía fin a su trayectoria recientemente, dirigido por Juan Rionda Mier, actual presidente del Orfeón.

Corín de la Escuela de Música de Mieres

Podría haber titulado «Cantera cantora» porque sobre el escenario y entre el público que llenó el Auditorio Teodoro Cuesta se unieron varias generaciones de cantantes corales, la semilla que está germinando en la Escuela de Música bajo la dirección de Reyes Duarte, enamorada de este mundo porque no hay otra explicación para seguir al pie del cañón «a pesar de todo», y la veteranía de la agrupación coral más antigua de Asturias y de las históricas españolas como es el laureado y centenario Orfeón de Mieres, dirigido por Joaquín Sandúa que retornaba hace un año a «su casa» tras habernos dado años de gloria musical.

También Alba Toledano cantando Vivo por ella con el acompañamiento al piano de Verena Menéndez (en la foto superior), un ejemplo del camino emprendido pues pasó por todas las formaciones corales de la EMM y ex-alumna de El Batán

El programa lo dejo aquí y no voy a entrar en detalles porque la fiesta, bien presentada por Celso Fernández, director de la COPE en Mieres, gran amigo y fan de todo lo que «haga ruido» en nuestra tierra, es para disfrute de todos. Sí dejar algunas pinceladas, la primera como crítica constructiva para un público mayormente familiar que oye en vez de escuchar y sólo atiende cuando aparece quien quiere, pero la educación y civismo daría para mucho.

La segunda recordar la importancia de la música en la formación integral del individuo en unos momentos donde los gobernantes y ministros desWertgonzados la consideran como un mero entretenimiento que distrae del verdadero estudio. El canto coral no solo une a las personas compartiendo el amor por la música, enseña a escuchar ¡algo tan importante!, trabaja en equipo, fomenta la solidaridad, sabe de sacrificios, conoce lenguas y culturas diversas… prepara buenas personas para la vida.

Coro Infantil de la Escuela de Música de Mieres

El refranero siempre sabio dice «Quien canta su mal espanta». Y por supuesto que entretiene, la mayoría están cantando porque se sienten felices, incluso algunos podrán llegar a profesionales de este difícil y competitivo mundo. Seguimos plantando semillas musicales (el Corín), viéndola crecer (Coro Infantil), replantarse (Coro de Adultos) hasta convertirse en árbol centenario (Orfeón).

Coro de Adultos de la Escuela de Música de Mieres

Distintos paisajes y plantas con el mismo fin: disfrutar con la música coral y recordar a personas de este entorno que nos dejan pero seguimos teniéndoles presentes con sus canciones. Un barquito de cáscara de nuez de Emilio Aragón «Miliki» en las voces del Corín, Enrique Urquijo y su Déjame por el Coro de Adultos o el machadiano Señor me cansa la vida (Juan A. García) que tantas veces cantase con su Orfeón el bueno de Jovino… Idiomas y ritmos universales, el Calypso (Jan Holdstock) de los peques, Oriente con el delicioso «Siempre conmigo» Itsumo nando nemo (Kaku WakakoKimura Yumi) de los jóvenes, el Brasil de Rosa Amarela (H. Villalobos) y La golondrina mexicana. Incluso el inglés con lenguaje de signos de Can you hear me? (Bob Chilcott).

Orfeón de Mieres

Guiños a los boleros o el rock de Los Llopis con un Estremécete coral, y por supuesto la tierrina, desde La Xana de Pin de Pría hasta Tengo de ponete un ramu del desaparecido Benito Lauret con quien el propio Sandúa trabajó en Oviedo con la entonces reciente Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» fundada por Luis Gutiérrez Arias, y que ha vuelto a recuperar para el Orfeón ese Capricho del Padre Prieto grabado en el LP de 1972 bajo la dirección de Baldomero Pérez Méndez y fundador del hoy recordado Ochote «La Unión» de nuestro Jovino.

Fiesta de la música en mi «Hermosa Villa de Mieres» con Santa Cecilia de patrona, amigos conocidos, cercanos o lejanos que están siempre presentes. Un encanto.

In Memoriam: Jovino Martínez

Unen canto y emociones. Viva nuestra Patrona.

De Weimar a Buenos Aires, pAris… ¡y Oviedo!

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Lunes 19 de noviembre, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio: Ute Lemper (voz), con Stefan Malzew (piano, acordeón y clarinete) y Cuarteto Vogler. Obras de Schulhoff, Asso, Emer, Weill, Eisler, Alberstein, Piazzolla y Brel.

Hay voces que con solo escucharlas se te remueve desde la uña del dedo gordo del pie al último pelo de la cabeza. Como bien escribía mi querida Cristina Otadui tras saber de mi asistencia al evento, «la primera vez que la escuché fue como un no sé qué que se yo, que subía desde el estómago… noches de cabaret berlinés de entreguerras, de media negra con costura, de luces bajas… de pasión y de misterio… la voz de Ute Lemper, sin más». Yo añadiría el whisky porque con la Ley Antitabaco ni siquiera el humo flotando. Las notas al programa de Joaquín Valdeón, a quien no respetaron los puntos y aparte, no pueden condensar tanto el repertorio presentado en este improvisado cabaret del auditorio donde las toses formaron parte del ambiente, «el Kampflyrick o lírica de combate».

Primero destacar al pedazo de músico que es Stefan Malzew, no sólo al piano, al acordeón como no podía ser menos en las canciones de Édith Piaf, ambos a la vez como en el mix de WeillBrecht, sino también al clarinete en la popular rusa Tyomnaya Notch o alternando con el piano en los yiddish de Alberstein sino, y sobre todo, por sus increíbles arreglos para este recital donde el Cuarteto Vogler abrió en solitario ambas partes con cuatro de las Cinco piezas para cuarteto de cuerda de Erwin Schulhoff, para después dejar una lección de música juntos y por separado, sonoridades de nuestro tiempo, respetando el original para adaptarlo al estilo siempre único de Frau Lemper, como en el caso de Piazzolla.

Sonido amplificado y bien por lo poco molesto, como debe ser en estos casos, tal vez excesiva primacía de «La Cantante» pero con un dominio del micrófono como los grandes saben, sacando todo el partido de su voz (sobre todo en la segunda parte), quedando algo mermada la presencia del cuarteto y «el hombre orquesta».

Dame Lemper es inimitable aunque por momentos caiga en un expresionismo casi histriónico por los contínuos cambios de emisión (nasal, gutural…) tal vez en su «imitación de otra inimitable» como Edith Piaf. Me hubiera encantado tener los textos y su traducción (aunque los que recitó en español la propia Ute fueran igualmente emotivos y evocadores) pues cada canción eran microrrelatos escenificados como sólo la alemana sabe, elegancia y apenas movimiento, auténtica dama del cabaret berlinés. Mejor en Weill donde Mack the Knife estuvo subrayado por el genial Malzew alternando como dije piano y clarinete, con ese cuarteto que es un primor escucharle, o los cantos de Chava Alberstein que evocan todo lo judío.

Mi amor por la música de Piazzolla es notorio y puedo perdonar incluso la no muy buena pronunciación porque la melodía prima incluso sin texto hasta cuando lo añaden. Qué delicia es Oblivion y el arreglo de Malzew. Y para acabar Jacques Brel con piano y acordeón más el cuarteto, solos únicos, trío de ases con la Chanson de Jacky, la personal interpretación de Ne me quitte pas  y Amsterdam como final de un largo trayecto, políglota como la Lemper, urbes viciosas, tristes arrebatos y promesas en el aire para nunca volver: Paris, Berlín, Moscú, Buenos Aires… incluso Oviedo (y Madrid, con entradas agotadas) en un regalo de jazz donde cerrando los ojos imaginaba a la Pfeiffer encima del piano de los Baker Boys, abriéndolos Lemper y los Fabulosos Vogler & Malzew.

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