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La descarriada, enamorada y desesperada

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Sábado 9 de diciembre, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi (libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” -1852- de Alejandro Dumas hijo).

Crítica para ÓperaWorld del domingo 10 con los añadidos de fotos de las RRSS, Perelada 2019 y propias finalizada la función, links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Último título del año y cuarto (con dos programas dobles que ya contamos desde aquí) de los cinco que conforman la septuagésimo sexta temporada de la ópera ovetense con uno de los títulos más famosos y representados en la historia lírica universal y de la capital asturiana (16 veces en la temporada más otra en la VII Semana de Música de 1981 que organizaba la Universidad de Oviedo): «La Traviata» de Giuseppe Verdi, que ha agotado las entradas para las seis funciones, incluyendo el segundo reparto llamado “Viernes joven” que hará no una representación sino dos ante el éxito de taquilla para las cinco programadas inicialmente y que para la 77ª Temporada ya anuncia la «Arabella» de Richard Strauss junto a otros cuatro títulos habituales en la capital astur.
Como todo buen melómano conoce, «La Traviata» forma parte de la llamada trilogía popular junto con «Il trovatore» y «Rigoletto», a partir de un libreto tomado del francés Alejandro Dumas hijo, contemporáneo a la propia música que Piave adapta como anillo al dedo del genio de Le Roncole, una historia de amor basada en las propias vivencias del dramaturgo con la “descarriada” Alphonsine Duplesis, transformada en la protagonista Violetta Valéry que sufre las consecuencias de una sociedad hipócrita y cruel que la destruye más que la tisis. A lo largo de los 170 años largos desde su estreno, probablemente sea uno de los títulos donde los escenógrafos más hayan experimentado desde unas actualizaciones que han cambiado ubicaciones, época y hasta la propia enfermedad de la protagonista (aunque este sábado parecía que fuese un público especialmente “acatarrado” quien contagiase a la protagonista), lo que precisamente hace de esta ópera una de las más conocidas y populares, no ya por los muchos y excelentes números musicales escritos por Verdi, también por el cine donde «Pretty Woman» -que no falla en ningún canal televisivo a lo largo del año- acercó a muchos esta maravillosa y atemporal ópera.
Y para que la ópera funcione perfectamente prima el elenco vocal que en Oviedo encabezaron la soprano rusa Ekaterina Bakanova -regresando a las tablas del Campoamor tras su buena Leïla de “Pescadores” en 2021 y que estrenase esta misma producción en Perelada hace tres años– y el tenor mexicano Leonardo Sánchez (entrevistado por OW en enero de este año), debutante en la capital asturiana, pareja protagonista junto a la de Germont padre con el onubense Juan Jesús Rodríguez, un reconocido verdiano que se erigió en el triunfador de la noche, y la Flora de la barcelonesa Anna Gomà que ya me sedujo hace seis años en uno de los cursos de perfeccionamiento vocal de “La Castalia”, sin olvidarme del resto de artistas, todos ellos bajo la dirección musical del asturiano Óliver Díaz al frente de la Oviedo Filarmonía (OFil) con la que siempre muestra química, conocimiento profundo de la obra y el respeto tanto a lo escrito como a las voces que son las verdaderamente importantes.
El Giorgio Germont de Juan Jesús Rodríguez volvió a demostrar su excelente estado vocal y escénico: potente, rotundo, dominador desde su aparición en la escena quinta del segundo acto, arrancando las mayores ovaciones de un público que aprecia el buen hacer del barítono andaluz en cualquiera de los muchos roles que tiene en su repertorio, especialmente los verdianos donde sigue siendo referente internacional. El dúo con Violetta ya marcó la pauta de su éxito, linea de canto tan pura como “…un angelo…”, convincente, bien apoyado por una OFil al mando de Óliver Díaz que optó siempre por tempi tranquilos para mayor disfrute canoro, así como unos rubati apoyando la línea de canto en todas las arias junto a unos silencios muy marcados para realzar el drama. La escena octava con Alfredo casi pone el Campoamor en pie ante una sentida, fraseada y bella “Di Provenza il mar…”.
No decepcionó Ekaterina Bakanova en su recreación de una Violetta “sempre libera” que evoluciona a lo largo de los tres actos aunque le costó ganarse los aplausos. Omnipresente en escena, su voz tiene homogeneidad en el color y agilidades bien resueltas siempre con las respiraciones en el sitio oportuno para no perder ni una nota, ayudando de nuevo el maestro Díaz que podría decir “la llevó de la mano”. Bien de volumen en los dúos y conjuntos, sus arias las esculpió al detalle (“È strano! è strano! in core…” matizadísima,“Siempre libera” además de luminosa homogénea en todo el registro, y el delicado “Addio del passato” en la escena cuarta del último acto). Personal interpretación y solvente su canto, destacar igualmente la “planta” en escena (el vestuario ayudó mucho), lo bien que empasta su color con Los Germont, y la convincente dolorida aria final “Più a me t’appressa ascolta” tras el dramático concertante.
El debutante Leonardo Sánchez posee un registro de graves amplios y agudos nada forzados, color ideal para su Alfredo que defendió con bravura y entrega a lo largo de la ópera, un personaje que como su amada evoluciona en los tres actos. Su inicio en el brindis ya apuntó maneras, mejoró en los dúos con Violetta, entregado en el segundo acto aunque no diese bien el esperado (e innecesario) agudo final de la escena tercera (“Quest’onta laverò…”), incluso fuera de escena se le escuchó perfectamente y en el mano a mano con Giorgio el padre se impuso al hijo, para finalizar con un notable su presentación en la ópera ovetense en este rol que irá ganando en seguridad con el tiempo.
Tanto la Flora de la mezzo Anna Gomà como la Annina de la soprano también debutante Andrea Jiménez cumplieron sin problemas en sus roles, vocal y escénicamente, voluptuosa la catalana y comedida la navarra en los papeles femeninos que contrapesan a la protagonista.
Otro tanto con el Gastone del tenor asturiano Jorge Rodríguez-Norton que está cómodo en estos roles mal llamados secundarios, pues el equilibrio en el elenco es siempre necesario; convincente el barítono bilbaíno José Manuel Díaz como Barón Douphol y David Oller en el Marqués d’Obigny, dos colores distintos para una misma tesitura y diferente protagonismo.
Breves las apariciones del Doctor Grenvil con el veterano bajo catalán Stefano Palatchi al que los años han quitado volumen pero no el timbre redondo que le caracteriza ni su presencia escénica. Y correctos los llamados partiquinos con tres de los componentes del coro “Intermezzo”: el tenor mierense Gaspar Braña, el barítono-bajo valdesano Francisco Sierra (Giuseppe y Criado respectivamente) más el Comisionista del madrileño Pablo Joel De Bruine, roles pequeños para rodarse en las tablas y tener la visibilidad necesaria en unas voces jóvenes que aspiran a mejores papeles.
Del Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) bajo la dirección de Pablo Moras nuevamente felicitarles porque «La Traviata» tiene mucho que cantar y actuar, desde el famoso brindis inicial que pese al arranque dubitativo pronto se centraron, coreografía incluida, pasando por las gitanas y toreros del segundo acto en una demostración del buen hacer de las cuerdas por separado, también moviéndose en una escena algo inestable de pisar en pendiente, y las máscaras del último acto, voces matizadas, crescendi bien trabajados con el foso, empaste y afinación idóneas. Son un seguro en cada título y un acierto contar con este coro profesional que atesora grandes voces unidas para estos conjuntos.
Ya anteriormente comentaba la excelente dirección musical del ovetense Óliver Díaz que buscó el detalle en la elección de los aires, puntuales rubati en los últimos tiempos de compás dándole el carácter cosmopolita a la música de Verdi, un uso de silencios alargados para reforzar la carga argumental y sobre todo el cuidar los balances con las voces sobre las tablas. La OFil responde siempre a su batuta con unos primeros atriles implicados en el mismo lenguaje lírico, también muy bien la banda interna con nueve componentes de la Banda de Música “Ciudad de Oviedo”, solventando a la perfección el encaje de dinámicas y dotando al foso del protagonismo compartido desde los dos preludios, ya con personal sobre las tablas, para arropar y llevar a sus espaldas todo el inmenso peso vocal de esta ópera.
Dejo para el final la “visión” del director de escena Paco Azorín que en su presentación en el libro de este quinto título explica su propuesta de empoderamiento de la mujer de nuestro siglo que «ha permitido ver el mundo con otros ojos… una mujer libre, un espíritu libre, mucho más allá de la lectura clásica o de la lectura superficial». Realmente Violetta Valéry ya marcó esa mujer libre e inspirada en la George Sand (como proyectaba el telón bajado), pionera en ponerse pantalones, y aunque «pretende huir de ciertos tópicos» más que «un giro de 180 grados» pienso que sólo fueron 90 y no solo por el juego en dos planos sobre el escenario que simboliza abajo la cruda realidad y arriba el «pensamiento, los deseos y pasiones que nuestra sociedad nos invita permanentemente a esconder o enterrar». El utilizar los acróbatas que desempeñan su difícil trabajo con una “coreografía” original pero también bella, sí supone novedad, incluso en el plano de 45 grados. Original el uso de las mesas de billar y su distinta colocación e iluminación en las distintas escenas, incluso convertida una de ellas en el lecho fúnebre. En conjunto y pese a algún pateo final, no es de lo más “rompedor” que podemos ver en muchas óperas clásicas, puede que la niña, cosecha del escenógrafo catalán, simbolice la infancia de Violetta para convertirse después en la hija (!) de la pareja protagonista fuera del libreto, y dando mucho juego a las arias en solitario de Alfredo, Giorgio e incluso en la lectura compartida (“…però migliora Alfredo…”) de la escena final con Violetta. El vestuario de Ulises Mérida juega con rojos y negros pero también la plata brillante de la Valéry en casa de Flora, elegante pero sobrio en los protagonistas, menos variado en el coro más el toque verde del amanecer inicial tras la fiesta, que también se refleja en el traje del Barón Douphol, sin olvidar el blanco asociado a la pureza. La iluminación y vídeos ayudaron a crear ese ambiente a caballo entre la fiesta y la naturaleza.
Oviedo este sábado de puente estaba imposible de gente, lleno como el propio Campoamor, con casi todos los aparcamientos completos que retrasaron el inicio de la función catorce minutos, lo que se agradeció para los que no vivimos en Oviedo, pero «La Traviata» bien merecía volver tras diez años, y en conjunto resultó bien, equilibrada, actualizada, aunque quien triunfase fuera “Germont padre” redimido y apesadumbrado por todo lo que supuso su actitud. En tiempos de empoderamiento femenino la música sigue triunfando… ¡Viva VERDI!.
FICHA:
Sábado 9 de diciembre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi, libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” (1852) de Alejandro Dumas hijo. Melodrama en tres actos estrenado en el Teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853. Producción de la Ópera de Oviedo y Festival Castell de Perelada (2019).
FICHA ARTÍSTICA:
Violetta Valéry: Ekaterina Bakanova – Flora Bervoix: Anna Gomà – Annina: Andrea Jiménez – Alfredo Germont: Leonardo Sánchez – Giorgio Germont: Juan Jesús Rodríguez – Gastone: Jorge Rodríguez-Norton – Barón Douphol: José Manuel Díaz – Marqués d’Obigny: David Oller – Doctor Grenvil: Stefano Palatchi – Giuseppe: Gaspar Braña – Criado: Francisco Sierra – Comisionista: Pablo Joel De Bruine – Niña: Olivia Cadenas – Emma Fernández.
Acróbatas: Berta Baliu, Olivia Marsella, Fausto Silva, Charol Stefano, Georgina Tornini, Silvia Vrskova, Cosmin Marius.
Bailarines: David Blanco, Silvia Menéndez.
Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena y escenografía: Paco Azorín – Diseño de vestuario: Ulises Mérida – Coreografía y movimiento escénico: Carlos Martos de la Vega – Diseño de iluminación: Albert Faura – Diseño de vídeo: Pedro ChamizoOviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Que no nos falte Puccini

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Martes 10 de octubre de 2023, 19:30 horas76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: segunda función de «Il tabarro» (1910) / «Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini. Entrada butaca: 139€. Fotos Miki López / Iván Martínez para Ópera de Oviedo, y propias.

Segunda función de la septuagésimo sexta temporada ovetense con el programa doble perteneciente a “Il trittico” de Giacomo Puccini (1858-1924), y esperando mejoría respecto a la «premiere» del pasado sábado (de la que escribí para ÓperaWorld©), volvía al Teatro Campoamor para seguir disfrutando del genio del compositor de Lucca, aunque siga echando de menos tener a “Suor Angelica” para redondear verdaderamente esta trilogía, y como siempre comprobando que el directo es irrepetible, único, con la esperanza de comprobar si había mejoría tras mis desiguales impresiones.
Evidentemente con el montaje ya rodado y supongo que por la confianza que se va ganando con las representaciones, este martes con menor temperatura exterior, un público que ni patea ni aplaude la alocución en asturiano antes del comienzo, bastante gente joven que seguramente no ha escuchado ninguna de las dos obras, todo fue a más respecto al sábado aunque siga habiendo carencias que espero puedan superarse, pero la impresión que diría en mis tiempos docentes es la de «mejora adecuadamente».
En esta segunda pude contemplar detalles que se me escaparon, y así el infierno del Sena parisino no solo me convenció con el agua delante y un juego de luces que tiene su importancia en la dramaturgia, también corroboró al excelente Michele del barítono José Antonio López que no solo mantuvo su excelente nivel del sábado sino que incluso escénicamente juega con ese papel de marido engañado, celoso y desconfiado. Voz poderosa e igual de claro con una orquesta algo más contenida que en la primera función, volviendo a bordar su atormentado personaje.
La Giorgetta de Beatriz Díaz sigue siendo un seguro de calidad y entrega, pues siempre digo que tiene la voz ideal para Puccini, y con este rol que completa un año con el genio de de Lucca, pienso que sigue siendo la única en poder cantar hoy en día la “trilogía pucciniana”. Su registro grave ha ganado volumen, y sus agudos llenos de tantos matices son más que suficientes, por lo que defendió su papel con solvencia y entrega, sin olvidarme del empaste ideal con el resto de voces, sobre todo con el Michele del barítono murciano.
Ana Ibarra como La Frugola volvió a convencer con una línea de canto sin aristas, una emisión clara y el volumen perfecto tanto en solitario como en los dúos y concertantes, con la pareja ideal del asturiano Miguel Ángel Zapater como Talpa, buena réplica a la pareja anterior.
A diferencia del sábado, el tenor de Bakú, Azer Zada al menos ganó algo en volumen y se mostró un poco más seguro, aunque sus agudos siguen siendo cortos y poco precisos, con la sensación calante más un color que no resulta bien para un de Luigi cercano al verismo. Escénicamente sigue siendo tosco pero supongo que bien orientado en la elección de roles y puliendo técnicamente sus carencias, al menos saldrá indemne de las críticas que en Oviedo no han sido lo que se dice buenas. Qué diferencia con Josep Fadó en el papel del borracho Tinca, volumen suficiente, emisión clara y entrega plena a un personaje que redondea los roles principales.
De nuevo cumplieron en este infierno el vendedor de canciones y enamorado (Facundo Muñoz) al que esta vez se le escuchó claro y preciso fuera de escena, así como la Enamorada Laura Brasó.
El Coro “Intermezzo” igualmente fuera, sonó suficiente, afinado y empastado, extrañándome no saludasen al final.
La homogeneidad de todo el reparto vocal, hecha la salvedad del azerbaiyano, ganó en esta segunda función, también con la ayuda de un foso más contenido en dinámicas por el maestro José Miguel Pérez-Sierra que sacó lo mejor de la Orquesta Oviedo Filarmonía, con buenas intervenciones de los primeros atriles para volver a disfrutar de la bellísima orquestación de Puccini corrigiendo los excesos sonoros en este tabardo de la primera parte.
Gianni Schicchi es el contraste necesario, paraíso y comedia tras el drama inicial y con la ambientación en las cloacas florentinas, de nuevo con el agua al frente, de ahí los personajes de Schicchi, Giorgetta, el doctor Spinelloccio, el notario Amantio di Nicolao y hasta los testigos con botas de agua que gracias a mi tocayo vasco se llaman katiuskas. Un retablo de las debilidades humanas personificando las ansías de poder y la hipocresía, con un movimiento sobre las tablas por momentos excesivo pero que causó más que sonrisas entre el público. Escenas por momentos histriónicas como el juego de Schicchi moviendo al difunto, la orquesta de jazz más un trío femenino cual «hermanas Fleta» usando un micrófono radiofónico de los años 40, en esta ópera muy coral del Puccini que compone estos retratos adorables de todos sus personajes.
Gianni Schicchi sacó a relucir la faceta cómica del protagonista, José Antonio López con peluquín y bigote postizos, sin aumento de nariz, dominando toda la escena desde su primera aparición con su hija, riqueza vocal incluso en los «falsetes» imitando al difunto Donati, siendo nuevamente el triunfador de esta dupla pucciniana.
Beatriz Díaz como la Lauretta enamorada de Rinuccio, pese al menor protagonismo, la conocida aria O mio babbino caro volvió a ser la única aplaudida en los dos títulos. Impresionante su gama dinámica, de proyección impecable y plenamente pucciniana además de una inconmensurable actriz (no me gusta el abuso del adjetivo «pizpireta» con el que se la suele describir, aunque ciertamente su papel en este Puccini sea «alegre, vivaz y algo coqueto»). Sus agudos sonaron no solo claros ante el inmenso sinfonismo del foso sino también «solidarios» con sus compañeros desde una emisión cristalina y poderosa que gana enteros en cada función.
De los cantantes que repetían los dos títulos, Ana Ibarra en un momento vocal perfecto como Zita, con un color que luce dentro de este «coral florentino», y otro tanto el Simone de Miguel Ángel Zapater pasando del rol oscuro inicial al «gioccoso» del paraíso final, redondo vocal y escénicamente, escanciando un culete en escena (un guiño de Paul-Émile Fourny a nuestra tierra). Y muy bien Josep Fadó junto a Laura Brasó en los roles de Gherardo y Nella respectivamente, que completaron un reparto muy homogéneo y compacto, donde de nuevo Azer Zada como Rinuccio bajó un poco el listón aunque vocalmente intentó desde sus escasos recursos brillar un poco más, pese a un color opaco y de agudos forzados y cortos.
El resto del elenco estuvo simpático, equilibrado, acertado en los conjuntos con otro valor de la cantera infantil de “Divertimento” el Gherardino hoy interpretado por Rodrigo Méndez junto a los siempre convincentes y muy queridos en el Campoamor Marina Pardo en el papel de La Ciesca, Carlos Daza, como Marco o Vicente Esteve Corbacho en su corto papel de doctor Spinelloccio.
No quiero dejarme tampoco las intervenciones breves de Mikel Zabala el notario Amantio di Nicolao con un latín bien cantado o los testigos Pinellino (José Manuel Álvarez) y Guccio (Pablo Joel de Bruine).
Musicalmente este martes el maestro José Miguel Pérez-Sierra sacó más detalles a  este Puccini  colorista, casi precursor de las bandas sonoras, con la Oviedo Filarmonía que sonando más precisa, compacta y entregada.
La segunda función sirvió para quitarme el mal sabor de boca sabatino y poder reflejar mis sensaciones algo más positivas y más fáciles de describir. Final feliz donde triunfó de nuevo la picaresca porque no nos puede faltar el humor… ni la música de Puccini.
FICHA:
Martes 10 de octubre de 2023, 19:30 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor:
«Il tabarro» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giuseppe Adami, basado en la obra “La houppelande” (1910) de Didier Gold. Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
«Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giovacchino Forzano, basado en el Canto XXX, 1.32 del “Inferno” de Dante (c. 1307-21). Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
FICHA ARTÍSTICA:
”Il tabarro”
Michele: José Antonio López – Luigi: Azer Zada – Tinca: Josep Fadó -Talpa: Miguel Ángel Zapater – Giorgetta: Beatriz Díaz – La Frugola: Ana Ibarra – Vendedor de canciones, enamorado: Facundo Muñoz– Enamorada: Laura Brasó.
”Gianni Schicchi”
Gianni Schicchi: José Antonio López – Lauretta: Beatriz Díaz – Zita: Ana Ibarra – Rinuccio: Azer Zada – Gherardo: Josep Fadó – Nella: Laura Brasó – Gherardino: Rodrigo Méndez – Betto: Javier Povedano – Simone: Miguel Ángel Zapater – Marco: Carlos Daza – La Ciesca: Marina Pardo – Spinelloccio: Vicente Esteve Corbacho – Amantio di Nicolao: Mikel Zabala – Pinellino: José Manuel Álvarez – Guccio: Pablo Joel de Bruine.
Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra – Dirección de escena: Paul-Émile Fourny – Diseño de escenografía e iluminación: Patrick Méëus – Diseño de vestuario: Giovanna Fiorentini.
Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Del infierno al paraíso

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Sábado 7 de octubre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «Il tabarro» (1910) / «Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini.

Crítica para ÓperaWorld del domingo 8 con los añadidos de fotos (propias , de Iván Martínez para Ópera de Oviedo, y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Segundo título de la septuagésimo sexta temporada ovetense con un programa doble perteneciente a “Il trittico” de Giacomo Puccini (1858-1924), y que solamente se han representado una ocasión en el Teatro Campoamor: “Gianni Schicchi” en 1966 e “Il tabarro” en 1980, quedándonos pendiente recuperar “Suor Angelica” para poder revivir el estreno neoyorquino al que Puccini no pudo asistir por la primera guerra mundial. Escucharlas juntas era una ocasión única de disfrutar nuevamente con el genio del compositor de Lucca en un año que nos parece preparar el próximo centenario de la muerte del último operista del pasado siglo, aunque sigue siendo de los compositores más programados en los coliseos de todo el mundo.
Hacia 1910, Puccini tuvo la idea de componer una trilogía siguiendo el “Infierno”, “Purgatorio” y “Paraíso” de la «Divina Comedia» de Dante. Prescindiendo del “abolido” purgatorio nos quedan por un lado Il tabarro tenebroso y naturalista reflejando las terribles condiciones de vida de las clases bajas en París, la gran ciudad moderna, con la música de Puccini influida por el impresionismo francés, reflejando esa oscuridad y sordidez del libreto que finaliza con el horrible crimen consecuencia de la traición y el adulterio en un infierno también musical.
Y la segunda obra de este díptico asturiano, Gianni Schicchi inspirada en la “Commedia dell’arte”, comedia que ha pasado a formar parte de esta larga tradición de la literatura universal, con la familia del adinerado Buoso Donati, uno de los cinco ladrones florentinos que cita Dante, configurando un retablo de las debilidades humanas personificando las ansías de poder y la hipocresía, por las que no pasa el tiempo y donde Puccini consigue unos retratos adorables de sus personajes.
El infierno bien ambientado nos trajo un enorme Michele en la voz del barítono José Antonio López que mantuvo su excelente nivel, poderoso, convincente, de amplios matices y siempre claro incluso con la orquesta en “fortisimi”, bordando ese personaje atormentado en todas sus intervenciones; la Giorgetta de Beatriz Díaz en un rol que completa su propia “trilogía pucciniana” tuvo altibajos, registros graves donde perdió volumen pero que compensó con una proyección exquisita y el empaste ideal con el resto de voces, sobre todo con Michele, siendo una lástima no lograr la necesaria “réplica” de Luigi con un Azer Zada de escasa escena, agudos cortos que apenas llegaban a medio patio de butacas y poca matización. Convincente y cómoda La Frugola de Ana Ibarra, equilibrada y bien “contestada” escénicamente por el Talpa de Miguel Ángel Zapater que tampoco tuvo problemas con el Tinca de Josep Fadó. Cumplieron en este infierno tanto el vendedor de canciones y enamorado (Facundo Muñoz) como la breve Enamorada Laura Brasó. El Coro “Intermezzo” fuera de escena sonó preciso y suficiente, pero en general faltó homogeneidad en el reparto vocal con un foso de calidad al mando del maestro José Miguel Pérez-Sierra que cayó en la tentación de la grandiosidad orquestal de Puccini pecando precisamente en el exceso dinámico.
El paraíso llegó con el esperado Gianni Schicchi que de nuevo encumbró a José Antonio López mostrando escena, musicalidad, gracia, recursos, llevándole a ser el gran triunfador de esta dupla pucciniana. Mejor Beatriz Díaz como Lauretta, la única aplaudida tras su conocida aria “a papito”, actriz inconmensurable y siendo probablemente la única soprano capaz en estos momentos de interpretar “Il trittico” completo. También repitieron Ana Ibarra como Zita, igual o mejor que en el infierno, Simone de Miguel Ángel Zapater más redondo vocal y escénicamente o Josep Fadó con Laura Brasó en los roles de Gherardo y Nella respectivamente. Decepcionó de nuevo Azer Zada como Rinuccio, con las mismas carencias que su Luigi, quedándome con las ganas de poder disfrutar de un tenor más pucciniano. El resto del amplio y coral elenco estuvo no solo simpático sino bien equilibrado en los conjuntos. Destacar de la cantera infantil de “Divertimento” el Gherardino de Julián Avedillo y los siempre seguros en el Campoamor Carlos Daza, Marina Pardo o Vicente Esteve Corbacho.
Las dos producciones procedente de la Ópera de Metz resultaron adecuadas, incluso ayudaron al paraíso con una escena loca más cercana en el tiempo que en la Florencia dantesca porque los testamentos y sus disputas siguen siendo motivos de conflictos. Lograda la dirección de escena a cargo de Paul-Émile Fourny así como la escenografía e iluminación de Patrick Méëus. El vestuario diseñado por Giovanna Fiorentini sobrio en el infierno y más colorido para el paraíso dantesco. Musicalmente el maestro José Miguel Pérez-Sierra pudo sacar más partido a la Oviedo Filarmonía que no estuvo cómoda aunque sonase compacta.
Sin purgatorio y con final feliz donde la picaresca también triunfa, resultó un domingo pucciniano con dos horas pasando del infierno, incluso térmico, al paraíso que pecó desigual aunque sin penitencia porque la benevolencia también estuvo en Puccini.
FICHA:
Sábado 7 de octubre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor:
«Il tabarro» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giuseppe Adami, basado en la obra “La houppelande” (1910) de Didier Gold. Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
«Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giovacchino Forzano, basado en el Canto XXX, 1.32 del “Inferno” de Dante (c. 1307-21). Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
FICHA ARTÍSTICA:
”Il tabarro”
Michele: José Antonio López – Luigi: Azer Zada – Tinca: Josep Fadó -Talpa: Miguel Ángel Zapater – Giorgetta: Beatriz Díaz – La Frugola: Ana Ibarra – Vendedor de canciones, enamorado: Facundo Muñoz– Enamorada: Laura Brasó.
”Gianni Schicchi”
Gianni Schicchi: José Antonio López – Lauretta: Beatriz Díaz – Zita: Ana Ibarra – Rinuccio: Azer Zada – Gherardo: Josep Fadó – Nella: Laura Brasó – Gherardino: Julián Avedillo – Betto: Javier Povedano – Simone: Miguel Ángel Zapater – Marco: Carlos Daza – La Ciesca: Marina Pardo – Spinelloccio: Vicente Esteve Corbacho – Amantio di Nicolao: Mikel Zabala – Pinellino: José Manuel Álvarez – Guccio: Pablo Joel de Bruine.
Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra – Dirección de escena: Paul-Émile Fourny – Diseño de escenografía e iluminación: Patrick Méëus – Diseño de vestuario: Giovanna Fiorentini.
Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Manon no envejece

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Domingo 10 de septiembre, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «Manon» (1884), música de Jules Massenet; libreto de Henri Meilhac y Philippe Gille, basado en la novela “Manon Lescaut” (1731) del Abate Prévost. Opéra Comique en cinco actos y seis cuadros, estrenada en la Opéra-Comique de París el 19 de enero de 1884. Producción de la Ópera de Oviedo, Teatro Municipal de Santiago de Chile y Auditorio de Tenerife.

Crítica para ÓperaWorld del lunes 11 con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

 

Con este título de Massenet se alzaba el telón un 18 de septiembre de 1948 en el Teatro Campoamor tras las obras de reconstrucción del coliseo ovetense destrozado con la Revolución del 34 y la Guerra Civil. Hace 75 años integraban el reparto de aquella función inaugural artistas como Victoria de los Ángeles, Giacinto Prandelli o Manuel Ausensi que dejaron un sabor especial según las crónicas de entonces, con un brillo especial para esta celebración. Esta Manon del 10 de septiembre de 2023 volverá a ser recordada como la función de platino ante la calidad global de la representación donde todo fue sobresaliente, emocionante y al fin redonda, sin nada que envidiar a las anteriores ocho funciones en la historia de la ópera asturiana que arrancaba desde esta efeméride la septuagésimosexta temporada. Espero que para el centenario mantenga vivo este “drama de inocencia y corrupción” como lo titula Emilio Sagi en el programa de mano editado por la Ópera de Oviedo, otro para la colección con artículos y firmas que son también legado bibliográfico.
Esta première de la “Manon de 2023” lo tuvo todo bueno, comenzando por la escena, sencilla y efectiva de Sagi y Bianco, cuatro escaleras en módulos que como un puzzle se movían y encajaban para ambientar los cinco actos y seis cuadros, moviéndose a la vista como ya hiciese el asturiano en la “Bohème alicantina” que comenté desde estas páginas. La iluminación de Bravo ayuda a recrear cada ambiente según el respeto escrupuloso del libreto (especialmente la brillante fiesta del tercer acto), reforzado por el adecuado y elegante vestuario de Pablo Núñez, que en el caso de la protagonista recordaba el traje de 1948 (actualizado en color) y que lucía la soprano navarra en los carteles y página Web de la ópera ovetense.
La partitura de Massenet es una auténtica joya, con el texto siempre claro para todos los cantantes, con las partes habladas perfectamente medidas y encajadas dentro de una orquestación esplendorosa, llena de guiños a la Francia de la Regencia (1715-1723) y todo un derroche musical donde coros, concertantes, cuartetos, dúos y arias están llenos de melodías que desde el foso se arroparon a la perfección bajo una dirección excelente del debutante Nuno Coelho al frente de una OSPA, de la que es titular hace dos años, donde brillaron todas las secciones de nuestra formación comandada esta vez por Héctor Corpus de concertino. Si ya el preludio inicial premonizaba una “ópera grande”, de sonoridad clara y precisa, el maestro portugués mimó toda la obra y escena, favoreciendo la riqueza de matices y el lucimiento de todo el reparto vocal sin excepción. Auguramos una exitosa carrera a la joven batuta que está dejando ilusionada tanto a la orquesta asturiana como a los operófilos que este domingo comprobaron el talento y detalle de un trabajo primoroso desde la dirección musical de esta festejada “Manon”.
El coro titular de la ópera ovetense (Coro Intermezzo) bajo la dirección de Pablo Moras es otra de las apuestas seguras de las últimas temporadas, y esta vez pudimos disfrutar del buen estado de forma tanto vocal como escénico: seguro en los conjuntos, incluyendo el Magnificat del tercer acto fuera de escena o el inicial coro de damas del mismo acto. Un coro compacto, convencido, entregado, afinado, poderoso y matizado así como equilibrado en número, siendo otro protagonista del éxito dominical.
La amplia figuración además de la ambientación adecuada dotó a la escena de la grandiosidad precisa en sus apariciones, moviéndose con soltura por el escenario, y especialmente destacable la presencia asturiana en los llamados comprimarios y secundarios, desde el bajo barítono mierense Abraham García como buen posadero, portero discreto y hasta crupier digno de un casino internacional, de gran presencia vocal y escénica, hasta el trío femenino de demi-mondaines Poussette, Javotte y Rosette, voces de casa con profesionalidad y carreras asentándose, simpatía y excelente empaste a cargo de la soprano ovetense Ana Nebot con dilatada trayectoria y muchas tablas, más las mezzos María Heres (de Oviñana) que va asentando sus prometedores inicios, y la gijonesa Serena Pérez, de color personal complementando estas tres “libertinas” de buen entendimiento conjunto, que contribuyeron a engrandecer cada intervención, desde un gran primer acto al pletórico cuarto en el Hòtel Transylvanie junto a Manon. Ópera asturiana que también ofrece un elenco propio para exportar con total garantía, incluyendo a la soprano del coro Elisabeth Expósito como sirvienta.
Impresionante el Conde Des Grieux de Roberto Scandiuzzi, un bajo de verdad, que no abundan, buen cantante y actor, con registro poderoso y color perfecto para este padre que recuerda el Germont verdiano (y con muchos puntos en común incluso en el argumento de esta “Manon”) en sus dos apariciones.
Llegando al cuarteto protagonista masculino es difícil encontrar unas voces tan idóneas, redondas, afinadas, actoralmente impecables y con una línea de canto precisa, sin nasalizar un francés siempre complicado, comenzando por el De Brétigny del bajo barítono mallorquín Pablo López, buen lírico equiparado y constraste idóneo del corrupto Guillot de Morfontaine del tenor granadino Moisés Marín, ambos convincentes, desenvueltos, con sus personajes bien asentados y defendidos.
Punto y aparte el barítono barcelonés Manel Esteve como Lescaut en un momento vocal perfecto, fue el verdadero tercer apoyo de los protagonistas Manon y Des Grieux, aportando toda la gama dramática de un personaje lleno de aristas que su voz y presencia le valieron una de las grandes ovaciones de esta primera función, emulando al mejor Manuel Ausensi que lo cantase hace 75 años (y repitiese en 1956) cuando toda la temporada se celebraba en torno a las fiestas locales de San Mateo tras su paso por la de Bilbao.
No vamos a descubrir a estas alturas al gran tenor tinerfeño Celso Albelo, casi un asturiano más por sus muchos vínculos de su dilatada carrera con esta región, y que debutaba en“su Oviedo” al Caballero Des Grieux. Su voz ha ganado cuerpo y potencia, la gama dinámica sigue siendo admirable y amplia, la pronunciación impecable y totalmente creíble en un rol que parecía llevase años cantándolo. Sobresaliente alumno del siempre querido y recordado Alfredo Kraus en este mismo papel allá por 1964 y 1967 en la capital del Principado, cantado incluso por Pavarotti con Mirella Freni en 1970 y ya más cercano en el tiempo y memoria personal Jaime Aragall en 1975 con Jeanette Pilou. La química necesaria entre Des Grieux y Manon cuando funciona nos deja recuerdos imperecederos, y Albelo junto a “La Puértolas” será uno de ellos. Flechazo vocal y emocional, “siempre nos quedará París”, dúo impactante de tenor y soprano, con el muy sentido segundo acto, la evolución dramática reflejada en la línea de canto, lirismo y pasión, impactante y aún mayor el acto tercero en la escena del Seminario, y rompedor el quinto que remataría esta exitosa première.
La auténtica estrella, protagonista eterna y siempre joven Manon estuvo encarnada por la soprano navarra Sabina Puértolas que volvió a enamorarnos. Casi omnipresente, encantadora, embaucadora, inocente y corrupta, elegante y decadente, siempre refinada, dominadora de la escena de principio a fin, su voz se paseó por todos los estados de ánimo del personaje. Desde el dúo con su primo Lescaut, la delicada aria a la mesita «Adieu notre petite table” del segundo acto, la conocidísima y bellísima “Profitons bien de la jeunesse” del tercer acto, lo más aplaudido del domingo, cada intervención de la navarra era un placer para el oído y la vista, emociones desde Saint-Sulpice hasta el final “Je sena une puré flamee” de la arrepentida y dual Manon para poner el broche final de una celebración que pasará a la historia de la ópera en Oviedo.
FICHA
Domingo 10 de septiembre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «Manon» (1884), música de Jules Massenet; libreto de Henri Meilhac y Philippe Gille, basado en la novela “Manon Lescaut” (1731) del Abate Prévost. Opéra Comique en cinco actos y seis cuadros, estrenada en la Opéra-Comique de París el 19 de enero de 1884. Producción de la Ópera de Oviedo, Teatro Municipal de Santiago de Chile y Auditorio de Tenerife.
FICHA ARTÍSTICA
Manon Lescaut: Sabina Puértolas – El Caballero Des Grieux: Celso Albelo
El Conde Des Grieux: Roberto Scandiuzzi – Lescaut: Manel Esteve – Guillot de Morfontaine: Moisés Marín – De Brétigny: Pablo López – Un Posadero, Portero, Crupier: Abraham García – Poussette: Ana Nebot – Javotte: María Heres – Rosette: Serena Pérez – Guardia jugador: Gaspar Braña – Una sirvienta: Elisabeth Expósito.
Dirección musical: Nuno Coelho – Dirección de escena: Emilio Sagi – Diseño de escenografía:
Daniel Bianco – Diseño de vestuario: Pablo Núñez – Diseño de iluminación: Eduardo Bravo.
Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

El acordeón académico

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Miércoles 19 de abril, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Concierto nº 1666 de la Sociedad Filarmónica de Gijón. Alejandro Ares (acordeón): El acordeón: pasado y presente. Obras de: J. S. Bach, D. Scarlatti, Padre Donostia, Falla, Viatcheslav Semjonov, Fermín Gurbindo, Pablo Moras y Hermes Luaces.

La centenaria sociedad gijonesa sigue apostando por música poco habitual y volvía este miércoles con una propuesta muy interesante además de arriesgada como la que nos traía el gallego «adoptado» asturiano Alejandro Ares (Ferrol, 1985) bajo de título «El acordeón: pasado y presente» como el propio intérprete dejaba por escrito en las siempre excelentes notas al programa que guardo siempre en mi archivo: «El particular carácter del concierto que hoy se ofrece está tanto relacionado con la naturaleza del instrumento protagonista como con las variadas estéticas sonoras que lo vertebran.
Son muchos los tópicos a los que, aún bien entrado el siglo XXI, hace frente el acordeón. Si bien es cierto que en algunos casos siguen estando justificados, en otros tantos habría que comenzar a revisarlos.
Por otra parte, la relativa juventud del acordeón le ha privado históricamente de una identidad propia. El desarrollo de su repertorio fue errático en un principio y más tarde las determinaciones históricas lo han ligado a los lenguajes compositivos propios del siglo XX y, por supuesto, XXI»
.

Desde esta reflexión, el concierto se organizó en dos partes bien diferenciadas que además nos ofreció la posibilidad de disfrutar las cualidades de un instrumento que asociado con lo popular o lo folcórico tiene recursos suficientes para abordar tanto repertorio propio como disfrutarlo desde las transcripciones de otros instrumentos, donde la elección de las obras ya es todo un acierto, y si además lo son del propio intérprete, suponen una plusvalía.

La juventud del acordeón, instrumento que data de 1829 gracias a Ciryl Demiam, aunque le prive del extenso repertorio propio de la mayoría de instrumentos musicales, con estas transcripciones logra evolucionar organológicamente hasta convertirse en un instrumento interesantísimo integrado plenamente en lo que se está llamando «música académica actual» y que forma parte de las enseñanzas en muchos conservatorios como el CONSMUPA. Un programa el de Alejandro Ares que supuso un viaje intenso con su instrumento desde el barroco hasta nuestros días, lleno de profundidad, magisterio y sonidos para degustar.

Así, en la primera parte pudimos escuchar a Johann Sebastian Bach (1685-1750), padre de todas las músicas, su Preludio y Fuga BWV 533 en mi menor, conocido como «La Catedral«, que en la transcripción de Ares me recordó no ya el sonido del armonio (emparentado con el propio acordeón) sino la grandeza del kantor de Leipzig porque su obra suena ideal en cualquier instrumento, esta vez la grandeza del órgano desde la sencillez del acordeón que la transmite más íntima con un dominio de ambas manos más allá de lo que nadie podría esperar entre el «mar de botones». Aunque me perdí el concierto en Covadonga del pasado verano, imagino la emoción de participar en un ciclo de órgano con este «órgano académico» en las manos del profesor Alejandro Ares.

Muy interesante la interpretación en el acordeón de un Domenico Scarlatti (1685-1757) originalmente para clave pero que Ares amplía registros eligiendo la Sonata en fa menor K466 y la Sonata en fa mayor K438 integradas desde la tímbrica propia del acordeón respetando los fraseo percusivo originales y la expresividad que da este aerófono mecánico. Otro tributo barroco como punto de partida antes de llegar a nuestro tiempo.

Y llegarían dos compositores españoles que inspirándose en lo popular, como el origen del acordeón, nos dejarían de nuevo gracias a las transcripciones del maestro Ares, el aire cercano de norte a sur, primero José Antonio Zulaika (1886-1956), más conocido como Padre Donostia (Aita sigo pensando que es otro padre con perdón del euskera) y sus Tres Preludios Vascos (I. Improvisación; II. Oñazez; III. Canción del pastor) donde lo folklórico se elevada casi a sinfónico gracias a la expresividad del acordeón y la sonoridad popular traída a la sala de conciertos. Y otro tanto podría escribir de Manuel de Falla (1876-1946), cuya Serenata Andaluza para piano en el acordeón nos sonó vertiginosamente popular y maravillosamente ejecutada, descubriendo cómo lo nacionalista traspasa fronteras concretas de instrumentaciones y épocas.

Si la primera parte sorprendió por lo novedoso desde el respeto a lo escrito llevado a la mal entendida sencillez del acordeón, la segunda nos llevó «Hacia una identidad propia» como el propio Ares la tituló, el verdadero acordeón académico con cuatro obras universales de nuestro tiempo que exploran un instrumento ya respetado. Primero Viatcheslav Semjonov (1946) con El Don apacible, aires rusos populares escritos ex profeso por uno de los considerados primeros virtuosos del acordeón. Alejandro Ares volcó todo su magisterio en el instrumento para deleitarnos con esta obra titulada como la novela de Mijail Shólojov, el homenaje a los cosacos donde el lirismo y la danza se aunaron en la sonoridad del acordeón.

Personalmente el gran descubrimiento fue el del riojano Fermín Gurbindo (1935-1985) considerado el padre del acordeón en España pues como escribe Ares «En él confluyen paradigmáticamente las dos principales corrientes -popular y erudita- que caracterizan (…) la propia historia del acordeón». Su Fantasía para acordeón (1983) es rica además de exigente no ya por una escritura «distinta» sino por el virtuosismo desplegado y todo la amplia gama sonora del instrumento, efectos sonoros para mostrar las posibilidades de un instrumento ya grande con estos repertorios como el de Gurbindo en las manos de Alejandro Ares.

Finalmente dos compositores jóvenes que le dedicarán al propio intérprete sus obras. Primero el ovetense Pablo Moras (1983) y Stela, nacida en mitad de la pandemia como un viaje interior desde un lenguaje adaptado al acordeón, feliz colaboración compositor e intérprete, para disfrutarla sin palabras previas y cuyo título el polifacético músico asturiano cuenta que es «Un viaje por la naturaleza que nos conduce a un remanso ocupado por una estela que esconde, incrita bajo la maleza, una de las más antiguas melodías de la tradición católica: «Congaudeant Catholici»», música de nuestro tiempo para un instrumento que rejuvenece y crece igual que esta partitura, un universo tímbrico donde respiramos, lloramos y descubrimos lo escondido en una página para disfrutarla muchas más veces.

Y de Hermes Luaces (Madrid, 1975), más allá de lo sinfónico con otra página de encargo para Alejandro Ares, De la luz sobre las cosas (2020), estrenada en Covadonga, metáfora musical llena de color, ritmo, texturas, el camino iniciado en La Rioja por Gurbindo que continúa en la capital española engrandeciendo no solo el repertorio para acordeón sino la composición actual. Las enseñanzas académicas desde la inspiración compositiva del siglo XXI sin complejos ni deudas históricas, música frenética, nuestra y legado para futuras generaciones, algunas presentes en el Jovellanos disfrutando de este concierto.

El regalo vendría de la música para bandoneón, el hermano emigrado a Argentina del original vienés quien Astor Piazzolla (1921-1992) sigue siendo referente, y su Pedro y Pedro la única obra escrita a solo que el acordeón de Alejandro Ares nos evocó desde Gijón con todo el sabor porteño.

Enhorabuena a la Sociedad Filarmónica de Gijón por darnos la oportunidad de disfrutar «otras músicas» con la calidad de este miércoles.

La Ofelia de Hamlet

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Jueves 8 de diciembre de 2022, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo, 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Hamlet” (de Charles Louis Ambroise Thomas, con libreto de Jules Barbier y de Michel Carré basado en la tragedia homónima de William Shakespeare); ópera en cinco actos estrenada en la Ópera de París el 9 de marzo de 1868. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.
Critica para Ópera World del viernes 9 de diciembre, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
Los dramas de Shakespeare son ideales para ponerlos en música y así ha sucedido a lo largo de la historia universal de la ópera, con muchos ejemplos en la memoria de los buenos aficionados. Pero “Hamlet” no ha sido de los más llevados a la escena, por lo que la ópera de Ambroise Thomas era muy esperada en esta première de la 75 temporada ovetense.
Las distintas traducciones al francés, algunas tildadas de “traiciones”, así como las adaptaciones para lograr un libreto cantábile, no deberían asombrar a nadie, y menos en estos tiempos de reescrituras hasta de la propia historia, por lo que quitar y añadir partes de la trama de Don Guillermo, e incluso cambiarle el final, viene bien para alcanzar las metas propuestas en aras de la propia dramaturgia.
Este “Hamlet” de Oviedo, con la puesta en escena de la asturiana Susana Gómez, calificado por ella misma como “la frágil arquitectura de la realidad”, tiene carambolas argumentales en un escenario diría que atemporal y sencillo, en plano inclinado con trampillas efectistas y efectivas, cortinas de azul turquesa o aguamarina, iluminación de Félix Garma que utiliza al final el frío blanco de los fluorescentes, con el siempre elegante vestuario de Gabriela Salaverri solamente colorido para el coro o los personajes femeninos, pero donde el cénit llegaría en los dos últimos actos: la fiesta de la primavera (sin ballet, que sabemos complica y encarece las producciones) y la “escena de la locura” de Ophélie, aclamada por un público expectante, tormenta real de agua y plástico cual hielo, que no destripo (ahora con el anglicismo “hacer spoiler”) para quien acuda a las siguientes representaciones, muy logrado visualmente, más el desenlace en el cementerio de Elsinor (Helsingør en danés), logrado hasta en la fosa con la arena sacada a paladas e igualmente aplaudido, aunque nada sería igual sin un reparto muy homogéneo donde la triunfadora fue Sara Blanch junto al protagonista David Menéndez, dos roles complicados en la lengua de Molière, bien defendidos por este dúo que estuvo bien arropado de principio a fin por el resto del elenco, creciendo a medida que avanzaba la representación.
El príncipe danés estaba originalmente escrito para tenor y el propio Ambroise Thomas hubo de adaptarlo a barítono por no encontrar un cantante que se adaptase a lo escrito por él. Papel exigente y poliédrico, casi omnipresente y sin apenas utilería o atrezo donde apoyar la acción, David Menéndez defendió su partitura desde un trabajo vocal pulcro, una escena que domina como pocos cantantes, y sobre todo un color vocal capaz de expresar todas las emociones de un personaje muy complicado. Pasajes introspectivos muy matizados (el famoso “ser o no ser” colocado en el acto tercero) con arrepentimiento cual plegaria, desazón y rabia contenida sin caer en excesos, como la escena junto al padrastro, buen empaste en dúos, tríos y concertantes, para acabar coronándose rey de la función.
Pero la reina de la noche fue la Ophélie de Sara Blanch en un momento vocal extraordinario, con un personaje que crece a medida que avanza la trama, sobremanera en la esperada locura del cuarto acto que bordó, emocionó y levantó el clamor entre el público que interrumpió la finalización del aria. Si escénicamente supone recrear uno de los momentos más bellos de la historia del arte, coronada de flores y vestida de blanco con un larguísimo velo, su defensa de la partitura sacó lo mejor de su técnica interpretativa al servicio de lo escrito, incluida la canción nórdica que Thomas incluyó tras trabajar en el estreno con la soprano sueca Christine Nilsson, y cantada por la tarraconense más de estilo italiano que francés, reconociendo que resulta complicado “cambiar el chip” de tantos años de estudio, pero su talento, convicción, versión y visión escénica la llevaron a entregarse de lleno y alcanzar el mayor triunfo de la noche.
No se quedó atrás la reina Gertrude interpretada por la mezzo francesa Béatrice Uria Monzon sin problemas idiomáticos ni dramáticos, encarnando sobre la escena otro de los personajes llenos de aristas: madre amada y odiada, amante sin escrúpulos y dolorosamente arrepentida tal como nos la refleja Thomas. Tan solo comentar la poca diferencia de color con la soprano española, aunque su registro grave lógicamente es más rotundo e ideal para su personaje, lo que hubiese enriquecido aún más las apariciones conjuntas de la gala.
En una obra de reparto dominado por hombres, el menorquín Simón Orfila, como Claudius, cumplió con el papel de bajo en su línea de canto segura para un barítono que va cumpliendo años, de registros extremos sin dificultades de volumen, matizado siempre aunque con un vibrato en los agudos actualmente algo exagerado, pletórico sobre la escena y sin enturbiar la calidad global de todas sus intervenciones, siendo un cantante muy querido en la temporada ovetense.
Rotundo el palentino Javier Castañeda como el espectro del rey difunto, asombrando en cada aparición desde la trampilla del suelo al patio de butacas en el final, llenando de sorpresas un papel que traía de nuevo al Campoamor muertos muy vivos y cantados sin problemas, pues esta vez la escena nunca molestó a las voces.
Breves las apariciones de Laërte pero convincente el santanderino Alejandro del Cerro, un tenor seguro de color brillante que además tiene la virtud de empastar bien con todas las voces del reparto además de una escena donde se desenvuelve con soltura. Los papeles cortos son exigentes siempre para redondear una función equilibrada, y por ello hay que destacar en primer lugar a los dos sepultureros, Juan Laborería y David Barrera, que dejaron en alto un último acto brillante en todos los aspectos. Otro tanto para el Marcellus de Josu Cabrero, el Horatio de Carlos Carzoglio o el Polonius cantado por el mexicano Alejandro López, varios debutantes en Oviedo que cumplieron.
Nuevamente reseñar el excelente trabajo del coro titular “Intermezzo” que dirige Pablo Moras en una obra con mucho peso y dificultades: cuerdas afinadas en todos los amplios registros, empaste y potencia exigida por la masa orquestal, escenas coreografiadas muy logradas, desde la fiesta báquica a la palaciega o el último cortejo fúnebre, y las voces graves como titiriteros, junto a una figuración excelente de Emilio Álvarez Gutiérrez, César Baragaño Esteo y Oskar Fresneda Uribe, sobremanera en la representación del “drama dentro del drama”, junto a los alumnos de la asturiana Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) Senén Menéndez Valera y Rafael Ordóñez Arce, pues todos juntos contribuyeron a redondear esta dramaturgia universal y atemporal donde el nivel homogéneo de todos prevaleció y enalteció los protagonismos en una escena convincente.
Dejo para el final la participación en el foso de la OSPA bajo la dirección de la francesa y debutante Audrey Saint-Gil, que pudo sacarle más provecho a una partitura extraordinaria por la orquestación de Thomas (que me recuerda a muchos compatriotas suyos), no solo acompañando a las voces, sin miramientos dinámicos, sino por la enorme cantidad de matices que encierra, llegando a asombrar al propio Chaikovski cuando la escuchó y enamorándose del sonido del saxofón (también protagonista en este “Hamlet”). Los maestros de la orquesta asturiana tienen calidad suficiente y demostrada para exprimirles en una interpretación que resultó suficiente pudiendo haber sido sobresaliente, aunque supongo que con las siguientes funciones vaya mejorando. Desconozco si el material musical de los editores y propietarios de la obra (Alphonse Leduc et Cie, Paris) están a la altura del original de Ambroise o bien que la directora francesa necesite más recorrido para “hacerse con la obra”, que demostró no sólo ser del gusto del público asturiano, también una verdadera gran ópera francesa merecedora de más representaciones ante la excelente acogida que tuvo en este estreno festivo.
Como última curiosidad volver a incidir en lo cansino que resulta el ya habitual “pataleo de la primera función” al discurso asturiano por la megafonía del teatro tras el castellano y el inglés, olvidando la mínima cortesía o educación, que por otra parte asombra al público que viene a Oviedo y pregunta la causa del triste espectáculo previo a cada representación (aunque menguando en decibelios en las siguientes). De las toses y móviles daría para toda una tesis doctoral, aunque no es privilegio de “La Vetusta del XXI” sino toda una pandemia.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, jueves 8 de diciembre de 2022, 19:30 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Hamlet” (de Charles Louis Ambroise Thomas, con libreto de Jules Barbier y de Michel Carré basado en la tragedia homónima de William Shakespeare); ópera en cinco actos estrenada en la Ópera de París el 9 de marzo de 1868. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.
Reparto:
HAMLET: David Menéndez – CLAUDIUS: Simón Orfila – LAËRTE: Alejandro del Cerro – EL ESPECTRO DEL REY DIFUNTO: Javier Castañeda – MARCELLUS: Josu Cabrero – HORATIO: Carlos Carzoglio – POLONIUS: Alejandro López – PRIMER SEPULTURERO: Juan Laborería – SEGUNDO SEPULTURERO: David Barrera – LA REINA GERTRUDE: Béatrice Uria Monzon – OPHÉLIE: Sara Blanch.
DIRECCIÓN MUSICAL: Audrey Saint-Gil – DIRECCIÓN DE ESCENA: Susana Gómez – DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Ricardo Sánchez Cuerda – DISEÑO DE VESTUARIO: Gabriela Salaverri – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Félix Garma – DISEÑO DE VÍDEO: Rubén Rayán – COREOGRAFÍA: Mauricio Villa.
Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).
Recortes de prensa:

Amores sacrificados

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Miércoles 12 de octubre, 19:30 horasTeatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo: tercera función Norma (de Vincenzo Bellini, libreto de Felice Romani, basado en la tragedia Norma ou l’infanticide -1831- de Louis Alexandre Soumet y en la obra Les martyrs -1809- de François-René de Chateaubriand). Tragedia lírica en dos actos. Producción de la Asociación de Amigos Canarios de la Ópera.

Crítica para Ópera World del jueves 13 de octubre con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

En los 75 años de ópera ininterrumpida del Teatro Campoamor, llega esta temporada la obra maestra belcantista de Bellini que ha subido a escena en ocho ocasiones desde 1954 siendo por tanto la novena esta de 2022. En mi recuerdo están Renata Scotto (1975), Montserrat Caballé (1978), Rosalind Plowright (1988) y Sondra Radvanovsky (2011) que han dado vida en Oviedo a Norma, la suma sacerdotisa del dios Irminsul, completando Francesca Sassu la nómina de sopranos.

Tercera función con una excelente entrada y la esperada ópera de Bellini no defraudó aunque tardó en subir enteros. Partitura para el “canto bello” que exige un reparto homogéneo en todos los papeles, exigente desde las primeras apariciones con coros y arias comprometidas que todos conocemos pero que van más allá de la archiconocida Casta Diva. Sólo los druidas comenzaron seguros, con aplomo, pues Oroveso (Giacomo Prestia) de voz rotunda y al fin un bajo, mostró unos agudos algo tirantes y Pollione (José Bros) cantaba con distinto color según el registro, pero ambos irían de menos a más. Parecida sensación la omnipresente Norma (Francesca Sassu) con su aria interpretada de forma personal, diría que más virginal y menos voluptuosa, el primer amor espiritual y etéreo antes de afrontar los amores sacrificados de esposa y madre. Pisando fuerte Adalgisa (Paola Gardina) que mostró sus dotes desde la salida a escena con aplomo y dominio vocal, para dejarnos su amor juvenil entregado, el descubrimiento de la traición, el sacrificio y entrega divina, con un triunfo global en cada aparición echando de menos una mayor diferencia en el color con la protagonista, aunque todos rindieron de menos a más en cada escena de los dos actos.

Si la ópera se arma con un elenco equilibrado, a ello ayudaron las breves pero ajustadas intervenciones tanto Flavio (Facundo Muñoz) como de Clotilde (Serena Pérez), siendo la mezzo asturiana pieza para completar las voces de esta tragedia con tanto sacrificio.

Y el Coro Intermezzo que dirige Pablo Moras, mantuvo el excelente nivel al que nos tiene acostumbrados, tanto druidas como sacerdotisas separados, impresionando sus conjuntos en escena y fuera de ella, de amplios matices además de una escena muy bien trabajada pese a cierto estatismo, lo que en este caso les ayudó al separarse las cuerdas para conseguir la sensación de globalidad coral que siempre da mayor seguridad. Tal vez algo más de empaste en los tenores con el resto del coro hubiese sido ya sobresaliente.

La orquesta Oviedo Filarmonía es otro de los seguros en el foso para los títulos programados, así como la banda interna formada casi en su totalidad por alumnos del Conservatorio Superior de Música, todos bajo la batuta de Renato Balsadonna, que logró sonoridades ideales para aupar el reparto vocal y coral además de dejarnos una excelente obertura.

La amplia figuración, donde están los dos niños sobre los que gira el amor maternal, cerró el equilibrio en escena junto a la sencilla pero lograda ambientación y vestuario de Mario Pontiggia, y los diseños de Antonella Conte y Alfonso Malanda, sin alardes, pero favoreciendo el canto y fidelidad histórica. La luna en la noche, su influjo en el ánimo y la propia naturaleza, tienen todo el sentido en este enfoque de la obra del llamado “Cisne de Catania” en esta producción de la Asociación de Amigos Canarios de la Ópera.

Momentos álgidos en los dúos, tanto los de Norma con Adalgisa y Pollione, con Sassu creciendo dramáticamente y fiel al mejor belcanto, Bros igualando color para dejarnos unos graves claros y los agudos seguros, y Gardina verdadera mezzo de agilidades precisas además de sentidas con una escena imponente, por lo que el trío subió enteros y los concertantes con el coro aportaron el plus de emociones y entrega para esta segunda ópera en la temporada de brillantes ininterrumpidos en el templo de la lírica asturiana.

Me hubiese encantado escuchar el reparto alternativo con la malagueña Berna Perles en el papel estelar, junto a otras voces jóvenes que necesitan más tablas para crecer en este difícil mundo de la lírica, pero mi agenda no da para tanto. La recomendación queda hecha y este viernes con precios populares de los que otros teatros deberían tomar nota. Parafraseando un cuadro de Sorolla solo puedo añadir “Y dicen que la ópera es cara”.

Ficha:

Teatro Campoamor, Oviedo, miércoles 12 de octubre de 2022, 19:30 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: tercera función “Norma” (de Vincenzo Bellini, libreto de Felice Romani, basado en la tragedia “Norma ou l’infanticide” -1831- de Louis Alexandre Soumet y en la obra “Les martyrs” -1809- de François-René de Chateaubriand). Tragedia lírica en dos actos. Producción de la Asociación de Amigos Canarios de la Ópera.

Reparto:

POLLIONE: José Bros; OROVESO: Giacomo Prestia; NORMA: Francesca Sassu; ADALGISA: Paola Gardina; CLOTILDE: Serena Pérez; FLAVIO: Facundo Muñoz.
DIRECCIÓN MUSICAL: Renato Balsadonna; DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE VESTUARIO: Mario Pontiggia; DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Antonella Conte; DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Alfonso Malanda.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

Una dama asturiana y universal

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Martes 13 de septiembre, 19:30 horas. LXXV Temporada de la ópera de Oviedo: Teatro Campoamor. Segunda función: La Dama del Alba (Luis Vázquez del Fresno).

Reseña para Ópera World del miércoles 14 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía, cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

El pasado domingo, tal y como contamos desde aquí, tuvo lugar el estreno absoluto de la ópera del gijonés Luis Vázquez del Fresno (1948) «La dama del alba» basada en el “retablo” homónimo de Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965) y volvíamos al Teatro Campoamor para escuchar el resto del “doble reparto” igualmente muy trabajado, con algunos de ellos repitiendo este martes 13 en plenas Fiestas de San Mateo de la capital asturiana.

La ópera contemporánea ya suma otro título y, como en toda obra, siempre resulta bueno escucharla de nuevo, pues cada interpretación es única, irrepetible y personal pero también la recepción del público, que acudió igualmente ilusionado ante este acontecimiento histórico. Como canta Martín en el primer acto Vale más sembrar una cosecha nueva que llorar por la que se perdió, y esta segunda función personalmente me llenó incluso más que el estreno. Los motivos sobre los que trabaja el compositor se tararean al salir y partir de las notas de nuestro “se oye sonar una gaita” (también “sal a bailar buena moza”) crea melodías que pasan de unos personajes a otros, a la orquesta, trabajándose desde todos los lenguajes que Vázquez del Fresno vuelva en este “retablo musical”.

La escenografía comandada por el asturiano universal Emilio Sagi volvió a convencer y enamorar con su estilo inimitable (sobretelón, espejos…), buenos movimientos organizados por Bianco y la impresionante iluminación de Faura, sin olvidarme esta vez del vestuario de otra carbayona, Susana de Dios, engrandeciendo todo ello la magna partitura del compositor gijonés junto a una OSPA de gran plantilla (con piano, arpa, amplia percusión y hasta saxo) en las manos del avilesino Rubén Díez, verdadero conocedor y concertador de esta ópera, haciendo música en mayúscula tanto instrumentalmente en solitario, caso del inicio, como en el interludio del segundo acto tras el descanso (que marca el paso estacional del invierno al verano en la siempre mágica noche de San Juan), con sonoridades plenas y matizadas, como acompañando las voces, mimándolas ante las dificultades técnicas que supone cada intervención del elenco, coro y solistas, todos con registros extremos donde los graves resultan a veces imperceptibles ante una masa sinfónica siempre controlada desde el foso.

Del estreno dominical repetían en roles breves, pero intensos, la excelente y natural Dorina de la soprano tinerfeña Ruth González que mantiene ese color ideal para encabezar el trío infantil con los cantores de la ovetense Escuela de Música “Divertimento”, en esta función Rita García como Andrés y Carla Gutiérrez en el papel de Falín, pequeñas grandes profesionales; también el siempre seguro tenor sierense Juan Noval-Moro como Quico, nuevamente sobrado en volumen y gusto, más dos de los “pesos pesados” de esta ópera que merecen un aparte.

La Peregrina del contratenor donostiarra Mikel Uskola, algo más potente este martes y buenos cambios de registro aunque adoleciendo de mayor volumen para su protagonismo casi total (nos quedamos con las ganas de haberlo escuchado interpretado por el inicialmente “pensado” Carlos Mena), pero dejándonos dos dúos con el abuelo y Angélica de mucho calado emocional; el tenor uruguayo Santiago Vidal como el “viudo” y enamorado Martín, de nuevo entregado, con un timbre de color agradable y buenos agudos, destacando en el dúo de amor que tiene junto a Adela.

Los debutantes en esta segunda función, con más peso escénico y vocal, fueron el bajo malagueño Luis López Navarro (abuelo), rotundo y potente; la mezzo cántabro-asturiana Marina Pardo (Telva) convincente en toda la tesitura de graves poderosos, muy integrada con su personaje tan cercano a nuestra tierra; la soprano valenciana Maite Alberola (madre) que personalmente fue lo mejor de la velada por su gusto en el canto, variedad expresiva para un rol que la necesita, proyección clara, volumen suficiente en toda la gama de matices, siendo un acierto su elección para contrastar colores; la también soprano y malagueña Berna Perles (Adela), salvada de las aguas, que elevó la calidad del elenco para esta partitura, con un registro de voz corpórea en toda la extensión de su tesitura, brindándonos un emocionante dúo con Martín.

Destacable la breve pero intensa aparición de Angélica que cantó otra asturiana, la soprano María Zapata, con el dramatismo expresado desde el desgarro lógico del personaje, seguridad sobre la escena y dominio vocal para redondear el poderío femenino de esta ópera tan universal como asturiana.

Buena elección de las paletas vocales para cada personaje, defendidos todos y cada uno con entrega, solvencia y seguridad desde unos registros al límite, junto a una “cantilena” donde las “pocas notas” se van modulando sin apenas referencias desde el foso, lo que exige un lirismo común a todas ellas.
Volver a aplaudir el importantísimo papel del Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” dirigido por el ovetense Pablo Moras, hoy más presente fuera de la escena, con los ecos claros, intensidades bien equilibradas y, por supuesto una escena con la danza de San Juan que junto al final coral de apoteosis con todas las voces, resultó un final digno de esta obra de perfumes asturianos y universales.

Encontrar el equilibrio y la homogeneidad global de todos los que han estrenado con tanta calidad esta ópera de Vázquez del Fresno es un verdadero triunfo, aunque todavía haya público que se pierda lo mejor marchándose al descanso. Los aficionados disfrutaron y aplaudieron merecidamente esta segunda función, de nuevo con buena entrada, volviendo a citar lo escrito por Casona en la voz de Martín: “Vale más sembrar una cosecha nueva que llorar por la que se perdió”. Porque nada es igual, cada representación es única, así que volver a disfrutar «La dama del alba» un martes y trece no fue sino una verdadera suerte.

Ficha:

Teatro Campoamor, Oviedo, martes 13 de septiembre de 2022, 19:30 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: segunda función “La Dama del Alba” (música de Luis Vázquez del Fresno y libreto inspirado en la obra de teatro homónima escrita por Alejandro Casona). Ópera en tres actos. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

Reparto:

PEREGRINA: Mikel Uskola; ABUELO: Luis López Navarro; TELVA: Marina Pardo; MADRE: Maite Alberola; ADELA: Berna Perles; MARTÍN: Santiago Vidal; ANGÉLICA: María Zapata; QUICO: Juan Noval-Moro; DORINA: Ruth González; ANDRÉS: Rita García*; FALÍN: Carla Gutiérrez*.
COMPOSITOR: Luis Vázquez del Fresno; DIRECCIÓN MUSICAL: Rubén Díez; DIRECCIÓN DE ESCENA: Emilio Sagi; DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Daniel Bianco; DISEÑO DE VESTUARIO: Susana de Dios; DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Albert Faura.
Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras); * Escuela de Música “Divertimento”.

Asturias ópera universal

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Domingo 11 de septiembre, 19:00 horas. LXXV Temporada de la ópera de Oviedo: Teatro Campoamor. Estreno mundial La Dama del Alba (Luis Vázquez del Fresno).

Reseña para Ópera World del lunes 12 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos, recortes de prensa y tipografía, cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

El gijonés Luis Vázquez del Fresno (1948) lleva media vida, con su ópera «La dama del alba» de la que los primeros esbozos datan de finales de los 80 (aunque fechada entre 1991 y 2003), que al fin se ha estrenado este domingo once de septiembre para inaugurar las Bodas de Platino de la Temporada de Ópera de Oviedo. Mi admirado Luis ha sido y sigue siendo no solo un docente y pianista de referencia sino también uno de nuestros compositores más activos y relevantes del panorama musical desde hace más de medio siglo, con repertorio y obras que abarcan prácticamente todos los géneros y estilos, desde la adaptación y asimilación de material folclórico hasta la música indeterminada. El libreto, también suyo, inspirado en la obra de teatro homónima del escritor asturiano Alejandro Rodríguez Álvarez, conocido como Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965), es un drama rural escrito en 1944 durante su exilio bonaerense y estrenado en la capital argentina el 3 de noviembre de ese año, nada menos que por Margarita Xirgu junto a Alberto Closas, Susana Canales y Amelia de la Torre, verdaderas figuras en la memoria de muchos de mi generación.
La obra teatral comienza «En un lugar de las Asturias de España. Sin tiempo» dejando claras las intenciones de Casona y del propio Vázquez del Fresno: el dónde para configurar un espacio dentro del imaginario colectivo pero no el cuándo que apenas importa, en cualquiera de nuestras «aldeas» pues Asturias siempre es inspiradora desde el exilio, sea físico o interior, con la lucha del amor como fuerza más poderosa que la muerte entre el vigor de la naturaleza que todo lo invade, energía y música vital contra el dolor y la acechanza de la parca seductora que no pierde vigencia en este “Paraíso Natural” además de atemporal, bien llevado a la escena por otro asturiano universal como Emilio Sagi en tándem con Daniel Bianco más la iluminación de Albert Faura, un auténtico acierto que encumbra este teatro cantado, conjunción de lo real y lo onírico en un bosque de robles otoñales y estivales, todo un éxito que arrancó grandes ovaciones.
La música del compositor no solo realza la prosa poética del dramaturgo de Cangas de Narcea, eliminando escenas y diálogos pero manteniendo lo esencial, siempre respetando los textos a base de motivos reconocibles y pegadizos cual leit motiv o idea fija desde sus años de formación parisina, evocando las notas de la melodía asturiana “sal a bailar buena moza” que encajan perfectamente en la letra que Casona pone en boca de sus personajes, también la orquesta, de plantilla amplia con gran percusión e incluyendo también piano, arpa o saxofón y hasta efectos sonoros, forma parte de la propia acción completando momentos de tensión o remanso con un estilo propio que bebe de todo tipo de recursos donde no falta un toque cinematográfico de musical. En este sentido la OSPA fue tan protagonista como las voces para una partitura realmente compleja y muy exigente para todos, especialmente para todo el elenco vocal que apenas tenía referencias, con tesituras extremas donde los graves no siempre resultaron suficientemente audibles pero que el maestro avilesino Rubén Díez siempre intentó mantener el equilibrio entre foso y escena, volcado en este estreno que puso a prueba cada intervención, destacando la obertura y un hermoso interludio del segundo acto muy aplaudido, que marcaba el cambio del invierno al verano tras las siete lunas.
De la parte vocal quiero comenzar destacando al coro titular dirigido por Pablo Moras, con mucha participación fuera de escena que supone un hándicap, contestando la acción como flotando, pero solventado con éxito y mucho ensayo previo, y no digamos su presencia protagonista como aldeanos en la Noche de San Juan o al final de la obra verdaderamente emocionante. Voces muy trabajadas y homogéneas junto a una escena que redondeó este estreno.
También importante el papel que desempeñan los niños: Ruth González como Dorina, con más protagonismo y un color natural perfecto para su rol, más Andrés y Falín cantados por Irene Gutiérrez y Gabriel Orrego de la Escuela «Divertimento», verdadera cantera infantil con una profesionalidad digna de admiración (aportando los dos repartos).
Lo más destacable de la ópera es el papel de la omnipresente muerte, “La Peregrina” que Vázquez del Fresno escribe para contratenor, una voz sugerente para la ambigüedad, de una carga dramática reflejada en su partitura con la que Mikel Uskola hubo de luchar toda la obra, especialmente en los graves poco audibles, pero compensado por los momentos de ternura como la escena con los niños. Inconmensurable su trabajo y entrega pese a su juventud, que se cura con los años, y la voz también.
Son los personajes femeninos sobre los que pivota el grueso de la acción aunque los masculinos sean el contrapunto necesario, elegidos todos en tesituras “clásicas” pero también por los distintos colores, comenzando por el abuelo de David Lagares con un peso escénico y vocal importante que el bajo onubense defendió con solvencia y buen cuerpo, el breve y efectivo Quico del tenor asturiano Juan Noval-Moro con volumen más que suficiente, y el complejo Martín del tenor uruguayo Santiago Vidal que fue de menos a más como su personaje, destacando su dúo con Adela de la escena undécima.
Las mujeres de aldea, duras, matriarcas, también tuvieron que bregar con registros no siempre cómodos y líneas de canto exigentes, luchadoras como sus personajes, comenzando con dos mezzos: la sufrida Telva de la bielorrusa y asturiana de adopción Marina Pinchuk que pasa del dolor por la pérdida de sus siete hijos en la mina (escenificados por robles) a la emoción con los niños o la complicidad con el ama y con Adela, bien reflejado en sus intervenciones; la apenada, esperanzada y finalmente convencida aunque dolorosa madre de Sandra Ferrández, papel menos agradecido pero lleno de matices con momentos de calidad y complicidad en sus dúos.
Y quedan las sopranos: Beatriz Díaz, la más internacional de las nuestras, encarnó a una Adela de tesituras extremas y no siempre agradecidas, poderosa en los agudos, pianos sobrecogedores, gusto en la escena con los niños, entrega total en el dúo con Martín y una línea de canto segura pese a unos graves demasiado exigentes, explotando su ya conocido potencial sobre escena; breve pero igualmente entregada e intensa la Angélica de la pacense Carmen Solís, desgarradora, plena de intensidad vocal y emocional, con color parecido a quien Martín la supliría en su corazón, otro acierto en la elección del elenco.
Estreno esperado de casi tres horas, con una primera parte algo lenta, como la espera de la parca que ahuyentó a parte del público, y la luminosa segunda donde fuimos reconociendo los motivos para llegar al final por todo lo alto con el Campoamor, de gala para este regalo de cumpleaños, aplaudiendo largamente esta ópera de nuestro tiempo y a todos los que hicieron posible esta “Dama de Luis” con un compositor feliz de ver cumplido un sueño. Y mi felicitación para la ópera ovetense por seguir programando obras actuales en la temporada de los 75 años.
El martes 13 asistiré, si nada lo impide, a la segunda función para escuchar y volver a disfrutar con esta obra de mi tiempo por voces de hoy para el futuro.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, domingo 11 de septiembre de 2022, 19:00 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: Estreno mundial “La Dama del Alba” (música de Luis Vázquez del Fresno con libreto inspirado en la obra de teatro homónima de Alejandro Casona). Ópera en tres actos. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.
Reparto:
PEREGRINA: Mikel Uskola; ABUELO: David Lagares; TELVA: Marina Pinchuk; MADRE: Sandra Ferrández; ADELA: Beatriz Díaz; MARTÍN: Santiago Vidal; ANGÉLICA: Carmen Solís; QUICO: Juan Noval-Moro; DORINA: Ruth González; ANDRÉS: Irene Gutiérrez*; FALÍN: Gabriel Orrego*.
COMPOSITOR: Luis Vázquez del Fresno; DIRECCIÓN MUSICAL: Rubén Díez; DIRECCIÓN DE ESCENA: Emilio Sagi; DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Daniel Bianco; DISEÑO DE VESTUARIO: Susana de Dios; DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Albert Faura.
Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras); *Escuela de Música “Divertimento”.

La historia al fin cantada

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Domingo 11 de septiembre, 19:00 horas. LXXV Temporada de la ópera de Oviedo: Teatro Campoamor. Estreno mundial La Dama del Alba (Luis Vázquez del Fresno).

 
Reseña para La Nueva España del lunes 12 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), recortes de prensa y tipografía cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.
Estreno mundial para las Bodas de Platino de la ópera ovetense con esta dama universal de Alejandro Casona contada al fin por Luis Vázquez del Fresno, y cantada por un elenco bien elegido en color y tesitura sobre esa escena de Emilio Sagi que entiende como pocos el “teatro cantado”.
Todo un equipo desde Asturias al mundo, como así la sintió desde el exilio argentino Casona para redondear este regalo de cumpleaños apostando por esta obra esperada tras toda una vida musical como la del gijonés Vázquez del Fresno, escrita desde un estilo propio con una madurez musical envidiable, exigente para todos los intérpretes por los registros extremos, agudos al límite y graves difíciles de escuchar, pero con el objetivo cumplido de cantar esta historia de todos conocida donde texto y música se suman para una acción lenta como la espera peregrina.
Campoamor de gala con presencia de autoridades y cargos públicos, de artistas en las butacas compartiendo emociones con familiares de Casona y Luis, junto a la siempre entendida y fiel afición que atesora mucha experiencia lírica labrada desde aquel 1947, todos llenando este domingo histórico pleno en ilusión y esperanza.
Grandes actores pero sobre todo actrices: solistas y coro, cantando al amor y la muerte, sintiendo esa lucha vital, con una OSPA subrayando magistralmente los textos y llenando la acción sin palabras contando con una amplia plantilla de calidad contrastada en un intermedio muy aplaudido, orquesta colorida además de segura desde el foso, bajo la dirección concienzuda del avilesino Rubén Díez, detallista, atento, mimando las voces en una escena tan nuestra y atemporal como nuestro ovetense Sagi junto a Daniel Bianco sumando la extraordinaria iluminación de Albert Faura que resaltó y encumbró esta ópera de difícil asimilación para muchos de los presentes pero plena de simbolismos y colores (como los siete robles en memoria de los mineros muertos, hijos de Telva).
Destacable el trabajo e implicación de todo el elenco vocal, desde esta Asturias universal, de adopción o nacimiento, transmitiendo la magia lírica, personajes reconocibles hasta en los nombres, reales y ficticios.
Interesante contar con el contratenor Mikel Uskola como Peregrina, gran acierto del compositor (quien pensó originalmente en Carlos Mena) en un rol complicado, algo opaco en el grave (como casi todas las voces), omnipresente y exigente pero también emotivo, especialmente en el conjunto con los tres niños: Dorina, Ruth González, la más protagonista, junto a Falín y Andrés, Gabriel Orrego e Irene Gutiérrez (bravo por esas voces de la Escuela Divertimento).
Impecable el abuelo de David Lagares rotundo y emocionante junto a la Telva de Marina Pinchuk defendiendo su papel con calidad y calidez.
Poderío escénico de la madre Sandra Ferrández, vocalmente exigente (para todos) y la pareja de sufridos enamorados, Adela y Martín, en las bellas voces de Beatriz Díaz siempre entregada y completa en su actuación, junto a Santiago Vidal capaz de completar registros contradictorios bien resueltos en cada intervención, con dúo cargado de emociones además de buen empaste.
Breves papeles pero necesarios los de Quico por Juan Noval-Moro claro e incisivo además de sobrado en volumen, y la Angélica de Carmen Solís resolutiva, plena, desgarradora y volcada en intensidad.
Más otra ovación para el Coro “Intermezzo” de Pablo Moras, solvente fuera de escena, flotando y contestando la acción, e impresionante como pueblo en la mágica noche de San Juan, danza prima incluida.
Éxito en este esperado estreno con mujeres protagonistas para las bodas de platino de nuestra ópera carbayona más universal que nunca desde la Asturias mágica y atemporal.

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