Miércoles, 6 de junio, 19:30 horas. Real Instituto de Estudios Asturianos (Oviedo): I Ciclo de conferencias “Escenas musicales entre los siglos XIX y XX”: Julián Gayarre. La voz del Paraíso.
Óscar Salvoch (escritor e investigador).

Segunda e interesantísima conferencia organizada por «La Castalia» y el propio Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) centrada en la figura del tenor roncalés Julián Gayarre a cargo de Óscar Salvoch, probablemente el más documentado y entregado en investigar además de ahondar en la vida y obra de nuestro primer gran tenor mundial, como bien prueba su libro de casi mil páginas titulado como la conferencia, y que como el propio investigador navarro nos comentaba, hoy daría para triplicar en extensión, además de estar en proceso toda una cronología que sigue creciendo.

Con más público que en la primera y abundando muchos melómanos operófilos, tras las presentaciones de la doctora y miembro correspondiente del RIDEA María Sanhuesa, más admiradora de barítonos que tenores con su sorna habitual, y de Begoña García-Tamargo, en nombre de “La Castalia» del siglo XXI, arrancó una larga pero amena conferencia de Óscar Salvoch nos dejó pinceladas sobre los orígenes humildes del roncalés, sus trabajos, profesores, mentores y todos los detalles de la pequeña historia que hace comprender mejor la importancia de Julián Gayarre en el mundo de la ópera, figura no siempre reconocida por nuestra sociedad poco dada a premiar lo nuestro, sin olvidarse de anécdotas y curiosidades tanto del biografiado como del propio biógrafo que darían para otra película además de las tres rodadas sobre la vida del tenor navarro (a menudo confundido con Pablo Sarasate por eso del paisanaje), de las que desconozco la primera pero he visto las protagonizadas por Alfredo Kraus (con el vinilo rayado de tanto escucharlo antes incluso de visionar la película) y José Carreras, quedándome siempre con el tenor canario.

Imposible resumir su impresionante libro Julián Gayarre: la voz del paraíso (ediciones Eunate) del que se vendieron y firmaron varios ejemplares, incluyendo el mío, pero recordar desde aquí algunas cosas que me encantaron, no solo sus roles en tantas óperas, teatros, el piso madrileño al lado del Teatro Real, la cita de Benito Pérez Galdós jugando con La Favorita y llamando navarros a todos los músicos españoles de su época, el recuerdo de nuestro Clarín que imaginó Los Hugonotes con que el Campoamor inauguraba pero sin Gayarre, el mito y leyenda en torno a un grande cuyas virtudes vendrían del trabajo y no de fenómenos sobrenaturales (qué risa recordando la doble laringe, pasando de una a otra a raíz de la conservación en formol de la original, que incluso ha sido objeto de estudio con las nuevas tecnologías en el Hospital de Navarra), su cabezonería como buen navarro, el breve paso por el Orfeón Pamplonés del que el propio Salvoch es tenor, las jotas que acarrearon alguna multa pero también la ayuda para algún pobre, la muerte de algún ser querido siempre unida a cada triunfo cual maldito tributo personal a la fama y el éxito, sin dejar a un lado los cotilleos más allá de lo calificado rosa como la «fama» de homosexualidad totalmente rebatida ante una vida de amoríos varios, hijos ilegítimos que siguen apareciendo cual doctor Iglesias Puga, y hasta uno presuntamente de su compañera la cantante Elena Sanz tras la gira por Argentina y Brasil, quien vuelve embarazada y atribuyen la paternidad al rey Alfonso XII, de nuevo por una fama cargada de falsedades y medias verdades, aunque Isabel II  llamase a la cantante «mi nuera ante Dios», y la hija reconocida en su propio testamento que fue completando un puzzle al que siguen faltándole piezas. Debate posterior tras el aria de La Gioconda de Ponchielli para el propio Gayarre que la echaba de menos, el Nadir último de un gran jugador de pelota o el deseo de Verdi haciéndole llegar su editor Ricordi el Otello que no estrenaría el navarro.

Pese a la historia de Oviedo en el mundo lírico y cierto paralelismo de los tenores Lorenzo Abruñedo (del que ya se comentó en la primera conferencia) con Julián Gayarre en cuanto al origen humilde y trabajador, el roncalés nunca cantó en Asturias, pero Salvoch nos dejó la relación a partir del «Método de Canto de Benigno Llaneza«, Profesor por oposición en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Oviedo (mi antiguo Conservatorio de la calle Rosal) aprobado por el gran tenor, dejando las fotos que ilustraron esta parte de la conferencia.

Interesante también la historia del Mausoleo de Marianico Benlliure que por deseo de la familia Gayarre terminaría en su pueblo natal y no en la plaza madrileña de Isabel II, detrás del Teatro Real por esos giros del destino, sin ningún atributo cristiano pero lleno de belleza incluso en la simbología: la música llorando, el telón caído, la melodía sustentada por la armonía y el genio de la fama poniendo el oído para escuchar la voz del tenor…

El libro espera su lectura reposada donde aparece todo lo antes comentado, y toda mi admiración por el ingente trabajo de muchos años que todavía continúa Óscar Salvoch, enamorado de su paisano a quien sigue dedicando su tiempo para difundir la vida y obra de una voz nunca suficientemente conocida, de la que no se conserva grabación alguna, contándonos vicisitudes personales sobre este tema donde Patrimonio Nacional, policía y un largo etcétera también darían para una serie televisiva con la ignorancia y la picaresca de trasfondo, aunque no cuento más por ser privilegio de quienes asistimos a esta conferencia, incluyendo alguna otra primicia que deberá esperar publicarse, aunque probablemente el Gobierno de Navarra o algún ayuntamiento sigan prefiriendo financiar otras parcelas totalmente alejadas de la cultura o la propia música. La recientemente fallecida soprano Lina Huarte, que prologa el libro de Óscar, tampoco tiene una calle en su Pamplona natal ni podrá ser reconocida en vida, en un país que sigue ignorando a sus grandes músicos.

El propio Gayarre sufrió el cambio de la Monarquía a la República al quitársele la beca con la que malvivía de estudiante en el decimonónico Conservatorio madrileño, como Eslava y Arrieta en diatribas que ya quisiéramos revivir ante el peso de tanto navarro de postín, pero la realidad nos la dimos de bruces al conocer el recién nombrado Ministro de Cultura saliendo del Palacio del Conde de Toreno.