Continuamos paso a paso en la anormalidad que por lo menos nos permite respirar música, con
intérpretes y obras conocidas, el público volviendo al auditorio con todas las medidas de protección pero palpando la necesidad de un liderazgo para nuestra orquesta del que que este viernes adoleció. Teniendo de concertino invitado a
Pierre Frapier, personalmente noté una lucha de egos a lo largo del concierto entre el segundo de a bordo y el podio, pero aún más en
Grieg.


Kozhukhin se mostró poderoso, fuerte, convincente, seguro con una gran gama dinámica, pero no siempre con la limpieza deseada, luciéndose evidentemente en las
cadenzas y brillando sobremanera en ese hermosísimo
Adagio central. Pero faltó encajar la pulsación, el latir al mismo ritmo con un mismo corazón, pues así deber ser concertar, algo que
Vásquez no logró, puede que por una libertad mala consejera para la precisión necesaria. El sentimiento lo puso
el ruso y lo corpóreo la orquesta, bien balanceada en los planos pero sin el músculo que este
Grieg exige, pasión con precisión. En un concierto tan
escuchado como el del noruego y con
intérpretes que están en nuestras
discotecas y
memoria, este viernes se quedó en poco más que un ensayo general a pesar de haberlo interpretado el jueves
en Gijón.

La propina debía ser
Grieg, breve,
una de las Piezas Líricas que nos dejó mejor sabor de boca por el intimismo, dominio y sonoridad mostrada por
el ruso, de la que careció el concierto por esa sensación de lucha de egos tan habitual
en el mundo musical, tal vez faltó apostar por más entendimiento y sobriedad como en este regalo.

Vásquez al fin dominador y protagonista absoluto de
Brahms con su
Sinfonía no 3 en fa mayor, op. 90 de memoria, curtida y asimilada desde sus enseñanzas con
Abreu, optó por la sonoridad y la pulcritud sabedor de la respuesta correcta de una orquesta que volvió a la solvencia en todas sus secciones, esta vez con unas violas y chelos verdaderamente aterciopelados, presentes y que parecieron más centrados y entregados, así como el solo de
trompa del popular
Take my love, el tercer movimiento,
Poco Allegretto, pero en general diría que simplemente resultó aseada pero sin sustancia, poco contrastados sus movimientos, correcta sin excesos ni entrega, falta de emoción y tensión en una interpretación algo plana que podía haberse exprimido un poco más. Cierto que
esta tercera no es grandiosa ni “
heróica” pero la OSPA es capaz de más y
al pupilo de “
El Sistema” siempre le tocará la odiosa comparación con
Dudamel, su buque insignia.
Plaza del Fresno, s/n, 33007 Oviedo, Asturias, España
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