Sábado 28 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano “Luis G. Iberni”: Jorge Luis Prats (piano), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías (director). Obras de Omar Navarro, P. I. Chaikovski y J. Brahms.
Tenía varios títulos para esta entrada como “Joven madurez”, “Madurez juvenil”, “Juventud y madurez”, mezclando sustantivo y adjetivo para encontrar la forma de explicar este concierto sabatino con un frío exterior contrapuesto al calor e ímpetu de la velada, decantándome por los distintos “Grados de madurez”.
De la madurez en general tengo que hablar para comenzar diciendo que la orquesta capitalina, la Oviedo Filarmonía (OFil) que sigue sin titular, está en esa plenitud alcanzada con el tiempo, siendo las “escapadas de la zarzuela” como un estímulo, saltar del foso al escenario en busca de calidades, más con los refuerzos del CONSMUPA que ayudaron a redondear sonoridad pese a contar de nuevo con solo cuatro contrabajos aunque la tarima sirvió de amplificador; sumemos a Lucas Macías Navarro (Valverde del Camino -Huelva-, 1978), oboísta triunfal en distintas orquestas de renombre mundial y ahora director joven pero ya maduro, recientemente nombrado principal director asistente de la ópera parisina, al que le pronto le saldrán más novias a la vista de sus éxitos al comprobar cómo hizo sonar de madura a la OFil.
Madurez juvenil la del “debutante” Jorge Luis Prats (Camagüey, 1956) en Oviedo, un cubano optimista que parece triunfar algo tarde (sus biografías ponen 2007 como año del despegue internacional) y del que escriben que “sus interpretaciones se basan en los sentimientos y rechazan la teoría“, si bien preferiría ambas cosas. Estoy bastante de acuerdo con “su poderosa pulsación, ataques certeros y fulmíneos, magnífico juego dinámico y su digitación” aunque lo matizaré más adelante, destacando un ímpetu casi adolescente, con todo lo que ello conlleva, contrastando con su voluminosa presencia.
La joven madurez le corresponde al pianista, compositor y director Omar Navarro (Oviedo, 1983) de quien pudimos disfrutar el estreno absoluto de Nocturno para orquesta, con el que se abría el concierto. Su coetáneo Daniel Moro Vallina explica bien en las notas al programa el influjo de la noche no solo en esta partitura, diciendo que “no se trata de un guiño al impresionismo, con su recreación de atmósferas, sino de una reflexión sobre cómo un mismo espacio cambia si se contempla desde diferentes ángulos“, aunque personalmente me evocó esa atmósfera francesa tanto de Debussy como de Ravel en la orquestación (con arpa y celesta), en las líneas melódicas o en el propio armazón de este nocturno sinfónico. Dedicado a los músicos de la orquesta que con Macías alcanzaron unas texturas claras y precisas pese a los cambios de tiempo que encajaron sin problemas, gracias a la implicación de director y orquesta en esta obra nueva que suena atemporalmente conocida, será por ese carácter noctámbulo que muchos compartimos, esperando tenga largo recorrido porque la partitura y su autor lo merecen.
El popular Concierto para piano y orquesta nº 1 en si bemol menor, op. 23 (Chaikovski) admite enfoques para todos los gustos, aunque el de Prats con la OFil y Macías no me convenció mucho, puede que por falta de claridad, excesivo ímpetu en el solista (que no es el de hace diez años), dificultades de concertación ante un rubato por momentos exagerado, si bien no puedo negarle al cubano de padres españoles su pasión algo desmesurada para esta joya de concierto con cierto poso más que reposo, porque como dice el refrán “el que tuvo retuvo“.
La poderosa pulsación no llevó pareja la exactitud en los ataques, sus dinámicas exageradas lo fueron de principio a fin, siendo más agradecidas en el Andantino semplice, con un pedal que ensució más de lo debido aunque hubiese pasajes con aciertos tímbricos, más por el balance instrumental desde el podio que por limpieza en el teclado. Domar este ímpetu juvenil a ciertas edades desde un podio respetuoso se tornó arduo, gustándome más el sonido orquestal que el pianístico, interpretado con pasión por el pianista y atención por una orquesta que intentó plegarse al solista.
Lo mejor tras el Chaikovski previo fueron las cuatro propinas de verdadero sabor latino, de nuevo por entrega más que por virtuosismo. Él mismo en una entrevista hace dos años y medio para El País decía: “yo soy un músico de la calle, pero me encanta decirlo porque, la verdad, todos a quienes admiro lo fueron. Y las raíces de toda la música que consideramos clásica, de Bach a Schubert, son populares“. Y popular en intención y tradición comenzó con su paisano Ernesto Lecuona y la conocida Siempre está en mi corazón que yo descubriese de crío cantada por Alfredo Kraus, al piano todo sentimiento, ambiente nocturno de club en la Florida del exilio, la música folclórica de ida y vuelta, sin etiquetas y directa a lo más íntimo. Ritmo innato llevando lo popular hasta la sala de conciertos como Lecuona con sus Danzas cubanas o las homónimas de Ignacio Cervantes que también están en su repertorio, caso de Los delirios de Rosita, El velorio, La negra también bailaba, más la última y breve Mazurka también de Lecuona, juego con un dedo en glissandi uniendo folclore y humor en el repertorio donde mejor se mueve este juvenil cubano maduro.
Para la segunda parte Brahms y su Sinfonía nº 2 en re mayor, op 73 donde Macías sacó lo mejor de la OFil, unos violines tersos y claros, las violas con su momentos álgidos cantando varias notas de la famosa “canción de cuna” en el Allegro non troppo, los cellos con Ureña marcándose un solo también de lo más lírico, cuatro contrabajos dándolo todo en presencia y claridad, las maderas bien empastadas con intervenciones dignas de admiración y hasta los metales redondos, afinados, sin olvidarme de los timbales mandando con su precisión habitual. Los tiempos elegidos casi metronómicos en las indicaciones, sin demasía, como el Adagio non troppo sin decaer, el Allegretto grazioso (quasi Andantino) perfecto en los planos, y el potente y último Allegro con Spirito coronando una segunda de Brahms digna de las orquestas y directores grandes, y la de Oviedo lo fue este último sábado de abril.