El flautista avilesino Roberto Álvarez, afincado en Singapur hace años, amplía su discografía mientras mantiene su frenética actividad tanto orquestal como docente, siempre bien rodeado de excelentes músicos y compañeros, ayudando a promocionar obras de compositores de nuestro tiempo tras el trabajo anterior dedicado a Francesco Molino (I Molinisti) en compañía del guitarrista Kevin Loh para su sello habitual Centaur.
La pandemia no supuso un parón para «mis músicos«, y qué mejor oportunidad para proseguir con sus enormes ganas de legarnos composiciones para flauta y piano ahora con la ucraniana Kseniia Vokhmianina esta vez para un sello que también apuesta por valores actuales como es Odradek Records con el sugerente título de «El torbellino interior» (The Whirlwind Within).
Tanto las obras como los autores aparecen perfectamente reflejados en un CD muy bien presentado y con los textos en inglés, alemán y español, para un mercado físico que se mantiene, además de la proyección que suponen las plataformas digitales y las redes sociales, hoy verdaderas cartas de presentación para músicos y compositores ante unos gustos cambiantes que optan por lo inmediato en pugna con esta música que necesita su tiempo para degustarla.
Con todo, este «torbellino» de CD, presentado recientemente, es una excelente amalgama de estilos y compositores, música muy bien escrita para ambos instrumentos, la flauta de Roberto y el piano de Kesniia. Siete obras de siete compositores de nuestro tiempo, de mi generación, especialmente el admirado y muy querido maestro Gonzalo Casielles Camblor (1931-2020), todo un referente asturiano como intérprete, compositor y maestro al que Roberto homenajea de la mejor forma posible con El vals de la fortuna, curiosa obra que el propio profesor comentaba «era algo compuesto sobre la marcha, tan sencilla que creía no valía nada» transformando el gordo de la navidad de 1981 (23786) en notas, desarrollando esta preciosa pieza que su discípulo rescató y en agosto de 2014 le solicitó una copia enviándole un arreglo para flauta y piano que se estrenaría al mes siguiente. Gracias por la recuperación y sacar del olvido la música de Casielles con la calidad interpretativa de su alumno aventajado.
Igualmente de interesante la obra del también avilesino Daniel Sánchez Velasco (1972) cuyas tres Dance Preludes (2020) emanan asturianía universal escritas con la frescura del director, compositor y clarinete de la OSPA, perfecto encaje de los solistas, con diálogos bien entendidos, dominio de las cualidades en cada instrumento explotadas con virtuosismo, magisterio y belleza que estos intérpretes elevan a la quinta esencia de la música «hecha en Asturias» para todo el mundo.
La catalana Elisenda Fábregas (1955) afincada y formada en EEUU, firma una Sonata nº 1 para flauta y piano (1995) en cuatro movimientos «clásicos»( I. Allegro; II. Largo; . III. Allegretto scherzando; IV. Allegro molto con brio) tratando los instrumentos en igualdad, música espiritual como describe la propia compositora elogiando la interpretación del dúo, que la grabación nos permite corroborar, motivos y emotivos, aires impresionistas exigentes en técnica que estos virtuosos la hacen cercana y llena de calidad.
También utiliza la forma sonata desde nuestro tiempo el inglés James Rae (1957) y su Sonatina para flauta y piano (2007) en tres movimientos que representan la concepción transfronteriza de lenguaje actual desde un clarinetista que conoce bien «la madera» (I. Aquarelle; II. Nocturne; III. Fire dance), música sin etiquetas por el ambiente creado, giros de jazz enlazando con mi siempre admirado Claude Bolling (1930-2020), otro de los grandes impulsores de la flauta en todos los estilos sin perder la esencia sonora ni su amplísima paleta, como así nos lo han grabado esta pareja astur-ucraniana desde Singapur para todo el orbe melómano.
Se suma a la forma sonata desde el lenguaje actual el británico Mike Mower (1958), compositor, flautista y saxofonista además de músico de estudio, que ha compuesto para la Big Band de la BBC o la Orquesta de Jazz de la capital sueca, ahora con su Sonata nº 3 for flute and piano (2003), cuatripartita con sus movimientos titulados evocando fenómenos geológicos (I. Moraine; II. Escapment; III. Plateau; IV. Scree), el lenguaje de Mower con el que tanto Álvarez como Vokhmianina se encuentran en su salsa, enérgicos, compenetrados y haciendo atemporal una música de nuestro siglo.
El compositor e ingeniero mexicano José Elizondo (1972), alumno de Harvard, compone su Limoncello (2018) lleno de dolor y ritmo, su particular homenaje italiano, exigente para el dúo pues les pide «ser tierno pero no abiertamente dulce, fluido don arrebatos ocasionales brillantes y espontáneos pero no caprichoso, sereno pero ni triste ni melancólico», y los artistas lo consiguen desde un equilibrio elegante, pacifico, creando unas imágenes que tras leer los textos son pura musicoterapia.
Del bonaerense Pablo Aguirre (1967), tres ejemplos en su terreno, pues se ha especializado en esta formación de dúo flauta y piano, con la fusión de lo tradicional y lo clásico que hoy impera en las obras contemporáneas. Tres números que parecen conformar estas estampas emocionales: La fuga (1997), Distancias (2002) y Pasión ensordecedora (1991), aires argentinos bien entendidos y agradecidos, ritmos que contagian sin «milongas», música camerística escrita magistralmente como heredera del irrepetible Piazzolla, e interpretada desde el conocimiento de estos artistas que ejercen como tales en todas sus facetas.
Gracias a Roberto por estos regalos que tengo en un lugar especial y cercano de mi fonoteca, con el cariño de un profesor al que sus buenos alumnos siguen recordando desde los tiempos de pupitre, pizarra y mucha música de todas las épocas y estilos. Al menos lo sembrado se recoger y disfruta.