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Aurum, mujeres al poder

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Miércoles 29 de octubre, 20:30 horas. Auditorio del CONSMUPA, Oviedo: Coro Femenino «Aurum», Elena Rosso Valiña (directora). Obras de César Alejandro Carrillo, Jacobus Gallus, R. Schumann, Eva Ugalde, Jackson Berkey, Javier Fajardo, Idoia Azurmendi, Javier Busto, Tobin Stokes, Josu Elberdin y Julio Domínguez.

El León de Oro más que un proyecto musical es una filosofía coral, una familia numerosa bien avenida y planificada, donde «Aurum» ha alcanzado su mayoría de edad sin abandonar nunca el hogar. En dos años han crecido en todos los sentidos y los premios solamente avalan el duro trabajo bien hecho con Elena Rosso al frente.

Como embajadoras corales acudirán el próximo fin de semana a Tolosa para competir en la 46 edición de su reconocido concurso, con las mejores formaciones mundiales, así que hemos podido comprobar en el auditorio del conservatorio carbayón con un público entendido, que escuchó con riguroso silencio, respeto y admiración, el programa que defenderán en la capital coral guipuzcoana y cantarán en una minigira por tierras vascas antes de llegar al destino final.

Dos partes como es costumbre, polifonía y folklore, difíciles ambas, memorizadas por todas y dando una lección de excelencia en todo: colorido vocal y visual, coreografías, afinación, empaste, dinámicas impresionantes y sobre todo mucha disciplina. Aún retocarán y asegurarán cada una de las partituras que llevan preparadas al detalle. Destacar la (s)elección de obras básicamente actuales, frescas, cercanas al LDO casi todas y perfectamente organizadas para un certamen competitivo donde el nivel global es altísimo aunque la experiencia de las féminas sea grande y garantía de éxito.

Del programa íntegro que dejo aquí, destacar a Schumann, pero especialmente el hermosísimo Miserere de Eva Ugalde que hacen aún mayor emocionalmente, transmitiendo la riqueza de una partitura casi a medida de «las chicas de oro». También el Ascendit Deus de Jackson Berkey por el alarde polifónico de una obra que conjuga el saber del «Ars Antiqva y Ars Nova» ya trabajado por Los Peques de El León de Oro también para Tolosa, pero que Aurum recrean y engrandecen desde su excelencia vocal. Dejo para el final de la primera parte Fervor na brétema de Javier Fajardo (presente en la sala) por tratarse de una obra ejemplar de principio a fin, participación puntual de dos xilófonos (esta vez metalófonos) y tambor de tormenta, reubicaciones de las voces en el escenario, siempre con una sonoridad rotunda, y la belleza de una partitura que estas voces blancas sienten propia, para ellas compuesta y algo indescriptible que transmiten desde el escenario.

Un breve descanso para afrontar la parte de folklore, calzadas con madreñas que no sólo les dan altura sino el recurso de percusiones más allá de lo asturiano, como en el Zutaz del doctor Busto, la maravilla visual y vocal de Ikimilikiliklik (T. Stokes), conjuro de brujas, aquelarre con rememoranzas maoríes, trabalenguas, magia coral en estado puramente femenino, y D’Alborada de Julio Domínguez, más que una recreación de temas asturianos, inspiración donde la percusión de las madreñas vuelve a integrarse en el canto. Excelentes las Aurum con Elena Rosso que vuelve a marcar diferencias en la dirección por su magisterio, gesto claro y preciso, pero sobre todo una trabajadora nata que ve recompensado su esfuerzo.

Gracias a todas y Tolosa disfrutará con ellas, el mejor premio que se puede tener.

Viena con sonido asturiano

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©Foto asturias24.es  ® Gabriel Ureña

El pasado lunes 27 de octubre de 2014 era noticia el violonchelista asturiano Gabriel Ureña por interpretar en Viena la Suite nº 1 de Bach ante la Reina de España, con motivo de la inauguración de una exposición sobre Velázquez en el Museo de la Historia del Arte de la capital austríaca, siendo el primer viaje oficial en solitario de su majestad Doña Letizia, asturiana como Don Gabriel, lo que tuvo más repercusión en la prensa regional, no siempre acertada en algo que algunos han llamado, no exento de crítica «madreñismo» por el afán de buscar orígenes astures a todo aquel personaje conocido, independientemente de sus logros o desmanes. Al menos esta vez sí había algo directamente astur en la capital más musical de Europa.

 

® Gabriel Ureña: Concierto 4 de Mayo en el Palacio Strozzi (Florencia)

El chelista avilesino ha pedido una excedencia en la Oviedo Filarmonía (de la que es solista desde el año 2009, siendo el más joven de las orquestas españolas), para poder cursar un máster de alta especialización en la capital de la música con Natalia Gutman, y también con ella un postgrado en Fiésole (Florencia) para una carrera que nunca tiene fin.

Bebiendo directamente de la alumna de Rostropovich, Gabriel Ureña lleva años con su instrumento a cuestas de aquí para allá, trabajando duramente y viajando para completar una formación que vuelve a demostrar la calidad de nuestros intérpretes asturianos, semillas que han florecido desde la llegada hace más de veinte años de los Virtuosos de Moscú a esta tierra, estéril hasta entonces para los músicos de cuerda pero que supuso un punto de inflexión y solaz de melómanos, agrupaciones instrumentales y salas de concierto, siempre desde el esfuerzo personal de gente joven y de sus familias, sacrificadas en todos los sentidos ante una miopía de los gestores que siguen sin ver en la educación una inversión más que un gasto, y en la música un bien cultural del que cualquier país civilizado presume, incluso en tiempos de crisis.

Cuarteto du Solei: Lukas Medlam, Yury Revich, Jasna Simonovic y Gabriel Ureña ® GUreña

Gabriel Ureña comenzó sus estudios en el Conservatorio «Julián Orbón» de su Avilés natal con Alexander Osokin antes de pasar a Oviedo con Maite Andérez, aunque su calidad e inquietud le llevó a seguir perfeccionándose y aprendiendo. Siempre un placer escucharle en solitario, a dúo, como solista e incluso dentro de la orquesta carbayona cuyas intervenciones, tanto en conciertos como en la ópera, son destacables.

Cuarteto du Solei: Lukas Medlam, Yury Revich, Jasna Simonovic y Gabriel Ureña ® GUreña

En Viena Gabriel forma parte, entre otros del Quatuor du Solei (sustituyendo a Steffan Morris) y con el Ensemble Barroco Contemporáneo de Austria interpretó en otro acto, nada menos que en el famoso Palacio Imperial, un cuarteto de Boccherini.

Como él mismo contaba en la entrevista publicada por el diario LNE, «esta carrera conlleva sacrificio, mucho viaje, pero el esfuerzo se ve recompensado cuando compruebas que el público disfruta con lo que haces«, y quienes le seguimos desde sus inicios podemos corroborarlo. De sus andanzas tengo noticias suyas por las redes sociales, donde encuentra hueco para compartir vivencias con su legión de seguidores, unido a un carácter que le abre todas las puertas. Además de hablar inglés, italiano o el alemán que ya maneja con soltura, el único lenguaje universal sigue siendo la música, y Gabriel es políglota, además de responsable y consecuente, un ejemplo para una juventud que estamos exportando, esperando no se queden en otras tierras porque sería perder una inversión de todos.

La actividad vienesa es frenética, arte en cada esquina, música por todas partes acudiendo a conciertos en sedes históricas o actuando en esos mismos escenarios. La carrera de Gabriel Ureña está bien enfocada y tiene compromisos para todo el curso, recalando en la Sociedad Filarmónica de Oviedo allá para el 12 de mayo de 2015 sin perder ni un minuto. Al menos podemos presumir de un músico asturiano «coronado» en Viena con calidad reconocida y embajador de nuestra tierra, orgullo para todos y envidia (sana) de muchos colegas. Seguiré mandándole «MUCHO CUCHO©».

Sir John impuso el silencio con la música

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Domingo 26 de octubre, 19:00 horas. Conciertos del Auditorio, OviedoAnn Hallenberg (mezzo), Orquesta Revolucionaria y Romántica, Sir John Eliot Gardiner (director). Obras de Beethoven y Berlioz.

Es triste que la megafonía tenga que avisar al «respetable» cómo comportarse o amenazar en nombre del señor director que de persistir la mala educación se vería obligado a detener el concierto. También es triste y hace sentir vergüenza ajena, que solo «por las malas» y a base de imperativos, todo funcione como debería, dado que la incultura, falta de civismo o directamente grosería de parte del público lleva tiempo siendo preocupante. No es ahora el momento de detenernos en esta cuestión, pero me hace interrogarme por las causas de esta situación, así como no llenar el auditorio cuando programa e intérpretes pasarán a la historia musical local, con un horario dominical más europeo y hasta una climatología benigna, casi veraniega cuando esperan los santos a la vuelta de la esquina.

Atesoro grabaciones que con el tiempo resultan joyas, y así guardo la integral de las sinfonías de Beethoven que ya tienen 20 años con los mismos intérpretes de este concierto único e irrepetible, incluso la primera aproximación a Berlioz, sin olvidarse de Brahms. No están tan distantes pero sí (re)posados y los oídos cada vez más hechos a estas sonoridades de las que Sir John y esta orquesta, más romántica que revolucionaria tras sus bodas de plata, nos ofrecieron con el directo siempre único y la interpretación de las dos «B» que resultaron literalmente «BBB» no ya de muy buenas sino de magistrales.
La Obertura Leonore nº 2, op. 72a de Beethoven nos dejó con el alma en un puño desde el primer acorde, con unos silencios, rotos por la «legión revientaconciertos», sobrecogedores, realmente preparatorios de una acción que la música del sordo genial prepara en cada nota para su Fidelio. Instrumentos originales, colocación, sonoridades cuidadas al detalle y la sabiduría de la batuta del maestro con una orquesta entregada, atenta, tocando todo lo escrito pero plegada a cada gesto de su líder. El solo de trompeta desde el segundo piso redondeó una Leonora magistral como Beethoven probablemente la hubiese querido escuchar.
Les nuits d’étè, op. 7 (Berlioz) con esta formación son seis delicias para voz (tenor o mezzo) y piano con los poemas de Gautier que orquestadas por un dominador como el francés e interpretadas desde el buen gusto tanto por la mezzo sueca como desde el sonido aterciopelado de «la orquesta de Gardiner», resultaron íntimas, dulces sin almibarismos, contrastadas y románticas de trazo fino. Ann Hallenberg en esta gira forma parte de un trío que completan según calendario y disponibilidades Susan Graham y Anna Caterina Antonacci, tal vez más apropiadas para esta obra temprana del francés que la sueca, pero su musicalidad, correcta emisión, grave débil pero consistente y ausencia de estridencias, siendo arropada en cada uno de los poemas por una orquesta cual guante para su voz, nos dieron una versión más que aseada de esta maravillosa partitura, especialmente en Le spectre de la rose y L’ile inconnue.
El aviso amenazante por megafonía tras el escándalo de ruidos, toses, portazos y demás durante la primera parte, surtió el efecto deseado y cual liturgia profana en total silencio, pudimos escuchar la Sinfonía nº 5 en do menor, op. 67, «la Quinta de Beethoven» con todo el poder musical de transportarnos al momento de su estreno en tarde otoñal tras «noches de verano» antes del descanso, violines en pie, metales también durante sus intervenciones siempre ajustadas. No es cuestión de descubrir cualidades de intérpretes o de una obra maestra, pero desde el inicio Gardiner marca las diferencias: Allegro con brio, el tiempo justo, casi metronómico leyendo todo, marcando todo, manejando dinámicas y agógica con el magisterio reconocido y una orquesta plegada, disciplinada, esforzada en responder a cada llamada desde el podio. Poder escuchar todas las notas escritas por Beethoven en el plano justo es casi milagroso en directo pero funcionó y de qué manera.
El Andante con moto dibujó el rigor con la esquisitez del mando bien entendido, matices extremos sin perder compostura ni unidad sonora, la lectura al pie de la letra con las duraciones exactas de cada figura, de cada silencio, los crescendo, ataques, fraseos, equilibrio entre las secciones. Otra maravilla.
Un poco de aire y afinación fueron aprovechados por algún desconsiderado que se atrevió a toser aunque «mezzoforte» antes de afrontar los dos movimientos que quedaban. El Scherzo nunca lo volveremos a escuchar igual, creador de intrigas en una cuerda presente nada hiriente, pasajes delineados a la perfección, la transición al Allegro con maderas nobles y la aparición brillante de un «tutti» como nunca en el final, todo medido pero exhuberante en calidades sonoras, ambicioso de principio a fin, destacando hasta el «piccolo» de madera colocada la intérprete atrás y arriba con los trombones para no sobrevolar en su tesitura y frecuencias ni un ápice por encima del resto, discreción sonora sin perdernos ni una nota. Músicos humanos, alguna nota falsa (normal en instrumentos naturales) e incluso alguna entrada mínimamente fuera de sitio, pero que nunca empañaron una visión de conjunto que Gardiner entiende desde hace muchos años, más con esta orquesta adaptada a repertorios clásicos y románticos que todavía nos dará alegrías y nuevas grabaciones.

Cuando el concierto es sagrado, los silencios son tan importantes como la propia música, y solamente Gardiner cual máxima pontífice, logró alcanzar el milagro interpretativo. Otro hito para Oviedo y su auditorio.

Seronda en Moreda con folk

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Sábado 25 de octubre, 20:00 horas. Teatro Cine Carmen, Casa de Cultura, Moreda: «Tocando pelos pueblos«, XVIII Muestra de Música Tradicional: Azarbe (Murcia) y Cerezal (Asturias). Organiza: Humanitarios de San Martín, Moreda (Aller).

«Seronda» es como llamamos al otoño en Asturias, y Moreda tiene su mayor festividad en plena caída de la hoja y matanzas que llenarán las despensas para el largo invierno, aunque el tiempo real resultase veraniego antes incluso del llamado «veranín de San Martín». Y aparecía Tavio, «alma mater» de esta muestra que ya cumple su mayoría de edad, tocando al «curdión» con gaiteru el «Himno de los Humanitarios«, sin la letra de Pepe Campo pero con el arreglo musical de Vima, recientemente fallecido y como homenaje a ambos ya desaparecidos, cuyo himno seguirá sonando siempre durante las fiestas del 11 de noviembre.

Tras la presentación de la muestra y entregar un detalle a la autora del cartel de este año, Ana Santirso Taladrid, pasó a presentarnos a
Cerezal, que nos dejarían una hora larga de temas, muchos del primer CD que pronto verá la luz, tras una maqueta inicial que fue también su presentación el 21 de diciembre del pasado año en Mieres.

Imposible desgranar por escrito cada tema donde los cinco componentes se desenvuelven cómodos, con soltura y compartiendo protagonismo sobre el escenario, desde una sobriedad más que digna: David Mori (flautas y gaita), Juan José Díaz (percusión), Juan Yagüe (guitarras), Gonzalo Pumares (violín) y Andrea Álvarez (voz) son Cerezal, sin más etiquetas, música de la tierra con la óptica actual, bien recreándola desde unas interpretaciones propias, frescas, o directamente temas suyos con letras como las del candasín Xurde Fernández, donde las melodías engrandecen unos textos ya de por sí hermosos. Quedé con ganas de contar aquella presentación en las navidades del 2013 pero esta vez no podía callar…

Una tras otra fueron sonando en el teatro allerano Llingua de cristal,  La to solombra,  Cereces, reelaboración de un tema allerano por transmisión oral precisamente de la «güela de Andrea», referencias al «Baile» recogido por Torner (No quiero que me cortexes), De la to parte más tranquila tras la movida previa y buscando mantener el equilibrio en los aires, Les foles con letra de Xurde. Sin apenas descanso vuelve la tradición: la Danza de San Xuan mierense, buena adaptación y actualización de un tema genético para muchos, Islla n’el cielu propia con un inicio muy original de guitarra y «pizzicatto» en violín que va creciendo sobre la siempre mágica voz de Andrea hasta un final arrebatador en tutti instrumental, potente y bien ensamblado con una nueva aparición vocal sumándose a ese espectáculo sonoro ensamblando dos temas;  Con los güeyos cerraos también del poeta candasín, tema de amor tornando a final alegre desde una monodia acompañada que se abre al cielo rítmico muy trabajado.

En estos conciertos no puede faltar algún tema instrumental donde todos los intérpretes demuestran su virtuosismo, así el Romaní dedicado al arpista gallego que perdió un dedo y reinventó su técnica cual Django, y marcha férrea, de tren country al más puro Crosby-Stills-Nash-Young o un traverso de madera cual flauta dorada de Jethro Tull que te lleva de vuelta a casa desde La Truena («Con qué lavas la cara») cantado con Andrea y de polirritmia potente, casi zortzico. Siempre sorprendiendo con una «añada» (nana) pero al revés, de hijo a padre o madre, Durmi para romper el adormecer y despertar, aires de jazz con violín compartiendo melodía con voz, percusión siempre acertada y entrando la gaita rotunda, contrastes emocionales y presencia elegante de la guitarra más allá del puro rasgueo.

El final otro tema vocal suyo, en la línea Cerezal, Llueve con luz propia, tormenta musical con la ventana luminosa de un futuro prometedor que es toda una realidad.

Con el tiempo necesario para realizar los cambios de microfonía (bien el sonido del concierto) y ubicaciones, llegaba desde Murcia el folklore más apegado a la tierra, azarbe como acequia que transporta los sobrantes del regadío, tradicional de pura raíz como «las cuadrillas» en las que se inspiran sin olvidar pequeños guiños y actualizaciones tanto instrumentales como armónicas. Azarbe llegaron en gira a Moreda para celebrar sus 15 años, todo un mundo para una formación folk que fiel al nombre nos transporta a su tierra y tiempos antiguos desde el presente cercano. Con Pedro López a las guitarras, Oscar Esteban en las percusiones, Germán Medina con bandurria y laúd, Mario Martínez al violín y la voz de Consuelo González, natural con ornamentaciones y giros del sur, capaces de cantar copla, flamenco… pero también, por qué no, tonada asturiana, misma raíz de la música tradicional. Fueron haciendo un repaso a su música, sus raíces, las mismas para toda la piel de toro con la «climatología» que influye en la maduración y procesado de todos estos productos que nos enriquecen como país y dan las variedades que conforman un producto único a la vez que diferente.

Vengo de la romería un romance de tabernas, una «parranda floría» para seguir Joteando, siempre con esa voz natural de Consuelo, agradable, cercana, acompañada de una instrumentación apegada a la tierra y músicos completos que también dejaron su impronta con un par de «foxtrot» como El bichito donde laúd y violín llevan la pegadiza melodía, arropada por guitarra y percusión, la historia en blanco y negro con la radio en todas las casas, también folklore y tradición,
más cercana al cuplé o al cabaret, de geografía Algora (Guadalajara), volviendo la voz con un aguinaldo en fecha cercana para ello, En el lugar en que yo nací. Maravillosas siempre las jotas, propias, casi flamencas o rumba por ritmo y letra siempre con doble sentido: Dos rosales. Cantos mediterráneos, del norte de Almería, del sur de Albacete, de Murcia… ¡Con alegría!

Recreando Murcia y sus cuadrillas nos cantaron una malagueña tradicional y una seguidilla o parranda fusionada con jota a voz, guitarra y pandereta. Sólo faltaba el baile porque colorido lo tenía la propia música.

Prosiguieron todos con esos cantos tan meridionales como «los mayos», canto a la naturaleza que la iglesia también se apropió, los escuchados del sur de Albacete con Bienvenido mayo, acompañamiento de folía o granadina seguido del fandango Agua por venir, malagueña por el acompañamiento de guitarra en todo un muestrario de «palos», ritmos,  para acabar con otra malagueña, Amor que me das, una cartagenera de ida y vuelta. Tuvieron que volver tras los aplausos del público que todavía pedía más aunque se acercasen las once de la noche, para despedirnos con música de la huerta.

Felicidades a la organización por seguir mostrándonos la riqueza de la música, sin etiquetas.

Salitre también en el aire

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Jueves 23 de octubre, 19:00 horas. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias: «La Carrera de América», conferencia de Juan Carlos De La Madrid.

La capital del Principado estaba este jueves otoñal tomada por la policía pero en «El Bellas Artes» olía a salitre, a puerto pesquero, a emoción en el relato, público con el corazón en ultramar, música bañada en lágrimas y la historia como evasión a un mundo en «la otra capital» en esta tarde donde lo real se palpaba en el museo y lo que en él acontecía, Darío Regoyos, Nicanor Piñole y tantos otros como callados testigos de excepción.

Alfonso Palacio, director del museo, hacía la presentación de una original actividad a partir de un cuadro de mediados del siglo XIX perteneciente a los fondos de nuestra pinacoteca: La corbeta ‘Villa de Avilés’, de William Andrews Nesfield (1793-1881), un buque construido en 1851, que transportó cincuenta mil jóvenes emigrantes entre los años 1853 y 1869.

Y ese cuadro que hoy ocupaba la segunda planta estaba en la charla del polifacético Juan Carlos De La Madrid, autor del libreto de la zarzuela La Carrera de América con música de Rubén Díez Fernández, dos avilesinos nacidos en la llamada Villa del Adelantado de la Florida, tierra de marinos como Pedro Menéndez.

Nos embarcamos en un viaje lejano desde la cercanía del verbo fácil del historiador y la música atemporal del compositor, todo bien aderezado en alternancia equilibrada que siempre evitó naufragios. Al contrario, las felicitaciones tras hora y media de conferencia y música demostraron que el museo está vivo, la música ya no puede faltar, y el tema bien ensamblado hacía imposible varar.

Rubén Díez al piano electrónico y dirección, fue desgranando en medio del relato distintos números de una zarzuela estrenada, como no podía ser menos, en Avilés allá por el 2007, con mi querida Beatriz Díaz, la Sabugo Filarmonía o Gabriel Ureña entre otros.

La soprano María Fidalgo, el tenor Pablo Romero, el cellista Pelayo Cuéllar y varias voces blancas de la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» (de la que el propio Rubén es director adjunto aunque viva en el Teatro Campoamor, como ironizó Juan Carlos), pusieron el complemento a una modélica charla con ilustraciones visuales y musicales. No en vano era «una conferencia en todos los sentidos».

El Intermezzo con piano y cello fue casi obertura para una zarzuela contada y cantada, la belleza del sonido de Pelayo Cuéllar, con música en los genes, y un piano capaz de suplir la orquesta original, realidades entremezcladas con el relato de aquellos emigrantes que viajaban en condiciones infrahumanas casi similares a las pateras que dos siglos después buscan lo mismo, dejando atrás familias, ilusiones, amores como el dúo de Teresa y Andrés, María Fidalgo y Pablo Romero más el coro de mujeres de «la Capilla». Fotografías de los pequeños puertos de Gijón o Avilés desde donde marchaban a hacer fortuna allende los mares, La Habana siempre arrebatadora, Buenos Aires y el puerto del barrio de la Bocca, Caracas…

Relato de viajes y desgracias, idas sin vueltas, tragedias, barcos de vela como cascarones en el Atlántico, añorando al amado como en el «Tema de Andrés» cantado con emoción por María Fidalgo, haciendo resonar la sala que pese a no reunir las mejores condiciones acústicas y tener la orquesta reducida al piano, conmovió desde la hermosísima y sentida melodía compuesta por el músico avilesino para una voz bien timbrada.

La segunda oleada de emigrantes en los años 70 del siglo XIX cambiaron condiciones y tiempo para la misma distancia, vapores y grandes veleros, la independencia de Cuba y esa otra emigración que ya no partía de nuestra tierra por necesitar auténticos puertos pesqueros, emigrantes que cambiaban «la carrera de América» por «América como carrera», otro tipo de tripulaciones, de viaje y de puertos para atravesar el Atlántico en 10 días hasta que la Primera Guerra Mundial truncaría el devenir de la propia historia.

No faltó un poema o chascarrillo a cargo del siempre ameno Juan Carlos De La Madrid, donde la «sorpresa» estaba en decir que nadie la recordaría desde que se escuchó en el estreno, surgiendo la espontánea a cantar «Cuello vuelto», la soprano Patricia Martínez cual cupletista que redondearía estos fragmentos de la primera zarzuela del siglo XXI rememorando el XIX.

Quedaba el colofón y remate para hablar de «El Palacio de Cristal«, un conocido comercio en Cuba del avilesino Servando Ovies, que en una escapada a la tierra con el poderío del emigrante empresario, volvía a Cuba en el «Titanic«, siendo leyenda antes y después, encarnando y uniendo las dos oleadas que De La Madrid nos contó y el elenco cantó.

Andrés vuelve al pueblo, Pablo Romero canta «Luché en La Habana» con el acompañamiento al piano del compositor, historia hecha zarzuela, historia como el cuadro de Nesfield que nos acompañó, o la historia de la nota amarillenta perdida como el barco más famoso de la historia para un «Fin» con banda sonora de cello y piano en la mejor tradición de los inicios del cine, otro tema que los protagonistas de hoy, letra y música, también dominan. Seguramente habrá otra «conferencia-performance», aunque se necesiten patrocinadores y mecenas para poder subir a un escenario «La Carrera de América» completa. Mientras en la calle, mucha policía para algo poco real. El pasado se hizo presente con el verso y la música, la historia cercana y misteriosa como la sal que está en las lágrimas y en la mar.

Ensayando para los reyes

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Miércoles 22 de octubre, 20:30 horas. Auditorio de Oviedo, XXIII Concierto Premios Príncipe de Asturias, ensayo general. W. A. Mozart: Réquiem en re menor, K. 626. Ainhoa Arteta (soprano), Maite Arruabarrena (mezzo), Luis Dámaso (tenor), José Antonio López (barítono-bajo), Coro de la Fundación Príncipe de Asturias (maestro de coro: José Esteban García Miranda), OSPA, Rossen Milanov (director). Entrada libre previa recogida de invitación.

Veintitrés años de conciertos para una semana donde Oviedo se viste de gala para entregar sus galardones más internacionales, pero donde la crisis se nota también. Atrás quedaron las semanas de música con el patrocinio de unas perdidas cajas de ahorros y sus obras sociales, reeconvertidas en bancos que no suelen entender la música como inversión, con figuras internacionales y obras para recordar.

Para este 2014 la FPA ha programado el siempre bello, emocionante y exigente Réquiem de Mozart a cuyo ensayo general acudió público variado que llenó el auditorio aunque desconociendo probablemente qué es un ensayo, donde los solistas no suelen darlo todo (enhorabuena para los que sí), se cronometran y ajustan últimos detalles de protocolo, para finalmente retocar o dar esas anotaciones necesarias que desemboquen en un concierto lo mejor posible.

Con la plantilla al completo y en pie se comenzó con el Himno nacional de España que el maestro Milanov aún no parece dominar, siendo imperdonables desajustes hasta en los platillazos. Menos mal que no se tiene en cuenta para la crítica la ejecución (nunca más literal) del himno patrio, sin letra aunque el coro permaneció en escena preparado para la siguiente.

Reubicados y con la plantilla mozartiana para su obra póstuma comenzó titubeante el Requiem aeternam, primero orquesta y después un coro que se adapta a lo que le pidan, y personalmente me congratula porque creo que les faltó más confianza con el director, aunque solventaron la papeleta con una profesionalidad de la que siempre hacen gala. El trabajo de años con Pepu al frente se nota, logrando una formación moldeable, rigurosa y precisa, con una gama dinámica sobresaliente en todas las cuerdas, aportando seguridad. Hasta el Confutatis no hubo comunicación ni interpretación, demasiado silábico y marcado todo, faltando más legato y expresividad, mayor contraste entre orquesta y coro, que no tienen porqué sonar iguales, el contraste es una de las grandezas de esta obra del prodigio de Salzburgo. El Lacrimosa resultó de lo mejor, realmente emocionante y a punto de saltársenos las lágrimas porque la sal apareció por fin. Y con el Sanctus ya parecieron entenderse todos mejor (bien el fugado), si bien eran las voces quienes acababan encontrando la pulsación poco precisa del maestro búlgaro que no parece encontrarse cómodo con estos repertorios, debiendo percatarse que los coristas deben tener siempre claro el tempo y las entradas, algo difícil con la gestualidad del titular. Conocer la obra como este coro siempre ayuda y fueron realmente quienes mantuvieron el tipo. Mis felicitaciones para ellos.

Del cuarteto solista siempre destacar a Ainhoa Arteta, una figura internacional cercana, volcada durante todo el ensayo, incluso en las repeticiones posteriores, cuya voz siempre es un placer degustar con Mozart. Otro tanto de José Antonio López, potencia, claridad de emisión y musicalidad en todas sus intervenciones, convenciendo en el Tuba mirum de inicio a final, bien secundado por Luis Dámaso que cumplió y empastó con sus compañeros, línea de canto hermosa perfectamente adaptada a la partitura; pues el director no pareció pedirles nada especial, por otra parte difícil en una obra tan conocida y cantada. Una pena Maite Arruabarrena que «dejó cojo el banco» y siempre oscurecida, poco volumen, tapada en la mayoría de sus intervenciones, de registro grave inaudible (y esta vez estaba en la fila siete) dejando el medio y agudo justo para poder apreciarla. Supongo que en el concierto será otra cosa, aunque a la vista de los mimbres no sé qué cesto saldrá. Tampoco se contagió de la entrega de sus compañeros, aunque repito que un ensayo general suele ser así.

La orquesta tiene a Mozart en sus genes, siendo capaz de lo mejor y lo peor, incluso de combinarlo en una misma obra. Por lo menos el director corrigió al final detalles que son casi de manual, de los que los profesores tomaron nota. Pienso que sigue faltando más precisión en el podio, no es solamente el discurso musical o los matices, que están siempre pero que sin una pulsación clara (haya o no rubati) es inexistente el encaje necesario, por otra parte más difícil en los ritardandi que sí entienden a la primera. La preocupación por el color sigue vigente, colocaciones incluso de los solistas entre coro y orquesta, eligiendo timbales de bronce o trompetas de llaves, pero la línea no debe sacrificarse en pos del color, menos en el Clasicismo. Felicitar esta vez a los trombones, especialmente en los solos, capaces de transmitir esa sensación orgánica que todo el Requiem respira.

Final con Asturias patria querida y mismas sensaciones, tapado por un público que no mantiene pulso con el escenario y acaba «mandando», populismo mal entendido nuevamente para un himno que, hace tiempo ya comenté, se le viste de solemnidad con una orquestación para estos momentos.

Después vinieron las correcciones puntuales con parte del público interrumpiendo al salir en plena labor directorial. Del técnico de sonido preparando la microfonía mientras sonaba Mozart mejor ni opino porque denota falta de prudencia, algo parecido a los fotógrafos cuyos clic enturbian y rompen un ambiente necesariamente de concentración. Hubo tiempo para enchufar antes del inicio, y ajustar niveles sin tanta molestia para todos, incluso la visual.

El jueves es el día, Felipe y Letizia estuvieron como príncipes y vuelven como reyes, aunque todos sabemos que la melómana es Doña Sofía. El concierto no llega a la hora y Mozart gusta a todos, incluso a los entendidos…

Distintos, no distantes

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Viernes 17 de octubre, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Sabina Puértolas (soprano), Mª José Suárez (mezzo), Roger Padullés (tenor), Christopher Robertson (barítono), Coro «El León de Oro» (director: Marco A. García de Paz), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (Director). Obras de Bach y Schönberg.

Comienza la temporada de los Conciertos del Auditorio con dos mundos totalmente distintos en un mismo universo sonoro, dos obras opuestas, «amor sacro y amor profano» que titula Juan Manuel Viana sus notas al programa, dos visiones distintas pero no distantes pero capaces de mostrar la versatilidad de una orquesta que sigue ganando en calidades bajo la dirección de su titular, y disfrutar de nuevo con el mejor coro asturiano capaz de cantar «a capella» o con orquesta siendo su sonoridad la de un instrumento más sin renunciar a sus señas de identidad: la búsqueda de la perfección desde un arduo y meticuloso trabajo que les ha llevado a triunfar incluso en Londres y todavía nos seguirán dando muchas alegrías.

El Magnificat en re mayor, BWV 243 (J. S. Bach) representa un despliegue sonoro y catálogo de emociones en sus doce números bien contrapuestos como joya barroca que es y cántico de la iglesia católica donde el genio nacido en Eisenach logra exprimir los textos en latín como si de su lengua vernácula se tratase. Una orquesta reducida y colocada para la ocasión (con el continuo de Sergei Bezrodni), cuatro solistas aseados y un coro valiente, convencido desde la primera intervención, siempre con las intensidades adecuadas, presencia y musicalidad en una formación que sigue renovando voces sin perder un ápice una sonoridad y estilo propio. Conviene recordar la dificultad técnica de esta obra cuya virtud está en parecer sencilla, y los tres números corales finales así sonaron, desde el potente fugado del Fecit potentiam hasta el Gloria Patri en momentos celestiales.

Me sorprendió la actitud corporal de Sabina Puértolas por una gestualidad a la que no estamos acostumbrados en estas obras. siempre más recogida incluso en la posición para sujetar la partitura, pero su voz y gusto superaron presencia en el Et exsultavit y continuaron en Quia respexit, cumpliendo sobradamente (con su «Micaela» madrileña aún en el subconsciente). El barítono Robertson, estadounidense afincado en Bilbao, cantó con el continuo su Quia fecit algo corto en el grave -parece difícil encontrar bajos cantantes, recurriendo a barítonos cuyo color de voz nunca es igual- aunque suficientemente. Del tenor catalán especialista en estos repertorios, me gustó cómo empastó con la mezzo asturiana en Et misericordia pero su Deposuit quedó algo mermado en volúmenes buscando asegurar afinaciones desde unas dinámicas menos arriesgadas, con una voz agradable y bien colocada. De mi querida Mª José Suárez siempre hay que destacar su profesionalidad y saber estar, sin excesos vocales en el citado dúo y bien en su Esurientes, fluido para esa ternura del texto latino. Finalmente la orquesta sin ser especialista ni dotarse de instrumentos para la ocasión, desde una sonoridad cercana al barroco pero con cierto romanticismo en cuanto a la intención por parte de todos, estuvo siempre acertada, un trío de trompetas sin complejos, los timbales mandando y con los ritardandi perfectos, maderas de tímbricas recogidas, y una cuerda siempre con el «vibrato» adecuado dando una textura homogénea para una obra tan bien concebida. Conti mimó cada número y se le vio cómodo tanto con los solistas como con un coro que muchas batutas quisieran tener enfrente, redondeando una interpretación bachiana no memorable pero si honrada en sus planteamientos y ejecución.

El salto espacio-temporal resultaría impensable tras la primera parte, no por los estilos, que también, sino por la búsqueda de sonoridades, y es que el Pelleas und Melisande, op. 5 (Schönberg) puso sobre el escenario una gran formación sinfónica (con muchos refuerzos) para un poema sinfónico exigente, vibrante, en cuatro secciones sin pausa, cercanas, emocionantes, disfrutando con cada tema en intervenciones solistas personales y de calidad, empaste, dinámicas extremas perfectamente logradas por Marzio Conti, versátil como su orquesta, capaz de afrontar en un mismo concierto dos mundos distintos pero no distantes, al gusto de todo buen melómano, extremos que se tocan, el «padre de todas las músicas» y el compositor vienés que revolucionaría la escritura musical desde la investigación y el conocimiento de los orígenes, el contrapunto como «madre de la composición», esponsales musicales para este inicio de temporada de grandes conciertos en la capital del Principado.  Obra compleja la del vienés basada en el drama de Maeterlinck que la Oviedo Filarmonía llevó fiel a su espíritu, sigue creciendo fuera del foso, aunque resulte un espejismo la plantilla desplegada para esta apertura, pero el florentino es capaz de liderar proyectos arriesgados como el de este luminoso viernes otoñal.

El próximo domingo 26 a las 19:00 horas nos espera otra celebración con Sir John Eliot Gardiner y su Orquesta Revolucionaria y Romántica no Bach o Monteverdi sino un Beethoven que seguro pondrá el listón muy alto, y un Berlioz en medio corroborando esta leyenda de distintos, no distantes…

Sin miedos

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Jueves 16 de octubre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, LXVII Temporada de Ópera de Oviedo. Tercera funciónCuatro últimas canciones (R. Strauss) y El castillo de Barbazul, Op. 11 (Béla Bartók). Intérpretes: Ricarda Merbeth (soprano); Barbazul: Albert Dohmen (bajo-barítono), Judith: Ana Ibarra (mezzo), OSPA, Rossen Milanov (dirección musical), Tim Carroll (dirección de escena). Entrada de última hora: 15 €.

Simbolismo, miedos, numerología amplia para unir dos conceptos, dos obras muy distintas, los cuatro últimos Lieder de R. Strauss más de concierto pero con una soprano en escena y orquesta en foso, dos personajes para la ópera en un acto de Bartók, con siete puertas, todo en uno desde la escenografía que consiguió unir mundos teóricamente opuestos pero que se acabaron tocando.

Las «Cuatro últimas canciones» (Vier letzte Lieder) de Richard Strauss resultaron logradas escénicamente, cuatro cuadros donde la alemana Ricarda Merbeth que volvía a Oviedo, se fue situando completando los colores de unas estaciones vitales, casi recordándome las pintadas por el gran Eusebio Sempere, verde para «Primavera» (Frükling), dorado para «Septiembre» (September), rojo para «Al ir a dormir» (Beim Schlafengehen), las tres con  con textos de H. Hesse, y azul para «En el ocaso» (Im Abendrot), con texto de Joseph von Eichendorff, y así fue recreando vocalmente desde su estatismo y con el sobretelón o tela transparente delante, esas cuatro etapas, mejorando en cada una para crecer paradójicamente en el ocaso, todo con una orquesta cómoda en estos repertorios y donde Milanov concertó buscando esa misma paleta, mimando a la soprano aunque por momentos el grave quedase algo oscuro, como contagiado de esa angustia que flotó en toda la hora y media de representación.

Sin pausas, continuando la acción nos encontraríamos un mohoso, cochambroso despacho cual «castillo interior» donde un Barbazul poeta con máquina de escribir, comienza a contarnos la historia: sobretítulos con la tipografía al uso muy lograda, proyectados como si de un plano detalle nos fuese mostrando el texto y el sonido propio al teclear, fondo casi de papel amarillento porque el blanco rompería ese ambiente no gótico sino claustrofóbico y húmedo. Impresionante Dohmen con un timbre adecuado a su personaje, capaz de redondear en el grave tan presente en la ópera de Bartók, y alcanzar agudos sin romper un color vocal difícil de mantener para una partitura dificilísima para los dos personajes. La mezzo Ana Ibarra resultó el equilibrio perfecto, la inocencia y valentía para ir abriendo cada una de las puertas también de distintos colores, ganando presencia y sobreponiéndose sin problemas a un poderío orquestal que subraya y completa toda la acción argumental, siempre sin miedo a las preguntas de su pareja. La OSPA sonó inconmensurable en cada sección, planos que en foso no resultan estridentes, con un Milanov volcado en este estreno carbayón, atento al dúo vocal y elevando a coprotagonista su formación que en esta juvenil composición del húngaro ya plantea innovaciones en orquestación, armonías y discurso musical.

Coronando estas ecuaciones la escenografía de Carroll nuevamente bien planteada, despacho como colgando centrado en el primer piso del escenario y por debajo puertas con iluminación y acción paralela al relato, que se van abriendo con tres figurantes recreando en doble plano muy cinematográfico, con mismo vestido (también del inicial straussiano) y mismo peinado de la mezzo, que al final ocuparán los cuatro cubos donde se inició esta original función.

Música dura para los líricos habituales, sin arias conocidas o melodías pegadizas pero convencidos por la escenografía en otra «vuelta de tuerca» como apuesta de los gestores de la Ópera de Oviedo, uniendo concierto y ópera breve en una representación sin igual, utilizando de hilo conductor ese ambiente angustioso del propio discurrir humano, las etapas del veterano Strauss y el freudiano devenir de Barbazul y Judit por un joven Bartók, amores redentores sabiendo el trágico final desde el mismo momento del inicio, narrado con máquina de escribir e interpretado con la entrega de todos, dramatismo vocal de los tres excelentes cantantes con el subrayado resaltado e impoluto de unos actores de reparto como los músicos de la OSPA (un aplauso para todos los solistas pero especialmente para la flautista Myra Pearse) con su titular al frente, sin los que la historia no hubiera sido igual.

La noche con lluvia intermitente que esperaba al finalizar resultó más luminosa tras los noventa minutos, tétrica pero profunda, conmovedora en todos sus puntos.

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Premios Codalario, por muchos años

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El pasado sábado 11 de octubre tuvo lugar en el auditorio del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), «La Sede», el acto de entrega de los II Premios Codalario, la revista de música clásica, así como la presentación del Anuario 2014 que pudimos adquirir al finalizar el evento regado con buen vino de Rioja etiquetado para la ocasión, así como una exquisita cecina de León.

A las 20:30 h. daba comienzo el acto en sí con presencia del director de Codalario y del consejo de redacción así como varios colaboradores y de Sergio Portela Campos, polifacético artista además de escultor y autor de estas «Musas», premios expresamente diseñados para «Codalario», este portal web que sigue creciendo y dando también el paso al papel con unos anuarios de cuidadísima edición y calidad que desde este segundo número incluye publicidad.

Musas de Sergio Portela (foto de Fernando Frade)

También fue de agradecer la presencia de todos los galardonados, dando mayor empaque a un acontecimiento que llenó el auditorio de melómanos, amigos y familiares de los homenajeados así como autoridades, intérpretes y distintos invitados que se acercaron a un edificio con mucha vida e historia, restaurado con estilo y sabor como no podía ser menos por parte de los propios arquitectos, disfrutando todos de una velada que finalizó con truenos y relámpagos incapaces de estropear la alegre noche en el barrio de Chueca entre charlas, pequeños corrillos, recuerdos y comentarios sobre presente, pasado y futuro cercano.

Abría el acto José Antonio Granero, decano del COAM explicando un poco qué es «La Sede» y la Fundación Arquitectura que también cumple dos años, edificio y espacio abierto al arte, por supuesto a la música que está presente en su propia singladura.

Aurelio M. Seco prosiguió con palabras de agradecimiento para los galardonados por el enorme esfuerzo de asistir a esta gala. También recordó el éxito del Anuario 2013 esperando que el presentado hoy no se quede a la zaga. Y por supuesto el otro triunfo, la web «Codalario», todo un referente de la crítica actual, seria e independiente, portal que también tiene tarifa Premium así como la de promoción de artistas.
No olvidó citar el peligro que la LOMCE tiene para la asignatura de «Música», conocedor de ello en primera persona como profesor de instituto, o la extinción de algunas orquestas con la disculpa de la crisis. «Codalario» apostará por la creación contemporánea que parece olvidada en programaciones y publicaciones, teniendo un sentido recuerdo a los que se han ido en este último año.

Tomó el relevo en el micrófono Gonzalo Lahoz, subdirector y auténtico motor de «Codalario», que comentó que la publicidad del anuario aparece también desde la honestidad y calidad de la propia revista desde sus inicios, antes de dar paso a un vídeo con parte de los protagonistas del anuario 2014, antes del breve recital de Marta Espinós al piano, alumna en Dallas del maestro Achúcarro.

La alicantina interpretó tres Preludios -los números 6, 8 y 7– de Mompou, bien explicados antes de la interpretación, con el número 6 guiño al zurdo Achúcarro escrito «para la mano izquierda», o el nº 7 «Palmier d’etoiles», palmera de estrellas de fuegos artificiales para la celebración de hoy. Dedicado al maestro bilbaíno, Marta nos dejó una exquisita interpretación de la no siempre reconocida música íntima del compositor catalán.

Finalmente Alejandro Martínez daría paso a la ceremonia de entrega de los premios, con proyección de imágenes y una breve historia de cada uno de ellos, así como los agradecimientos de cada premiado, que recogieron su Musa, la estatuilla del galardón, posando para los fotógrafos y contarnos anécdotas siempre enriquecedoras.

El mejor artista de 2014, Celso Albelo, llegado directamente de Viena donde está haciendo Roberto Devereux, mejor cantante que orador aunque siempre cercano y sencillo, como las auténticas figuras, dedicó galardón a familia, amigos, seguidores y también a su «hermana» Desirée Rancatore, presente entre el público.

Miguel Ángel Marín, gestor y responsable del área musical de la Fundación Juan March además de agradecer el galardón a la mejor entidad musical, aprovechó para publicitar y contarnos la larga trayectoria de una institución privada con todo lo que ello conlleva así como los fondos musicales que atesora y los nuevos proyectos como el iniciado de la ópera de cámara.

Josetxu Obregón como cabeza visible de La Ritirata, cuyo cuarteto casi al completo en la sala (sólo faltó por compromiso profesional Miren Zeberio) nos ha dejado una grabación de la integral de los cuartetos de Arriaga para el sello «Glosa» realmente única, novedosa en todos los planteamientos, y que ha obtenido justamente el premio al mejor producto musical, elogió a Codalario y su labor entre otros piropos siempre merecidos para todo el equipo. El vídeo nos presentó un breve making of del CD.

Finalmente Joaquín Achúcarro y su premio especial a toda una carrera que todavía continúa dando muchas alegrías, siendo Oviedo afortunada de tenerlo habitualmente. Toda una vida la del bilbaíno con su compromiso ético de siempre para una lista interminable de autores, orquestas y directores con los que ha interpretado a los grandes sin olvidarse nunca de los españoles, siendo un gran embajador de lo nuestro. Y por supuesto la labor docente, de la que Marta Espinós es buen ejemplo, contándonos esa cercanía con su alumnado, o la forma de afrontar una obra desde ese «ser vivo» que es el piano, haciendo el simil pictórico de un mismo paisaje con varios pintores dando lugar a cuadros todos distintos para un mismo modelo. También dio las gracias a Emma Jiménez, su mujer, colega y compañera fiel, apoyo desde siempre.

Si en los distintos discursos música y gratitud estuvieron siempre presentes, la calidad humana y editorial para un proyecto hecho realidad en el que todos somos testigos de haber nacido para quedarse muchos años, estuvieron también presentes.

Los premios son una prueba de acierto por parte del equipo humano de «Codalario» en esta singladura larga que ya tiene un arranque claro y certero. Toca ahora leerlo con deleite y archivarlo entre las publicaciones que se guardan como colección, esperando el siguiente.

Bach antes, durante y después

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Sábado 11 de octubre, 12:30 horas. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica. «Bach vermut», integral de la obra para órgano de J. S. Bach. Intérprete: Michel Bouvard. Entrada: 5 €.

Apostar por formatos distintos, incluso en la publicidad en distintos medios, captar nuevos públicos o por agradecimiento a los fieles melómanos (muchos conocidos), lo que está claro es que ofrecer música y gastronomía viene de lejos, pero el horario tan español del vermut para ofrecer la integral para órgano del padre de todas las músicas es todo un acierto del Centro Nacional de Difusión Musical y su director Antonio Moral, por otra parte barato porque la degustación con la entrada ya era reclamo para el lleno de la mañana sabatina en la capital de España.

Como aperitivo con música, regalado, y Bach aún más en el grandioso órgano Grenzing que lleva veinte años en la gran sala del auditorio aunque no funcionando a pleno rendimiento a pesar de distintos proyectos.

Para continuar nada mejor que seguir con Bach a ritmo de jazz en el vestíbulo del primer piso a cargo de un cuarteto donde hubo un cambio de saxo a trombón sobre el programa previsto (que dejo arriba), desconociendo el nombre aunque por lo escuchado debió reclutarse a última hora pero con el trío piano-contrabajo-batería en la línea del genial Jacques Louissier.

Coordinador y responsable del ciclo es el gran organista vitoriano Daniel Oyarzábal, que ha logrado convocar a veinte intérpretes de primera fila para participar, incluyéndole a él, en este gran fiesta bachiana que repetirán en el nuevo órgano de la Catedral de León inaugurado hace un año y con un futuro algo oscuro salvado precisamente con iniciativas como la que aquí comentamos. No olvidemos que un instrumento como el llamado rey de ellos, necesita respira, utilizarse a diario para ir asentando y «cogiendo acento propio», así que la iniciativa que arrancaba este sábado de octubre es digna de aplauso. Igualmente coordinar a esa pléyade de intérpretes para encajar la integral a lo largo de dos años resulta de por sí inabarcable y sólo al alcance de un compañero como el organista vitoriano, encaje de bolillos y buen entendimiento por cada uno de los intérpretes que desfilarán por León y Madrid.

El encargado de inaugurar esta magna aventura fue el francés Michel Bouvard, abriendo con la más conocida y universal obra del Kantor, cerrando con otra y desgranando en medio corales de Leipzig y del Orgelbüchlein más un extracto del Ricercar a 6 de «La Ofrenda Musical» ya puede dar una idea de lo variado y difícil del programa elegido por el «lyonés» titular del Cavaillé-Coll de Saint-Sernin de Toulouse y uno de los grandes organistas de la actualidad, ayudando al mantenimiento y divulgación del instrumento rey.

Virtuosismo y recogimiento, técnica y meditación a lo largo de un concierto casi litúrgico por el ambiente y podría decir que resumido en la última obra: Toccata, adagio y fuga en do mayor, BWV 564, compendio de todo lo escuchado gracias a Grenzing, presentes órgano y organero.

El Bach de Bouvard resultó hondo, rico de registros y acertado en un programa difícil donde dedos, pies y cabeza deben funcionar con precisión germana, esta vez desde un francés internacional que bebe y forma el futuro organístico del rey, Bach padre de todas las músicas.

Incluso el número antes citado de la «Ofrenda Musical» sonó como si para el teclado se pensara e incluirlo en este ciclo me pareció una excelente aportación. Abrir con la conocida Toccata y fuga en re menor, BWV 565 y cerrar con esa hermosura de la BWV 564 dejando en medio esas páginas siempre imperecederas fue como el primer volumen de una enciclopedia bachiana que se escribirá también en León hasta mayo de 2016.

El programa con el ciclo completo incluye excelentes comentarios de especialistas así como el catálogo de la obra a escuchar del siempre inabarcable Bach, que pude adquirir impreso por el módico precio de 2 €.

Nada mejor para la mañana del sábado que comprobar el heterogéneo público degustando productos de primera calidad, antes y después… cada uno que ponga la disculpa que quiera.

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