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El Festival de Granada: de Andalucía al mundo

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EL FESTIVAL DE GRANADA SE SITÚA ENTRE LAS ENTIDADES MEJOR VALORADAS DE ESPAÑA EN 2023

Según el Observatorio de la Cultura de en su tradicional ranking de ‘Lo mejor de la Cultura de 2023’ el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, se convierte en la entidad musical más importante de Andalucía, subiendo 10 puestos en el ranking regional, tan sólo detrás de los museos Picasso y Pompidou, y el Festival de Cine Español, todos de Málaga.

Dentro del ranking nacional el festival granadino aparece en el puesto 45 de un total de 105, y se consolida como una de las cuatro instituciones más destacadas de España en el ámbito de la música clásica y la danza, tan solo detrás del Teatro Real (6) y los Teatros del Canal (32), ambos en Madrid, y el Gran Teatro del Liceu en Barcelona (38) y por delante de instituciones tan importantes como el Auditorio Nacional de Música de Madrid (79), la Quincena Musical Donostiarra (94), el Teatro de la Zarzuela (95) o el Festival de Jazz de Vitoria (102).

Asimismo, en el nuevo apartado de los ‘Festivales Imprescindibles’ de 2023’ el Festival de Granada ocupa la segunda posición, detrás del Sonar+ de Barcelona y por delante de tres importantes festivales de pop como son Primavera Sound, de nuevo en la capital catalana, Sonorama (Burgos) y Jazzaldia en San Sebastián.

En el informe completo del Observatorio de la Cultura (de la Fundación Contemporánea), podemos comprobar cómo el Festival de Granada se ha ganado no ya un prestigio cultural más allá de otras ofertas musicales de otros estilos,  también la calidad en esta provincia andaluza unida a su rico patrimonio artístico más allá de La Alhambra donde se realiza parte del festival, un imprescindible para todo melómano y posicionándose además como uno de los mejores festivales de verano del mapa europeo. Puedo dar fe tras años esperando disfrutarlo e imposible por el calendario escolar, llegaría el pasado año, esperando repetir este 2024.

Galardón para Granada

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EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA RECIBE LA MEDALLA DE ORO DE LA ACADEMIA DE LAS ARTES ESCÉNICAS DE ESPAÑA, HOY LUNES 27 DE NOVIEMBRE 2023

 

La Academia de las Artes Escénicas de España entrega sus máximas distinciones a aquellos profesionales que han contribuido con su trabajo a la excelencia y la dignificación de la profesión. El Festival de Granada recibirá la Medalla de Oro 2023 en reconocimiento a su labor en la divulgación y creación artística.

 

La entrega de galardones tiene lugar hoy lunes 27 de noviembre, a las 20:30h, en una cena gala en el hotel Wellington de Madrid. La presidenta de esta institución, Cayetana Guillén-Cuervo, acompañada por Silvia Marsó y Carles Sans conducirán la entrega de Medallas de Oro y Distinciones de Honor. A esta cena de gala asistirán representantes de las principales instituciones públicas que apoyan a la Academia. El acto se puede seguir en streaming desde el canal de YouTube de la Academia, desde las 20:30h.

Este año, la Junta directiva de la Academia de las Artes Escénicas entregará las Medallas de Oro, a las siguientes instituciones: Escalante Centre Teatral (Valencia), Fira del Circ Trapezi de Reus (Tarragona), Teatro Sanpol (Madrid), Festival Internacional de Música y Danza de Granada, Teatro Arriaga Antzokia (Bilbao) y Teatre del Liceu (Barcelona). 

Las distinciones de Académicos y Académicas de Honor, también decididos por la junta directiva de la asociación serán para los siguientes profesionales: Josep María Pou, Emma Vilarasau, Carlos Latre, Chevi Mudaray, Ramiro Osorio y Ana Belén. 

 

La Academia de las Artes Escénicas de España entrega estas distinciones desde su fundación en 2014 con el objetivo de reconocer y potenciar el trabajo constante y la lucha por la excelencia en todas las profesiones relacionadas con las artes escénicas.

 

Gracias por poder vivirlo en primera persona 🙏

 

https://www.youtube.com/live/Q2eD92V5m8Q?si=9y3-xKxkNbq-Hvo5

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Alfa y omega

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Miércoles 19 de julio, 22:00 horas. Clausura del 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Conciertos de Palacio”, Tríptico Mahler III: Angela Gheorghiu (soprano), Orquesta Joven de Andalucía (OJA), Víctor Pablo Pérez (director). Obras de Mahler y Puccini. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

(Crítica para Ópera World del jueves 20, con los añadidos de links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite)

Como en mi bandera asturiana, esta septuagésimosegunda edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, he estado de principio a fin, alfa y omega casi simbólicos de nuestra propia vida, toda una película donde coinciden figuras que por edad están llegando a su ocaso (también pueden remontar cual Ave Fénix) junto otras que emergen en el siempre difícil universo musical.

Para clausurar por todo lo alto el alfa de una Orquesta Joven de Andalucía (OJA), esperanza sinfónica que hace 30 años sería impensable en un paisaje yermo de estudiantes con acceso a las formaciones, y que bien plantada la semilla ha germinado, crecido y dado su fruto. De importar atriles para nuestras orquestas hispanas a exportarlos por medio mundo.

En la dirección el burgalés Víctor Pablo Pérez (1954) de quien puedo presumir haberle visto comenzar su andadura en la entonces Orquesta Sinfónica de Asturias de 1980 a 1988, seguir su carrera posterior (volvería a Oviedo para dirigir María Moliner) y en plena madurez continuar aportando sabiduría a muchas orquestas, también las jóvenes como esta OJA, capaces de afrontar repertorios de altura compartiendo escenario con una de las voces más universales del momento.

Dejar como “omega” a la soprano rumana Angela Gheorghiu supone comprobar su trayectoria inmensa en una carrera que aún no tiene meta porque vive la vida desde la pasión operística y, deseándole larga vida, está claro que siempre ha sabido “morir en escena” como sus heroínas, a las que ha hecho suyas con interpretaciones históricas, y su Puccini granadino de Palacio Imperial la convierte en inmortal.

Dos mundos en la noche final, Gustav Mahler (1860-1911) y Giacomo Puccini (1858-1924), coetáneos que dejan atrás un romanticismo periclitado para comenzar un siglo XX distinto pero también convulso, aunque no lo esperasen, como sus vidas y composiciones, conocedores mutuos, de inspiración asombrosa donde la literatura marcará la simbiosis letra y música que engrandece sus partituras. Al menos por esta vez solo hubo una única letra, los libretos del genio de Lucca elevados al olimpo escénico.

Segunda actuación de Angela Gheorghiu en el festival, esta vez con la OJA eligiendo cuatro arias de Puccini por pares (con el Adagetto para orquesta en fa mayor separándolas): «In quelle trine morbide», de Manon Lescaut, «Donde lieta usci», de La bohème, «Un bel dì vedremo», de Madama Butterfly y «O mio babbino caro», de Gianni Schicchi. Auténtica exhibición vocal la de la rumana de musicalidad, gusto, técnica, dramatización de cada personsaje, matices y delicadeza que no siempre tuvo la respuesta de la potente orquesta detrás y no en el foso, aunque siempre pienso que es difícil contener la exuberancia sinfónica del de Lucca y más con jóvenes totalmente entregados. Víctor Pablo concertó bien con la soprano, no siempre fácil porque cada aria es un mundo y en intérpretes de esta altura, siempre distintas. Manon logró el silencio gélido de la bochornosa noche desde la primera frase; Mimi volvió a sacarnos la pena de una muerte joven como “la Gheorghiu” nos tiene acostumbrados a interpretar; la esperanza de Butterfly nos llevó a un Nagasaki con la pureza vocal y la carga dramática, para finalmente Lauretta cantar a papá poniéndonos la piel de gallina con los pianissimi y musicalidad que si al piano el pasado sábado cortaba el aire, con la OJA el público se rindió a sus pies. Personajes puccinianos, dramaturgia total y la categoría de una diva, dicen que la última, en agradecer el acompañamiento de unos músicos jóvenes que contarán a sus hijos esta noche histórica en Granada.

Y el regalo esperable con la orquesta sin miramientos de dinámicas para la página de Agustín Lara que Angela Gheorghiu, a quien le dejaron un abanico para aminorar el fuego, manejó la conocida canción en una personal interpretación dándolo todo en es final por todo lo alto volando sobre la tempestad sonora andaluza ante el delirio del público que llenaba el Palacio de Carlos V. Dos actuaciones de la rumana en este festival, hoy omega por la conclusión pero alfa ante la profesionalidad, entrega y excelencia de la espléndida Gheorghiu que está en ese momento de disfrutar cantando, y en Granada se le notó.

Con Mahler se abría y cerraba este concierto de clausura, la poco escuchada Nicht zu schnell, del “Cuarteto con piano en la menor” en orquestación de Colin Matthews que sirvió para templar a una OJA bien llevada por Víctor Pablo Pérez, más la Quinta que junto a la Sexta y Séptima conformaron un tríptico mahleriano muy interesante. Soy reiterativo cuando escribo que “no hay quinta mala” y la del bohemio no es una excepción. El director burgalés comenzó la Trauermarsch sin prisa, exponiendo su visión en los primeros compases, con una sección de metales equilibrada y afinada, la madera con la misma calidad, la cuerda iría ganando enteros, la tensión del Stürmisch bewegt nos dejó una percusión acertada, ya con toda la OJA rodando comandada por un Víctor Pablo claro en el gesto y marcando todo. Aplausos que me pregunto si se están convirtiendo en moda entre movimientos o provienen del desconocimiento, aunque vinieron bien para afinar ante la temperatura que aún era alta. El bellísimo Scherzo nos trajo a un solista de trompa excelente y unas lengüetas logrando ese toque “burlón”, mientras las dinámicas funcionaron algo descompensadas, de nuevo por el ímpetu juvenil, concertino a tener en cuenta, pizzicati rotundos y más aplausos al terminar este tercer movimiento. Al menos en el cinematográfico Adagietto no sucedió lo mismo, una cuerda aterciopelada plegada al rubato desde el podio, sin corbata porque la temperatura no bajaba y hasta alguna lipotimia hubo cual “Muerte en Granada” esperable, que no perturbó apenas el excelente clima alcanzado antes del optimismo final del Rondo – Finale. Allegro – Allegro giocoso. Frisch.
Alegría mahleriana al comprobar que hay futuro orquestal ante obras de envergadura, y emociones puccinianas contadas y cantadas por una Angela Gheorghiu cautivadora para un público donde no faltaron desde fans suyos venidos hasta de Texas, hasta las familias de los jóvenes que repetirán este jueves en Baeza. El examen granadino lo superaron con un bien alto, rozando el notable, y queda la reválida jienense tras el duro trabajo que siempre tiene recompensa.

PROGRAMA

Tríptico Mahler III

I

Gustav Mahler (1860-1911)

Nicht zu schnell, del Cuarteto con piano en la menor (orquestación de Colin Matthews)

Giacomo Puccini (1858-1924)

«In quelle trine morbide», de Manon Lescaut

«Donde lieta usci», de La bohème

Adagetto para orquesta en fa mayor

«Un bel dì vedremo», de Madama Butterfly

«O mio babbino caro», de Gianni Schicchi

II

Gustav Mahler

Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (1902)

I. Trauermarsch. In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt

II. Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz

III. Scherzo. Kräftig, nicht zu schnell

IV. Adagietto. Sehr langsam – Attaca

V. Rondo – Finale. Allegro – Allegro giocoso. Frisch

¿Lírica flamenca o Flamenco lírico?

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Martes 18 de julio, 22:30 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de los Córdova, “Universo vocal”, Recital lírico II: Mariola Cantarero (soprano), José Quevedo ‘Bolita’ (guitarra flamenca), Paquito González (percusión). Libre, Canción española para soprano, guitarra flamenca y percusión. Obras de Ángel Barrios, Turina, Falla y José Quevedo. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

Quienes me conocen me han bautizado como “omnívoro musical” y siempre abierto de miras y oído a todo intento de innovar repertorios y ganar públicos. Se habla de fusión, mestizaje, hibridaciones, inspiraciones o versiones, pues romper clichés y tomar ingredientes de siempre combinándolos de otra forma es igual de respetable. En mis años de docente explicaba al alumnado que la melodía era un cuerpo femenino al que se le vestía de diferentes formas (con armonías, ritmos, instrumentaciones y toda las técnicas ancestrales actualizadas); si el cuerpo es proporcionado y bello, cualquier ropaje o vestimenta le queda bien. Caso contrario será un arte conseguir que el ropaje disimule e incluso favorezca ese cuerpo.

Tomar obras “clásicas” de por sí bellas y (re)vestirlas para que sigan luciendo y no afeando, también es un arte. El mundo de la moda diferencia entre la “Alta costura” con modelos exclusivos y a medida de trajes únicos, frente al “prêt-à-porter”, confeccionado en serie según unas medidas o tallas predeterminadas que se acomodan a un gran número de personas, y que alcanza modelos de calidad aunque dependiendo quién los lleve parezcan exclusivos. Sobre esto desconozco la respuesta sobre si es clase, percha o vaya usted a saber pero salta a la vista (y al oído).

Toda esta introducción viene a colación porque el mundo de la música está lleno de modas, trajes a medida y comerciales partiendo de cuerpos desde todos los criterios estéticos que queramos. El flamenco, como el jazz, son músicas con alta carga de improvisación y poca escritura (aunque la preparación de las generaciones jóvenes en el primer caso, ha llevado al papel sus arreglos, creaciones o anotaciones como ya hiciesen los segundos). Se puede fusionar toda la música sin más etiquetas, y el proyecto que presentaba en su tierra la soprano Mariola Cantarero (Granada, 1978) resulta interesante porque cambia el punto de vista y la óptica: acercar la lírica y el belcanto al mundo natural de esta tierra, un patrimonio universal del que además nuestros Falla o Turina bebieron, y parecía necesario devolver lo “prestado” pues de bien nacidos es ser agradecidos, más en esta tierra y en esta noche con dos flamencos gaditanos: el guitarrista José Quevedo ‘Bolita’ (Jerez de la Frontera, 1974), para mi la auténtica “estrella” en el penúltimo firmamento granadino, y el toque de Paquito González (Sanlúcar de Barrameda, 1981), discreto pero con las pinceladas necesarias de una percusión que realza ese pellizco intrínseco a lo jondo.

El Palacio de Los Córdova registró una buena entrada y un público algo “apagado” para un proyecto interesante y bien amplificado con lo que supone de captar todo (respiraciones, desafines, excesos y dudas), percibiéndose inseguridades por parte de todos. Un espectáculo de flamenco lírico más que de lírica flamenca en la voz de “La Cantarero” intentando empaparse de tanguillos, tarantos, alegrías, seguiriyas, fandangos del Albaicín, guajiras y boleros en este marco idóneo por la propia geografía interior y exterior.

Abriría la soprano granadina con tres cantes de Ángel Barrios (1882-1964), La novia del aire (bolero andaluz), Hechizo y nostalgia, más Con puñales de cariño, impecable el toque de ‘Bolita’ llenándolo todo con esa guitarra forjada al lado de los grandes.

Importante el acercamiento del jerezano al músico sevillano Joaquín Turina (1882-1949) con tres revisiones de Poema en forma de canciones, op. 19 (1917) sobre textos del asturiano Ramón de Campoamor (1817-1901) que conocemos en su versión con piano y que desde el aire flamenco suenan nuevos, distintos, vestidos de granadina los Cantares, Los dos miedos y Las locas por amor. No es un arreglo del piano a la guitarra ni se cantan igual, mejor hablar de distintos vestidos, en este caso a medida del “modisto Bolita” aunque no encontró la talla correcta para Mariola Cantarero, que por otra parte y literalmente eligió un vestuario interesante de moda granadina como pude leer en la prensa: “en la primera parte un diseño exclusivo de Monae y joyas de San Eloy, la mítica joyería que hay en la Plaza del Carmen”. El sabor local quedó en la escena y cantar sentada como los flamencos no sumó “pellizco” aunque sea de valorar el intento del sabor granadino y andaluz. Creo que su color y timbre vocal no son adecuados para ella, pero había que probar este vestuario y comprobar la respuesta de una clientela que como quien suscribe, no pareció muy conforme.

Mientras la soprano se preparaba para la segunda parte con un vestido verde muy ampuloso de una diseñadora sevillana, José Quevedo ‘Bolita’ y el toque mínimo de Paquito González nos dejaría el Falla que Paco de Lucía llevaría a su terreno tras tiempo de estudio de las partituras, escuela con alumnos aventajados como el jerezano que nos dejó su versión y visión de la Danza del fuego fatuo y la Danza del molinero, el ropaje acorde con el resto del espectáculo y la Granada nocturna con el Albaicín y la Alhambra escuchando. Sonido bien amplificado y virtuosismo propio donde el duende también tuvo algo swing. El genio de Algeciras tuvo mucho que ver, transmitir y legar para todas las generaciones posteriores.

Y en la segunda parte las Siete canciones populares españolas (1914) de Manuel de Falla (1876-1946), un gaditano enamorado de Granada moldeando cuerpos perfectos que ‘Bolita’ intentó diseñar para la soprano con desiguales resultados, tanto por las armonías (las costuras no parecieron bien cosidas en alguna) como por la “caída” de los siete ropajes. Mi Asturiana no tuvo la claridad textual ni canora de un cuerpo musical tan hermoso aunque la Nana al menos intentó acunarnos en esta noche de calor más atmosférico que humano, y lo más “flamenco” resultó un Polo que bisarían como tercera propina tras una Granaína (dedicada a Marina Heredia, presente y “catedrática” en el buen cantar), y el famoso Adiós Granada con los mismos diseños.
Insistir en el enorme trabajo de José Quevedo ‘Bolita’ por confeccionar siete vestidos de pasarela andaluza inspirados en Don Manuel, pero la voz lírica tampoco hubiera “desfilado” vestida con los originales, como si en esta pasarela los tacones no asentasen o faltase el ritmo natural que se suplió con los buenos deseos de una mixtura sin botones ni cremalleras.

Lo más interesante fueron las dos composiciones de José Quevedo para Mariola Cantarero, diseños propios como los patrones, no visiones ni búsquedas estilísticas, verdadera creación de una guajira verdaderamente bella y en el mejor sitio para escucharla como Blanca flor de La Alhambra con una voz jugando menos en el registro agudo y acertando con la ambientación, o Si no es mi pena (Fantasía y bolero), un soneto de Francisco de Quevedo que no creo fuese sangre del guitarrista aunque encontrar los textos que musicar son otro arte.

PROGRAMA

Libre. Canción española para soprano, guitarra flamenca y percusión

Ángel Barrios (1882-1964)

La novia del aire (bolero andaluz)

Hechizo y nostalgia

Con puñales de cariño

Joaquín Turina (1882-1949)

De Poema en forma de canciones, op. 19 (1917):

Cantares

Los dos miedos

Las locas por amor

Manuel de Falla (1876-1946)

Siete canciones populares españolas (1914):

El paño moruno

Seguidilla murciana

Asturiana

Jota

Nana

Canción

Polo

José Quevedo (1974)

Blanca flor de La Alhambra (Guajira)

Si no es mi pena (Fantasía y bolero, soneto de Francisco de Quevedo)

La cuadratura de Bach

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Lunes 17 de julio, 22:30 horas. 72 Festival de Granada, Patio de Los Arrayanes, “Solo Bach”: El arte de la fuga, Armida Quartett. Obra de J. S. Bach. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

En esta edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada se han programado conciertos de cuartetos y varios dedicados a “Mein Gott” por lo que sumando ambos en un solo concierto era la cuadratura del círculo. Y Johann Sebastian Bach (1685-1750), padre de todas las músicas encontró en estos cuatro “apóstoles alemanes” del Armida Quartett (Berlín, 2006) la profecía cumplida de “inventar el cuarteto de cuerda” antes que el propio Haydn de quien toman el nombre estos cuatro artistas que con sus cuerdas frotadas fueron capaces de convertir la teoría en práctica.

Seremos muy pesados insistiendo en los “marcos incomparables” de Granada que hacen distinto y especial este festival, pero de nuevo la magia del Patio de Los Arrayanes funcionó, tras un día infernal la temperatura bajó lo suficiente para no agobiarnos con el calor, y el agua que los nazaríes adoraban obró el milagro o la magia no solo de refrescar el ambiente, la acústica ideal y el reflejo del estanque en los arcos haciendo pensar que brotaba agua encima del cuarteto alemán.

El maestro Enrique Martínez Miura titulaba sus notas al programa como «Perenne modernidad» porque “dios Bach” sigue actual, habita entre nosotros y no debemos tomar su nombre en vano. Nos cuenta sobre El arte de la fuga que “los datos señalan que Bach la escribió al acabar la Ofrenda musical, del verano de 1747 a la primavera de 1749, hasta casi el momento mismo de su enfermedad final”, cerrando también el círculo bachiano con “el arte de la alquimia musical”, pues a partir de una melodía con la matemática musical se construye el universo de la fuga, no sólo un arte sino una inspiración para encontrar la fórmula magistral y como matemática sonora, combinar cuatro elementos en todas las variante posibles, nada mejor que con un cuarteto de cuerda siempre capaz de desentrañar los secretos insondables que un teclado, peo ni siquiera el órgano, pueden salir a la luz.

Retomando el texto de Martínez Miura sobre esta receta magistral de “dios Bach” que es El arte de la fuga, “(…) se ve hoy como una creación atemporal, aunque de hecho solo podía haber sido fruto de su época. Los músicos más jóvenes coetáneos de Bach pensaron que con ella el viejo compositor daba un gigantesco paso atrás, al intentar la resurrección del contrapunto, porque para ellos ya solo contaba la música elegante y sentimental. Pero la posteridad ha visto en la asombrosa compilación todo un símbolo de modernidad por lo que menos se comprendió en su momento: como música absoluta”.
El Armida Quartett que ha transitado compositores de todas las épocas con notable éxito, vuelve al origen para jugar con las cuatro voces en contrapunto desde todas las combinaciones posibles, alternando inicios de la frase en cada uno de sus componentes, disfrutando de una sonoridad compacta y clara que permitía escuchar cómo “Bach dios nuestro” iba construyendo cada uno de los motivos, dándoles el aire y presencia diferenciadas sin perder la unidad global de tan magna obra aún por explorar. Casi 300 años después cada “receta” trabajada desde 1747 a 1749 traducida al cuarteto de cuerda sigue asombrando por la interminable capacidad creativa para conseguir emocionar con dinámicas extremas, juegos de arcos, la monodia básica que arma una polifonía contrapuntística mágica, superposición de líneas construyendo un magno edificio sonoro al que de haber proseguido Bach podría haberlo ampliado “ad aeternum” en una escalera al cielo.

Die Kunst der Fuge, BWV 1080 es como cuadrar el círculo o redondear el cuadrado, las combinaciones de cuatro elementos tomados de cuatro en cuatro que matemáticamente dan veinticuatro permutaciones aunque el alquimista puede convertirlas en tres, pues “La monumental fuga inacabada –se interrumpe abruptamente en el compás 239–, se conserva como página a tres voces, pero justo donde éstas se cruzan aparece en notación alemana el tema BACH –si bemol, la, do, si–, lo que sugeriría una fuga cuádruple destinada a culminar con esta firma un posible plan de veinticuatro fugas finalmente incompleto” como nos cuenta don Enrique. Iniciar en el violín segundo, en el chelo o en la viola, prescindir de los extremos y seguir manteniendo la magia, las dinámicas, el empaste, afectos y experimentos todos satisfactorios porque el resultado final sigue siendo “oro musical”. No es un planteamiento abstracto ni una elaboración teórica, trasciende al más allá y la perfección de la música es tal que permite todo tipo de recreaciones, por lo que desde el cuarteto de cuerda se destilan todos los microorganismos que conforman un ente musical siempre único.

Uno de los hijos de Bach, el segundo Carl Philipp Emanuel, afirmaba que «mientras escribía esta fuga murió el compositor donde el nombre de BACH aparece en el contrapunto». Misterios que se resuelven plagiando a Santo Tomás, “si no lo escucho no lo creo” y Bach descendió a Los Arrayanes invitándonos a poner el oído en la fuga. El “nuevo catecismo” nos lo explica Enrique Martínez Miura y la transmutación la realizó el Armida Quartett.

Todos los que escuchamos anhelantes la “palabra de Bach” nos faltó terminar orando al unísono “Amen” este nuevo milagro musical, aunque en uno de nuestros mandamientos se nos diga “No tomarás el nombre de Bach en vano”. Este lunes vigesimoséptimo del advenimiento granadino hemos santificado la fiesta.

Armida Quartett

Martin Funda, violín – Johanna Staemmler, violín – Teresa Schwamm-Biskamp, viola – Peter-Philipp Staemmler, violonchelo

PROGRAMA

Johann Sebastian Bach (1685-1750)

Die Kunst der Fuge, BWV 1080 (1747-1749)

Contrapunctus I

Contrapunctus II

Contrapunctus III

Contrapunctus IV

Contrapunctus V

Contrapunctus VI a 4 in stile francese

Contrapunctus VII a 4 per Augmentationem et Diminutionem

Contrapunctus VIII a 3

 Contrapunctus IX a 4 alla Duodecima

Contrapunctus X a 4 alla Decima

Contrapunctus XI a 4

Contrapunctus XII a 4

Contrapunctus Inversus XIII a 4

Contrapunctus XIV

Estupenda Kožená

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Domingo 16 de julio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Universo vocal”, Gala Lírica II: Alcina: Amor embrujado – Amor encantado, Magdalena Kožená (mezzo), La Cetra Basel, Andrea Marcon (clave y dirección). Obras de Handel, A. Corelli, Geminiani, A. Marcello y Veracini. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

“Estupendo”, adjetivo: del latín stupendus; admirable, asombroso, pasmoso, excelente, admirable, maravilloso, espléndido, magnífico; dícese que destaca por sus cualidades extraordinarias.
En la vigésimosexta noche del festival llegaba otra estrella del “Universo vocal” y aplíquese el adjetivo de estupenda a la mezzo checa Magdalena Kožená (Brno, 1973), acompañada además por una de sus formaciones habituales como es la La Cetra Basel con Andrea Marcon. Escuchar a “la Kožená” es siempre un placer, mi admiración viene de años precisamente con estos mismos acompañantes, y además en Granada un programa en torno a George Frideric Handel (1685-1759) y su Alcina, HWV 34 (1735), con toda la carga dramática ideal para su voz, jugando entre dos vertientes del amor como rezaba el título: embrujado y encantado.
Interpretar es además de cantar, hacerse con el personaje, creérselo, transmitir todas las emociones y estados de ánimo. Si el texto es consistente y la música de Handel tiene todos los ingredientes, la mezzo checa cantó, encantó y cautivó desde su primer aria.
Tras la Ouverture – Musette – Menuet de La Cetra con un buen orgánico y presencia de las dos oboes, interpretada con el rigor histórico y la sonoridad pomposa del alemán nacionalizado inglés, la entrada de la mezzo checa ya lograría encantar con las dos primeras arias cargadas de dramatismo, expresividad, con una proyección completa y dominando los matices extremos donde el registro grave fue rotundo y las agilidades precisas. La dualidad entre lo enérgico y lo íntimo con toda la expresión que Kožená imprime, la ternura intrínseca del personaje, Si, son quella refinada y línea de canto más que solvente.
Sin perder la ambientación aunque con un sonido algo menos claro, La Cetra ofrecería de Arcangelo Corelli y Geminiani el Concerto grosso en re menor ‘La Follia’, op. 5 nº 12 (1700) para valorar la calidad de esta formación (ya sin viento) en otra interpretación “de libro”, donde los contrastes entre solistas y “grueso” permiten respirar esa música barroca que cada vez atrae más público por su frescura. Marcon desde el clave completaba el otro que por momentos se mezclaban en ornamentaciones, en cierto modo aumentando volumen pero perdiendo limpieza, una pena porque esas decoraciones son parte esencial de las obras (más con la voz). Tímbrica compacta de “los Basel” con un continuo redondeando esta noche imperial.
Volvía Kožená hechizándonos como la protagonista con el aria Ah! mio cor! Schernrito sei! estupenda, excelente, sintiendo su papel en cuerpo y alma, en los “da capo” dando una lección de cómo jugar con las melodías y enriquecerse porque las repeticiones siempre son distintas. Emoción en las frases, en las palabras remarcadas, dinámicas globales bien llevadas por Marcon que entiende como pocos la voz y la (re)viste de la carga dramática apropiada, el gran Handel inspirado en la “moda italiana” con toda la decoración que no nos hace perder la esencia, los amoríos entre Alcina y el caballero Ruggiero llenos de un belcantismo único y exigente para la mezzo, tesituras extremas que Kožená mantiene con una homogeneidad y color subyugante, La Cetra acompañando con esa regularidad de contrates casi monótonos pero nunca iguales que realzaron más si cabe este aria.
La segunda parte siguió subiendo enteros y cada recitativo con aria nos envolvían en la acción desde la gestualidad de la estupenda checa con una técnica arrolladora y diría que mágica como la propia Alcina, voz jugando con todos los recursos para cautivarnos con la pócima musical. Furioso (como Orlando) el recitativo Ah! Ruggiero crudel y el aria Ombre pallide, semideclamación y coloratura de altos vuelos con agudos impecables, pianísimos de bellos armónicos que lograban un silencio increíble en las sillas, más los agudos estratosféricos de la mezzo siempre con una altura dramática impresionante, soberbia y donde cada ritornello seguía recreando con Marcon y La Cetra vistiendo a la medida.
Puente con la Obertura VI en sol menor de Veracini con protagonismo de las dos oboes que volvían literalmente al primer plano más el fagot dando un paso al frente para “saltar” del bajo continuo al coprotagonismo del viento madera en esta “suite” (dividida en cuatro movimientos: Allegro, Largo, Allegro y Menuet. Allegro). Maravillosas las solistas con sonido dulce, fraseos largos y entendimiento mutuo para un juego de pregunta-respuesta donde La Cetra también cantó y encantó bajo las manos de Marcon.
Y las últimas dos arias con el aplauso interminable de un público hechizado, rendido a “la maga”,
Ma quando tornerai y Mi restano le lagrime, el alejamiento entre Alcina y Ruggiero que por arte de magia canora resulta el acercamiento a todos y la pregunta de cuándo volveremos a escucharla. Magdalena Kožená es la maga que nos hechizó por su dominio del rol, agresividad escrita y cantada con la carga necesaria donde los bruscos saltos de los violines al unísono realzaban el dramatismo, seguido del Largo central bellísimo con una línea de canto sensible, lágrimas casi reales hasta el final esperanzado por recuperar el amor que se escapa. El canto que nos atrapó y recuperó la pasión barroca,“los afectos” por el gran Handel teatral y exigente, aún mayor en interpretaciones como las de este “universo vocal” en La Alhambra por esta figura del barroco que podemos disfrutar en disco pero cuyo directo es irrepetible, subyugante y mágico.
Aunque esperadas las propinas, complicidades y risas entre Marcon y Kožená por el orden, emocionante, soberbia y único Handel del Lascia ch’io pianga (de “Rinaldo») convertido en “top ten” por muchos intérpretes barrocos, con las diferencias que establecen los ornamentos en las vueltas (bravo por el concertino), el juego con el tempo o la expresividad. La mezzo checa puso la piel de gallina en una interpretación para guardar en la memoria auditiva y emocional de tantos melómanos; se podrá cantar muchas veces así de bien pero mejorar lo escuchado imposible.
El segundo regalo nos devolvería a la Italia de “La veritá in cimento”, el Vivaldi recuperado para la escena y la animada Solo quella guancia bella con “los Basel” dando el aire festivo tras tanta carga dramática nocturna (cambiando una de las oboes por flauta de pico), y “La Kožená” despidiéndonos con otra lección de canto barroco. Entre el público Sir Simon Rattle disfrutaría al menos tanto como nosotros.
PROGRAMA
Alcina: Amor embrujado – Amor encantado
I
George Frideric Handel (1685-1759)
De Alcina, HWV 34 (1735):
Ouverture – Musette – Menuet
Di’ cor mio, quanto t’amai
Si, son quella, non più bella
Arcangelo Corelli (1653-1713) / Francesco Geminiani (1684-1762)
Concerto grosso en re menor ‘La Follia’, op. 5 nº 12 (1700)
George Frideric Handel
De Alcina:
Ah! mio cor! Schernrito sei!
II
Alessandro Marcello (1673-1747)
Andante Larghetto del Concerto grosso nº 3 en si menor, SF 937 «La Cetra» (publ. 1738)
George Frideric Handel
De Alcina:
Ah! Ruggiero crudel, tu non me amasti!
Ombre pallide
Francesco Maria Veracini (1690-1768)
Obertura VI en sol menor
George Frideric Handel
De Alcina:
Ma quando tornerai
Mi restano le lagrime

Mucho Mudarra

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Domingo 16 de julio, 12:30 horas. 72 Festival de Granada, Crucero del Hospital Real, “Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”: El dulce trato hablando: la música de Alonso Mudarra, Armonía Concertada (María Cristina Kiehr, soprano; Ariel Abramovich, vihuelas de mano). Obras de Alonso de Mudarra. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

Comprendo al porteño Ariel Abramovich quien confiesa en su propia biografía «Deslumbrado por una fantasía de Luis de Narváez, decide –aún adolescente– su exclusiva dedicación al repertorio para laúd y vihuela del siglo XVI, decisión que mantiene hasta el día de la fecha sin mayor arrepentimiento». Este enamoramiento lo mantiene con los años, y en 2013 fundará Armonía Concertada dedicado a la literatura ibérica para voz y cuerda pulsada del siglo XVI.

En sus notas al programa, Pablo J. Vayón explica cómo la vihuela en el Renacimiento toma importancia, desde 1536 cuando «Luis Milán publica en Valencia el Libro de música de vihuela de mano intitulado El Maestro, la tradición vihuelística estaba ya bien asentada en España”, libros que ya en tiempos de buenas imprentas van reflejando tradiciones y adaptándose a la evolución de instrumento y estilos.

El palentino Alonso Mudarra (1510-1580), ya como canónigo de la catedral sevillana escribirá sus Tres libros de música en cifra para vihuela, un saber enciclopédico pues los dos primeros libros incluyen unas pocas piezas instrumentales destinadas a la guitarra que le ganaría terreno a la propia vihuela (fantasías, tientos, diferencias, danzas y glosas sobre números de misas polifónicas, casi todas de Josquin Desprez), y es en el tercer libro donde están varias piezas vocales que escucharíamos en este concierto matutino del vigésimosexto día de Festival en el ciclo “Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”.

La soprano María Cristina Kiehr emigrada de Tandil a Basilea y alumna de René Jacobs también cambiaría el violín por la voz, especializándose en repertorios renacentistas y barrocos tempranos. De emisión natural aunque algo monótona al no ser unas páginas solísticas sino más bien en el estilo que sostiene la polifonía desde la vihuela, como explica el experto sevillano «la voz del superius mientras su acompañante reducía en un instrumento (de cuerda pulsada o de teclado) el resto de voces», una tradición heredada de los italianos siempre de moda en España.

Con un programa monográfico sobre el citado tercer libro de Mudarra, el recital se hizo algo pesante pese a la buena dicción de la soprano argentina y el polifónico acompañamiento de las vihuelas de su compatriota Ariel, aunque el calor le jugase alguna pasada de afinación (me hizo gracia que utilizase la aplicación de los “celulares” para tal menester) y antes del último bloque tuviese que acudir al camerino por la tercera “de reserva” ante la imposibilidad de lograr templar el instrumento. Mi posición en un lateral tampoco fue la óptima para poder escuchar mejor la proyección musical del dúo, alabando de todas formas esta defensa del patrimonio de voz y vihuela.

Las intervenciones solistas de Ariel Abramovich nos ofrecieron la calidez de “La abuela vihuela” (como reza el cuento musical de Noemí González), esa sonoridad ancestral antes de mudar a la guitarra más nuestra, una fantasía como forma libre de tocarla, caso del famoso romance de Conde Claros, o las dos glosas sobre partes de misas de Josquin.

Personalmente reconozco mi gusto por la polifonía renacentista pero en conjunto vocal y “a capella”, con el tactus y los modos antes de la llegada del barroco rompedor que unificaría tonos, modos y ritmos. Los textos elegidos por Mudarra son de por sí pura poesía en castellano, italiano y hasta latín, como en el último bloque que nos contó María Cristina Kiehr mientras Ariel buscaba la tercera vihuela. Pero optar por la melodía cantada más el resto de voces en la vihuela les da mayor peso y protagonismo, aunque la cantante confesase estar sin dormir y no tener la voz en condiciones óptimas. Tampoco la temperatura ni la sesión matutina son las mejores para este monográfico que se me hizo soporífero y falto de variedad, entendiendo la labor de difusión de Armonía Concertada que nos regalarían un coetáneo como Juan Vázquez también con texto de Juan Boscán.

Bien reunir todo los géneros vocales en este recital, analizados al detalle por el crítico y musicólogo sevillano, aunque personalmente presentar esta música renacentista de esta forma no sea una de mis mejores elecciones, más cuando presumimos de un siglo de oro polifónico y con excelentes grupos vocales nacionales que lo interpretan y llevan a unos discos cada vez más escasos en las grandes superficies. Al menos la casa Arcana publicó el primer disco del dúo, Imaginario: de un libro de música de vihuela, primera reconstrucción de un cuaderno para cantar acompañado a la vihuela, y hace dos, Glossa el segundo, The Josquin Songbook. El trabajo al menos queda recogido aumentando nuestro patrimonio musical y sonoro.

Armonía Concertada (2013)

María Cristina Kiehr, soprano – Ariel Abramovich, vihuelas de mano

PROGRAMA

El dulce trato hablando: la música de Alonso Mudarra

Alonso Mudarra (1510-1580)

De Tres libros de música en cifra para vihuela (Sevilla, 1546):

Si me llaman a mi
Gentil cavallero

Israel, mira tus montes

O, gelosia d’amante (Jacopo Sannazaro)

Claros y frescos ríos (Juan Boscán)

Fantasía por el segundo tono

Si por amar, el hombre

Por ásperos caminos (Garcilaso de la Vega)

Conde Claros

Itene all’ombra (Jacopo Sannazaro)

Fantasia por el primer tono

Recuerde el alma dormida (Jorge Manrique)

La vita fugge (Petrarca)

Hanc tua Penelope (Ovidio)

Dulces exuviæ (Virgilio)

Isabel, perdiste la tu faxa

Gheorghiu única

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Sábado 15 de julio, 20:00 horas. 72 Festival de Granada, Auditorio Manuel de Falla, “Universo Vocal” Recital lírico I: Angela Gheorghiu (soprano), Jeff Cohen (piano). Obras de Giordani, Paisiello, Donizetti, Beethoven, Tosti, Schumann, R. Strauss, Rachmaninov, Rameau, Martini, Massenet, Saint-Saëns, Brediceanu, Stephănescu, Bartók, Bellini y Satie. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

La considerada como “última diva de la ópera”, Angela Gheorghiu (Adjud, 7 de septiembre de 1965) llegaba a Granada esta tarde de sábado en un recital con el pianista Jeff Cohen (Baltimore, 1957) y toda la expectación que levanta una estrella mundial como la soprano rumana, aunque no hubiese un lleno hasta la bandera.

Si entendemos diva como diminutivo de divina “La Gheorghiu” lo es y no hay otra igual en el firmamento lírico. La rumana es un imán que capta toda la atención visual y auditiva desde que pisa la escena, independientemente de lo que cante, y en un recital todo suma. Es diva porque conquista al público, lo hace cómplice, hipnotiza con una voz que mantiene un color especial, un “saber cantar” como pocas, artista absoluta que juega desde un dominio total de la técnica, convirtiendo cada página es un microrrelato que sigue emocionando.

Un recital resulta más exigente que cualquier ópera precisamente por esa carga dramática que conlleva cada obra elegida, y la primera parte arrancó con varias páginas que todo estudiante de cante ha transitado, y los llamados pianistas repertoristas aún más. Qué maravilla cuando las canta una maestra como Angela Gheorghiu y el piano de Jeff Cohen, veterano en estos menesteres sabiendo dónde respirar, esperar, incluso saltarse algún compás porque enganchará sin problemas con la artista, y eso es la soprano rumana.

Tres páginas para ir tanteando acústica, temperatura, ubicarse y controlar escenario: la arietta Caro mio ben de Giuseppe Giordani, el aria de la ópera «La bella molinara» de Giovanni Paisiello, Nel cor più non mi sento (1788), y la alegre canzonetta napolitana Me voglio fà ‘na casa, también conocida como Amor marinaro de Donizetti,  incluida en Soirés d’automne, sin necesidad de sobretítulos (ilegibles sobre el telón de fondo) donde “la Gheorghiu” comenzó a sentirse bien, actuando y conquistándonos.

Como buen “acompañante” y eligiendo páginas relacionadas con el programa cantado, Jeff Cohen daría el primer “descanso” con el recién escuchado Paisiello y las Seis variaciones sobre «Nel cor più non mi sento», WoO 70 de Beethoven, aseadas y sin más exigencias que comprobar cómo los grandes compositores sintieron las obras líricas del momento para recrearlas al piano, llamémoslas variaciones o paráfrasis, aunque esta del “sordo genial” no sean especialmente exigentes para los pianistas.

Y comenzaba a subir la emoción, el buen cantar, el sentimiento, la auténtica interpretación de dos canciones que conozco desde mis años jóvenes, el cautivador y gran melodista italiano Paolo Tosti con dos poemas que la música del de Ortona eleva al Olimpo de concierto: Ideale (texto de Carmelo Errico) y Sogno (de Olindo Guerrini). Si se me permite jugar con los títulos Angela Gheorghiu fue ideal para este sueño con el piano respetuoso de Jeff Cohen, qué placer cómo frasea la rumana, cómo juega con la “mezza voce”, matices increíbles, adornar en el punto exacto, crecer emocionalmente ese final de frase en un agudo siempre preciso y cadencioso esperando el clímax y feliz unión de letea y música. El sueño de esta tarde granadina comenzaba en ese momento y proseguiría con Respighi y Nebbie. Otra lección de canto con gusto, musicalidad que rebosa por todas partes, conquistando con la mirada, el gesto corporal, colocando la voz en la máscara con una facilidad envidiable en la que muchas otras sopranos deberían mirarse. La siguiente parada seguiría ascendiendo cual cumbres de los “ochomiles” que cada página elegida suponía.

Segunda intervención de Jeff Cohen en la “visión” que de Robert Schumann hará Liszt del conocido lied Widmung (al fin cantó el piano solo), buen puente sin excesos antes del Du bist wie eine Blume que “la Gheorghiu” en un alemán perfecto nos brindó, preparándose en el idioma de Goethe con toda la expresión de un Schumann que se ha “instalado en Granada”.

Últimas dos cumbres de la primera parte para disfrutar de la rumana, el Zueignung, nº 1 de los ocho lieder de la op. 10 de Richard Strauss, intenso, dramático, bello, interiorizado y comunicado como sólo las grandes son capaces, y nuevo paso arriba con Vesenniye vody, op. 14 nº 11 de Rajmáninov con el ruso de lenguaje cantado y tocado, página apasionada de lirismo y apoyaturas, con el crescendo final envuelto en acordes y octavas muy de la casa. brillante para el tándem Gheorghiu-Jeff Cohen con química, entendimiento, carga emocional y música para disfrutar.

Si la primera parte fue sumando enteros, la segunda continuaría “in crescendo” porque la soprano rumana, que como buena diva cambió el azul turquesa por un desenfadado tricolor y rosa en el pelo, con mejora en la iluminación sobre la tarima y graduado el termostato del aire acondicionado del auditorio, ya plenamente cómoda, dominadora de la escena, haría grandes las miniaturas en la lengua de Moliere con un francés perfecto, sin nasalizarlo en absoluto, jugando con una pronunciación que es poesía pura, primero Le Grillon de Rameau, después un auténtico Plaisir d’amour de Jean-Paul-Égide Martini, placer de canto, de interpretación en el amplio sentido de la palabra, con un piano siempre amoldado a la soprano, y rematando este bloque la Elégie de Massenet, quinta de las diez «Piezas de género para piano», rezo íntimo y acto de amor que “la Gheorghiu“ interpretó con su línea de canto impecable, precisa, colorista, jugando con los matices y la expresión intrínseca al texto que musicalizado aún crece más, bien arropada por un Cohen elegante y “al servicio de la voz”.

Desde el piano seguiría el homenaje lírico con la paráfrasis que Saint-Saëns compuso de la famosísima Méditation y La Mort de Thaïs de la ópera homónima de Massenet. Un piano al fin contundente y desde el conocimiento de los originales operísticos tras muchos años de repertorista, temáticamente ideal para cerrar esta parte francesa antes de irnos hasta la Rumanía natal de “la Gheorghiu“.

Cuánta música por descubrir y qué buena cuando se siente en las entrañas, se canta con el corazón y transmite el amor por la tierra que te ha visto nacer y llevas contigo como la mejor herencia. Gheorghiu nos enseñó a Tiberiu Brediceanu (1877-1968) con Cine m-aude cântând y textos de la tradición popular), después a George Stephănescu (1843-1925) y Mândruliță de la munte, músicas cercanas en el tiempo por compositores que dejan en su música parte del patrimonio, y nadie mejor que la soprano rumana para hacernos viajar a su tierra con estas melodías donde el piano es fiel compañero.

Quedándose en la Rumanía de la soprano y con la visión del húngaro Bartók el pianista y compositor estadounidense nos interpretaría las Seis danzas populares rumanas, Sz. 56 que van subiendo en dificultad en un piano no siempre rotundo pero sí entregado dando unidad a un programa vocal donde estos “descansos” al menos tuvieron todo el sentido. Los años pesan en los dedos pero el bagaje añade el poso y la veteranía para sortear vericuetos técnicos.

Y llegaba el “non plus ultra”, pues Bellini es bel canto y la canción Vaga luna, che inargenti, de la que Arturo Reverter en sus notas al programa dice puede “considerarse una suerte de precedente en miniatura de la cavatina Casta diva de Norma” en la voz de Angela Gheorghiu resultó un aria de calado, enorme, parando el tiempo en la palabra o sílaba exacta, el ornamento ideal no escrito, la magia de la noche granadina donde el piano remataba el bordado áureo más que plateado de la soprano. Resulta maravilloso escuchar estas páginas tan conocidas cuando se interpretan como las canta “la última diva”.

Todavía faltaba la última cumbre o un paso más en el firmamento lírico, un “juguete» vocal y pianístico del incomprendido francés Satie cuyo baúl fue el mejor regalo para la historia musical de los felices años 20 (los del pasado siglo, claro). Su vals Je te veux con letra de Pacory nos transportó al Paris corazón artístico que nuevamente con Gheorghiu y Cohen, en sincronía técnica, emotiva y veterana, rematarían un recital que podemos calificar de antológico, donde hasta la rumana se movió en escena con todo el gracejo al que esta música nos llevó.

Público rendido ante la diva, simpática, generosa, entregada, cautivadora, cómplice con todos, afable y una “tercera parte” fuera de programa que supuso como la canción de Sinatra Fly me to the Moon, pues aún queda mucho universo para esta gran Angela Gheorghiu. Pocas sopranos me han emocionado y esta noche hasta se me saltaron las lágrimas tras escucharle su Lauretta del O mio babbino caro, imposible expresar todo lo que su voz transmite en este aria del “Gianni Schicchi” de Puccini, que no por conocida se escucha cantar como la rumana. Auditorio en pie arrodillado ante tanta grandeza vocal.

Y llegaría otro “no va más” en el Auditorio Manuel de Falla con su Granada (Agustín Lara) entregada, no importa que el piano se comiese notas y hasta compases al pasar página, tampoco la pronunciación mejorable del español, que sólo nosotros somos capaces, porque ¡cantaba Angela Gheorghiu! y no necesitábamos más.

Para volar hasta el “Universo vocal” de este Festival, la popular canción La Spagnola (que siempre recordaré por Mario Lanza en su película “Serenade”) que Angela Gheorghiu sintió propia y hasta los zapatos rojos parecían hechos a medida para esta su primera noche granadina.
El día 19 pondrá el broche de oro al 72 Festival Internacional de Música y Danza de Granada, aunque esta vigésimoquinta noche la recordaré como “mi noche con la Gheorghiu”.

PROGRAMA

I

Giuseppe Giordani (1751-1798)

Caro mio ben (Texto: Giuseppe Guarini)

Giovanni Paisiello (1740-1816)

Nel cor più non mi sento (Texto: Giuseppe Palomba)

Gaetano Donizetti (1797-1848)

Me voglio fà ‘na casa miez’ ‘o mare (Anónimo)

Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Seis variaciones sobre «Nel cor più non mi sento», WoO 70 (piano solo)

Francesco Paolo Tosti (1846-1916)

Ideale (Texto: Carmelo Errico)

Sogno (Texto: Olindo Guerrini)

Ottorino Respighi (1879-1936)

Nebbie (Texto: Ada Nedri)

Robert Schumann (1810-1856) / Franz Liszt (1811-1886)

Widmung (piano solo)

Robert Schumann

Du bist wie eine Blume (Texto: Heinich Heine)

Richard Strauss (1864-1949)

Zueignung (Texto: Hermann von Gilm)

Serguéi Rajmáninov (1873-1943)

Vesenniye vody, op. 14 no 11 (Texto: Fiódor Ivánovich Tiútchev)

II

Jean-Philippe Rameau (1683-1764)
Le Grillon (Texto: Pierre-Jean de Béranger)

Jean-Paul-Égide Martini (1741-1816)

Plaisir d’amour (Texto: Jean-Pierre Claris de Florian)

Jules Massenet (1842-1912)
Elégie (Texto: Louis Gallet)

Camille Saint-Saëns (1835-1921)

Méditation, Paráfrasis de concierto sobre La Mort de Thaïs de J. Massenet (piano solo)

Tiberiu Brediceanu (1877-1968)

Cine m-aude cântând (Texto de tradición popular)

 George Stephănescu (1843-1925)

Mândruliță de la munte (Texto: Vasile Alecsandri)

Béla Bartók (1881-1945)

Seis danzas populares rumanas, Sz. 56 (piano solo)

I. Joc cu bâtă (Danza del bastón). Allegro moderato – II. Brâul (Danza del fajín). Allegro – III. Pê-loc (Danza del zapateado). Andante – IV. Buciumeana (Danza del como). Moderato – V. Poargă românească (Polca rumana). Allegro – VI. Mărunțel (Danza rápida). Allegro.

Vincenzo Bellini (1801-1835)

Vaga luna, che inargenti (Anónimo)

Erik Satie (1866-1925) Je te veux (Texto: Henry Pacory)

Soli Bach Gloria

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Sábado 15 de julio, 12:30 horas. 72 Festival de Granada, Monasterio de San Jerónimo, Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”: Academia Barroca del Festival de Granada, Carlos Mena (director). Soli Deo Gloria, obras de Johann Sebastian Bach. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

Sé que seré perdonado por titular Soli Bach Gloria esta entrada de la sesión matutina en el vigésimoquinto día de este festival donde los sones antiguos y barrocos han tenido un papel esencial. Y es que Johann Sebastian Bach (1685-1750), “Mein Gott” sigue siendo el padre de todas las músicas, incluyendo las cantatas y el motete que la Academia Barroca del Festival de Granada nos ha traído hasta San Jerónimo, la faceta docente que entre Aarón Zapico y Carlos Mena han llevado a cabo los últimos años.

Seis solistas que tienen mucha carrera por delante y tres instrumentistas de altura, especial mención a Darío Tamayo que participó en todo el concierto alternando órgano positivo y clave, todos bajo la dirección del contratenor vitoriano Carlos Mena (1971) que tras duros días de trabajo han interpretado una selección de seis cantatas que como titula Pablo J. Vayón sus notas al programa, son “Arte y divisa de Bach”. Sin saber distinguir específicamente todas las voces que participaron, pido disculpas por ello, paso a comentar en la sobremesa tras esta “clase final” en concierto.

Primera cantata Sehet, wir geh’n hinauf gen Jerusalem, BWV 159 con el duetto: «Ich folge dir nach» cantado por las dos sopranos, el alto Juan Manuel Morales y el órgano de Tamayo. Excelente dicción y fraseos con un solista de timbre bellísimo que los años le redondearán.

Siguiente cantata con altos más un tenor solista con acompañamiento de órgano y chelo, Aus der Tiefe ruf ich. Herr, zu dir, BWV 131 y su aria con coral: «Meine Seele wartet». Tenor con buena proyección y altos muy piano, en parte por un órgano positivo que no varió los registros, pero disfrutando de un trío vocal que más adelante también se lucirían como solistas.

De la cantata Der Himmel lacht! die Erde jubiliert, BWV 31 se organizó entre el recitativo «Erwunschter Tag!» por un lado con solista y bajo continuo incluyendo el clave, para en la vivaz aria «Fürst des Lebens, starker Streiten» sumarse el trío instrumental con cierto desequilibrio en el balance vocal pero ejecutado con pulcritud por todos, siempre bajo las atentas indicaciones de Carlos Mena.

La mezzo asturiana Serena Pérez interpretó de la cantata Geist und Seele wird verwirret, BWV 35 el recitativo «Ich wundre mich» con órgano, bien fraseado y emitido, más el aria «Gott hat alles wohl gemacht» con una base instrumental algo fuerte donde el granadino de nuevo marcó más decibelios de los necesarios al òrgano, pero como comentaba con mi vecino de localidad al final del concierto “hay cantera” y en Asturias el talento vocal lo exportamos. El registro grave irá ganando en volumen y técnica tiene para lograrlo.

Una de mis cantatas favoritas es Christ lag in Todes Banden, BWV 4, que con órgano más la asturiana y una de las sopranos nos emocionaron con el Versus II «Den Tod niemand zwingen kunnt», buen empaste y afinación, dominando el idioma de Goethe que tanto ayuda a la colocación de la voz.

Los nervios supongo que siempre son necesarios en los conciertos, y hubo “entrada falsa” mientras Tamayo cambiaba partituras. La cantata Jauchzet Gott in allen Landen, BWV 51 también se eligió alternar entre las dos sopranos el recitativo «Wir beten zu dem Tempel an» por la primera de ellas y el bajo continuo al completo, más la segunda soprano de mayor proyección y volumen para el aria «Höchster, mache deine Güte», dos colores vocales distintos para comprobar que las tesituras no son suficientes en las clasificaciones tendiendo más a diferenciar las diferencias en ese color, emisión y hasta matices o fraseos. Las lecciones de Mena surten buen efecto y estas solistas toman nota en cada página estudiada.

Para cerrar este bloque de cantatas, Erhalt uns, Herr, bei deinem Wort, BWV 126 poderosa, variada, combinando solistas y conjuntos, recitativo «Der Menschen Gunst und Macht» con altos y tenores, aria «Stürze zu Boden» de excelente bajo solista, nuevo recitativo «So wird dein Wort und Wahrheit offenbar» con clave y distinto solistas para finalizar todos en el bellísimo coral «Verleih uns Frieden gnädiglich», buen cierre a este pequeño ciclo donde cada cantante participó y se sumó en esta última plegaria, destacando la tiorba de Sergio Bermúdez y el poderoso cello de Héctor Hervás, con pasajes virtuosos ejecutados con limpieza y presencia.

Una breve pausa para reorganizar el órgano en el centro y las voces colocadas tradicionalmente por cuerdas, cuatro a cada lado. Mientras una explicación del maestro Mena sobre el motete Jesu, meine Freude, BWV 227, el más largo y complejo musicalmente de los compuestos por Bach, alfa y omega, principio y final, “Jesús mi alegría” porque la muerte luterana también es volver a la mejor vida, y con la música del dios Bach una explosión interior. Como recordó el vitoriano, se cumplen 300 años de este motete (escrito en julio de 1723 para el funeral de Johanna Maria Kees, esposa del jefe de correos) donde disfrutar cada una de las partes, diferenciando coro y corales, ocho voces o cuatro con “cantus firmus” a cargo del contratenor, una práctica hoy habitual por historicista aunque en su momento fuesen los niños. Los once movimientos juegan con los impares escenario de los versos de la coral del mismo nombre de Johann Franck de 1653, mientras que los pares son extractos de la Epístola de Pablo a los Romanos. Se han analizado hasta hablar de una simetría general, no aparente para algunos diletantes pero recordando que el primer y último movimiento son armonizaciones idénticas de la coral, el segundo y el décimo movimiento trabajan con el mismo material musical, el sexto movimiento central es una fuga elaborada, y Bach reduce la textura a tres voces en el cuarto y octavo movimiento. Con ese final que dice “Huid, espíritu de tristeza, que el maestro de mi alegría, Jesús, ya entra en mí”, así Bach ayudó a estas voces jóvenes con el órgano de Tamayo a darnos la esperanza siempre necesaria.

Final con las palabras de Antonio Moral despidiendo estos conciertos en San Jerónimo y agradeciendo el trabajo de Carlos Mena así como de Aarón Zapico con esta Academia Barroca del Festival de Granada, un proyecto que es realidad y sigue sumando jóvenes al apostolado bachiano que nunca morirá.

Academia Barroca del Festival de Granada

Soraya Méncid y Laura Rivas, sopranos – Serena Pérez y Juan Manuel Morales, altos – Raúl Jiménez y Luken Munguira, tenores – Roger Casanova y Julen García, bajos.

Darío Tamayo, clave/órgano positivo – Héctor Hervás, violonchelo – Sergio Bermúdez, tiorba

Carlos Mena, dirección musical

PROGRAMA

Soli Deo Gloria

Johann Sebastian Bach (1685-1750)

De la cantata Sehet, wir geh’n hinauf gen Jerusalem, BWV 159

 Duetto: «Ich folge dir nach»

 De la cantata Aus der Tiefe ruf ich. Herr, zu dir, BWV 131

Aria con Coral: «Meine Seele wartet»

 De la cantata Der Himmel lacht! die Erde jubiliert, BWV 31

Recitativo: «Erwunschter Tag!»

Aria: «Fürst des Lebens, starker Streiten»

De la cantata Geist und Seele wird verwirret, BWV 35

Recitativo: «Ich wundre mich»

Aria: «Gott hat alles wohl gemacht»

De la cantata Christ lag in Todes Banden, BWV 4

Versus II: «Den Tod niemand zwingen kunnt»

De la cantata Jauchzet Gott in allen Landen, BWV 51

Recitativo: «Wir beten zu dem Tempel an»

Aria: «Höchster, mache deine Güte»

De la cantata Erhalt uns, Herr, bei deinem Wort, BWV 126

Recitativo: «Der Menschen Gunst und Macht»

Aria: «Stürze zu Boden»

Recitativo: «So wird dein Wort und Wahrheit offenbar»

Coral: «Verleih uns Frieden gnädiglich»

Motete Jesu, meine Freude, BWV 227

El Cosmos concuerda

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Viernes 14 de julio, 21:30 horas. 72 Festival de Granada, Patio de los Mármoles (Hospital Real), “Música de cámara”, #Ligeti100: Cuarteto Cosmos. Obras de Brahms, Tomás Marco y Ligeti. Fotos propias y de Fermín Rodríguez. 

En este Festival de Granada la música de cámara tiene su espacio y en el caso de los cuartetos el programa nos está trayendo de lo mejor en el panorama internacional, este viernes con el Cuarteto Cosmos (2014) catalán y otro homenaje al gran György Ligeti (1923-2006), sin olvidarnos de Tomás Marco (1942), compositor residente esta edición, y Johannes Brahms (1833-1897) en un programa intenso y exigente desde el Patio de los Mármoles en el Hospital Real.

También Schumann está en el aire de estos días, y Brahms se encontró con él en 1853 ya con la idea de componer cuartetos. El Cuarteto nº 2 en la menor, op. 51/2 (1873) es buena forma de comenzar un concierto y el Cuarteto Cosmos ya mostró sus cartas con un sonido homogéneo -tocan con instrumentos construidos exprofeso por el prestigioso luthier barcelonés David Bagué– y en el Allegro ma non troppo las melodías juegan con las combinaciones de los cuatro y una energía que se ve además de escucharse. El Andante moderato mantuvo ese lirismo romántico, heredero de Schubert o Schumann sin faltar la carga dramática con intensidades muy amplias. Con esas alternancias de melodismo y dibujos claros en el cuarteto el breve Quasi Minuetto, moderato, prepararía el ambiente sombrío del Finale. Allegro non assai, con la alternancia o juego de los temas, decidido el primero y más lánguido el segundo, danzables para disfrutar de un violín carnoso y penetrante preparando la creciente agitación del cuarteto, aires zíngaros que con su ritmo contagioso redondearon un buen Brahms con los catalanes.

Tras el descanso, cambio de idioma, de estilo, de colores y sonoridades con tímbricas explorando todos los recursos del cuarteto de cuerda: armónicos, golpes de arco, pizzicati violentos, fraseos de dinámicas bruscas en dos páginas de mi generación, primero el Cuarteto nº 4 «Los desastres de la guerra» (1996) de Tomás Marco, que continúa vigente tal y como estamos comprobando en este Festival. Juan Manuel Viana en sus notas al programa repasa la trayectoria del compositor madrileño en sus composiciones para cuarteto de cuerda: Los desastres de la guerra (…) compuesto en 1996 por encargo del Festival de Santander y estrenado el 24 de agosto de ese año por el Cuarteto Paul Klee en el Santuario de la Bien Aparecida (…) presenta, según su autor, algunos puntos en común con el cuarteto anterior: «Se trata de un material musical rigurosamente objetivo en el que se desarrolla, por aplicación de algunos principios de crecimiento fractal, un sistema de proporciones que confluyen en la creación de una forma autónoma». Como en Los caprichos, Tauromaquia, La nuit de Bordeaux o Tapices y disparates, la alusión a Goya no pretende describir o evocar su pintura sino «asumir algunos de sus planteamientos estéticos y expresivos»”. Si la música de Marco sigue siendo actual, tristemente también las guerras y el dolor que conllevan. Este cuarteto es desgarrador, gris, violento como van desgranando las cuerdas y arcos, sonidos por momentos hirientes, casi una banda sonora de la devastación bélica que Goya ya pintase pero hoy basta con ver las noticias porque esta música sirve para todas ellas. El Cuarteto Cosmos se volcó con una página muy exigente de ejecución e interpretación de la barbarie: empaste y entendimiento total de los catalanes, contrastes extremos entre violín y cello, contestaciones del segundo y la viola, un relato sobrecogedor el de Tomás Marco perfectamente resuelto por unos músicos excelentes.

Y tras una pausa para tomar aire pero con las mismas sensaciones vendría el Cuarteto de cuerdas nº 1 «Metamorfosis nocturnas» (1953-1954) de György Ligeti, a quien el Festival le está homenajeando en el centenario de su nacimiento. El húngaro también sufrió en sus carnes la dictadura magiar y mucha de su música quedó en el cajón como él mismo lo escribió. Obra de juventud con clara inspiración en los cuartetos 3 y 4 de Bartók que sólo conocía por la partitura, aunque escrito en un único movimiento, está dividido en doce secciones breves que van contrastando, casi como en el cuarteto de Marco. El término «Metamorfosis» designa, en palabras del húngaro «una serie de variaciones de carácter atemático, que se desarrolla a partir de un motivo de base. Melódica y armónicamente la pieza descansa sobre el “total cromático”, mientras que desde un punto de vista formal permanece fiel a los criterios del clasicismo vienés: carácter periódico, imitación, despliegue del material motívico, desarrollo, reparto entre los instrumentos de la melodía cortada en frases breves». Si el cuarteto catalán toma el nombre de Cosmos, con esta metamorfósis está claro que es todo un universo de la cuerda, jugando con las palabras, todo concuerda en este Ligeti que desplegó no ya los recursos y sonoridades rompedoras en los años 50, toda la tensión y discurrir “biológico”, nacimiento, desarrollo, madurez, cambios de tamaño, como una clase sonora de la propia evolución vital y recordando que la palabra griega significa “transformación” sin olvidarnos del alemán Kafka. Increíble la partitura de Ligeti y asombrosa la interpretación del Cuarteto Cosmos.

Tras tanta tensión, dramatismos, sonoridades violentas, incisivas, volúmenes extremos de los pianos casi inaudibles a los fortes con los arcos como cuchillas, el mejor regalo vendría de Schubert y el Andante del Cuarteto “Rosamunda” nº 13, en la menor, D804 op. 29. La música de mi generación no se entiende sin escuchar primero a los grandes románticos, y tras el Brahms inicial el círculo se cerraba con Schubert, historias musicales donde el cosmos concuerda.

Y con cuerda aún nos espera el Armida Quartett el día 17, que contaremos desde aquí.

Cuarteto Cosmos:

Helena Satué (violín) – Bernat Prat (violín) – Lara Fernández (viola) – Oriol Prat (violonchelo)

PROGRAMA

Johannes Brahms (1833-1897)

Cuarteto nº 2 en la menor, op. 51/2 (1873)

Allegro ma non troppo – Andante moderato – Quasi Minuetto, moderato / Allegretto vivace – Finale. Allegro non assai

Tomás Marco (1942)

Cuarteto nº 4 «Los desastres de la guerra» (1996)

György Ligeti (1923-2006)

Cuarteto de cuerdas nº 1 «Metamorfosis nocturnas» (1953-1954)

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