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Buenos estudiantes en verano

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Lunes 30 de julio, 20:00 horas. Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), La Castalia: Concierto de clausura del IV Curso de Canto y Repertorio Vocal. Entrada libre y aforo completo.

Parece que estudiar en verano seguimos asociándolo a los malos resultados pero muchos son los que aprovechan el periodo estival para seguir haciendo cursos de perfeccionamiento, acudir a talleres y seguir creciendo porque así es la vida, muriendo y aprendiendo. En el campo musical nunca se deja de estudiar ni siquiera siendo profesional, incluso más aún para mantenerse siempre en forma, así que vacaciones como muchos las entendemos no existen.
En mi caso verano es sinónimo de desconexión laboral pero nunca de mis aficiones, entre las que nunca faltan lecturas y conciertos de todo tipo como se puede comprobar en el blog. Poder comprobar la evolución del alumnado es probablemente una de las satisfacciones mayores que se tienen tanto en la docencia como en mi melomanía, a menudo unidas ambas tras mis años de pianista repertorista, por lo que siempre que tengo a mano la posibilidad de escaparme a conciertos de clausura ahí estoy, y de nuevo Oviedo con «La Castalia» me ha dado la oportunidad de comprobar el buen estado vocal de nuestros jóvenes que ocupan el mes julio formándose con los mejores profesionales, todos luchando contra indolentes políticos, sin subvenciones, con zancadillas y rivalidades mal entendidas, poniendo dinero propio y apostando por un futuro más cercano de lo que se piensan los dirigentes, porque el tiempo vuela y no se puede dejar escapar el talento.

En nombre de esta incombustible Castalia del siglo XXI, su directora artística y profesora de canto Begoña García-Tamargo presentó este colofón de curso tras diez días duros de esfuerzo ímprobo para 14 alumnos, 100 horas de trabajo con profesorado de fonética (Ana Cristina Tolívar), análisis (Mª José Collazos) o repertorio vocal (Manuel Burgueras) para «desmenuzar» 76 obras y seleccionar las que finalmente pudimos disfrutar en el patio del RIDEA con un lleno impensable en un lunes al fin veraniego, con largas colas y una afición única en La Viena del Norte como llamo a este Oviedo musical, dejando aquí el programa. Además de recordar los sinsabores también repasó los conciertos en el Arqueológico, la centenaria Sociedad Filarmónica Ovetense, las distintas temporadas operísticas y sinfónicas con dos orquestas en la capital, junto a las Jornadas de Piano y Conciertos del Auditorio con su presupuesto pendiente de aprobar a estas alturas del año, aunque sabemos cómo funcionan nuestros dirigentes.

El maestro Manuel Burgueras al piano, del que dejo arriba la entrevista en La Nueva España, no solo ayudó durante todo el recital (al estar indispuesto Ángel Álvarez que también tenía sus obras) sino que continúa buscando lo mejor para cada voz, esta vez con mayoría de sopranos y distintos niveles pero todas ellas superando la dura prueba con público. Repertorio variado con canción de concierto para mayor disfrute pianístico y pureza total, arias de ópera, oratorio y también zarzuela para terminar. Acompaño fotos y obras junto a breves comentarios de todos los participantes.

Abría fuego el barítono coruñés David González Piñeiro con dos de las cinco canciones de «Let us garlands bring» opus 18 (G. Finzi) con textos de Shakespeare, Come away, come away death y Fear more the heat o’ the sun bien pronunciadas y sentidas para un timbre hermoso y delicado al que no debemos perderle la pista.

La jovencísima soprano Paula Montejo interpretó Amor, ch’atendi (G. Caccini) de voz natural a la que auguro largo recorrido, sin complejos y color prometedor totalmente adecuado a esta bellísima página, segura con el apoyo del maestro Burgueras.

El siempre difícil «Giulio Cesare» (Händel) del aria Si, spietata, il tuo rigore lo interpretó el bajo Román García, también joven pero que apunta maneras en su registro, agilidades bien resueltas con el aire adecuado para una voz que crecerá mucho con los sabios consejos de sus maestros.

Almudena Sanz es otra soprano que nos dejó muestras de dos estilos diferentes pero bien hilvanados y elegidos para su color, el complicado barroco de «Juditha Triumphans» (Vivaldi) con O servi volate más el clasicismo de Haydn y Quando la rosa non ha più spine (aria de Susana) de «La Metilde ritrovata» aún mejor.

Ya conocía al tenor Adrián Begega quien nos dejó el aria Sol può dir come si trova de «Il Re Pastore» (Mozart) que le va muy bien por tesitura y estilo, mejorando poco a poco su escena aunque el genio de Salzburgo siempre esconda dificultades en cada partitura.

Misma tesitura para otro tenor muy distinto, Vladimir López, voz con cuerpo en toda el registro y gusto en su línea de canto que optó por la conocida Parlami d’amore, Mariù (C. A. Bixio), disfrutando del piano y la melodía bien sentida, quedándome con ganas de escucharle algo más porque gustó en esta intervención.

También repetía la soprano Canela García que avanza en cada curso, cantando en su primera intervención la bellísima Nuit d’étoiles (Debussy), bien musicalmente y que deberá «romper» poco a poco en escena porque cualidades vocales las tiene.

Siguiendo en la misma tesitura de sopranos conocidas en estos cursos Cristina Suárez interpretó Ruhe meine Seele (R. Strauss) en perfecto alemán y protagonismo compartido con Manuel Burgueras, el siempre agradecido lied para ambos con un registro grave amplio e ideal en este repertorio al alcance de pocas voces jóvenes que la soprano gallega resolvió con solvencia.

Un placer escuchar a la mezzo asturiana María Heres en cada curso, siempre cómoda y segura en el repertorio barroco que adora, y más con el Messiah (Händel) con el que comenzó su primera intervención en la reposada aria He was despised and rejected of men con un piano mimando cada pasaje haciendo olvidar la orquesta original,

para continuar con el dúo O death, where is thy sting bien empastado con Adrián Begega en color e intención.

Las voces gallegas son habituales de «La Castalia» por cercanía y confianza en estos maestros, y una de ellas es la soprano ferrolana Carla Romalde, una veterana pese a su juventud, siempre con soltura en las obras trabajadas, dejándonos en primer lugar la complicada aria Ah, non credea mirarti de «La Sonnambula» (Bellini), belcantismo puro para una voz que se maneja bien con las agilidades.

Volvía el bajo Román García que se atrevió y cumplió con el aria Vieni, o levita de «Nabucco» (Verdi) asombrando de nuevo por un registro que el tiempo engordará para una cuerda en la que escasean estas voces.

Bellini volvería a sonar con Canela García quien interpretó Dopo l’oscuro nembo de «Adelson e Salvini» aprovechando esa voz con cuerpo y música de reminiscencias hermanas del Oh! quante volte («I Capuleti e i Montecchi») de mayor dramatismo vocal que corporal y el piano orquestal.

Más clasicismo de Haydn, la «canzonetta» con texto de Shakespeare She never told her love para la mezzo María Heres en su última intervención, inglés perfecto de dicción y confianza en un repertorio que avanza para su registro poderoso siempre cantando con emoción y buen gusto.

Del hermoso oratorio «Elías» (Mendelssohn), el tenor Adrián Begega eligió Zerreiset eure Herzen… So ihr mich resuelto con seguridad y matices algo exagerados pero solvente de principio a fin.

En la recta final y con segundas intervenciones llegaría la conocida aria Oh, ma lyre immortelle de la poco escuchada «Sapho» (Gounod) a cargo de Cristina Suárez, una joya que las grandes sopranos guardan para sus recitales y de agradecer poder escucharla en este concierto, bien trabajada por la cantante gallega que redondeó una buena intervención con la excelencia pianística del maestro Burgueras.

El apasionante mundo del lied volvía al recital con David González y Verborgenheit (H. Wolf) que requiere dicción y emoción, microrrelatos dialogados con el piano, perfectamente ensamblados ambos para este «descubrimiento mío» en el cuarto curso de «La Castalia», barítono al que espero poder seguir su trayectoria.

Oviedo ama la zarzuela, nuestro género por excelencia que tiene tanta tradición como la ópera en la capital asturiana (la segunda temporada tras Madrid) por lo que el cierre no podía ser otro, la romanza En un país de fábula de «La Tabernera del Puerto» (Sorozábal) que escuchamos hace poco en el Campoamor, aquí por la soprano Carla Romalde de timbre algo metálico pero seguro y suficiente con los ornamentos en su sitio  pausados junto a la «orquesta» de Burgueras, el acompañamiento ideal en esta clausura de curso y concierto que hizo las delicias de todos los presentes. Nombres de voces que cuando triunfen diremos «los escuché en Oviedo, La Viena del Norte gracias a La Castalia«.

Poesía es música

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Sábado 28 de julio, 20:00 h. Salón de actos del Monasterio de Santa María de Valdediós: «Atardeceres Musicales 2018«, Ciclo La voz y la palabra, organiza Círculo Cultural de Valdediós. El canto de la dulce FilomenaLola Casariego (soprano), Aurelio Viribay (piano). Obras de Debussy, Fauré, Hahn, Massenet, Granados, García Abril y Bautista Cachaza. Entrada libre hasta completar aforo.

El ciclo titulado «La voz y la palabra» une los dos pilares del Círculo Cultural de Valdediós, poesía y música presentando este segundo concierto donde los textos son aún más protagonistas con la música, Francia y España, poemas ofrecidos con letra original y su traducción en unos programas de mano con papel excelente, obras de compositores del pasado siglo tanto del país vecino ocupando la primera parte como nuestros españoles internacionales en la segunda, si se quiere de mayor calidad todavía con un Federico García Lorca más vivo que nunca en los lenguajes de tres músicos dispares que engrandecen con la voz y el piano la eterna lírica. Contar con la ovetense Lola Casariego en este concierto suponía garantía de calidad, y sumándole el magisterio al piano del vitoriano Aurelio Viribay el resultado final fue poéticamente musical o musicalmente poético, buen decir en francés o castellano, mejor fraseo instrumental sin palabras y protagonismo compartido de un género que seguimos vendiendo mal precisamente por ser nuestro: la canción española de concierto que el Maestro Viribay conoce como pocos, equiparable a las Chanson vecina, Songs inglesas o Lieder alemanes, porque las hermosas melodías alcanzan altos vuelos ante el pianismo de unos compositores que conocen los estilos vecinos, contemporáneos e incluso avanzados a su tiempo como comentaré más adelante.

Por desgranar la primera parte en perfecto orden cronológico y estilístico, cuatro músicos que mueren en la capital francesa. Claude Debussy (Saint-Germain-en-Laye, 1862 – París, 1918) y tres poesías musicalizadas de auténtica soirée maliayesa en este entorno monacal: Beau Soir (Bourget), Nuit d’Etoiles (Banville) y Mandoline (Verlaine), la voz carnosa de la soprano carbayona con el impresionismo puro del pianista alavés, textos realzados en pentagramas rompedores en su momento, perfecto maridaje del cambio de siglo para continuar con el gran melodista vecino, Gabriel Fauré (Pamiers, 1845 – París, 1924) al que Elly Ameling y Dalton Baldwin me engancharon hace muchos años para reactivarse este sábado de voz y palabra tomando del ciclo La Bonne Chanson op. 61 sobre textos de Verlaine dos de las nueve canciones, tercera y segunda respectivamente: La lune blanche luit dans les bois, hermosa en cualquier registro vocal pero que con Casariego alcanza color propio sin perder el sabor de mezzo, y Puisque l’aube est grandit, la propia poesía describiendo el piano que «crece como el alba» en manos de Viribay guiando la voz «por senderos de espuma apartando guijarros y peñas, arrullando las lentitudes cantando aires ingenuos» pero maduros en la voz de Lola, sin nasalizar en absoluto dominando textos y argumentos, dramatización compartida en la escena.
Evolucionando en lenguaje tanto vocal como instrumental pero siempre al servicio del texto vendría otro melodista caribeño de nacimiento pero plenamente integrado en el ambiente de «La Belle Époque», el venezolano Reynaldo Hahn (Caracas, 1874 -París, 1947) con dos páginas a cual más bellas: Si mes vers avaient des ailes (V. Hugo) y A Chloris (Théophile de Viau), verdadera recreación que este tándem Casariego-Viribay suelen ofrecer en pugna de emociones antes de concluir con el operístico Jules Massenet (Montaud, 1842 – París, 1912) que como tal, no podía olvidar estas miniaturas teatralizadas con textos de Louis Gallet como la Elégie para disfrutar por partida doble, voz dramáticamente emocional y piano conteniendo desde el equilibrio ideal sin cello, antes de Nuit d´Espagne, excelente visión musical francesa de nuestra geografía literaria con cierta reminiscencia bizetiana más que raveliana aunque la inspiración española no tiene fin.

Apenas diez minutos de descanso y totalmente española la segunda parte, colocadas obras y autores ahora jugando con los estilos y dándole protagonismo a García Lorca tras abrir boca con un Enrique Granados (Lérida, 1867 – Canal de La Mancha, 1916) siempre actual. De «La maja dolorosa», tres tonadillas dieciochescas, inspiradas en la moda goyesca e inspiradoras por calado, ¡Oh muerte cruel!, ¡Ay majo de mi vida! y De aquél majo amante. El gusto de Lola Casariego se recrea con esta maja bien entendida desde un registro grave poderoso y una tesitura cómoda de dicción perfecta que siempre ayuda a la emisión clara, mientras el piano de Aurelio Viribay no solo sustenta esos tres textos pictóricos sino que vuela en el lenguaje pianístico hispano iluminado en París y malogrado por una tragedia que truncaría una proyección inimaginable del catalán.

Suelo comentar con muchos melómanos que uno de los compositores que mejor han entendido el folklore español ha sido el maño Antón García Abril (Teruel, 1933), digno representante y continuador de esta tradición de canción que conoce y se inspira en los orígenes populares para elevar los textos de nuestros poetas. Así toma a Lorca para sus «Tres canciones españolas» que sin perder el trasfondo regionalista mantienen el lenguaje típico del turolense, «tierno y brillante» en palabras de la propia Lola, compartiendo empuje voz y piano, el ritmo del Zorongo de regusto decimonónico, la Nana, niño, nana, sentimiento fallesco de armonías en plena transición o la Baladilla de los tres ríos de tradición melódica cercana a Rodrigo, de final poderoso que han sido llevadas al disco por ambos intérpretes (Canciones) junto a otras más que conforman este «corpus de canción hispana» donde no falta lo asturiano, aunque el directo único de Valdediós lo hizo irrepetible.

Y el aún por descubrir Julián Bautista Cachaza (Madrid, 1901 – Buenos Aires, 1961), estilísticamente el más actual y adelantado a su época por aunar el sabor clásico andaluz con toques de jazz flamenco, o viceversa, a partir de los textos lorquianos en Tres ciudades, el compositor «hondo y racial» que arranca con una Malagueña de piano guitarrístico además de «jondo» y voz con «pellizco y quejío», Barrio de Córdoba sentido, florido como los patios, balada llorada desde la lejanía antes del Baile de final apoteósico con aires de AlbénizTurina para recrear la Carmen sevillana e internacional que hacen del exiliado Bautista un compositor español cercano y universal  como también lo fue su amigo Salvador Bacarisse, ambos en el llamado «Grupo de los Ocho» madrileño, otro compositor que entendería a la perfección que la poesía es música. Muchas gracias a Aurelio Viribay por su incansable trabajo en mantener encendida la llama de estos excelentes músicos a quienes todavía no se les ha reconocido en su justa medida y también acreedores de la memoria histórica pues la dictadura les privó de triunfar en su patria.
De propina sin necesidad de presentaciones aunque «fuera de contexto» por reducción orquestal al piano tras un equilibrado y bien elegido programa, una de las más bellas arias de ópera escritas por Puccini, «O mio babbino caro» de Gianni Schicci, preferida de muchos aficionados que llenaron el salón monacal a los que nuestra Lola agradeció cantando a papis, güelitos y tíos con sobrinas.

Compartir es vivir

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Viernes 20 de julio, 20:00 horas. Patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto (CCAI): Concierto homenaje a René de Coupaud. Isaac Turienzo (piano), Xel Pereda Quinteto, Andreas Prittwitz Lookingback Trío. Aforo completo.

Entrar en el Antiguo Instituto es recordar siempre a mi querido René, el omnipresente que diría Andreas, su hogar tras cambiar Vetusta por Gijón donde siempre tuvo su casa, pues allí nació y fundó el primer estudio de grabación asturiano en el recinto ferial, los legendarios Estudios Norte y después EOLO donde le conocí con Pipo Prendes, por donde pasarían tantos artistas y grupos de todos los estilos a dejar escrita un poco de la historia musical asturiana, con el tándem Coupaud-Bastarrica, el mismo de La Orquestina Son Les Poles con un toque personal y avanzado para entonces que continuarían en menor medida Cuélebre. En Asturias todos sabíamos que hablar de René de Coupaud era hacerlo de música, de trabajo, de ilusión y hasta de innovación.
Surgió entonces la chispa y mi admiración por una leyenda cuyo nombre iba unido al de figuras de mi adolescencia (Camilo Sesto, Ángela Carrasco, Alcatraz…), tenerlo cercano fue un aprendizaje vital y de respeto hacia el maestro, cariño hacia su familia en Fray Ceferino con Javi y Pablo, también grandes músicos como no podía ser menos, chapoteando en la piscina mientras Loli preparaba la merienda.
El cambio de destino no solo supuso hacer menos kilómetros diarios sino mejorar la calidad de vida y dejar atrás San Juan el Real, pasar otra hoja a su libro musical además de continuar haciendo escuela desde el Taller de Músicos de la Fundación Municipal de Cultura y Universidad Popular, primero en los bajos de El Molinón y después en este CCAI desde donde seguir dinamizando todo lo que sonase, impulsor entre otros del Festival de Música Antigua de Gijón.
René siempre apostando por innovar, imposible resumir sus 25 años al frente de esta iniciativa que sirvió de modelo para muchas más, rompedor siempre en su momento y todo un clásico ya. Sembró mucho, discreto y tenaz, trabajador infatigable, y en el mejor momento de su vida, recién jubilado disfrutando de Quintes, su corazón volvió a fallar dejándonos un vacío indescriptible. Un febrero gris de invierno que no terminaremos de digerir ni siquiera cinco meses después, repitiendo climatología en pleno verano después porque sigo buscándole cada vez que vengo al Centro.

Recordarle era lo menos que le debíamos, y no podía ser más que con música, en su casa y como decía la concejal de educación y cultura Ana Montserrat López Moro al inicio, con «cariño, respeto y admiración». Sería imposible reunir sobre el escenario a todos por los que René apostó, asesorándoles, grabando o apoyando infatigable, pero hubo una buena representación este sábado con el respaldo de su Gijón del alma, de tantos amigos que dejaron pequeño el patio: el jazz, el folk o la fusión, avanzados en su momento y plenamente actuales.

Isaac Turienzo ha sido Premio AMAS de Honor como René en 2014, ambos enamorados del jazz y que abrió homenaje casi intimista con Thelonius Monk, un Monk’s Mood contrapuestos y unidos por el equilibrio, desde la locura uno y de la reflexión otro como el propio Isaac comentó. Otros dos temas, primero un bolero de aire casi Corea o incluo Camilo pero Michel, con la canción de amor España, siguiendo con otro «standard» recordando 1992 del ciclo «Jazz en el centro» el mismo año que grabase en Mieres «Made in Asturias«, con dos referentes de Isaac, Tete y René cual tamiz de ambos, la (re)visión popular de Santa Bárbara bendita.

Eduardo García Salueña, digno heredero de René, hizo de maestro de ceremonias y también dejó pinceladas antes de dar paso a Xel Pereda con un cuarteto donde estuvieron con
Ángel Ruiz en la pedal steel guitar un trío de cuerda (violín, viola y cello). Desde Llan de Cubel, grupo de folk que también pasase por las manos de René, Xel cantando con su guitarra fue llenando de asturianía contemporánea el patio gijonés con la añada Agora non en versiones atemporales, siguiendo con el tema de Igor Medio (FelpeyuLos fayeos de mayo
y con el quinteto Onde vas por agua
para finalizar desde la fórmula del popurrí comenzando con una introducción instrumental de steel y guitarra del conocido En el campo nacen flores donde van cantándose arreglados de aire «country» el Xilguerín parleru con Si la nieve resbala, buena fórmula para revitalizar la llamada música de raíz que sigue funcionando.

En este homenaje a René había que recordar los talleres de improvisación que arrancaron allá por 1996 y todavía funcionando, y Eduardo aprovechó para dar paso a la última actuación de un asturiano de adopción que ha venido tantas veces a nuestra tierra en parte «por culpa de René» con distintos grupos, a charlas y conferencias, a festivales y conciertos, seminarios o grabaciones con el omnipresente amigo: Andreas Prittwitz en trío de Looking Back con Ramiro Morales en la tiorba (guitarra barroca para el último tema) y Antonio Toledo a la guitarra española mientras Andreas saltaba del clarinete a la flauta o el saxo, la fórmula que mezcla jazz y clásico a lo largo de la historia de la música, otra de las apuestas que el Taller de Músicos trajo a Gijón y ahora se ha normalizado. Tres grandes músicos capaces de improvisar con la naturalidad que da el tiempo y el dominio de estos repertorios, recreando a Bach y una de las suite de cello en formato de blues a la tiorba de Ramiro realmente curiosa que arrancó aplausos espontáneos, o una joya atemporal como las Tres morillas en una introducción de Toledo a la guitarra de quitar e hipo que tuvo además una sonorización global a la altura del maestro homenajeado. Las Jácaras de Gaspar Sanz serían otro tesoro con el virtuosismo habitual de Andreas a la flauta que le trajo a España aunque domine igualmente clarinete y no digamos el saxo, acompañado de tiorba y guitarra. Finalmente y dedicada a la familia de René que también lo es suya por el roce y cariño de tantos años, su adorada Chacona de Francesco Corbetta con la guitarra barroca sola antes de ir floreciendo con el clarinete, después el saxo y la guitarra española de sabor universal.
Tarde de vivencias con la música que mantiene vivos los recuerdos y nada mejor que entre amigos, porque como el propio René decía

«Compartir es vivir«

Magia al piano

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Jueves 19 de julio, 20:00 horas. Verano en Oviedo 2018, Claustro del Museo Arqueológico de Asturias: Laura Mota Pello, piano. Obras de Mozart, Schubert y Chopin.

Crítica para La Nueva España del sábado 21, con los añadidos de links, fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva:

Unos pocos elegidos poseen el don de transformar en mágico lo cotidiano porque el arte tiene ese poder y la música aún más, ilusión sin trampa ni cartón, momentos irrepetibles y difíciles de narrar. Quienes seguimos desde sus inicios a Laura Mota Pello (Oviedo, 2003) podemos constatar un crecimiento vital y artístico que convierte en magia cada concierto suyo. No importa el entorno ni el público, las obras suenan siempre nuevas y frescas, el directo es siempre único y hasta la estación del año parece ser de eterna primavera ante la madurez de esta pianista que supera cualquier comparación porque el camino recorrido con ser ya largo pese a sus pocos años, no es nada comparado con lo que queda por llegar.

Segundo concierto de verano en otra tarde casi invernal de diluvio inicial para recordar climatológicamente el adiós de Mozart aunque su Sonata en fa mayor, nº 12, K 332 estuviese llena de luz y juventud pugnando con el cielo. La magia de Laura arrancó con la frescura del Allegro, pasó con enorme y profundo sentimiento al Adagio y voló libre con el Allegro assai en busca de los borbotones de agua con esa convicción adulta de sonidos cristalinos, la engañosa facilidad aparente del genio de Salzburgo en los dedos hechizados de la ovetense que transforman lo infernal en paradisíaco.

Domando el cielo aparecería Schubert, otro joven precoz y romántico lleno de brebajes entre la tormenta y la calma, apaciguando ánimos y amansando fieras emocionales para luchar contra la lluvia desde sus enormes Drei Klavierstücke, D 946 cual pócimas frente a cargados cirros y cúmulos varios al alcance de pocos brujos, necesitando no ya el dominio de la fórmula magistral sino de auténtica solidez además del largo y necesario recorrido vital. Laura Mota repitió magia al piano con estas tres piezas maestras dando luz a los grises nubarrones. El Allegro assai cual varita de truculenta fragilidad tocaba dinámicas extremas con ímpetus contenidos para no romper los hechizos en el Andante de perlas musicales como gotas de agua antes de retomar el primer Tempo, siempre con seis bemoles; el Allegretto con posos medios del admirado Beethoven patético fue amainando la tormenta tonal en la transición de mi bemol menor a mayor sin perder un ápice de intensidades antes del arrebato vencedor con la última dosis del Allegro en do mayor, sin alterar salido del crisol de Laura la hechicera manejando con total naturalidad esta magia prodigiosa que funcionó, dejando a la aprendiz del Mago Pantín en un estrato de madurez envidiable ante semejante derroche, con rapidez de vértigo además de pulsión clara y poderosa.

El volumen de agua caída iría decayendo inversamente proporcional al derroche pianístico de una brujería desde el piano, pues vista y oído nunca coinciden: quince años interpretando con plenitud vital y madura, Chopin al alcance de pocos, capaz de domar el cielo y sumar como acompañamiento del Scherzo nº 3 en do sostenido menor, op. 39 el rebosar de los desagües tras la tormenta en el claustro de San Vicente. Ni una tos, ni un paraguas caído, el silencio del asombro y la admiración, la lucha contra los elementos, el invierno de Mallorca traído al verano de Vetusta, las perlas desde el piano emulando la lluvia en declive, magia en blanco y negro dotada de color especial con un impactante final cargado de la fuerza tomada como del cielo inspirador.

Y para alcanzar la calma total tras la tormenta, el último embrujo de la Balada nº 4 en fa menor, op. 52, casi transcripción metereológica de la tarde al pianismo chopiniano en las manos de Laura Mota, dedos infinitos con ecos de valses y nocturnos por esta domadora de chaparrones, vigorosamente sensible con el ímpetu juvenil sumado al magisterio mágico de una artista irrepetible y arrolladora que se transforma delante de las teclas.

Si la hora larga de magia sin trucos nos voló acallando diluvios, la lluvia cesó para que los pájaros volviesen a cantar en el piano. La quintaesencia de Granados recordando al hada Larrocha, La maja y el ruiseñor naturalista requiebro español y universal tras los europeos que Laura Mota desgranó con la naturalidad de los elegidos para transformar lo cotidiano en magia desde el piano, verdadero regalo estival.

Primus inter pares

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Martes 17 de julio, 20:00 horas. Verano en Oviedo 2018, Claustro del Museo Arqueológico de Asturias: La Real Cámara (Emilio Moreno, violín y maestro de concierto).

Crítica para La Nueva España del jueves 19, con los añadidos de links, fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva:

El nombre de Emilio Moreno va unido a la música antigua española, su reconocimiento es internacional por descubrir, defender y difundir nuestro patrimonio musical que sigue siendo todavía el gran desconocido. La formación que disfrutamos en este primer concierto del verano carbayón, estuvo compuesta por el propio Emilio Moreno más Enrico Gatti (violín), Mercedes Ruiz (chelo) y los hermanos Zapico (Aarón al clave, Pablo a la guitarra barroca y trioba), la misma que grabó hace tres años en nuestro auditorio un disco dedicado a Francisco José de Castro “Spagnuolo” (ca. 1670-ca. 1730), un jesuita sevillano que se iría a Brescia donde traduciría a los místicos españoles y participaría como violinista en la Academia “dei Formati”, componiendo unas triosonatas emulando a su maestro Arcangelo Corelli, con quien podemos decir que compitió y compartió calidad sin perder nunca el regusto hispano.

Del Trattenimenti Armonici da Camera, diez sonatas compuestas por el llamado “Corelli español” La Real Cámara eligió seis reuniéndolas con las del italiano para poder comprender mejor el calificativo del español en igualdad de condiciones pues el estilo de ambos es equiparable tras lo escuchado en el claustro del antiguo Monasterio de San Vicente. Distintas tonalidades mayores y menores del sevillano, coloridas y sentidas como “sonatas de iglesia” al igual que las de su modelo, todas de la Opus 2, con tiempos claramente contrapuestos para disfrutar de una escritura violinística a dúo limpia y brillantemente ejecutada por Moreno y Gatti sin rivalidades, alternando primero y segundo con total continuidad, normalidad y empaste; el impecable chelo de Ruiz completaría el trío desde la gravedad clara con momentos protagonistas emulando al dúo; finalmente para revestir cada una de las nueve obras seleccionadas, el continuo de los hermanos Zapico dándoles mayor empaque: el clave de Aarón siempre ornamentando en el lugar exacto con verdaderas perlas cultivadas, un imprescindible de Moreno con quien ha grabado a Boccherini, y Pablo jugando con tiorba y guitarra barroca según aires, ritmos y obras para completar el gusto español de Castro o hispanizar a Corelli en una visión de programa global donde resultó difícil distinguir entre maestro y alumno.

Hasta en Viena apareció un manuscrito de otro José de Castro, probablemente el sevillano con el que La Real Cámara nos regaló fuera de programa otra joya más para despertar esta música dormida que Emilio Moreno saca a la luz en una labor impagable de musicólogo e intérprete, rodeándose siempre de unos músicos que han trabajado este repertorio desde el rigor y pasión por continuar descubriendo esta música atemporal que sigue gustando al público, numeroso y variado que completó las dos alas del claustro con visibilidad y buena parte de las “ciegas” aunque respirando el mismo aire. Sonatas a tres del español, con sonoridades plenas y variadas, aires contrapuestos con regustos de danzas que fueron desgranándose junto a las del italiano.

Las sonatas 6 en do mayor, 1 en re menor y 7 en mi menor sonaron tan modernas como la Sinfonía à 3 Wo O6bis en re mayor de Corelli, manuscrito de la Biblioteca Nacional de Cataluña, o su Ciacona op. 2/12 en sol mayor colocada en mitad del concierto cual bisagra estilística más por la forma que por el fondo, pleno barroco puro de sonido ideal con este quinteto de lujo, texturas y dinámicas amplias que resultaron perfecto acompañamiento vespertino. La sonata quinta en sol menor del “spagnuolo” seguida de la sexta en re menor del italiano compartieron buen gusto y danzas (allemanda o giga) antes del broche final del “Corelli español”, la sonata 4 en re mayor y la 3 en si bemol mayor, modos mayores de un tiempo que abraza la tonalidad olvidándose modos renacentistas pero ganando en lumínico virtuosismo como el disfrutado en el Arqueológico a cargo de Emilio Moreno y La Real Cámara.

El verano musical ovetense brilla más que el climatológico aunque siga siendo “La Viena del Norte”. Entre estas piedras ideales en acústica quedan siete conciertos (este jueves Laura Mota al piano) hasta finales de agosto, dos más en el Museo de Bellas Artes de lo más interesantes, sin olvidarme del de órgano en La Corte para esta amplia oferta que cuenta con muchos intérpretes de casa y todos de calidad contrastada.

Milagrosa Suor Angélica

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Sábado 14 de julio, 20:30 horas. X Ciclo Música Relixiosa: Ópera en Barcia de Mera. Giacomo Puccini: Suor Angélica. Entrada: 10 €.


El turismo musical es una actividad ideal para conjugar ocio y cultura, por lo que la escapada de fin de semana al Balneario de Mondariz me hizo encontrarme con la posibilidad de asistir a la representación de Suor Angelica de Puccini (con libreto de Giovacchino Forzano estrenada un 14 de diciembre de 1918 en el MET neoyorquino) dentro del ciclo de Música Religiosa de Barcia de Mera en el concejo de Covelo el pasado sábado en esta joya del barroco gallego, una oportunidad única para disfrutar de la soprano Beatriz Díaz y la mezzosoprano Belén Elvira debutando roles protagonistas junto al maestro J. A. Álvarez Parejo al piano, responsable de toda la dirección musical junto a distintas solistas femeninas del Coro Vox Stellae.

Entorno ideal para este drama femenino con dirección de escena de Luis Martínez y diseño de vestuario de José Miguel Ligero realizado por Cornejo en una iglesia barroca que resultó perfecta en ambientación, con un lleno hasta el coro acogiendo la zona del altar y la sacristía toda la acción conventual con el único acompañamiento de un piano vertical más que suficiente para llevar el peso instrumental, por cierto dificilísimo, bello y recreando el arreglo original del propio Puccini que el inconmensurable Juan Antonio Álvarez Parejo sin un solo respiro, resolvió con maestría sacando del piano japonés unas sonoridades realmente celestiales a lo largo de la hora larga de representación. Con él quería comenzar por las exigencias que supone no solo esta partitura sino también la de llevar la dirección desde su posición en la iglesia para las entradas al coro y solistas fuera de escena (en la sacristía) e «intuir» la propia acción principal con las cantantes dándoles la espalda.

La seguridad del maestro madrileño se transmitió a todas las voces, con la musicalidad y veteranía de un grande que pudo hacernos olvidar la orquesta para recrearla desde las teclas, incluso recrearnos inicio e «interludio» antes de la escena final con la sonoridad sinfónica de un piano exprimido en toda la gama dinámica. Mi sincera admiración hacia Parejo al que pronto volveremos a disfrutar en Gijón en el poco reconocido papel de repertorista sin el que las voces nunca pueden brillar como este sábado gallego.

Nadie diría que la asturiana Beatriz Díaz como Sor Angélica o la canaria Belén Elvira en el papel de Zia Principessa debutaban en sus roles, pues fue tal la entrega de ellas junto al elenco femenino de Vox Stellae que las emociones fueron indescriptibles para un público callado, respetuoso, al que podíamos escuchar respirar acongojados con esta historia conventual donde la luz crepuscular también ayudó a la ambientación. Plantas al pie de las que tomar los remedios para ungüentos varios, la tarima granate, la sacristía desde donde escuchar a las monjas cantar sus oraciones, campanas reales anunciando la llegada de la anciana Zia que comunicará a su sobrina recluida el fatal desenlace del hijo entregado, la silla donde firmar el pergamino, tintero y pluma acercadas a la desgraciada Angélica, la zona trasera del altar donde prepararse el veneno, el crucifijo central y hasta la clemencia final a una Virgen que presidiría la acción final del arrepentimiento de la moribunda y la aparición desde el fondo de la iglesia del hijo (Iria Boullosa) para el milagro místico y redención final, todo adecuado para hacer creíble un relato duro como la propia partitura del genio de Lucca.

Quienes me leen saben que vengo diciendo hace tiempo que Puccini parece haber escrito para Beatriz Díaz, este binomio con el que la allerana crece y siente desde los inicios líricos, afrontando cada uno de sus roles con la madurez que da el tiempo, sin prisas, volcándose en cuerpo y alma con unas partituras muy trabajadas y vividas. Así podemos ir repasando la joven Liu de Turandot, siguiendo la Mussetta con alma de Mimì de Bohème (esperando le llegue el protagonismo deseado) y del llamado Triticco primero la Lauretta de Gianni Schicchi debutada en el Teatro Colón de Buenos Aires y ahora esta Suor Angelica «gallega» en un momento vocal impresionante, unido a su siempre convincente dramatización, calificativo sincero de soprano pucciniana y de raza que volvió a enamorar con su interpretación. La conocida aria Senza mamma puso los pelos de punta por musicalidad, gusto, colorido y emociones aunque cada aparición de la asturiana es entrega total que el público agradece rindiéndose a los pies de «nuestra sopranísima» como la bautizó nuestro común y querido amigo eMe Brabóo.

Otro tanto de la lanzaroteña Belén Elvira que puso su excelente buen hacer desde la tesitura de «las malas», una mezzo igualmente en momento dulce para el rol de la Zia Principessa que defendió desde la convicción y el buen cantar para el verismo donde se mueve realmente cómoda, color homogéneo en todo su registro, buena proyección y empaste ideal con la asturiana que la cercana Filarmónica de Vigo ya disfrutase de ambas con el piano de Parejo hace ya tres años, puede que la llave de esta nueva puerta abierta en Barcia de Mera donde parte de la organización conocía el buen hacer de este trío protagonista.

No puedo olvidarme del resto de monjas del coro Vox Stellae, papeles exigentes todos en una de las óperas más complejas y difíciles de Puccini, con pocas referencias para ellas que se comportaron al mismo nivel de las protagonistas tanto en los bellos momentos corales (caso del inicial Ave María) como en las breves intervenciones solistas desde las voces graves de la Madre Abadesa (Mariola González), la Celadora (Aida Cruz) o la Maestra de novicias (Malena Pazos) hasta la Enfermera, Dolcina y Osmina de Aida López además de las sopranos para las hermanas Genoveva (Alba López Trillo), postulante y conversas Xiana Insua junto a Cecilia Rodríguez. Un plantel que funcionó en todos los aspectos redondeando una representación magnífica.

El trabajo bien hecho tiene la recompensa esperada y este convento pucciniano obró otro milagro desde la calidad y profesionalidad de una producción «inesperada» para esta iglesia de San Martiño. Mi más sincera enhorabuena a la organización por la apuesta que acertó con este dramón de final feliz e intérpretes de casa donde tuvimos dos grandes a las que podemos añadir artículo al apellido, La Díaz y La Elvira. Un placer haber disfrutado este debut.

Ilusiones compartidas y mucho futuro

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Miércoles 11 de julio, 20:00 horas. Patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto, Gijón: VII Concurso Internacional de Música Antigua. Ronda final. Entrada libre y aforo completo.

Uno de los platos fuertes del XXI Festival de Música Antigua de Gijón es el concurso internacional ya en su séptima edición, pasando a la ronda final dos de los cuatro grupos escuchados el día anterior, de nuevo con predominio de flautas e interesantes propuestas interesantes por repertorio y formaciones que volvieron a actuar en el orden del día anterior. Tengo que romper una lanza a favor de las «desconocidas» flautas dulces, realmente flautas de pico, que se verían relegadas por los traversos y todavía hoy asociadas al ámbito escolar (cosas de Carl Orff), cuando fueron las reinas desde el medievo hasta la llegada del clasicismo y la mayoría de edad de todos los instrumentos que conformarán las orquestas sinfónicas donde las flautas de pico no encontrarían acomodo.

El jurado estuvo formado por Pilar Montoya (catedrática de clavicémbalo y profesora de danza histórica en el Conservatorio Superior de Música de Castilla y León) como presidenta más los vocales Aziz Samsaoui (director artístico del Festival de Música Antigua de Granada y del grupo Veterum Mvsicae) y Alfonso Carraté (director de la revista «Melómano» y del Festival de Música Tres Cantos), quienes tuvieron difícil el veredicto que se hizo esperar con los nervios lógicos y abundante presencia del público que hizo su votación el día anterior coincidiendo con mi apuesta como dejé reflejado en mi anterior entrada y dejando a continuación la foto con Eduardo García Salueña director del festival, el jurado y Montserrat López concejala de educación y cultura junto al trío valenciano.

Ante la calidad de los grupos que tienen a su favor juventud, amor por la música y una trayectoria previa grande, decidieron dar el premio ex aequo a Vox Tremula Ibera Auri que en la final volvieron a gustar y deleitarnos con unas obras de dificultad como es de esperar en un concurso, junto al aplomo de un concierto a partes iguales de casi treinta minutos cada uno, sin repetir nada del día anterior.

Vox Tremula, trío de flautas formado en el Conservatorio Superior de Sevilla en 2012 y compuesto por Elena Escartín Díez, Judith Milena Cord-to-KraxGonzalo Martín Llao, combinaciones de flautas por parte de este consort internacional con dominio de todas las tesituras, alternando instrumentos de registros variados, abriendo en pie con el madrigal a tres voces Una panthera de J. Ciconia (c. 1370-1412), flautas cantando sin necesidad de letra.

Si el día anterior sus «contrincantes» optaron por una obra del portugués Cancionero de Elvas, ellos lo hicieron con Se do mal que me queréis, donde Milena realizó la voz grave desde una polifonía rica de matices, para proseguir con La canción del emperador de J. des Prez (c.1450-1521) / Luys de Narváez (1500-c.1555) cambiando a la grave Gonzalo, nueva muestra del magisterio por parte de los tres en toda la familia de las «incomprendidas» flautas de pico.

Impresionante el Contrapunto XIII de J. S. Bach (1685-1750) donde las tres flautas emularon el órgano no ya tímbricamente sino con el virtuosismo de Milena desde el grave cual pedalero coprotagonista, «El arte de la fuga» que Mein Gott escribe para todas las combinaciones posibles y «vox trémula» han hecho suya. La guinda de la técnica al servicio de la partitura nada menos que con la Sonata op. 1 nº 12, «La Follia» de A. Vivaldi (1678-1741), agudos en pie y necesariamente sentada con el bajo Elena, demostrando la riqueza de sonidos que guardan las flautas casi emulando un trío de cuerda, incluso con los pizzicati soplados porque el virtuosismo de los tres músicos alcanzó también los graves mientras los agudos flotaban cual pájaros inalcanzables desde los arcos, versión matizada, madura y dejándonos mayor riqueza que en la semifinal, comprendiendo las dificultades del jurado por acertar en su veredicto.

Mis preferidos y del público también Ibera Auri cerraban semifinal desde Valencia en Gijón, también trío pero «con flautas» y más completo al doblar clave o cantando también, variando todavía más las combinaciones posibles, apostando por obras breves variadas de estilo y también alguna conocida para los aficionados a la llamada «música antigua» que es cada vez más moderna. Lidia Rodrigo Royo en la final tuvo de nuevo protagonismo desde el clave pero también con la flauta en la segunda de las obras, el tenor Gabriel Belkheiri García del Pozo alternando e incluso duplicando papel con flauta de pico y su voz más Laia Blasco López, mezzo de voz natural, cálida y también virtuosa de las flautas de pico.

En la final comenzaron con el  Antoine Boësset (1587-1643) de quien interpretaron el dúo À la fin cette bergère con acompañamiento de clave casi guitarra o laúd por sonoridad y estilo, Laia cantando junto a Gabriel bien empastados, afinados y además con excelente vocalización y dramatización, casi dialogada, creída y creada.

Como flautistas nos dejaron la Trio sonate op. 3 nº 7 de Antoine Dornel (1685-1765), cuatro movimientos  (I Vivement – II Lentement – III Chaconne – IV Gigue) perfectamente complementarios y contrapuestos como buen barroco, mostrándose cómodos desde una ejecución impecable y muy trabajada. Nuevo salto de calidad con Passava amor su arco desarmado (recogido en «A musicall banquet»por Robert Dowland), un Anónimo del siglo XVI para mezzo, flauta y clave realmente delicioso por parte de los tres intérpretes que repetirían formato en Sosieguen, Descansen de Sebastián Durón (1660-1716), otra joya que me descubriese Raquel Andueza como a tantos de sus fieles seguidores, donde Laia Blasco puso todo el sentimiento, la flauta de Gabriel los perfectos toques coloristas y el clave de Lidia Rodrigo todo un muestrario de buen ornamento y armonía precisa.

Para terminar nada mejor que la Marizápalos, una joya anónima  del XVII que mi admirada navarrica canta como nadie y este trío plantea con alternancia de flautas y voz más el sustento imprescindible de un clave portentoso junto a dos voces cantando y contando la historia.
De nuevo un placer comprobar la seriedad interpretativa de esta generación joven y preparada que siguen ampliandorenovando proyectos sin perder nunca frescura ni calidad, alzándose con este premio que les dará todavía mayor visibilidad y conciertos, a fin de cuentas el mejor premio.
Aún queda festival en el patio del Antiguo Instituto Jovellanos aunque personalmente me despido agradeciendo el trabajo de toda la organización y colaboradores en seguir, no ya con este concurso sino apostando por un festival de música antigua que demuestra cada verano la buena respuesta del público, siempre fiel en Gijón.

Mucha flauta en semifinales

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Martes 10 de julio, 20:00 horas. Patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto, Gijón: VII Concurso Internacional de Música Antigua. Ronda Semifinal. Entrada libre hasta completar aforo.

Dentro del XXI Festival de Música Antigua de Gijón se celebra este concurso internacional que llega ya a su séptima edición, pasando a la penúltima ronda cuatro grupos con predominio de flautas y algunas propuestas interesantes no ya por el repertorio donde abundó el Renacimiento, sino por las formaciones que actuaron por sorteo en el orden siguiente que paso a comentar.

Vox Tremula, un trío de flautas formado en el Conservatorio Superior de Sevilla allá por 2012 por la aragonesa Elena Escartín Díez, la alemana Judith Milena Cord-to-Krax y el argentino casi asturiano Gonzalo Martín Llao, quien también cantó De tous biens playne de Hayne van Guizeghem (c.1445-1476-97) antes de la versión instrumental de Alexander Agricola (c. 1445-1506) con la que abrieron la velada.

Combinaciones de flautas por parte de los tres músicos que continuaron con Calata ala spagnola (ditto Terzetti) de Joan Ambrosio Dalza (f. 1508), The eagles’s force & a gigg (William Byrd, 1543-1623) de virtuosismo a trío jugando con las dos danzas, y finalizar con la conocida Aria sopra «La Bergamasca« del barroco Marco Uccelini (1603/10-1680), apuesta arriesgada por los instrumentos con buenos resultados interpretativos pese a cierta «monotonía» tímbrica bien resuelta por las arreglos de las obras elegidas, ricas en polifonía y ritmos sumadas a la calidad y virtuosismo de este consort internacional.

El Dúo Acciaccatura que ya ganase el premio del público el pasado año, está conformado por la violinista madrileña Berta Ares López y el tiorba oscense Ignacio Laguna Navarro, también guitarra barroca aunque no la tañese este martes, personalmente el más original pero técnicamente algo flojo, puede que por la presión del concurso, poco volumen en la tiorba comiéndose algunas notas, y mayor presencia del violín barroco con ligeras imprecisiones en arco pero sobre todo de pulsación que dieron lugar a armónicos indeseados aunque sin perder nunca una musicalidad e ímpetu admirables, sobre todo en la violinista.

Las dos obras elegidas fueron sendas sonatas barrocas francesas de cuatro movimientos: Jean-Féry Rebel (1666-1747), la nº 6 en si menor, y de Jean Marie Leclair (1697-1764) la Sonata VIII en re mayor (Troisieme Livre de Sonates op. 5) de mayor exigencia para ambos intérpretes, sentidos los tiempos lentos y vívidos los rápidos destacando el final virtuoso a unísono que resolvieron bien pese a no lucir la tiorba como si de una viola da gamba o un clave para el acompañamiento se tratase.

Más flautas en el Ensemble Melante con Daniel Riquelme DelgadoJuan Miguel Illán Calado (flauta de pico y fagot barroco en la segunda de las obras) más la viola da gamba de Andrés García Fraile, juego tímbrico de viento y cuerda para la Suitte II en sol menor (Pièces en trio) de Marin Marais (1656-1728), tripartita (I Prélude / II Sarabande / III Air gay) bien contrapuestas y sentidas aunque poco agradecidas por su escritura y textura que pese al virtuosismo del compositor en la viola da gamba no tuvo el protagonismo esperado mientras las flautas completaron una partitura no muy inspirada,

en contraposición a la impresionante Trio Sonata TWV42:F3 para flauta de pico, viola da gamba y continuo (Essercizii Musici) de Georg Philipp Telemann (1681-1767), mucho mejor al contraponer la flauta protagonista junto al continuo del fagot barroco y «la madre del cello» en tres movimientos impactantes y bien ejecutados por el ensemble: I Vivace / II Mesto / III Allegro, destacando los extremos por virtuosismo y docta escritura por parte del compositor alemán bien leída por este trío.

Cerrando semifinal desde Valencia otro trío con flautas pero con clave y cantando también, variando combinaciones y apostando sobre seguro en el repertorio con obras breves, variadas e incluso conocidas presentadas orden cronológico, mi personal votación como público, Ibera Auri con Lidia Rodrigo Royo (clave y también flautas aunque no para las obras elegidas), Gabriel Belkheiri García del Pozo (flautas de pico y tenor) y Laia Blasco López (mezzo y flautas de pico).

Comenzaron con el anónimo del siglo XV Por qué llorax blanca niña en la voz femenina con el clave casi laúd y la flauta de perfecta ambientación sefardí, continuando con Por que não me vês Joana del Cancionero de Elvas otro anónimo del XVI alternando las flautas y voces, mejor la mezzo que el tenor pero ambos con naturalidad, fraseando después las flautas como el texto más el siempre presente y seguro clave, aparcando momentáneamente las flautas para cantarnos Frescos ayres del pradode Antoine Boësset (1587-1643), antes de las dos conocidas obras para el final, las instrumentales y virtuosas Folias para Dña. Tarolilla de Carallenosde Andrea Falconieri (1585-1656) y Trompicavalas amor de Juan Hidalgo de Polanco (1614-1685) con Laia Blasco cantando junto a la flauta de Gabriel y el clave de Lidia en una versión que madurará con ellos porque hay tantas versiones que todavía será inalcanzable la propia con este trío joven.

Al finalizar de escribir desconozco quiénes pasarán a la final del miércoles donde también se dará a conocer el premio del público que nuevamente abarrotó el patio del Antiguo Instituto Jovellanos aunque escuchase algunos despistes, mayormente jubiladas, confundiendo el clave con un piano de cola o la tiorba con un laúd… pero disfrutando todos de cuatro formaciones con mucha flauta.

P. D.: Vox Tremula e Ibera Auri finalistas para este miércoles 11.

Música antigua en el verano gijonés

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Lunes 9 de julio, 20:00 horas. Centro de Cultura Antiguo Instituto, XXI Festival de Música Antigua de Gijón. Los Afectos Diversos (Nacho Rodríguez, director). Si no os hubiera mirado, obras de Juan Vásquez. Entrada libre y aforo completo.

Hacía unos veranos que no me escapaba al festival gijonés que sigue siendo cita obligada en el inicio estival de la capital de la Costa Verde, alcanzando ya su vigésimoprimera edición, bajo la dirección de Eduardo García-Salueña que presentó el concierto, con una quincena completa de actividades que incluyen conciertos, charlas y encuentros a cargo de la JAM Asturias, masterclass, cursos, talleres, Antiqva rural o el Peque Festival Antiqvo, sin olvidarnos del concurso internacional ya en su séptima edición, para formaciones que buscan hacerse un hueco en este mundo de la llamada «Música antigua» ganando cada vez más adeptos en este renacer, como volvió a comprobarse en el patio del Antiguo Instituto Jovellanos en este segundo concierto tras el inaugural de Lina Tur Bonet con MUSIca ALcheMIca dedicado a Corelli al que me hubiese gustado estar, pero quería sacarme la espina con el grupo del asturiano Nacho Rodríguez tras el «pinchazo» con Monteverdi, SchutzOniria en la primavera ovetense, siempre apostando por formaciones y solistas de calidad desde sus inicios y asentándose en el difícil calendario de festivales de verano.

Con una formación totalmente distinta a la de mayo en Oviedo, y un programa íntegramente dedicado a Juan Vásquez (Badajoz c. 1505 – Sevilla, 1563) que también han llevado al disco hace tres años con más músicos, llegaban Los Afectos Diversos con un leve retraso por la rotura de una cuerda de tripa en el arpa de Manuel Vilas debido a los cambios de temperatura y humedad de Madrid a Asturias, comenzando con el tema que daba título al programa, Si no os uviera mirado con la soprano Cristina Teijeiro (titular en la grabación) antes de que Nacho Rodríguez fuera presentando cada uno de los siete bloques con que organizó el recital. Junto al propio director que también hizo de tenor, las voces de la citada soprano con Flavio Ferri-Benedetti (alto), Luis Toscano (tenor), Manuel Jiménez (barítono que también participó en el disco) y Javier Cuevas (bajo) en el elenco vocal junto a la vihuela de Manuel Minguillón y el violón de Sara Ruiz más la citada arpa de dos órdenes que comienza a recuperarse con solistas como Sara Águeda (el día anterior con Lina Tur Bonet) o Laura Puerto (partícipe del disco), verdadero instrumento rey de nuestro renacimiento y barroco hispano del que Vásquez fue uno de los grandes que caería en el olvido, salvo algunos sonetos y villancicos conocidos, como Con qué la lavaré o De los álamos vengo, madre que nos regaló al final todo el conjunto dirigido por el asturiano que volvía a casa.

En el mundo de la música antigua y barroca muchas formaciones se arman para la ocasión, caso de esta en Gijón de Los Afectos Diversos, pero contando siempre con una selección de músicos curtidos en estos repertorios (casi como una plantilla de colaboradores habituales) aunque sería deseable la estabilidad que redunda siempre en mayor calidad y dominio de los programas, sin desmerecer la de los nueve intérpretes que actuaron este lunes en el patio del antiguo instituto.

Interesante fusión de colores vocales e instrumentales que se fueron combinando en siete «capítulos», comenzando casi todos con las intabulaturas sobre temas de Vásquez con la vihuela protagonista de Minguillón y desfilando cada uno de los solistas a excepción del barítono, comenzando el propio director. El contratenor afincado en Valencia tuvo más momentos que sus compañeros y fue muy aplaudido aunque se «rompiese» la unidad prevista en cada bloque, con expresividad vocal y gestual unida a su musicalidad demostrada por el contratenor alto hace años en Asturias donde ya pudimos disfrutarle, especialmente Con qué la lavaré.

Igualmente destacables las variadas combinaciones vocales e instrumentales que ayudaron a dar frescura a unas canciones donde la letra no siempre se entendió con la claridad deseada y el ritmo se marcó más de lo deseado para el tactus renacentista, jugando con las tímbricas en sonetos y villancicos a tres, cuatro y cinco, a capella, acompañados o doblados por los tres instrumentos que también gozaron de protagonismo compartiendo la belleza de Juan Vásquez.

Si las intabulaturas para cuerda pulsada de Pisador, Valderrábano o Fuenllana inspiradas en las melodías del pacense sirvieron para recordar su popularidad de entonces, ahora corroboraron la calidad vocal de TeijeiroToscano o el citado Ferri-Benedetti junto a la vihuela de Minguillón en perfecto equilibrio de dinámicas, aún más completas con el arpa de Vilas, el violón de Ruiz y el poderoso bajo Javier Cuevas que sustituía al anunciado Bart Vandewege, completando un intenso concierto donde alternar alegrías y tristezas de textos realzados por la música que hizo las delicias del siempre agradecido público del festival.

Sacada la espina de Los Afectos Diversos y mejor este tributo a Vásquez con cuerda que el Monteverdi de trombones por todo lo escuchado, volviendo a insistir en la grandeza del directo aunque los discos tengan la magia de perpetuar lo inaprensible y el dedicado al pacense no tiene desperdicio.

Programa para celebrar 20 años

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Oviedo sigue siendo «La Viena del Norte» español, y los Conciertos del Auditorio junto a las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» llegan a sus veinte años con una programación muy completa que hará las delicias de todos los melómanos no solo asturianos sino de los muchos que acuden a la capital del Principado ante su excelencia musical que también tiene una Primavera Barroca camino de los seis años, más ópera y zarzuela en su amplia oferta junto a un festival de verano próximo a comenzar que busca también un hueco estival en los museos arqueológico y de Bellas Artes, incluso un concierto de órgano en La Corte, todo citas para apuntar en las agendas.

De los pianistas que siguen sumando a la amplia nómina que Oviedo ha tenido siempre a lo largo de su dilatada historia, para la temporada extraordinaria de los 20 años las jornadas que llevan el nombre de nuestro recordado Luis Iberni contaremos con la donostiarra Judith Jáuregui que continúa asentando una carrera internacional de primera sin olvidarse de nuestra tierra que lleva visitando hace años en distintos ciclos, abriendo las jornadas con el Cuarteto Singnum en noviembre, continuando con Piotr Anderszewski, el surcoreano Kun-Woo Paik con la Oviedo Filarmonía (OFil), orquesta residente del ciclo, un marzo con el siempre esperado San Sokolov en solitario o Daniil Trifonov nada menos que con la orquesta del Mariinski de San Petersbrugo y Valeri Giergiev a la «batuta», para ir avanzando primavera con Javier Perianes en solitario, otro pianista conocido y querido en Asturias, y mi adorada Gabriela Montero en mayo a dúo con el chelista Gautier Capuçon, pareja reconocida que se unen en un broche de oro a estas jornadas.

En el ciclo paralelo (conjunto para quien quiera abonarse a ambos) de los Conciertos del Auditorio , las grandes voces tienen su terreno propio junto a distintos solistas instrumentales y formaciones orquestales de alto voltaje. Del universo lírico abrirá temporada en octubre Gregory Kunde que sigue disfrutando de una segunda juventud, las sopranos Patricia Petibon con La Cetra y Andrea MarconJulia Lezhneva o Ermonela Jaho con la OFil en febrero y abril respectivamente, con Michael Antonenko dirigiendo a la primera y compartiendo programa con el tenor Benjamin Bernheim la segunda, otro más de los conocidos como el tenor Ian Bostridge con Fabio Biondi y Europa Galante, o la estrella de los contratenores Philippe Jarouskky que vuelve a Oviedo, esta vez con el Ensemble Artaserse, para cerrar temporada con el concierto extraordinario de Juan Diego Flórez y Vincenzo Scalera al piano.
Tomar nota de los instrumentistas de altura como la violista Isabel Villanueva que actuará con la OFil y Yaron Traub a la batuta, la violinista Veronika Eberle con la Filarmónica de Hamburgo y el incombustible Kent Nagano en la dirección, o la virtuosa Hilary Hahn con la Filarmónica de Radio Francia y Mikko Franck; el flautista Emmanuel Pahud vendrá con la Orquesta de Cámara de París y el director escocés Douglas Boyd, el chelista Nicolas Altstaedt que también hará de director con la OFil, más la esperada visita de la Gustav Mahler Orchestra con la dirección del excelente Jonathan Nott y la participación del Coro de la FPA, sin dejarme en el tintero el regreso de René Jacobs que nos traerá un cuarteto vocal con su Orquesta Barroca de Friburgo y el RIAS Kammerchor de Berlín, uno de los mejores coros del mundo, en un mes de mayo para no perdérselo.

En pleno verano, al menos de calendario, felicitar a la organización de estos conciertos y tocando madera para evitar cancelaciones que en el mundo musical son más frecuentes de lo deseado trastocando el trabajo de meses y obligando a encontrar otras fechas o intérpretes que no siempre son igual de bien recibidos aunque seamos comprensivos.