Sábado 26 de octubre, 20:00 horas. Oviedo, Auditorio “Príncipe Felipe”: Conciertos del Auditorio. Lucas Macías (director, oboe), Oviedo Filarmonía. Obras de Beethoven, Mendelssohn y R. Strauss.
No podía comenzar mejor la temporada de conciertos en el auditorio ovetense, con la orquesta de la casa y el estreno de Lucas Macías como titular, portada del último número de Scherzo, quien hace año y medio ya me dejase con la esperanza de tenerlo entre nosotros y al fin se hizo realidad. Entonces escribía sobre el maestro onubense “… Macías sacó lo mejor de la OFil, unos violines tersos y claros, las violas con su momentos álgidos… los cellos con Ureña marcándose un solo también de lo más lírico, cuatro contrabajos dándolo todo en presencia y claridad, las maderas bien empastadas con intervenciones dignas de admiración y hasta los metales redondos, afinados, sin olvidarme de los timbales mandando con su precisión habitual. Los tiempos elegidos casi metronómicos en las indicaciones, sin demasía… coronando una segunda de Brahms digna de las orquestas y directores grandes, y la de Oviedo lo fue este último sábado de abril“. Casi podría repetirlo para el programa de presentación aunque añadiendo que la OFil sonó como nunca, un trabajo en la dirección espectacular, de memoria en todas las obras y además deleitándonos como solista y director en un cierre que cambió la fórmula para dejar a un auditorio casi lleno el mejor sabor de boca en este programa que abría un año Beethoven con Egmont, la agradecida Italiana de Mendelssohn y esa lección de oboe controlando todo en R. Strauss para terminar regalándonos al Bach camerístico y el dúo casi asturiano de Bartok con Mijlin… No se puede pedir más.
“Egmont”, obertura en fa menor, op. 84 (Beethoven) puso el músculo, la energía, la paleta del genio de Bonn, el brillo sinfónico con todos los cambios esperados de dinámica, aire, ritmo, tensión, cuerda presente, madera bucólica, timbales poderosos, metales refulgentes, todos ellos felizmente llevados por un Lucas Macías (Valverde del Camino, Huelva, 1978) que apretó a los músicos como buen conocedor de sus capacidades y abriendo temporada con el compositor al que dedicaremos todo 2.020.
La Sinfonía nº 4 en la mayor, op. 90 “Italiana” (Mendelssohn) todavía aumentaría el nivel de exigencia, apostando por los tempi literales que la OFil respondió con cohesión, limpieza, valentía incluso. El Allegro vivace literalmente vivo, apostando por el brío romántico, verdadero “carnaval” con una cuerda homogénea, una madera en estado de gracia y unos metales brillantemente contenidos; el Andante con moto supuso el momento de paladear sonoridades, majestuosidad en ese movimiento procesional inspirado en Italia pero totalmente transportable a la Andalucía que el maestro conoce; el Con moto moderato redondeó sonoridades palaciegas en un equilibrio cuerda y viento perfecto, balanceando protagonismos con elegancia y gesto preciso; verdadera apoteosis el Saltarello Presto pisando el acelerador donde nadie quedó descolgado, frenético baile popular, intervenciones claras, limpias, amplia paleta de matices y reguladores con los timbales empujando, la cuerda atacando toda a una, el viento empastado y saboreando esta “Italiana” desde Oviedo con un onubense al mando que augura muchas tardes de éxito.
Aún quedaba la segunda parte con el Concierto para oboe y pequeña orquesta en re mayor, op. 144 (R. Strauss), donde Lucas Macías, cambiando camisa blanca y pajarita por negra y corbata a juego, demostró no ya el dominio del oboe, que le tuvo en las mejores orquestas europeas, sino el control en la dirección de una “pequeña orquesta” por plantilla y enorme por el resultado. Tres movimientos sin apenas respiro que obligaron a escucharse todos, a disfrutar de cada pasaje en complicidad total y cerrando un concierto romántico a más no poder. Perfectamente descrito por Jonathan Mallada en las notas al programa, enlazadas al inicio, “en un claro retorno al estilo romántico que había marcado su juventud, pero con la austeridad y economía de medios en la orquestación que caracterizaría gran parte de la música del último periodo compositivo del germano“, asombroso el sonido del oboe sonando a oboe, siempre presente en interacción total con la orquesta, fraseos impecables, cadencias de impresión virtuosa y un ropaje a medida de una OFil con personalidad propia, versátil en un programa agradecido donde el maestro Macías se erigió en el auténtico triunfador de esta velada estrenándose como titular, que el público premió.
Si el esfuerzo fue titánico, dejarnos de propina ese “aria” con la cuerda del Oratorio de Pascua de Bach nos devolvió el barroco atemporal y al padre de todas las músicas, para retornar finalmente con esa Cornamusa de Bartok a dúo con Andrei el concertino, auténticos aires asturianos de gaita para una página que elevó el estudio microcósmico a regalo de la tierra. Bienvenido maestro Macías.