Martes 12 de diciembre, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Concierto nº 1674 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: Lucía Veintimilla (violín), José Navarro Silberstein (piano). Obras de Jorge Muñiz, Schubert, BrahmsYsaÿe, Granados y Falla.

Penúltima escapada a Gijón para escuchar a la violinista «asturiana» Lucía Veintimilla por quien corre sangre musical desde antes de nacer, quien hubo de cambiar el programa inicialmente previsto por problemas médicos con el pianista Sergey Bezrodny (al que deseamos una pronta recuperación) pero que desde Bruselas pasando por Londres se trajo al boliviano José Navarro Silberstein (La Paz, 1995) que respondió a la perfección junto a la solista y compartiendo protagonismo en las obras a dúo.

Probablemente la premura en armar un nuevo programa nos privó de disfrutar el esperado, aunque sí mantuvo Veintimilla dos obras a solo para abrir cada una de las partes del concierto e incluidas en su CD Origins: works for solo violin (del sello asturiano ARIA classics): Salve Regina (2022) del asturiano residente en EEUU Jorge Muñiz a ella dedicada, y la sonata póstuma del virtuoso Ysaÿe, donde demostró desde su técnica una musicalidad innata, con una interesante obra compuesta en pandemia (explicada en las notas al programa por el musicólogo y crítico Jonathan Mallada) inspirado en el Gregoriano pero lleno de efectos, sonoridades actuales y una transcendencia que intenta reflejar una esperanza tras el Annus horribilis del Covid que ha dejado una buena cantidad de obras nuevas. Del violinista y compositor belga su sonata póstuma en tres movimientos, recientemente descubierta y con el gallego Manuel Quiroga como destinatario de la misma, trajo algún quebradero a la violinista asturiana, pero le imprimió el carácter a cada uno, especialmente en la Canzona central bien «cantada» y el toque jocoso del último.

Con el piano afrontaría dos sonatas de referencia para los estudiantes y que llevadas al concierto suponen un protagonismo compartido con el piano. La de Schubert titulada «Gran Dúo» ya está intrínseco en el propio sobrenombre (aunque publicadas como todas tras su muerte), cuatro movimientos bien contrastados y obra de transición hacia el romanticismo que se refleja en el respeto al genio de Bonn pero con la búsqueda de su propio lenguaje, inspirado como en sus lieder y donde el violín es la voz cantante. De nuevo musicalidad desbordante en Ventimilla aunque con algún traspiés de afinación y algo corta en volumen, tal vez por un piano con la tapa acústica totalmente abierta, pues Navarro se mostró seguro y respetando todos los matices escritos, así como un buen entendimiento con el violín, especialmente en el exigente movimiento final donde encajar los rapidísimos pasajes entre ambos intérpretes.

La primera sonata de Brahms adoleció de los mismos problemas aunque la escritura del alemán permite mayores dinamismos y juegos de tempo, destacando nuevamente en el Adagio pues es en los movimientos lentos donde pudimos saborear de las interpretaciones de Lucía y el buen acompañamiento de José, más conociendo el trasfondo o historia de ese segundo movimiento, casi una marcha fúnebre para su ahijado Félix Schumann.

La segunda parte más centrada con dos de los nuestros: Granados y Falla. Del catalán su Sonata H. 127 y con dos movimientos extremos conservados (el tercero desaparecido y del cuarto sólo unos bosquejos) que sólo suele escucharse el primero aunque el Scherzo es bellísimo con sus arpegios, escalas y hasta toques medievales, enlazando el romanticismo de Brahms con el Fauré de inicios del XX, y más cercano al francés por geografía y buena técnica compositiva donde abundan ya las señas de identidad de Don Enrique con más peso del violín que el piano, algo que así entendieron los intérpretes.

Y de las famosas Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla para soprano y piano (la Sociedad Filarmónica de Gijón fue testigo de la gira de estreno de la obra, con el propio Falla al piano y la soprano Aga Lahowska en el concierto que ofrecieron en diciembre de 1917 en el antiguo Teatro Jovellanos), el propio compositor junto a Paul Kochanski prescindiría de la ‘Seguidilla murciana’ para «rehacer» esta Suite populaire espagnole, añadiendo más protagonismo aún al violín y con un piano más presente. Impecable el boliviano y cantando la asturiana de adopción con altibajos, siendo la Nana o la Asturiana donde poder apreciar su expresividad, faltando más encaje y presencia en el resto, aunque de nuevo reseñar la premura en este nuevo programa.

Dos regalos, desde «Liebesleid» de Fritz Kreisler que no podía faltar en estos conciertos de violín y piano, más la sorpresa de escuchar a cuatro manos a Fauré y su Berceuse, primera de la «Dolly Suite», el pequeño homenaje  al francés que no pudimos escuchar pero que siempre se agradece en cualquiera de sus obras camerísticas, y el recuerdo de la profesora de piano de Lucía (y de Jorge Muñiz entre muchos otros), Doña Purita de la Riva (Oviedo, 1933) que a su vez fue discípula del pianista de Sarasate y de Pau Casals, como también recuerda el profesor Mallada.

PROGRAMA

Jorge MUÑIZ (1974): Salve Regina para violín solo
(dedicada a Lucía Veintimilla).

Franz SCHUBERT (1797-1828): Sonata para violín y piano en la mayor «Gran Dúo», D. 574:

I. Allegro moderato – II. Scherzo. Presto – III. Andantino – IV. Allegro vivace.

Johannes BRAHMS (1833-1897)
Sonata para violín y piano en sol mayor nº 1, op.78:

I. Vivace, ma non troppo – II. Adagio – III. Allegro molto moderato.

Eugène YSAŸE (1858-1931): Sonata póstuma para violín solo, op. 27 bis:

I. Molto moderato ma con brio – II. Canzona – Lento e mesto – III. Finale Giocoso.

Enrique GRANADOS (1867-1916): Sonata para violín y piano, H. 127.

Manuel DE FALLA (1876-1946): Suite populaire espagnole
(arreglo para violín de P. Kochanski, de las Siete canciones populares españolas):

I. El paño moruno – II. Nana – III. Canción – IV. Polo – V. Asturiana – VI. Jota.