Sábado 18 de enero, 20:00 horas. Auditorio de Pola de Siero, «La Cereza’l Cielu«, presentación del disco. Entrada: 6€.

Cerezal nacía en 2013 con un sonido original, lleno de matices y sin perder asturianía, sin complejos, giros al pop llevado a su terreno, grabando un EP autoproducido en noviembre de ese año, agotado en la presentación.
Un año hasta su primer CD «Camín», pero manteniendo calidad y rodeados de colaboradores de lujo, y con ligeros cambios, Cerezal crece como grupo, cambian voz femenina por masculina, aumenta la plantilla manteniendo la base original de violín, percusión y guitarra, para volver a los Estudios Tutú de Corvera (un referente musical) y dejarnos como regalo navideño de 2019 este nuevo trabajo titulado «La Cereza’l Cielu» (una forma asturiana de llamar al arco iris) que presentaban en el Auditorio de la Pola Siero rodeados de amigos arriba y abajo del escenario.

Los Cerezal de ahora son Marcos Álvarez (voz), Andrea Joglar (gaitas y flautas), Juan José Díaz (percusiones), Juan Yagüe (guitarra, mandolina, voces), Gonzalo Pumares (violín), Marcos Álvarez (voz), Juan Carlos Vega Cabín (bajo eléctrico, voces) y por supuesto Miguel G. Díaz (pintor y diseñador) que en directo pinta la portada creciendo a la par que la música, tal como en aquella cerezal de 2014.

Sonido en vivo con uno de los productores del disco junto al técnico del propio auditorio polesu, aunque tardasen en acertar con los balances y ecualizaciones especialmente de la voz, repaso al CD y unos invitados de lujo que en directo siempre se agradecen, amén de algunas secuencias pregrabadas perfectamente ensambladas.

Buena entrada y un discurrir de temas donde hubo baile cual danza prima tanto en el patio de butacas como sobre el escenario, temas populares llevados al «estilo Cerezal» donde la voz de Marcos Álvarez le da nueva vida a los temas del primer disco, también escuchados este sábado entre lo nuevo, la percusión de Juanjo Díaz sigue siendo un motor de muchos caballos capaz de combinar cajón, batería y carillón en un malabarismo único, la guitarra de Juan Yagüe el complemento rítmico y armónico donde nunca faltan las pinceladas de excelentes punteos y unos coros bien empastados, más el violín de Pumares que lo mismo volotea cual Grapelli del folk que en unísonos con gaitas o flautas engordan esa tímbrica única de raíz irlandesa pero ya asimilada a esa etiqueta de «celta» (aunque como guerreros no tenían micho tiempo para la música) por no llamarles atlánticos.

Con el bajo eléctrico de Cabín el sustento queda más homogéneo y el remate a la formación lo pone la flauta y gaita de Andrea, académica cuando debe y creativa siempre como en el Jazz, sonidos limpios, dibujos amplios y perfecto ensamblaje de este sexteto.

Los invitados pusieron el plus, no estaban todos los que eran (y  grabaron) pero sí eran los que estuvieron, entre ellos Alvaro Bárcena, impecable con sus guitarras incluyendo la steel, aumentando los matices en los temas donde participó, Nel Suárez, Marco Antonio Guardado, Fernando Oyágüez al banjo,  Rodrigo Joglar en el acordeón diatónico, Ruboh rapeando, Pedro Santiago Pitu, David Mori con la gaita como sus colegas Rubén Alba  o Jose Manuel Tejedor Mier, un lujo sumarse a la fiesta del directo y estreno de disco.

Repaso a una trayectoria de años sin perder la frescura, aires ligeros, añadas que no duermen, poetas de ayer y de hoy, electrónica bien encajada sin abusar de ella, toques de Rap pero siendo y sonando siempre a Cerezal, buscando etiquetarlos a caballo del folk acústico y el pop-rock pero simplemente trayendo hasta hoy una tradición de la que Beleño o Llan de Cubel comenzaron en los 80 a actualizar.

Caleyando con esa secuencia inicial que desemboca en un medio tiempo presentado por flauta y violín, La Playa de Rodiles cual «country astur», La Polesina bailable, movida y muy de Celtas Cortos aunque aquí serían «Cerezales con filtro», el coreado Nun me dexes cayer, la Danza Bidules capaz de comenzar eléctricamente folk por instrumentación con la voz de Marcos digna de romances, el arco iris que da título al disco como una banda de «road movie» traducida al asturiano «viajera y caleyera», una preciosa As Andolías igualmente actual por un inicio electrónico juguetón para un día gris de «orbayu» que va calando instrumentalmente para vestir ese timbre de Marcos, una Bretaña de «lalalá» ancestral que salta cien años sin perder solera.

La «steel guitar» de Na oriella prieta riega una balada agradecida, Ayeri mantiene la esencia originaria de Cerezal, melodías bien construidas que suenan bien masculinas o femeninas, la alegría de Fala un beso, reivindicativa además del doble sentido que no es más que el propio beso, y el genial Thriller de Michel Jackson, aullidos incluidos empujado por una rueda rítmica de «Yagüe Knopfler», el paraíso asturiano capaz de mantener reconocible el «monstruoso» éxito del genio que nunca quiso crecer resucitado con esas cerezas autóctonas.

Un fin de fiesta para la Nueche, la primera y también la última, la misma noche con más años, casi dos horas de música variada, público entregado y escenario más, complicidades interpretativas en un repertorio que mantienen y renuevan estos Cerezal.