Miércoles 24 de abril, 20:00 horas. Oviedo, 25 años de «Los Conciertos del Auditorio»: Philharmonia Orchestra, Jean-Guihen Queyras (violonchelo), Masaaki Suzuki (director). Obras de Beethoven, Schumann y Dvorak.

Por Oviedo han pasado y continuarán haciéndolo las mejores orquestas del mundo, y este miércoles volvía al Auditorio la londinense Philharmonia Orchestra bajo la dirección de Masaaki Suzuki (Kob, 1954), sustituyendo al previsto Gardiner (apartado de la dirección tras el incidente con el barítono William Thomas del pasado agosto), pues debía suplirle otro maestro de una trayectoria semejante, y el japonés que ha bebido del «dios Bach», podía afrontar sin problemas un concierto bien asentado y equilibrado por las «tres patas», ordenado a la manera tradicional de obertura, concierto con solista y sinfonía, una excelente orquesta con un chelista potente como el francés Jean-Guihen Queyras (Montreal, 1967) y una leyenda al mando.

Con estos mimbres nada podía salir mal y la «Philharmonia» regresaba tras nueve años a nuestro auditorio con la misma elegancia, sonoridad, orden y unas manos sin batuta capaces de brillar en otro concierto para «La Viena Española», parada obligada en esta gira peninsular (Barcelona, Madrid, Oviedo, Valencia y Alicante).

La Obertura «Egmont», op 84 de Beethoven es la mejor forma de calibrar el estado de una orquesta por plantilla, exigencias técnicas y expresividad, como en 2015 lo fue «Coriolano». Intensidad dramática de sonoridad rotunda y un Masaaki Suzuki aún recuperándose de su brazo izquierdo pero transmitiendo la energía necesaria a la orquesta londinense, marcando acentos rotundos sin excesos, con una cuerda donde a partir de los siete contrabajos colocados a la izquierda, tras los primeros violines, en disposición vienesa que ayuda a degustar cada sección bien balanceada, se puede uno imaginar la «pegada». Sonoridad redonda en unas trompas siempre sobresalientes, y unos timbales mandando sin sobresalir. Excelente interpretación beethoveniana con una formación de sonido elegante, claro, de dinámicas siempre controladas por un Suzuki ejerciendo de Maestro, con mayúsculas y músculo esdrújulo.

El Concierto para violonchelo en la menor, op. 129 de Schumann es exigente para el solista pero necesita concertarse en perfecto entendimiento de lo que sigo llamando «las tres patas», y tanto Queyras como Suzuki (que coincidían por vez primera) supieron llevar los tres movimientos sin pausa, fraseando el francés nacido en Canadá siempre con el respeto en los planos de los londinenses, sacándole a su Gioffredo Cappa (1696) un sonido diáfano, profundo en el grave, delicado en los agudos, siempre presente por el mimo orquestal, bien empastado con los chelos detrás suyo y con tarima para mejorar el sonido, e impecable en todos los requerimientos técnicos de la partitura del compositor alemán (bravo el dúo con el chelo principal), una de las imprescindibles en la literatura para chelo y orquesta.

Un éxito enormemente aplaudido por un público que no falla en estas citas, regalándonos un saludo en castellano y el Preludio de la Suite nº 2, BWV 1008 de Bach, casi tributo al «apóstol Suzuki«, impecable, sentido, fraseado con la madurez de los años donde la técnica se pone al servicio de la música, también homenaje al no siempre recordado Pau Casals, de quien guardo igualmente su concierto de Schumann remasterizado en mi discoteca.

La Sinfonía nº 6 en re mayor, op. 60 (1880) del bohemio Dvořak no es de las más programadas (Brahms le aconsejó que la siguiente la «imaginara como bien diferente a esta») frente a las tres últimas, por lo que siempre es un placer escucharla en vivo, recuperando y entendiendo mejor su corpus sinfónico en este año de la música checa, y más con una gran orquesta como la Philharmonia. Fue la primera publicada por Simrock pero es una obra madura en sus cuatro movimientos donde aparecen los recursos bien estudiados  y conocidos por el checo de Beethoven, Schubert o Brahms sin faltar el componente popular de su tierra, como también en su compatriota Smetana. Obra de amplia sonoridad con un lenguaje sencillo, cercano pero con mucho por explorar. Suzuki sacó a la luz la majestuosidad de esta sexta, el crescendo emocional del Allegro non tanto inicial, un apacible y delicado Adagio, la enérgica y bailarina «Furiant» Presto del Scherzo donde el encaje perfecto de todas las secciones, con la cuerda impecable, asombró por la elegancia sonora y la pulcritud de gestos desde el podio del maestro japonés realzando los cambios de ritmo antes del impresionante Finale. Allegro con spirito verdaderamente jubiloso, contrastante, luminoso y grandioso.

Con el auditorio entregado, nada mejor que seguir con Dvořak para regalarnos su Danza Eslava op. 72 nº 2, «Dumka», otra página para degustar el sonido pulcro y elegante de las orquestas británicas a las que el Brexit no afecta pues siguen teniendo material de calidad exportable, con Suzuki al triángulo y dirigiendo con la varilla. Como alguien comentaba en broma al salir, «la orquesta es tan buena que la dirige el del triángulo», y es que el japonés contagia siempre su energía como en este otro concierto para recordar en Oviedo.

PROGRAMA:

PRIMERA PARTE

Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Obertura «Egmont», op. 84

Robert Schumann (1810-1856)

Concierto para violonchelo en la menor, op. 129:

I. Nicht zu schnell – II. Langsam – III. Sehr lebhaft

SEGUNDA PARTE

Antonín Dvořák (1841-1904)

Sinfonía nº 6 en re mayor, op. 60:

I. Allegro non tanto – II. Adagio – III. Scherzo – IV. Finale. Allegro con spirito