Viernes 3 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono X OSPA: Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), Zitong Wang (piano), Antony Hermus (director). Obras de Beethoven y Wagner Henk de Vlieger.

En climatología usamos el barómetro para controlar la presión aunque nos fijamos más en la página metereológica que nos anuncian anticiclones y borrascas, muchas procedentes de nuestra vecina Galicia, y de ella volvía su Sinfónica (OSG) fundada en 1992, casi hermana de nuestra OSPA un año antes y precisamente con Víctor Pablo Pérez en la dirección junto al recordado percusionista Juan Bosco Gutiérrez (fallecido en 2011) de primer gerente en ambas formaciones, volviendo a nuestra su tierra al frente del Archivo de Música de Asturias en 1993 tras pasar ambos por la entonces Orquesta Sinfónica Provincial de Asturias (de 1980 a 1988), germen de la actual.

La OSG devolvía visita y venía con todos sus efectivos para afrontar dos obras totalmente distintas con el holandés Antony Hermus (1973) al frente, responsable del programa que tuvo claros y nubes, momentos de sol junto a verdaderas tormentas que parecen mantener la leyenda de que siempre «chove en Galiza«. La orquesta tiene calidad y plantilla para interpretar cualquier repertorio de los «imprescindibles» como ya pude comprobar hace siete años en Bilbao, y en sus dos anteriores visitas a la capital asturiana en 2022 y 2023, y desde el podio con la expresividad del neerlandés cada una de las secciones respondieron sin problemas a sus indicaciones, aunque el resultado no acompañó.

Para Beethoven la plantilla resultó ideal y la muy galardonada pianista china Zitong Wang (1999) nos dejó un soleado, luminoso, preciso y precioso Concierto para piano y orquesta nº 1 en do mayor, op. 15. Compuesto entre 1795 y 1798, en realidad se trata del primer concierto publicado, siendo el tercer concierto compuesto por el maestro. Así, el número 2 fue compuesto con anterioridad, terminado en marzo de 1795 pero publicado más tarde.

La primera audición conocida de este concierto fue efectuada por el propio Beethoven en Praga en 1798. El piano está acompañado por una orquesta compuesta por flauta, dos oboes, dos clarinetes, dos fagots, dos trompas, dos trompetas, timbales y cuerda, con un estilo que demuestra la asimilación de los compuestos por Mozart y Haydn, aunque con formas armónicas más bruscas que nos muestran la personalidad del compositor de Bonn. Václav Tomásek, otro joven pianista y compositor que escuchó este concierto en la capital checa, escribió: «Admiraba su poderosa y brillante forma de tocar, pero sus frecuentes y atrevidos cambios de una melodía a otra, dejando de lado el desarrollo orgánico y gradual de las ideas, no se me escapaban. Los males de esta naturaleza debilitan frecuentemente sus grandes composiciones, las que surgieron de una concepción demasiado exuberante. El oyente se despierta a menudo bruscamente… Lo singular y original parecía ser su principal objetivo…». Está claro que este «Concierto en Do mayor» fue una obra audaz y desafiante para los músicos acostumbrados a la lógica ordenada que había regido la música durante una generación, con muchos momentos que debieron haber sorprendido a sus contemporáneos y extrañamente caprichosos que siguen pasan desapercibidos para el público moderno. Si se me permite, quiero calificarlo de «Príncipe» porque en él hay muestras de lo que será su quinto «Emperador» y utiliza recursos que encontramos en sus sonatas para piano. La interpretación de la virtuosa china así lo entendió, de sonido claro, limpio, preciso, con una orquesta bien concertada desde el podio, sinfónica verdaderamente y jugando con todas las dinámicas tan del gusto del «sordo genial»: arpegios ascendentes y descendentes, escalas cromáticas, trinos preciosos, unas cadenzas que el propio Beethoven escribía (hasta cinco para este «primero») a diferencia de sus predecesores, y que son casi movimientos sonatísticos dentro del concierto. A destacar la expresividad de Hermus, la entrega de la orquesta escuchando a la solista y encajando perfectamente todos los finales de frase, así como la intervención del clarinete solista Juan Antonio Ferrer Cerveró, casi tan aplaudido como la pianista, tras ese «pegadizo» rondó final vertiginoso y con aire festivo (Allegro scherzando), antes de la borrascas que se avecinaba para la segunda parte.

Tras el «vendaval» beethoveniano, un claro en esta tarde del primer viernes de mayo, Schumann y el número 14 «Zart und singend» de los Davidsbündlertänze, op. 6 donde la pianista china volvió a demostrar no ya su sonido limpio y delicadeza, también una musicalidad que despuntó en el Largo anterior.

De los arreglos, adaptaciones y homenajes a las grandes obras de la historia de la música habría para  un tratado específico. Wagner es probablemente uno de los que nuestras bandas de música más difundieron ya en su tiempo, pues la rotundidad orquestal con la que escribe es perfecta para ese tipo de agrupaciones de viento y percusión. En el repertorio actual de banda, precisamente un holandés como Johan de Meij () es habitual en nuestros días por lo espectacular de su música original o arreglada, y de un paisano suyo, Henk de Vlieger (1953), el director Antony Hermus programó este «Tributo orquestal» a Los Maestros Cantores (2005) de Wagner, que pareció un tornado seguido de esas borrascas que sueltan agua a «calderaos» como decimos en Asturias. Casi una hora de música en once escenas sin pausa y todo un muestrario de la calidad de la OSG para una orquestación digna del alemán (flautín, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 4 trompas, 3 trompetas, 3 trombones con bajo, tuba, timbales, percusión -4 intérpretes-, arpa y cuerda) donde de esa joya wagneriana el tema del preludio es recurrente y efectista, incluso con trompeta solista en uno de los palcos y una trompa fuera del escenario, pero parecía que la tormenta se comería a «El holandés errante» por mucho que el capitán Hermus quisiera llevar el timón con mano firme, en esta obra usando la batuta cual florete sin sangre. Destacar el excelente papel tanto de la madera como de todo el metal, con un quinteto de trompas comandado por Marta Isabella Montes Sanz que sonó wagnerianamente bien.

A falta de notas al programa, del «triturador wagneriano» percusionista y arreglista holandés Henk de Vlieger en su página se cuenta entre otras cosas sobre Die Meistersinger von Nürnberg que ocupa entre los dramas musicales wagnerianos un lugar especial por ser su única ópera “cómica” y el tema no basado en un mito o saga, como los personajes o la trama. Aquí vuelve a un lenguaje predominantemente diatónico y sus momentos más importantes están ambientados simplemente en la tonalidad de do mayor, con otro elemento musical sorprendente como es el brillante contrapunto, la combinación armoniosa de dos o más líneas melódicas aunque la orquestación sea relativamente «pequeña» en comparación con sus otras óperas. Cual sinfonía clásica, Wagner introduce temas y motivos que desarrolla y organiza en estructuras ordenadas, lo hacen muy adecuada su música para conciertos sinfónicos. «Henk de Vlieger ha realizado tres compilaciones sinfónicas de la obra de Wagner en los años 1990: El Anillo, una aventura orquestal, Parsifal, una búsqueda orquestal, y Tristán e Isolda, una pasión orquestal. Para ello, seleccionó los fragmentos más importantes de estas óperas y los colocó en un nuevo contexto sinfónico. Las partes vocales fueron omitidas o (cuando fue necesario) reemplazadas por instrumentos. Para dar a las obras un argumento musical continuo, creó nuevas conexiones entre estos fragmentos, preservando naturalmente los rasgos estilísticos de Wagner. En 2005 añadió este cuarto arreglo: Meistersinger, un tributo orquestal, once fragmentos que forman una suite orquestal de la ópera y fluyen entre sí sin interrupción. Gracias a la coherencia temática, el desarrollo de motivos y la recurrencia de melodías, este arreglo bien podría considerarse como un gran poema sinfónico o incluso como una sinfonía.
Meistersinger, un tributo orquestal, tuvo su primera presentación en Moscú el 29 de septiembre de 2006, dirigida por Eri Klas. El arreglo está dedicado al maestro Edo de Waart»
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Personalmente resultó lo que los jóvenes llamarían un «truño«, desnudar la obra de arte total wagneriana  (Gesamtkunstwerk) para dejarla solo en lo instrumental hace por momentos pesado este tributo. Para la orquesta es todo un reto y los gallegos cumplieron como jabatos, pero no creo que el maestro Hermus, con ser un buen director, haya acertado en esta elección cuando la materia prima es de calidad, como estropear al cocinar el plato pese a contar con los mejores ingredientes. Puedo entender que quiera promocionar la música de su compatriota, pero este trituro orquestal resultó de climatología borrascosa más que anticiclónica, el frío que viene del norte europeo aunque gallegos junto con asturianos estemos acostumbrados a los aires del Cantábrico o las bajas presiones de las Azores. Este Wagner-Vlieger fue digno de dar nombre, como ahora es habitual, a una DANA con sólo algunos claros en la danza casi «gallega» de ambiente medieval (el número VIII) o el siempre impactante preludio de estos cantores que aparece a lo largo de este desarreglo tormentoso que al menos nos dejó el viaje sinfónico despejado, aunque fuera siguiera «orbayando»…

PROGRAMA

Ludwig Van Beethoven (1770-1827):
Concierto para piano y orquesta nº 1 en domayor, op.15.

I. Allegro con brio – II. Largo – III. Rondo. Allegro scherzando.

Richard Wagner (1813-1883) / Henk De Vlieger (1953): Die Meistersinger (an Orchestral Tribute):

I. Vorspiel I. Sehr mäßsig bewegt

II. Versammlung der Meistersinger

III. Gesang der Lehrbuben

IV. Sachsens Monolog

V. Vorspiel III. Etwas gedehnt

VI. Taufspruch

VII. Zöge der Zönfte

VIII. Tanz der Lehrbuben

IX. Aufzug der Meistersinger

X. Walthers Preislied

XI. Schlußgesang