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Ópera para Madagascar

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Jueves 16 de mayo, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Gala Lírica Pro MadagascarJuan Jesús Rodríguez (barítono), Anna Cabrera (soprano), Marcos Suárez (piano). Arias, dúos y romanzas de zarzuela y ópera. Entrada: 10€.

La ONG “Ópera sin fronteras” y la Fundación «Agua de coco» llegaban a Oviedo para presentar un proyecto multidisciplinar, transversal, pedagógico y sobre todo solidario, porque la música lo puede todo, llegar a estrenar en Madagascar su primera ópera con un elenco de allí como después contarían los responsables, «El sueño de Nirina», con libreto de la asturiana Lucía Vilanova , con quien contactaron en el Campoamor tras el estreno de «María Moliner», y música de Juan Antonio Simarro, dos figuras conocidas en nuestra tierra, y además en malgache. Una bendita locura que cuenta entre otros apoyos, nunca suficientes, de la Fundación Ópera de Oviedo, siempre dispuesta a colaborar con estas iniciativas solidarias de cooperación social, siendo su director, el avilesino Celestino Varela, el primero en tomar la palabra presentando el evento.

Paco Azorín como presidente y fundador junto al coreógrafo Carlos Martos De la Vega de la ONG “Ópera sin fronteras” comentarían a dúo quiénes son y cuales son sus objetivos, desde el propósito de hacer llegar la ópera a todos aquellos colectivos que tradicionalmente han sido excluidos de ella, con el fin de visibilizar sus conflictos a través del hecho escénico.

Entienden la ópera como un instrumento de transformación social, no como un elemento de entretenimiento sólo al alcance de unos pocos.
La ópera, como arte integrador, en la que convergen la música, la danza, el teatro y las artes plásticas, es el vehículo idóneo para situar en el centro de la creación a los colectivos más desfavorecidos y ayudarles así, a solucionar sus conflictos, desde sus primeros contactos allá por 2019 en Mérida y después Sevilla con «Sansón y Dalila», el contacto en Badajoz con otra ONG («PIE, Plena Inclusión Extremadura») de enfermedades raras entre muchas más, y lo terapéutico que ha sido la ópera, al año siguiente el proyecto didáctico «El monstruo en el laberinto» (de Jonathan Dove) en el Liceu barcelonés para niños en peligro de exclusión, o el triste 2022 a raíz de la guerra de Ucrania (que aún continúa) dentro de cultura de emergencia en Madrid para integrar a los primeros refugiados en un montaje de «La Odisea» con la Escuela Municipal de Arte Dramático para edades comprendidas entre 7 y 21 años.

Con la proyección de un vídeo con la génesis del proyecto de esta ONG que contarían Paco y Carlos, se centrarían en este continuarían primer proyecto en Madagascar que lleva como título «Madagasikara» con la ONG “Agua de coco” sumándose que lleva años allá, y con distintas fases que movilizan a 300 personas entre 6 y 20 años enseñándoles  música y dándoles instrumentos, por lo que el objetivo o fase final será hacer una ópera participativa y la primera en el idioma malgache, que espera nestrenar en Toliara el próximo 6 de septiembre de 2025 en el centro multidisciplinar CASEL.

Tras la proyección del segundo vídeo, presentarían al compositor Juan Antonio Simarro, que ya hacía sus pinitos «en africano» de crío y también de adulto, explicándonos la génesis tras libreto de Lucía Vilanova primero en francés y la posterior traducción al malgache, proyectándonos las letras y avanzando al piano algunas melodías.

De las muchas ayudas para esta primera ópera de Madagascar, ya con la colaboración entre otros del Teatro Real, del Festival de Perelada o la Ópera de Oviedo, aunque siguen buscando apoyo económico, en otro vídeo nos enseñarían el «Container Solidario» lleno de escenografías, vestuario, atrezzo, decorados o incluso luces viejas, material donado por distintos teatros que las almacenaban «caducadas» pero que serán «tecnología punta» en esta isla que sigue sufriendo, y donde ya embarcó camino del estreno en septiembre, que se espera traerlo a Europa en 2026. De ella vino a vivir a Córdoba un músico tradicional como es Kilema que participaría codo con codo junto al compositor. Después entre el piano de Marcos Suárez y el propio Simarro al djembé nos invitaron a cantar una de las melodías, verdaderamente imposible en malgache pero dándonos idea de cómo sonará en las voces protagonistas del estreno.

Y finalmente comenzaría la gala lírica y solidaria ayudando a recaudar fondos, que nunca son suficientes para un proyecto de esta envergadura, con la actuación del barítono Juan Jesús Rodríguez (Cartaya, 1969), la soprano ruso-cubana Anna Cabrera Eliseeva (Moscú, 1997) que sustituyó a última hora a Graciela Moncloa, con todo lo que supuso cambiar más de medio programa del inicialmente previsto, y el pianista asturiano Marcos Suárez (La Felguera, 1992) que hubo de lidiar contra estos imprevistos con la profesionalidad y experiencia que va acumulando en sus años de docente y repertorista.

Del barítono cartayero solo caben elogios por su entrega humana y musical, con la romanza «Ya mis horas felices» del Germán en «La del Soto del Parral», o el aria «Nemico della patria» del Gerard en «Andrea Chenier» que levantaron los bravos de un público que le sigue fielmente en Oviedo, e incluso de fuera de nuestra tierra. Su poderío vocal, buen gusto, escena, dicción y musicalidad son parte de las muchas cualidades que tiene, por lo que en estas dos obras el acompañamiento «orquestal» al piano de Marcos Suárez no necesitó más que disfrutar con el andaluz.

Me encantó la soprano Anna Cabrera, con varios premios desde su llegada a Madrid en 2016, quien eligió para esta gala la conocida «Petenera» de «La marchenera» y la aún más famosa aria «Caro nome», una Gilda sobrada de matices, agilidades, musicalidad y fraseos, bien acompañada por un Marcos que «las tiene en dedos» aunque la premura de los cambios nunca es buena, pero las tablas de ambos permitieron disfrutar de esta voz en crecimiento y triunfando paulatinamente.

Con estos solistas los dúos no podían fallar, aunque no los programados, pero igualmente de calidad y empaste, el mozartiano «La ci darem la mano» primero, enamoramiento a primera vista del Don Juan onubense y la Zerlina ya madrileña, coqueteo a dúo plenamente creíble con el piano bien encajado.

Y si ambos solistas dominan Verdi, el andaluz más que conocido, la rusa demostrado en el «Caro nome», nada mejor para cerrar que el conmovedor dúo «Piangi, fanciulla, piangi» de padre e hija, Rigoletto y Gilda en este dramático dúo escenificado con los intérpretes entregados, poderosos y dolientes, empaste ideal aunque afinación algo al límite y un piano a primera vista que nos privó de mayor satisfacción global para dos voces muy aplaudidas en esta gala.

Aún quedaba un mensaje en vídeo de la madrina de honor de la ONG, «nuestra» María José Montiel que con su homónima Moliner abrió puertas y dio esperanza a este proyecto. Finalmente la lectura del texto que canta Nirina la protagonista, ópera terapéutica, solidaria y un hito en Madagascar que esperemos disfrutar en Oviedo.

PROGRAMA:

Reveriano SOUTULLO (1880-1932) y Juan VERT
(1890-1931):

LA DEL SOTO DEL PARRAL: «Ya mis horas felices»

Federico MORENO TORROBA (1891-1982):

LA MARCHENERA, La Petenera

Umberto GIORDANO (1867-1948)

ANDREA CHÉNIER: «Nemico della patria»

Giuseppe VERDI (1813-1901)

RIGOLETTO, aria de Gilda «Caro nome»

Wolfgang Amadeus MOZART (1756-1791)

DON GIOVANNI, dúo «La ci darem la mano»

Giuseppe VERDI:

RIGOLETTO, dúo «Piangi, fanciulla, piangi»

Prensa:

Chequeando checos

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Miércoles 15 de mayo, 20:00 horas. Gijón, Teatro Jovellanos, Concierto n.º 1683 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: TRÍO MALATS (Víctor Martínez Soto, violín – Alberto Gorrochategui Blanco, violonchelo – Carlos Galán Lago, piano). Obras de Suk, Dvořák, Rachmáninov y Smetana.

La temporada gijonesa llegaba a su penúltimo concierto con la siempre necesaria «Música de Cámara» , cuyo nombre procede de su origen en las pequeñas salas de los palacios donde se interpretaban estas obras, las llamadas «cámaras» o habitaciones privadas de la nobleza.

Estas piezas generalmente incluyen un pequeño número de intérpretes, y cada intérprete desempeña un papel único, que este lluvioso miércoles nos traía al Trío Malats, a quienes ya escuchase en la homónima sociedad ovetense en diciembre de 2022, y que con su nombre rinden homenaje al catalán Joaquín Malats (1872-1912), un niño prodigio que además de excelente pianista nos dejó páginas tan conocidas como su Serenata española. Este trío de profesionales y docentes, dos de ellos en Avilés, destacan por su compromiso con la música española delos siglos XX y XXI, aunque esta vez optaron por un programa checo donde no faltarían dos rusos, y que su compañero el chelista Guillermo López Cañal en las notas al programa escribe sobre patria y elegía: «Dos nociones se manifiestan intrínseca y musicalmente (…) la idea de patria, y la segunda —tal vez menos abstracta que la primera— es el sentimiento elegíaco en el arte o en la vida». Sobre el término patria relacionado con la música y los nacionalismos, recomiendo la lectura del libro de José Luis Conde recientemente publicado en la Editorial 1/2 tono, y donde aparecen bien diseccionados los compositores elegidos, especialmente los checos Suk, Dvořák y Smetana, pero también la Rusia del exiliado Rachmaninov. En las partituras interpretadas por el Trío Malats también aparece «la elegía como excusa genérica para crear un orden sonoro con el que evocar afectos universales que datan de la Antigua Grecia», musicalmente pieza de lamento o carácter triste ante la muerte de un ser querido o maestro, las cuatro centradas en la común unión patriótica y de padecer la pérdida.

Para abrir velada y oídos checos, Suk y su Elegía opus 23 (1902), alumno y suegro de Dvořák que lleva como subtítulo «Bajo la influencia del Vyšehrad de Julius Zeyer», originariamente para sexteto de cuerda con arpa y armonio, pero arreglada para trío con piano por el propio Suk, bien interiorizada  e interpretada con complicidad por estos tres músicos, que como todo sustento sobre tres patas, no suele cojear, y esta elegía nos llevó a la ensoñadora Praga con su castillo dominando la capital checa, y al cementerio donde están enterrados Dvořák y Smetana (que cerraría el programa), con una música nostálgica y misteriosa.

Más denso de escucha e interpretación sería el Trío nº 4 Dumky, op. 90 (1891) del maestro Dvořák en seis movimientos, formado en la escuela de órgano de Praga y cuya iglesia de San Simón y San Judas es una maravilla donde una placa recuerda los inicios del probablemente más influyente de los compositores checos. El último de los compuestos para esta formación de trío es no solo elegía sino un viaje compositivo sobre la Dumka, danza folklórica eslava con continuos y abruptos cambios, seis Dumky (el plural de Dumka) que «los Malats» fueron desgranando compartiendo protagonismos y en buena compenetración. Tal vez el sonido del cello quedase algo apagado en algunos concertantes, no así en sus temas (como el primer Lento maestoso), brillando más el violín y con un piano todopoderoso que pasa del empuje rítmico a la rotundidad sonora o la dulzura elegíaca. Trío de contrastes, oscuridad y brillo, tristeza y jovialidad, la «marcha fúnebre» del segundo movimiento, la calma del tercero que arranca con el piano, hasta la inocencia  o melancolía de los otros tres para finalizar en un vibrante Vivace, todos los recursos anímicos y compositivos de Dvořák explotándolos al máximo en sus años de madurez, especialmente en sus tres últimas sinfonías y que en este trío, como en general la música de cámara, sirve de banco de pruebas para las obras «mayores».

Un paso adelante en geografía, cronología y estilo vendría con Rachmaninov para abrir la segunda parte con su Trío elegíaco nº 1 en sol menor (1892), más nostalgia y desarraigo fuera de su patria, de Dresde a los EEUU, el primero de los dos tríos elegíacos, parece que este primero dedicado a su mentor Tchaikovsky que moriría al año siguiente del estreno. Más oscuridad y tristeza, elegía y destierro, melodías que no resuelven, que acongojan y tiñen nuevamente con música, bien sentida por los maestros reflejando todo ese catálogo de combinaciones tímbricas, armónicas, técnicas, exigentes para intérprete y público.

Y retornamos a la Praga del Moldava con el nacionalista checo por excelencia, Smetana (su museo al lado del río es otra visita obligada). Su Trío en sol menor, op. 15 (1855) es otra elegía a la muerte por escarlatina de su hija pequeña, una obra que conmovió a Franz Liszt. El primer movimiento, Moderato assai, comienza con un violín de aires populares pero oscurecidos dentro de la textura del trío, con silencios casi suspiros pasando por los tres intérpretes y tejiendo un ambiente casi opresivo. El Allegro, ma non agitato homofónico exige un perfecto encaje de los pasajes, bien resueltos por «el Malats» para llegar al Finale. Presto vertiginoso, juegos y alternancias rítmicas con un piano de reminiscencias románticas (Smetana admiraba a Chopin y Liszt) pero volverá la marcha elegíaca que finaliza cortante, dolorosa y triunfal.

Un programa oscuro en sentimientos, muertes, homenajes a los seres queridos, recuerdos de la patria y donde mis recuerdos se teñían de gris como el día con unas músicas bien interpretadas pero que no ayudan a salir optimista del teatro.

La propina al menos pondría un poco de serenidad con otro ruso emigrado, Paul Juon (Moscú, 1872 – Vevey-Suiza, 1940) de cuyo Trio-Miniaturen, nos dejarían el primero de los cuatro números, la Rêverie, op.18 nº 3, optando por la versión de piano con violín en vez de clarinete y cello (no viola), aún más sentida para otra página de elegía y patria en noventa minutos de penumbra.

PROGRAMA

Josef SUK (1874 – 1935)

Elegía, op. 23

Antonin DVOŘÁK (1841 – 1904)

Trío nº 4 Dumky, op. 90

I. Lento maestoso — Allegro quasi doppio movimento

II. Poco Adagio — Vivace non troppo

III. Andante — Vivace non troppo

IV. Andante moderato — Allegretto scherzando

V. Allegro — Meno mosso

VI. Lento maestoso — Vivace

Serguéi RACHMÁNINOV (1873 – 1943)

Trío elegíaco nº 1 en sol menor

Bedřich SMETANA (1824 – 1884)

Trío en sol menor, op.15

I. Moderato assai — Più animato

II. Allegro, ma non agitato

III. Finale. Presto