Jueves 20 de junio, 22:00 horas73º Festival de Granada. Palacio de Carlos V | Conciertos de Palacio: Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Juan Floristán (piano), Tabita Berglund (directora). Obras de Sibelius y Rajmáninov. Fotos de ©Fermín Rodríguez.

El aviso de la repentina cancelación por enfermedad del esperado director finlandés Tarmo Peltokoski (Vaasa, 2000) nos llegaba el pasado lunes, pero rápidamente y con lo que supone afrontar un programa ya cerrado se contactó con la directora noruega Tabita Berglund (Trondheim, 1989), celeridad y acierto en encontrar para aceptar poder asumir semejante compromiso, otra batuta nórdica -verdadero vivero de músicos que vienen empujando- con una agenda completa, y más que una promesa como el finlandés Peltokoski (que esperemos se recupere para la clausura del Festival), toda una realidad que acumula éxitos con grandes formaciones y en las dos próximas temporadas estará al frente como principal invitado en Detroit y Dresde. Ahora queda sumar a su currículo este debut con la OCG y ser la primera mujer sobre el podio sinfónico en los 73 años del festival granadino, con un Sibelius recuperado por tantos directores bálticos capaces de descubrir nuevos matices del finlandés, compartiendo y escoltando en el programa al famoso segundo concierto de piano del ruso Rajmáninov, dos compositores cercanos en su tiempo como lo son hoy la maestra noruega y el pianista sevillano Juan Pérez Floristán (1993) precisamente juntos en un programa titulado «Jóvenes en plenitud«.

La noche fría pareció contagiar las obras y también a los intérpretes, comenzado con una Finlandia casi invernal por cierto destemple global en la OCG, opaca y del color primaveral de la tierra de Sibelius aunque la directora noruega lo marcase todo, batuta cual estilete y mano izquierda fraseando. Las siempre sobreexpuestas trompas tiritaron aunque el resto de metales diesen el calor épico de aquel julio de 1900 en Helsinki, esta vez gélido junio de 2024 en Granada.

El cinematográfico, bello y exigente segundo concierto para piano de Rachmáninov, estrenado en Moscú un año después de Finlandia, sigue siendo un referente y teniendo a Floristán era interesante cómo lo volvía a sentir tras haber ganado con él hace 9 años el Concurso de Santander. El sevillano ha madurado y su interpretación resultó en cierto modo rocosa como las piedras del Carlos V, dura y muy contrastada, mandando y mostrando buen entendimiento con la directora noruega atenta al solista, manteniendo buen balance orquestal aunque la formación local todavía no encontraría su temperatura, puede que algo descompensada la cuerda por mayor falta de efectivos en este programa, pero faltó tensión y brillo, más pegada en los graves e incluso momentos sin empastar las violas. Las maderas tampoco lucieron a excepción de un excelente oboe, y en este «segundo» el pianista sevillano llevó todo el peso desde el inicio, amplia gama dinámica ya en el Moderato inicial con gran expresividad, sin forzar los cambios de tempo y limpieza en los pasajes rápidos, aunque su mano izquierda resultase en exceso poderosa. Mucho más reposado, lírico y equilibrado el bellísimo Adagio sostenuto central, bien encajado con la orquesta antes del Allegro scherzando verdaderamente juguetón por su parte pero sin la misma respuesta que Tabita Berglund pedía con su gestualidad total, tal vez exajerada y en cierto modo contagiando un ímpetu que trajo inseguridad a la orquesta nazarí. Lo del público aplaudiendo cada movimiento comienza a ser preocupante y persistente (incluso en la Quinta) aunque no seré yo quien defienda una costumbre que los tiempos han ido cambiando (creo que para peor).

Juan Pérez Floristán agradeció su presencia en esta edición y tanta inspiración en esta mágica Granada con su Alhambra que estuvo disfrutando, por lo que el regalo fue la habanera de La Puerta del Vino tan cercana al Palacio y de un Debussy, que no la visitó pero recreó cual postal o acuarela impresionante (también impresionista) enviada por su amigo Falla, y donde el sevillano mostró el poso y buena elección de un repertorio más «liviano» sin problemas de excesos sobre la tarima, música bien interiorizada y tentación a la que debía sucumbir esta noche.

Un breve descanso que bajó la temperatura exterior pero al menos la OCG hizo el efecto térmico  inverso, algo más templada para la Quinta sinfonía de Sibelius. De ella el programa de mano titulado «Miradas, reflejos y vestigios» escrito por Justo Romero dice: «La Quinta sinfonía de Sibelius es obra de ancha gestación, cuya versión original se estrenó el 8 de diciembre de 1915 en Helsinki, el mismo día que Sibelius cumplía 50 años. De hecho, la sinfonía nació como respuesta a un encargo del Gobierno finés para conmemorar el medio siglo de vida del compositor más ilustre. Un año después, en 1916, presentó una versión revisada, que introduce sustanciales novedades, como cuenta el propio compositor en una carta fechada el 20 de mayo de 1916: «La Quinta sinfonía ha sido prácticamente compuesta otra vez […] Primer tiempo: enteramente nuevo; Segundo tiempo: reminiscencia del antiguo; Tercer tiempo: recuerda el final del primer tiempo de la antigua versión; Cuarto tiempo: los antiguos motivos, pero más enérgicos en la revisión. Todo, si se me permite decirlo, es una gradación plena de vida hasta el final. Triunfal». La versión definitiva, en tres movimientos, que refunde los dos primeros, se estrena el 24 de noviembre de 1919, con la Filarmónica de Helsinki dirigida por él mismo. Cinco meses antes, en julio, se había estrenado en Londres El sombrero de tres picos«.

Tabita Berglund infundió algo de color y calor a una obra de gran envergadura (yo digo que «no hay quinta mala»), con el Tempo molto moderato inicial empastado, una mejor madera (el fagot bien cantado) especialmente en el inicio del Andante mosso, quasi allegretto; los metales -con buenas trompetas- resultaron realmente broncíneos; finalmente una cuerda que al fin sonó tensa y presente, pero difusa, de pizzicati livianos. Sí logró la respuesta correcta en los cambios de aire así como en las dinámicas, atacando el Allegro molto algo acelerada y contagiando esa sensación, la mía que fue ella directora quien buscó esa sonoridad pero sin la claridad y luminosidad que esperábamos, optando más por la energía que por una tensión entendida desde la expresividad, dejando casi sin aliento el discurrir e impidiendo unos fraseos más diferenciados, tomando aire. Don Justo, el maestro pacense, nos recordaba que «Europa ya había escuchado las Cinco piezas para orquesta, op. 16, de Schoenberg, el Wozzeck de Berg, los ballets de Stravinsky o las músicas de Debussy y Ravel. De alguna manera, Sibelius sintió con su Quinta sinfonía la certidumbre de que el mundo iba por otros derroteros», y creo que este concierto también…

PROGRAMA

Jean Sibelius (1865-1957):

Finlandia, op. 26 (1900)

Serguéi Rajmáninov (1873-1943):

Concierto para piano nº 2 en do menor, op. 18 (1900-01):

Moderato – Adagio sostenuto – Allegro scherzando

Jean Sibelius:

Sinfonía nº 5 en mi bemol mayor, op. 82 (1915, rev. 1916-19):

Tempo molto moderato – Andante mosso, quasi allegretto – Allegro molto