tenor: Adrián Ribeiro; contratenor: Mikel Malda; violonchelo: Santiago Ruiz de la Peña; pianista: Sergey Bezrodny. Obras de: Purcell, Händel, J. J. Rousseau, Schubert, Brahms, L. Delibes, Saint-Saëns, Fauré, S. Gastaldón, Vives, Guridi, Obradors y Moreno Torroba.
Un nuevo curso de La Castalia que celebrará su mayoría de edad, 18 años de andadura tras recuperar la más antigua sociedad lírica ovetense que se remonta a 1875 con músicos de la talla de Víctor Saenz, Anselmo González del Valle o el mierense Teodoro Cuesta, flautista y director de la Banda del Real Hospicio además de poeta, en los albores de nuestra tradición musical decimonónica que plantó la semilla para una afición que lleva consolidada en la capital asturiana desde entonces y a la que llamo «La Viena española» por la amplia oferta musical (de hecho hoy había otro concierto de la Orquesta Universitaria de Oviedo en la Sala de Cámara del Auditorio estrenando una obra de Pablo Moras).
Con la asistencia del Presidente del Principado Adrián Barbón y la teniente de alcalde de Oviedo Mª Concepción Suárez, así como el presidente del RIDEA, Ramón Rodríguez o el Presidente de la Ópera de Oviedo, Juan Carlos Rodríguez-Ovejero, entre otras personalidades, lo que es de agradecer por lo que supone de visibilidad de los responsables políticos en estos actos, esperando un apoyo que Begoña García-Tamargo se encargó de recordar al inicio del concierto, volvíamos e escuchar muchas de las voces del último concierto, con la indisposición por afección gripal de Canela García, pero manteniendo un programa donde seguir comprobando el trabajo de estas voces y su evolución en tan poco tiempo.
Destacar el «debut» con La Castalia de Cristina Galán que abriría velada con una canción española de Guridi (No quiero tus avellanas) y el aria J’ai perdu mon serviteur de «Le devin du village» (J. J. Rousseau), más el piano del maestro Burgueras, siempre atento a estos jóvenes talentos.
Adrián Ribeiro volvió a demostrar poderío vocal y buen gusto, bien el Obradors de Corazón ¿por qué pasáis? con un piano igualmente protagonista, pero especialmente destacable en Musica proibita (S. Gastaldón) más el dúo final fuera de programa.
El candasín Mikel Malda progresa a pasos agigantados en su tesitura de contratenor, con dos arias muy apropiadas a su registro que gana cuerpo en el grave manteniendo un color propio, Thy hand, Belinda de «Dido y Eneas» (Purcell) y el conocido Largo (Ombra mai fu) de «Serse» (Händel), sin eludir el recitativo bien interpretado.
Importantísimo el trabajo fonético en todas las obras, donde se escuchó inglés, alemán, francés y español con una dicción perfecta siempre al servicio del canto.
No faltaría un «intermedio» con el instrumento más cercano a la voz, el cello de Santiago Ruiz de la Peña (que debutó recientemente en los atriles de la OFil) y el piano virtuoso de Sergey Bezrodny en el Allegro Moderato de la Sonata «Arpeggione» (Schubert).
Plenamente consolidada la soprano Janeth Zúñiga que amplía repertorio, registro e idiomas, desde un alemán Brahms sentido, siguiendo con la virtuosa francesa Les filles de Cadix (Delibes) para cerrar con zarzuela española, «La Generala» (Vives), casi escenificada Canción del Arlequín que nada tiene que envidiar a la opereta francesa, explorando no solo la línea de canto sino la dramatúrgica.
Un escalón más en su permanente esfuerzo y estudio para mi querida mezzo María Heres, años de trabajo pese a su juventud, abordando repertorio romántico francés tanto en su Fauré íntimo de Tristesse como el aria Mon coeurs s’ouvre à la voix del «Sansón y Dalila» (Saint-Saëns), interpretación en el amplio sentido de la palabra, pasión y entrega vocal más una Dalila verdaderamente creíble, el chorro de voz controlado para utilizarlo como recurso dramático en el momento preciso, manteniendo afinación y musicalidad digna de elogio.
Volvería con Adrián Ribeiro, fuera de programa, para el dúo de «Luisa Fernanda» (Moreno Torroba) y Javier, el famoso Cállate corazón escenificado con el agua cayendo por uno de los canalones pero haciéndonos pensar en una fuente con pájaros, estas dos voces empastadas en feliz entendimiento más la complicidad siempre única del maestro Manuel.
Larga vida a La Castalia y salud para continuar esta ímproba tarea de apostar por lo nuestro, esperando un apoyo necesario para mantener parte de la historia lírica asturiana.